Enrique Blasco Garma y la política monetaria de Macri
Enrique Blasco Garma y la política monetaria de Macri
Los bancos emisores de monedas que
son unidad de cuenta apuntan a una inflación mínima, tipo 2% anual. Es el caso
de la Fed , BCE, y
otros principales.
Las
transacciones comerciales requieren una unidad de cuenta que mida valores y
opere a lo largo del tiempo. Igual que necesitan al metro para medir longitudes
y el gramo para pesos. La gran ventaja de las medidas fijas, impuestas con el
sistema métrico decimal, es su constancia en el tiempo. Con esa finalidad, las
monedas con menor inflación suelen ser unidades de cuenta, caso del dólar,
euro, y un puñado de otras. En cambio, las monedas con elevada inflación
(fuerte pérdida de valor) no sirven como unidad de cuenta. Con los 13 ceros
suprimidos a las cinco monedas sucesivas, entre 1970 y 1992, el peso no es, ni
puede ser, unidad de cuenta. Que siguió perdiendo; 100 pesos de hoy ya valen
menos que 3 pesos de 2001.
Explico en el libro Fin de la Pobreza que la esencia de
un patrón de medida es su constancia. Por eso usamos al dólar. Contratamos en
pesos sólo cuando lo imponen regulaciones estatales. En transacciones libres de
esas limitaciones usamos al dólar, operaciones inmobiliarias, financieras y
comercio exterior. Hasta BCRA reconoce
al dólar como unidad de cuenta al medir reservas y comercio internacional. No
siempre fue así. Antes del proceso inflacionario, BCRA publicaba las reservas y
comercio internacionales en pesos.
Las autoridades y FMI debieran ser
realistas y aceptar que el peso no es unidad de cuenta. Por eso los activos
financieros en pesos son poco significativos mientras los activos financieros
en divisas superan al 75% del total y el endeudamiento de los gobiernos y
particulares argentinos en moneda extranjera es considerable. También los
precios del comercio exterior, los combustibles y muchos bienes se determinan
en dólares, aún los de producción local. Buena parte de los servicios públicos
tienen costos dolarizados. Una sociedad que desespera por progresar está
trabada por carecer de un sistema de precios firmes a lo largo del tiempo. Nos
quieren imponer una moneda perdedora de valor y sujetarnos al vasallaje de la
incertidumbre política.
Las
variaciones cambiarias impactan la inflación, las tasas de interés,
expectativas y los patrimonios. En esta realidad, la flotación cambiaria es
suicida, pues precios internos, activos y empleos son alterados violentamente,
comprobamos una vez más en 2018. Bastó un aumento reducido de compras privadas
para derrumbar la estantería de proyecciones.
¿Qué
hacer? BCRA y FMI han acordado una forma tosca de encarar esta cuestión. Desde
el 1/10/2018 el BCRA no emite pesos para financiar al Tesoro ni a otros
deudores. Y para evitar generar una excesiva restricción monetaria establece un
valor mínimo para la cotización diaria del dólar, que se va actualizando a un
ritmo del 2% mensual en el primer trimestre de 2019. Una cotización del dólar
inferior a la mínima de la banda de intervención señala una indeseable
contracción monetaria. Para paliarla, BCRA compraría dólares, emitiendo pesos,
hasta el límite de la cantidad diaria establecida. Y seguiría comprando dólares
y emitiendo pesos hasta tanto la cotización alcance el mínimo de la banda.
Si la
cantidad de dinero circulante excediese en mucho a la demanda, un sobrante monetario
tan descomunal que empujara al dólar por encima del límite superior de
intervención, BCRA vendería dólares, hasta la cantidad diaria establecida,
retirando pesos sobrantes. Eventualmente, la circulación se contraería hasta
disminuir parte del exceso. Una aproximación costosa, lenta, al voleo, al
equilibrio monetario.
Esas
reglas condenan a una insoportable volatilidad, saltos cambiarios, e
inestabilidad monetaria. No puede sorprender que sea imposible bajar la
inflación cuando las bandas de intervención suben a un ritmo del 2% mensual,
alentando alzas de precios.
Si bien
este programa mejora el anterior, las bandas para la intervención son
excesivamente anchas y los límites en las cantidades autorizadas de compra y
venta demasiado reducidas y tan rígidas que incluso tienen topes diarios.
Una
sociedad con nuestras experiencias inflacionarias y sustantiva incertidumbre no
puede aspirar a una demanda de base monetaria estable. La coyuntura conlleva
variaciones significativas de las cantidades monetarias deseadas. Una forma de
acotar esa incertidumbre sería angostar las bandas y aumentar las cantidades de
intervención. Ventanas de compra y ventas más estrechas y una sustancial
ampliación de las cantidades diarias contempladas de intervención ayudarían a
paliar la volatilidad del mercado monetario y las perspectivas económicas de
manera más contundente. Los argentinos, agradecidos.
(*) Ámbito.com, 28/2/019.
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