La enloquecida política argentina
La enloquecida política
argentina
Del 26/3/021 al
31/3/021
Una embestida que no es casual
Hebe de Bonafini, titular de
Madres de Plaza de Mayo, acaba de criticar con extrema dureza al presidente y a
su ministro de Economía. Filosa como siempre la histórica dirigente de los
derechos humanos expresó: “Ayer el presidente y el ministro hicieron un acuerdo
con el Fondo. El presidente dijo que iba a honrar la deuda. Señor presidente,
sabe usted que la va a honrar con una gran deshonra, la va a honrar con el hambre
de los hambrientos, con el trabajo de los trabajadores, que van a ganar cada
vez menos, porque esas son las exigencias. ¿A qué llama honra usted, señor
presidente? ¿A ponerse de rodillas con el Fondo?”. “No se acostumbre a mentir,
señor presidente, porque si no, va a parecerse
mucho a alguien que conocemos ya. Usted prometió otra cosa, y el
ministro también prometió otra cosa. No nos mientan. Somos ignorantes, pobres,
trabajadores y trabajadoras, pero algo sabemos porque lo sufrimos en carne
propia. Porque sabemos lo que está pasando la gente”. “No hay precios cuidados,
no hay aumentos de sueldos porque por más que hagan estadísticas, las
estadísticas no nos sirven porque nosotros estamos mirando siempre el estómago
de los que no comen, las viviendas de los que no tienen vivienda, el agua de
los que no tienen agua, la falta de trabajo de los que no trabajan, y de los
que trabajan y no ganan por este acuerdo miserable que hicieron con el Fondo.
Me avergüenzo, señor presidente, de ese acuerdo que no es nada honroso. Es la
deshonra del país” (fuente, Infobae, 26/3/021).
Hebe de Bonafini es quien
mejor interpreta el pensamiento de Cristina Kirchner. Expresa públicamente lo
que la vicepresidenta prefiere callar. Las palabras de doña Hebe son una
escalada de la violencia verbal desatada por Cristina contra el presidente de
la nación y que se tradujo en los despidos de María Eugenia Bielsa, Ginés
González García y Marcela Losardo. En estos momentos la vicepresidenta me hace
acordar a Carlos Monzón cuando ejecutaba sin piedad su estrategia de
aniquilamiento del rival de turno. El santafesino golpeaba todo el tiempo hasta
agotar a su adversario. Cuando ello sucedía le descerrajaba el derechazo que lo
mandaba a la lona. Pues bien, Cristina está sometiendo al presidente a un
esmerilamiento por goteo. En su momento pasó inadvertido pero el despido de
Bielsa fue el inicio de la embestida. Sin prisa pero sin pausa Cristina comenzó
una tarea de desgaste que se tradujo en nuevos despidos que afectaron a
personas muy cercanas a Alberto Fernández.
Por su parte el presidente me
recuerda a los rivales de Monzón que buscaban protección en las cuerdas para
soportar estoicamente el suplicio. Alberto Fernández está a la defensiva, como
si esperara el momento oportuno para decir “hasta aquí llegué”. Porque todo
indica que la próxima víctima de Cristina es nada más y nada menos que Martín
Guzmán, el promocionado economista que llegó al ministerio para solucionar el
tema de la deuda. ¿Qué sucedería si finalmente el presidente se desprende de
Guzmán? Porque ello significaría, lisa y llanamente, desconocer las duras
negociaciones con el FMI ¿Cuál sería la reacción de Georgieva y su staff si se
produjera el despido de Guzmán? ¿Cómo tomaría el FMI la llegada al ministerio
de Economía de un economista cercano a Kicillof, por ejemplo?
El presidente está pasando por
el peor momento desde que asumió. Se lo ve nervioso, desencajado. Sus enormes
ojeras ponen en evidencia su desgaste físico y emocional. Da toda la sensación
de que no soporta los conflictos, los antagonismos. No hay que olvidar que
durante toda su carrera política siempre se manejó a hurtadillas. Siempre fue
un negociador político, como Nosiglia y Manzano, aunque sin el brillo de estos
discípulos de Maquiavelo. Ahora, en la cúspide del poder político, está
obligado a pelear. No tiene más remedio que ponerle el pecho a las balas. La
pregunta del millón es la siguiente: ¿hasta cuándo será capaz de resistir los
embates de un cristinismo implacable y despiadado?
