La columna política de Eduardo Aulicino
La columna política de Eduardo Aulicino
El
difícil y rápido camino de oficialismo a oposición: transición y disputas
domésticas (*)
El
difícil y rápido camino de oficialismo a oposición: transición y disputas
domésticas (*)
La
síntesis de las tareas que enfrenta el oficialismo mientras se va despidiendo del
poder está impuesta por el calendario y por una especie de revitalizado tono
político: garantizar una transición ordenada y resolver las internas
–funcionales y de fondo- para la vuelta al llano. Buena parte de ese doble
objetivo tiene fecha marcada. De aquí al 10 de diciembre, entonces, Mauricio
Macri y su equipo deberán ir piloteando el proceso de traspaso de gestión con
Alberto Fernández y sus delegados. Restan apenas cuarenta días: las
tratativas en uno y otro frente ya arrancaron y empiezan a ser intensas.
La
transición comenzó a ser encaminada por los canales habituales, también
informales, entre el oficialismo que se va y el oficialismo que viene. Tiene
expresión hasta ahora en medidas duras para contener el dólar y las reservas,
aunque ya se extiende al ámbito del Congreso. No faltan tensiones, incluida
alguna conversación desde la
Casa Rosada con allegados a Fernández, para rechazar el juego
de sospechas sobre irregularidades en el recuento de votos, que ahora cambió de
vereda y circula por las baldosas del peronismo-kirchnerismo. De todos
modos, ese tema está seguirá latiendo hasta que en diez o quince días quede
cerrado el escrutinio definitivo.
La
interna no ofrece plazos muy largos, al menos en sus primeros capítulos
prácticos. Pero la discusión más profunda a resolver por los socios de
Cambiemos –pocos usan la denominación Juntos por el Cambio- es, en rigor, una
materia pendiente de toda la gestión de gobierno que ahora vuelve a ser
planteada en la perspectiva de asumir como oposición: su conformación
más orgánica como coalición o frente político y no sólo electoral.
Los
comicios del domingo pasado -y antes, las significativas marchas de los últimos
treinta días de campaña- modificaron las perspectivas de esta discusión. Después
del golpe tremendo de las PASO, la perspectiva de una derrota abrumadora en
octubre generaba dudas sobre la propia existencia de Cambiemos y sobre la
relación, para algunos casi satelital, con un peronismo arrasador. El
resultado del domingo en 40 puntos y un poco antes los actos del “Sí, se puede”
repusieron la idea de un armado político más consistente, con reconocimiento de
la “demanda social de responsabilidad” frente al gobierno que viene, y a la vez
como “contención” de la franja social expresada por el voto propio. Así lo
resumen.
Ese
objetivo de máxima demanda tareas previas y generará seguramente
tensiones domésticas, según se advierte en estas horas. El fracaso del
intento para avanzar ayer mismo en el Congreso con el proceso para designar
Defensor del Pueblo parece un síntoma. Suena para el cargo Emilio Monzó, no
únicamente. Y lo ocurrido con esa movida no significa que el tema o los
postulantes hayan sido clausurados, sino más bien que el asunto pasó a
ser parte de una negociación más amplia dentro de Cambiemos y con el futuro
oficialismo. En primer lugar, entonces, deben definirse espacios y
conducciones propias.
El PRO tiene que resolver su propio equilibrio. Y no sólo se trata
del lugar de Macri o su liderazgo. Es cierto que algunos se apuraron a velarlo
políticamente después de las primarias y otros se quieren apurar ahora a
coronarlo líder y candidato natural. Suena al menos extemporáneo. Los jugadores
fuertes deberán ajustar piezas: Horacio Rodríguez Larreta y María
Eugenia Vidal afirmaron su relación y nadie esconde las tensiones con Marcos
Peña y otros integrantes del circuito de Macri, aunque sin desconocer su
remontada y su lugar.
En
el radicalismo, de manera también algo lineal, el interrogante gira
en torno del modo en que serán acomodadas las cargas entre el sector que de
algún modo integran Gerardo Morales, Mario Negri, Luis Naidenoff y
buena parte de los legisladores nacionales, y el otro conjunto, de Alfredo
Cornejo, Enrique Nosiglia y otra franja partidaria con mayor eje en la Capital.
En la
Coalición Cívica , el peso relativo estará en sus
legisladores, especialmente en el espacio de diputados nacionales y algo en
Buenos Aires. El juego desequilibrante de Elisa Carrió quedó en suspenso: dijo
que se retira de la política activa, aunque hay dudas sobre el alcance temporal
de esa decisión. Por lo pronto, su decisión baja tensiones internas y resta
argumentos a quienes la señalaban como un límite para sostener Cambiemos
después de las elecciones.
Esos
ajustes en el interior de cada franja de Cambiemos deberían reflejarse sin
demora en la resolución de asuntos prácticos inmediatos, desde la definición de
los dirigentes propuestos para los cargos en organismos de control que
corresponden a la primera fuerza de oposición, como la Auditoría
General de la Nación ,
hasta las autoridades de bloques y vicepresidencias de las cámaras.
En
Diputados, tal vez el primer cambio sea que el interbloque de Cambiemos no
estaría en manos de la UCR
sino del PRO, por tratarse del bloque con mayor número de bancas. Suena
Cristian Ritondo, imaginado para la titularidad de la Cámara en la hipótesis de
un triunfo nacional. En el espacio radical, Mario Negri apuesta a su
reelección y habrá que ver cómo se resuelve el asunto con el
mendocino Cornejo, que seguiría al frente del Comité Nacional. El cordobés
cuenta a su favor con el trabajo hecho al frente de la bancada, con un amplio
tejido que lo sostendría otra vez. En el Senado, la mayoría del
interbloque seguirá en manos radicales y allí transitaría firme Luis Naidenoff.
La
necesidad de mantener el frente sin fisuras asoma vital en el Congreso en
especial en Diputados, donde continuará siendo primera minoría. Será su
principal lugar de negociación y exposición nacional en el nuevo juego de poder.
Algo similar ocurre en Buenos Aires y lo ha expuesto Vidal ante los
legisladores provinciales con los que se reunión en los últimos días. No
descartan allí algún salto a la otra orilla, pero de todos modos el bloque es
fuerte en Diputados y domina el Senado.
Esas
son las tareas que deberían ser resueltas a buen ritmo, es decir, antes del
traspaso del mando. La cuestión de fondo, la orgánica de Cambiemos, sigue
pendiente. Pero a diferencia de agosto, el resultado electoral de octubre
parece sostener la mesa en que se jugarían las cartas.
(*) Infobae,
31/10/019.
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