La opinión de Ernesto Tenembaum
La opinión de Ernesto Tenembaum
La
enésima resurrección del resiliente Mauricio Macri (*)
La
enésima resurrección del resiliente Mauricio Macri (*)
En
épocas electorales es habitual que todo el mundo desconfíe de las encuestas.
Eso ocurre por dos razones. La primera es que muchas veces se difunden números
falsos para generar expectativas. Como sostiene correctamente Jaime Durán Barba
cada vez que opina del tema, eso es una pavada. Pero se hace. La segunda razón
es porque, en los últimos tiempos, en la Argentina y en el mundo, las encuestas han
fallado mucho: la gente miente, el teléfono celular incorporó un nuevo elemento
difícil de calibrar, los instrumentos no alcanzan para que las mediciones sean
precisas. En ese contexto, sin embargo, hay dos indicadores que suelen ser
bastante confiables, al menos, sobre el humor social. Son los Indices de
Confianza del Consumidor y en el Gobierno que, mes a mes, haya elecciones o no,
elabora la Universidad
Di Tella, en base a sondeos de la poderosa encuestadora
Poliarquía.
En los dos últimos meses, esos indicadores mostraron un fuerte
cambio de estado de ánimo respecto de lo que ocurre en la economía. Lo mismo sucedió con la confianza en el Gobierno.
En ambos indicadores las percepciones optimistas crecieron cerca de un 25 por
ciento. Cualquiera que compare, los números de ambos índices con el nivel en el
que estaban a pocas semanas de elecciones anteriores, y los relacione con sus
resultados, podrá llegar a una conclusión muy evidente. Hace un par de meses,
Mauricio Macri no tenía ninguna posibilidad de ser reelecto. Ahora, en cambio, existen
posibilidades de que ese milagro suceda. Esos indicadores, que se conocieron
esta semana, coincidieron con la difusión de varias encuestas en las que la
formula oficialista aparece a menos de cinco puntos de diferencia del
peronismo, y -como mínimo- empatando en la segunda vuelta.
El
mundo de los encuestadores, en estos días, está dividido entre quienes creen
que el peronismo tendrá una victoria cercana a los 10 puntos en agosto y los
que argumentan que será menos a la mitad. Esa pequeña diferencia marca un
mundo, porque en un caso, el sector financiero podría descalabrarse y provocar
una victoria de los Fernandez. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió en
otras elecciones, las terceras opciones -Roberto Lavagna, José Luis Espert- son
apoyadas mayoritariamente por votantes que, si tuvieran que votar al mal menor,
se inclinarían por Macri. Entonces, puede ocurrir que en primera vuelta la
distancia, si es que favorece a los Fernandez, se acorte.
Nada de esto quiere decir que las cartas estén echadas. Nadie sabe
lo que va a ocurrir. Pero hay dos elementos claros. El primero es que el muerto
resucitó. El segundo es que la
Argentina atraviesa un experimento rarísimo. La desocupación ha
vuelto a ser de dos dígitos. La pobreza ya supera el 35 por ciento, la más alta
desde que se mide de esta manera. La inflación anualizada bate records: es una
de las más altas del mundo, es por lejos la más alta desde 1989. El
endeudamiento, que era un problema resuelto, ha vuelto a ser angustiante para
el futuro del país. En los mismos indicadores que muestran la resurrección del
gobierno se le pregunta a los consultados cómo están respecto de un año atrás:
la cantidad de gente que dice "peor" supera a cualquier otra medición
que se haya hecho.
Si
alguien uniera esa linea de puntos y la proyectara, cualquiera concluiría en
que un candidato apoyado por Macri no tendría ninguna chance. Le pasaría lo
mismo que le sucedió en México a José Antonio Meade, el candidato de Enrique
Peña Nieto, que salió en tercer lugar. Mucho peor le iría al propio Macri,
artífice de esos números.
Sin
embargo, ahí está Macri, aun con chances. Eppur si muove.