Un experimento inédito
En su edición
del 28/3 Infobae publicó un artículo de Ernesto Tenembaum titulado “¿Dónde
termina la escalada de agresiones de Cristina Kirchner contra Alberto
Fernández?”. Considera que desde hace un tiempo los argentinos estamos
asistiendo a un experimento político inédito en el mundo. ¿En qué consiste?
Básicamente en lo siguiente: hay un presidente elegido por el pueblo que cada
dos por tres recibe mandobles de la vicepresidenta de la nación. Disconforme
con su actuación Cristina Kirchner no se cansa criticar con virulencia a
Alberto Fernández quien sólo atina a no responder los agravios. La pregunta que
se formula Tenembaum es la que todos nos hacemos: ¿cuál es el límite de
tolerancia del presidente? Porque de lo que nadie duda es que si el presidente
pega un portazo puede emerger una crisis institucional de impredecibles
consecuencias.
Tenembaum dice
que Alberto Fernández fue elegido por el pueblo. Es cierto que la foto de su
rostro y su nombre figuraban en la boleta a presidente por el FdT. Pero era una
figura meramente decorativa ya que el grueso de quienes votaron al Fdt tuvieron
en mente pura y exclusivamente a Cristina, madrina de la fórmula. Si en lugar
de Alberto Fernández hubiera figurado, por ejemplo, Guillermo Nielsen, hoy el
ex presidente de YPF estaría sentado en el sillón de Rivadavia soportando
estoicamente las agresiones de Cristina. Alberto Fernández se asemeja en este
sentido a Héctor J. Cámpora, el histórico “Tío” que ganó las presidenciales del
11 de marzo de 1973.
Como bien señala
Tenembaum hay notorias similitudes entre Cámpora y Alberto Fernández. El
primero llegó a la presidencia por el dedo de Perón mientra que Alberto
Fernández fue catapultado a la presidencia por CFK. Ambos fueron pura y
exclusivamente presidentes formales. Pero creo que hay una gran diferencia
entre ambos. Al menos hasta ahora Alberto Fernández parece estar dispuesto a
soportar estoicamente el maltrato de su jefa. Y todo parece indicar que tiene
intenciones de seguir arrodillado ante su vice hasta el fin del mandato. Lo de
Cámpora es muy diferente. Creo que el “Tío” lejos estuvo de ser un felpudo del
General. Da toda la sensación de que intentó cortarse solo lo que terminó
provocando su rápida eyección del gobierno. Alberto Fernández, en cambio, jamás
dio señales de querer independizarse de CFK
De todas maneras
conviene sacar provecho de la experiencia camporista. Su traumático final le
abrió las puertas a un conflicto interno del peronismo que derivó en una feroz
guerra civil. Semejante escenario sería imposible en la actualidad pero no hay
que subestimar las consecuencias que podría provocar una “renuncia” de Alberto
Fernández. Porque si ello sucediera inmediatamente asumiría Cristina. No es
para nada descabellado suponer que el arribo de CFK a la presidencia podría provocar
turbulencias tan o más serias que las de 2008.
Todo parece
indicar que CFK continuará con su estrategia de debilitar al presidente y que
éste está dispuesto a soportar estoicamente el maltrato. La pregunta que cabe
formular en estos momentos es la siguiente: ¿hasta dónde está dispuesta CFK a
tensar la cuerda sin producir el desmoronamiento del gobierno? Perón no anduvo
con vueltas: echó a Cámpora y al poco tiempo el pueblo lo plebiscitó. Cristina
es consciente de que carece de semejante apoyo. De contar con el apoyo del 60%
de la población no hubiera tenido ningún problema en presentarse a las
elecciones de 2019. Cómo sólo es apoyada por la mitad de ese porcentaje no tuvo
más remedio que inventar la fórmula AF-CFK. En definitiva, Perón resolvió fácilmente
el problema de Cámpora porque tenía todo el poder en sus manos. Como Cristina
no es Perón no tiene más remedio que soportar a un presidente al que aborrece
con toda su alma.
Argentina y la democracia
imposible
En su edición del 28/3
Página/12 publicó un artículo de José Pablo Feinmann titulado “La amenaza del
segundo tiempo”. En la parte final expresa lo siguiente: Dijo “Hay gato para
rato” Y parece que eso se propone. Flagelar a los argentinos con otro período
presidencial. Créase o no, hay algunos que lo desean. Son los que dicen
“Prefiero cagarme de hambre con Macri antes que votar a
Feinmann no oculta su
desprecio y aversión por el votante macrista de clase media alta y alta de las
ciudades más opulentas del país. Son argentinos de la más baja estofa, rezonga
el reconocido intelectual. Para Feinmann quien se siente representado por Macri
no merece ser respetado. Los macristas son lo peor de la condición humana. Son
el enemigo y tal como lo sentenció Perón “al enemigo ni justicia”.
