La columna económica de Walter Graziano

La columna económica de Walter Graziano


Las tres grandes dudas de la economía argentina (*)


Todos sabíamos que las bandas cambiarias iban a mantener su efectividad mientras la demanda de dólares estuviera compensada con la oferta. Lo que básicamente se decretó ayer desde el BCRA es un proceso de flotación sucia del tipo de cambio sin bandas en la práctica. La de abajo, apenas superior a los $ 39 por dólar ya no existe, y la superior, de $ 51,45 ahora es una línea muy borrosa: por encima el BCRA venderá u$s 250 millones diarios. Y por debajo el BCRA venderá una cantidad indeterminada, que por lógica no debería ser superior a esa magnitud, dado que estaríamos en el “Mundo del Revés”.

En otras palabras, no tendría lógica que por encima de la ex banda cambiaria el BCRA venda menos que por debajo. Esa es la única distinción entre el régimen cambiario actual y una flotación sucia. Esta flotación sucia puede convertirse con facilidad en una flotación casi limpia en caso de que la demanda de dólares se demuestre en los próximos meses como formidable.
¿Por qué? Porque el FMI tiene prohibido en sus reglamentos dejar que se utilicen los dólares de sus arcas para financiar fugas de capitales de sus países miembros. Por lo tanto, habrá que sopesar la reciente medida según la forma en que trascurran los días y las semanas.
Ahora bien, aunque por el momento no se puede hacer una evaluación del funcionamiento de esta nueva “flotación sucia” y del dólar, sí se puede evaluar - y con gran preocupación – el estado de situación del riesgo-país. Ocurre que el gobierno está decidiendo priorizar el uso de las reservas para calmar al dólar en detrimento de los acreedores privados del país. Dado que el stock de reservas es uno solo, todo lo que se destine a una finalidad será dinero que no se podrá destinar a la otra finalidad. O sea, es aplicable a la situación actual el viejo refrán conocido como “síndrome de la frazada corta”.

Cuando se prescinde del cortoplacismo financiero y electoral y nos olvidamos un poco del precio del dólar en el día a día y de las elecciones, lo que el Gobierno - y todos – deberíamos meditar es que por evitar males en el corto plazo estamos elevando groseramente los riesgos de lo que puede ocurrir en el mediano. Si el BCRA usa los dólares para vender en el mercado. ¿Qué ocurrirá con el pago de la deuda pública a medida que pasen los meses? No hay que olvidar que aún con los dólares del FMI dedicados por entero para pagar la deuda se calculaba que en algún momento del 2020 empezarán a faltar divisas en las reservas del BCRA para cumplir con los compromisos.

Por lo tanto, lejos, muy lejos está la situación de converger a una estabilidad, aunque más no sea precaria, en el mediano plazo. Para que ello ocurra el BCRA debería comprar dólares, los cuales en el futuro podrían ser destinados al pago de la deuda. Ello no se consiguió ni con las tasas cuando en la prehistoria estaban en un nivel moderado, ni tampoco con niveles estrambóticos del 6% mensual como los que ahora paga el BCRA. Con niveles efectivos anuales de más del 100%, como estos, no se consigue que entre ni un solo dólar ni siquiera de los capitales más especulativos que andan dando vuelta por el mundo, clarísima señal de que se avecinan problemas muy graves de pago de la deuda pública en un futuro ya no lejano.
Con dicho panorama, habría que meditar si tiene sentido fijarse en si hay o no hay un punto más o un punto menos de la inflación mensual, o si tener un 3% más o menos de devaluación: si Argentina se avecina a un proceso de cesación de pagos todo lo que se ahorre ahora de suba de precios y de dólar se pagará con creces más adelante. El Gobierno no está metido en un lío para estabilizar la economía argentina. Está metido en un mero problema de supervivencia casi personal del presidente.

El gran dilema es que a medida que transcurran los meses los temores por la estabilidad del peso y los temores por el riesgo de impago de la deuda pública van a transformarse en un único problema unificado. Para cuando ello ocurra, los dólares del FMI casi se habrán terminado y cada dólar que se malgastó en retirar pesos del mercado será lamentado y echado de menos.
Desde este punto de vista, este Gobierno parece tener la suerte sellada: aún ganando el forcejeo de la pulseada cambiaria y las elecciones, o bien deberá lidiar en cuestión de un año – no mucho más – con una eventual cesación de pagos causada por políticas propias, o bien desde un lugar en la oposición, en el 2020 será fuertemente repudiado por la opinión pública cuando se recuerde como generó la deuda y luego para colmo malgastó los dólares del FMI en vanos falsos intentos por controlar el precio del dólar. No parece haber salida para Mauricio Macri y su gente, aunque no lo han advertido en la lucha diaria en la que están sometidos.

Este Gobierno o bien sufre una derrota en lo casi inmediato en la elección, o un enorme repudio dentro de un año, aun en el poder. A esta altura es posible que más de un lector se esté preguntando: ¿Y los dólares del campo? ¿No pueden acaso ser un salvavidas? El problema que tenemos excede con creces los dólares del campo. Como salvavidas no son más que un mito: no son tantos, y son del campo. Aunque la cosecha total alcance los u$s 30.000 millones, en qué moneda deciden ahorrar los productores es un tema personal de los mismos. Y suelen hacerlo en dólares o en granos guardados en silo-bolsas. Para terminar de creer en este falso salvavidas es necesario señalar que cuando se observan series históricas de precio del dólar no se observa ninguna clara estacionalidad positiva hacia el peso en los meses de abril, mayo y junio, que es cuando más se concentra la venta de la cosecha. Argentina debería tener un muy suculento ingreso de dólares para estabilizar en serio. Muy superior a una cosecha anual.
Por lo tanto, la “vía de escape” de la situación es fácil de encontrar: Argentina necesita convertirse lo antes posible en un país fuertemente exportador, para lo cual se necesita un dólar real alto. Es necesario un superávit de balanza comercial muy superior al actual y por sobre todo se necesita que el mismo no se logre por fuerte baja de las importaciones, tal como ahora ocurre, sino por fuerte crecimiento de las exportaciones de la industria y los servicios. Por este camino, pulseando con el mercado para que el dólar suba lo menos posible se va por la vía claramente inversa.

En algún momento, con o sin supertasas, con o sin victoria electoral del gobierno, se va a producir el choque contra la dura realidad. Para ese entonces ya no se podrá elegir. Habrá que dejar subir al dólar lo que tenga que subir. Las grandes dudas son tres: cuantos dólares se malgastarán en controlar un tiempito al dólar, qué nivel de deuda para pagar queda, y…cuándo se produce el “baño de realidad”.

(*) Ámbito.com, 30/4/019.

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