El enfoque de Ricardo Roa

El enfoque de Ricardo Roa

Primer dilema externo de Alberto F. (*)


No son definiciones. Son, por ahora, señales de política exterior. Pero en un mundo que lo está mirando y midiendo en cada gesto, estas señales son más que señales de lo que puede hacer el gobierno de Alberto Fernández.
Ya ha resuelto dos cosas: que su primer contacto como presidente electo sea en México con López Obrador y acá inaugurar un encuentro del grupo de Puebla, que expresa al progresismo latinoamericano contra lo que llaman la derecha neoliberal y sin criticar ni menos considerar dictadura al régimen de Maduro.

La política exterior inteligente difícilmente choca con las necesidades internas. Un ejemplo es López Obrador: asume posiciones de izquierda pero hace concesiones a Trump. Cedió en toda la política migratoria a cambio de mantener ciertos beneficios en su acuerdo de libre comercio.
El grupo de Puebla es anti Trump y si es inevitable como parece que el Gobierno renegocie el acuerdo con el Fondo para reestructurar la deuda, necesitará tener a Trump de su lado o al menos no del lado opuesto. En el medio de esa decisión estará la actitud frente a Maduro. Detrás del grupo de Puebla opera aunque no lo integre la diplomacia cubana. Cuba es el principal aliado de Maduro.
El grupo de Puebla nació el 14 de julio pasado no por la fecha nacional de Francia sino por la toma de la Bastilla. Todo un símbolo. Agrupa a un mosaico variado de la izquierda, con ocho ex presidentes: Pepe Mujica, Dilma Rousseff, Ernesto Samper, Rafael Correa, Fernando Lugo, Leonel Fernández y Rodríguez Zapatero, que suele ofrecerse como mediador pero no para estar en el medio.
Todos han sido convocados para la reunión del 8 al 10 de noviembre en Buenos Aires, motorizada por el chileno Enríquez-Ominami. También el vicepresidente boliviano García Linera y el uruguayo Daniel Martínez, ganador de la primera vuelta de la presidencial uruguaya. Un dato: no figura entre los invitados la ex presidente Bachelet, ahora a cargo de la política de derechos humanos en Naciones Unidas y autora de una lapidaria denuncia contra la represión de Maduro.
Convocada después del triunfo cristinista en las PASO, la estrella será Alberto Fernández. Una comitiva especialmente fuerte vendrá desde Brasil. Junto a Dilma estará el candidato lulista Fernando Haddad. Y tal vez el propio Lula, si para esos días recupera la libertad.
A esta historia le falta otra historia que no es una historia menor: la pelea entre Fernández y Bolsonaro, que también le pone pimienta a la política exterior argentina y encima abre un interrogante sobre el futuro del Mercosur y el acuerdo con la Unión Europea.
Entre Fernández y Bolsonaro hay de todo menos amor. Todavía candidato, Alberto pidió la libertad de Lula condenado por la justicia y hasta lo visitó en la cárcel. Desde entonces se cruzaron todo el tiempo y ni siquiera ahorraron agravios personales. Es una relación difícil de reparar como que Bolsonaro llegó a decir que Fernández era lo peor que le podía pasar a la Argentina. El punto es que a la Argentina y tampoco a Brasil le conviene esta pelea. Brasil es nuestro mercado para los productos industriales. Y otro clave: el trigo.
Hace rato definido progresista, Fernández tendrá que mostrar qué tipo de progresismo es el suyo. Enfrenta un malabarismo complicado: un ajuste adentro y una política de izquierda afuera. Copiar a López Obrador será otro malabarismo igualmente difícil.
(*) Clarín, 30/10/019.

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