¿Por
qué ocurre esta rareza? ¿Un tercio -tal vez una mitad- de la sociedad argentina
se volvió suicida? ¿O hay algo más profundo?
Si pretende triunfar en las próximas elecciones, tal vez el equipo
de los Fernández debería dedicar un poco de tiempo a entender esa paradoja, sin
los prejuicios habituales del kirchnerismo. En las campañas
electorales, algunos candidatos suelen prestar demasiada atención a las
encuestas amigables. En el caso del kirchnerismo, eso tiene una razón
psicológica. La concepción de que el kirchnerismo es el pueblo, y sus
opositores todo lo contrario, incorpora naturalmente la idea de que las
mayorías les pertenecen, aun contra todo lo que la realidad les devolvió en
casi todas las elecciones desde el 2007. Esa percepción, alimentada por
encuestadores supuestamente amigos como Roberto Bacman o Analía del Franco, les
ha hecho cometer muchos errores.
Entonces,
subestiman episodios aparentemente menores: Mempo Giardinelli dice que hay que
terminar con la justicia independiente o impulsar una Conadep del periodismo,
Hebe de Bonafini dice que hay que "tomar carnicerías" para defender
al juez Alejo Ramos Padilla, Maximo Kirchner se fotografía con Santiago Cuneo,
dirigentes importantes apoyan a Cristobal Lopez en el juicio por evasión. Todos
esos hechos -uno por día- han ayudado mucho en los últimos años para convencer
a los independientes de votarles en contra. Si el diagnóstico es que "el
pueblo nos votará no importa lo que suceda", corresponde subestimarlos.
Pero, ¿y si no es así? ¿no se está dando demasiada ventaja?
El dato objetivo más preocupante para Macri es que en las
provincias su desempeño fue malo: respecto del 2015, perdió más de medio millón
de votos. El peronismo, en cambio, arrasó en las provincias donde
había ganado y redujo la diferencia en donde había sido derrotado. Incluso
triunfó en distritos importantes, como Santa Fé, que se le resistían. ¿Por qué esos números no se ven en los sondeos
nacionales? ¿Por qué ni siquiera ahora, con el peronismo unido en una sola
propuesta, por primeras vez desde 1999, no aparece esa mayoría contundente que
siempre tuvo?
Tal
vez una de las razones es que el influjo que provocan las candidaturas
moderadas de las provincias no se traslada mecánicamente a una fórmula
kirchnerista. ¿A quien votarán en la elección nacional los votos conservadores
que eligieron a Omar Perotti en Santa Fé? ¿Y los que optaron por Alberto
Weretilneck en Rio Negro?
Si este punto de vista fuera correcto, Alberto Fernandez tendría
tanto más posibilidades de ganar cuanto más peronista y menos kirchnerista
parezca. Eso es difícil si Cristina es su candidata a vice, Axel
Kicillof su candidato a gobernador y lleva tantos candidatos a diputados de La Cámpora. Además ,
resolver ese tema es muy complejo. Esta semana, por ejemplo, Fernández elogió
el INDEC de Macri en comparación con el de Cristina, y opinó que Cristina debió
haber sido más prudente al alguilarle habitaciones de sus hoteles a Lazaro
Baez. Ese intento puede resultar un arma de doble filo. Primero porque critica
a la otra integrante de la fórmula. Segundo, porque ella puede perder la
paciencia. Encima, las apariciones de Mempo y su pandilla complican más las cosas.
Jorge Lanata contó esta semana en el programa Corea del Centro su
último diálogo con el Presidente. "Lo noté eufórico", dijo.
Ante
ese dato, un consultor muy importante, de esos que prefieren no difundir datos,
se sorprendió.
"¿Eufórico?
No me parece que haya motivos para que esté eufórico".
Que
Macri tenga chances significa que no se lo puede dar por muerto.
Apenitas
eso.
Nadie
gana en las vísperas.
(*) Infobae, 30/6/019.
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