La columna económica de Walter Graziano
La columna económica de Walter Graziano
¿Cuánto puede durar el control de cambios versión cepo hard? (*)
¿Cuánto puede durar el control de cambios versión cepo hard? (*)
¿Hemos retornado
al edén? ¿Al paraíso perdido? El Gobierno dispuso un fortísimo refuerzo del
control de cambios y el resultado inmediato – lejos de ser una asfixia
financiera – es un alivio en el mercado. ¿Cómo es esto posible? ¿Acaso la
teoría no le “baja el pulgar” a los controles de cambio? Pues veamos: como
decía el gran Adolfo Canitrot y suele recodar Maximiliano Montenegro: a la hora
de salvarse de morir ahogado en medio del mar da lo mismo que a uno lo rescate
una lancha donde van a bordo un conjunto de monjas carmelitas o una banda de
narcotraficantes. El problema –claro está- es después: o sea a la
hora de desembarcar. No es lo mismo hacerlo con las carmelitas descalzas en un
puerto y a salvo, que con los narcos en un desolado lugar y a punta de
pistola…. Pues bien, algo similar ocurre con este tema del control de cambios o
“cepo”.
En medio del naufragio el Gobierno echó mano del único expediente posible para
evitar la extinción de las reservas, la suba descontrolada del dólar y el caos
financiero de la contracción monetaria: prácticamente prohibir la compra de
dólares, lo cual en cierta medida no es cierto dado que si los dos millones de
personas que vienen comprando divisas, lo hacen de a doscientos dólares al mes
suman la no desdeñable cifra de u$s400 millones cada treinta días: cerca de
u$s5.000 millones anuales, 1,5% del PBI, quizás más de lo que la economía
argentina puede soportar para mantener una situación de “normalidad” que
claramente hoy no hay. Pero como de ahora en más es un lento goteo que al
principio afecta poco, por ahora puede soslayarse este tema.
Ahora bien, yendo
directamente al punto del refuerzo del control de cambios es normal y hasta
lógico que haya una “tregua” en los mercados: por un lado se vienen comprando
miles de millones de dólares por motivos precautorios y la caída de reservas
llega a los u$s23.000 millones desde las PASO del 11 de agosto. O sea, habría
que pensar que probablemente por el momento la población tiene en los colchones
o en cuentas del exterior muchos más dólares de los que en circunstancias
normales querría. Por otro lado, los depósitos a plazo fijo en pesos del sector
privado llegan a sólo 1,136 billones, los que a un dólar de $65 equivalen a
algo menos de u$s17.500 millones. Indudablemente resulta una cifra muy inferior
a la suma cercana a los u$s40.000 millones de la era Sturzenegger, a los que
encima había que sumar Lebac de particulares por valor de u$s20.000 millones. O
sea que hoy tenemos menos de la tercera parte de plazos fijos en pesos – en
término de dólares- que a fines de 2017. La pregunta atinente es entonces: en
el contexto de un control de cambios mucho más estricto, sin pérdida de
reservas por compras de tenedores de plazos fijos, ¿Con qué pesos los argentinos
van a seguir “corriendo” hacia el dólar? ¿Con los plazos fijos que quedan? ¿Con
el dinero “transaccional” que representan los depósitos a la vista y las cajas
de ahorro o el circulante? No, evidentemente no. Si se le da una mínima
tranquilidad a los depositantes de pesos de que las reservas no van a ser
“quemadas” por una corrida inatajable, resulta hasta natural el renacimiento de
la calma en el mercado financiero. Hay entonces cierto “empacho” transitorio de
dólares y un “poder de fuego” moderado de parte del mercado para seguir
comprando dólares en forma alocada en el mercado “negro”.
Sin embargo, no por eso creamos que estamos a salvo.
Ocurre que no estamos con las carmelitas en el puerto, sino que apenas llegamos
a la desolada costa rocosa y ahora hay que trepar los acantilados con la banda
de narcos que encima nos tiene de rehenes. Y es que estamos en el “mundo
artificial” que implica todo control de cambios: genera el espejismo de que
todo funciona bien, que no hay elementos para pensar que la crisis va a
continuar, cuando en realidad la misma está latente y es creciente. Está
latente de dos maneras: la financiera y la económica. La financiera viene a ser
un considerable riesgo de corto plazo: el mercado se ha tomado un respiro.
