El análisis de Sergio Sinay
El análisis de Sergio Sinay
La creencia como último recurso (*)
Sergio Sinay
“Les
pido que crean, porque yo creo en ustedes; no se resignen”. Con esta arenga
pastoral el presidente Mauricio Macri cerró el miércoles último en Florencio
Varela un acto de campaña disfrazado de inauguración de una parada del
Metrobus. Como ocurre con esos matrimonios que atraviesan una profunda crisis
pero fingen armonía en público, a su lado estaba la gobernadora bonaerense,
María Eugenia Vidal. Más allá de la puesta en escena política, lo significativo
de la súplica presidencial es la confirmación de que para el candidato
oficialista la fe y la creencia se han convertido en herramientas esenciales de
su campaña con vistas a las elecciones del 27 de octubre. Ya había concurrido a
inspirarse en milagros religiosos en Salta y a rezar, según dijo, por “todos
los argentinos”, aunque presuntamente su apelación a la fe no está dirigida a
la totalidad de los votantes, sino al público cautivo. Sería insólito pedirles
que “no se resignen” a los hinchas opositores, quienes más que resignados lucen
ilusionados.
Lo
cierto es que cabe una diferenciación entre creencia y fe. Y sobre ella reflexiona
el filósofo, ensayista, sacerdote anglicano y escritor británico Alan Watts
(1915-1973) en su libro La sabiduría de la inseguridad, una obra muy
recomendable para estos tiempos. Watts aplica a la religión un ejemplo que,
como él dice, puede ampliarse en un sentido más abarcador a toda la realidad
para comprenderla mejor. “Creer en Dios y buscar al Dios en el que uno cree es,
simplemente, buscar la confirmación de una opinión”, escribe. Las creencias son
dogmáticas, porque no admiten refutación. Quien cree y solo cree dejará de ver
todo aquello que ponga en duda su certeza, y con lo que quede construirá una
visión parcial y distorsionada de la realidad, hecha a imagen y semejanza de lo
que esperaba encontrar. Por supuesto, jamás se resignará, y cualquier dato que
refute su creencia será considerado como un error de la realidad. La creencia,
apunta certeramente Watts, nos pone a resguardo de la incertidumbre, de lo
desconocido y del futuro. Se da por sentado a partir de ella que lo que viene
será una continuación de lo que se quiere retener o repetir del pasado. Para
quien se aferra a una creencia, ni las comprobaciones científicas certificadas
tienen validez. Los datos de la realidad, señala el filósofo, tienen
importancia para quienes viven en el presente y con los ojos abiertos, no en la
convicción de una repetición del pasado ni en imaginerías acerca del futuro.
Ahí
es donde los caminos de la creencia y de la fe se bifurcan. En el ejemplo de
Watts se puede tener fe en la existencia de Dios, o de una determinada verdad,
como ocurre con la creencia, pero a diferencia de esta se está abierto a
encontrarlos bajo la forma en que se manifiesten, y no pura y exclusivamente
como dicta el dogma. La creencia no necesita ni admite pruebas y/o
refutaciones. La fe, en cambio, está abierta a ellas. Así, quien tiene fe
incorpora la incertidumbre a su equipaje, se hace preguntas, acepta la duda y
no desvaloriza la experiencia, aquello que cuando se transforma en vivencia nos
enriquece y nos modifica. El misterio de la vida, escribe Watts, no es un
problema a resolver sino una realidad a experimentar. Vivir con fe, desde esa
perspectiva, no es vivir con el futuro asegurado, cosa que promete la creencia,
sino en un tránsito permanente, con la mente despierta y la atención abierta.
Si la conclusión del resultado de las PASO es la negación de la realidad (“las
elecciones no existieron”) y la reafirmación de un intercambio de creencias
(“crean en mí porque yo creo en ustedes”), poco queda para la comprensión del
pasado y para la construcción del futuro. Las cuestiones de fe no tienen que
ver con la verdadera fe y son, en realidad, imposiciones de creencias. El
peligro de aferrarse a ellas es que el pasado se repita de manera
inmodificable. Y no alcanza con invocaciones cuasi religiosas para evitarlo.
Quizás para creer haya que ver (y no al revés). Y ocurre muy a menudo que,
cuando se ve, resulta difícil creer.
(*) Perfil, 29/9/019.
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