Además no tiene el poder de fuego de otras veces, cierto. Pero las reservas de
libre disponibilidad del Banco Central están en los niveles mínimos de los
últimos años, el FMI está muy lejos de seguir desembolsando fondos y se cierne
sobre el país la ominosa sombra de un “default” generalizado de la deuda
pública que cuesta mucho ver como puede ser evitado. Estos factores son más que
suficientes para reanudar las escaramuzas cambiarias antes del mediano plazo,
apenas pase el “empacho” actual de dólares por más que haya pocos plazos fijos.
Ocurre que además hay una suculenta cifra de depósitos en dólares que superan
holgadamente los u$s20.000 millones, más del doble de lo que había a fines de
2015, que bien pueden decidir abandonar nuestro sistema financiero y afincarse
en otros más calmos o ocupar espacio bajo los colchones. Si esta cifra siguiera
reduciéndose, lo que queda del maltrecho “plan” acordado entre Dujovne,
Sandleris y el FMI recibiría un golpe de gracia dado que en tal caso al retiro
de los depósitos en dólares habría que sumarle los abultados vencimientos de
deuda pública que operan en los próximos dos meses, del orden de los u$s4500
millones más los renovados bríos de los depósitos en pesos pugnando por comprar
dólares aunque más no fuera en el mercado “negro”.
Así dadas las
cosas, por el lado financiero hay riesgos y aunque no son riesgos inmediatos,
sí son riesgos no ya de mediano, sino del propio corto plazo. Ahora bien,
suponiendo que esos riesgos puedan sortearse adecuadamente, subsisten los
riesgos económicos, que no son pocos. Y ellos se evidenciarían en caso de que
las autoridades comenzaran a sentirse de manera confortable con el control de
cambios. Después de todo, ¿quién no quiere tener un dólar calmo en el nivel que
desea, al mismo tiempo que los depósitos bancarios y las reservas no se mueven
gran cosa, con ventas de dólares de la exportación al BCRA que sirven para ir
pagando la deuda? Resulta difícil resistirse a dejarse estar si el escenario
llega a ser ese: un mercado financiero navegando en la intrascendencia diaria.
Pero claro, el bienestar de controlar a la vez precio del dólar, cantidad de
reservas y nivel de depósitos (o sea, precios y cantidades a la vez) no podría
durar para siempre. Y no solo para siempre, es difícil suponer siquiera un
mediano plazo confortable en la faz económica, si nos dejamos estar con el
control de cambios “hard”. O sea, con lo que serían “los narcotraficantes”. Es
fácil entender porqué: nadie ingresa dólares para invertir en un país en el que
después no se puede sacarlos. No solo no ingresan capitales golondrina – lo que
de por sí sería una bendición – sino que no ingresan ningún tipo de inversiones
reales, de inversiones productivas. Si no se pueden girar al exterior
utilidades y dividendos en el mismo mercado libre de cambios por el que las
mismas inversiones deberían ingresar, la inversión extranjera no es rentable
por lo que se paraliza. Y se paraliza justo en el momento en el que parece más
necesaria: cuando se están hablando y definiendo los puntos para hacer de Vaca
Muerta una verdadera “vaca lechera” de dólares en el mediano plazo. Pero no
solo las inversiones extranjeras se paralizarían: las nacionales también. Cabe
preguntarse: ¿qué empresario argentino va a montar un nuevo negocio vendiendo
sus dólares acumulados si debe hacerlo al dólar “oficial” si sabe que luego no
los puede recomprar en el mismo mercado? Muy pocos. O sea que no solo la
inversión extranjera se paraliza: la nacional también lo hace.
¿Y las
exportaciones? Mientras ingresa la liquidación de divisas de lo exportado o de
lo que estaba en vías de exportarse y ya listo para embarcar, todo bien. Pero
en cuanto hay que empezar a volver a producir para vender al exterior al dólar
“oficial”, empiezan los problemas. Hay que recordar, por ejemplo que la Unión Soviética
cayó en buena medida por un factor económico: su control de cambios hizo que
con los años solo pudiera exportar en forma voluminosa “commodities”: petróleo
y oro. En cuanto la estrategia geopolítica de Reagan y Bush padre fue derrumbar
el precio de ambas materias primas a niveles mínimos no vistos por décadas…cayó
como un castillo de naipes. Por eso, es necesario idear el escape de la
compañía de la “banda de narcos” que resulta el control de cambios. No vamos a
poder escapar así como así. Va a haber que urdir algo muy ingenioso y bien
planificado, de lo contrario….nos tiran de vuelta en el medio del mar, pero
esta vez sin salvavidas.
(*) Ambito,
31/10/019.
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