Ahora bien, el fanático
macrista siente el mismo desprecio y la misma aversión por el fanático
kirchnerista. Para el votante macrista el kirchnerismo es escoria pura, es el
emblema de la corrupción más descarada y vergonzosa. Eleva a Cristina Kirchner
a la categoría de mal absoluto, de maldición bíblica, de castigo divino.
Ninguna persona honesta y digna vota al kirchnerismo. Sólo lo hacen los
corruptos, ladrones y mentirosos. Los kirchneristas son lo peor de la sociedad.
Son, en el fondo, un virus tan o más peligroso que el Covid-19.
El votante macrista no tolera
al votante kirchnerista. Y viceversa. Si Thomas Hobbes viviera hoy en Argentina
diría que se trata de un claro ejemplo de su concepción del estado de
naturaleza: “el hombre es el lobo del hombre”. Los macristas y los
kirchneristas son enemigos irreconciliables. “Estamos rodeados por esa clase de
gente”, expresa Feinmann aludiendo a los votantes macristas. Lo mismo dicen los
macristas sobre los kirchneristas.
El antagonismo es, pues,
feroz. Carl Schmitt diría que los macristas y los kirchneristas no hacen más
que corroborar su clásica concepción de la política. Para los macristas los
otros, los kirchneristas, deben desaparecer de la faz de la tierra. Los
kirchneristas piensan exactamente lo mismo sobre los macristas. Son dos
ejércitos enemigos o, si se prefiere, dos bandos de matones dispuestos a
destruirse.
En el fondo los ultras del
macrismo y del kirchnerismo son hermanos siameses. Los iguala su profundo
desprecio por la tolerancia y el respeto por el pluralismo ideológico. Los
iguala su aversión por la democracia como filosofía de vida, por los valores
medulares consagrados por la constitución de 1853. Mientras los ultras
macristas y kirchneristas signa imponiendo su prepotencia y fanatismo, la
democracia seguirá siendo en
Covid-19 y responsabilidad
individual
Muchos creyeron que estaba en
retirada. Se trató de un espejismo. El Covid-19 sigue vivito y coleando, como
se dice coloquialmente. En las últimas semanas recrudeció su ofensiva, a tal
punto que en las altas esferas del gobierno se evalúa aplicar nuevamente las
fallidas medidas restrictivas del año pasado. Este lunes el nivel de contagios
superó los 14 mil, cifra similar a la que imperaba en octubre pasado cuando el
21 tuvimos 18000 contagios. Pero lo peor es el número de fallecidos. En pocos
días se alcanzará la escalofriante cifre de 60000 víctimas. Piense el lector en
el estadio de Racing repleto.
Es fácil hablar con el diario
del lunes pero no cabe más que admitir la ineficacia de la cuarentena eterna
impuesta por el gobierno a partir del 20 de marzo de 2020. Sin embargo, no hay
que ser hipócrita. Entre marzo y julio el encierro impuesto dio sus frutos. En
aquel entonces el número de contagios y muertes era escaso en comparación con
otros países. Era tal la confianza del presidente en los consejos de su equipo
de expertos comandados por el doctor Pedro Cahn que en varias de sus
apariciones en televisión se dio el lujo de criticar la estrategia de países
mucho más adelantados que
Alberto Fernández, qué duda
cabe, se enamoró de la cuarentena. Los números de las encuestas no hacían más
que confirmar lo acertada que había sido su decisión de imponerla. Su imagen
positiva era arrolladora y nadie se atrevía a criticarlo. La mayoría apoyaba
sin dudar aquella frase presidencial que pasará a la historia: “entre la salud
y la economía, priorizo la primera”. Era evidente que el presidente estaba
dispuesto a pagar cualquier precio con tal de defender a rajatabla su
estrategia.
Pero a partir de julio el
escenario cambió de manera dramática. Muchos fueron los argentinos que
comenzaron a demostrar signos evidentes de hartazgo y cansancio. La cuarentena
interminable comenzaba a causar estragos en el espíritu del pueblo. Frente a
semejante escenario el presidente no cambió de estrategia. Por el contrario, no
hizo más que aferrarse a la cuarentena. Fue en ese momento cuando comenzaron
las críticas, fundamentalmente de la oposición. Y el presidente reaccionó de la
peor manera. Se encaprichó casi de manera infantil. Lamentablemente, el pueblo
pagó las consecuencias de semejante desatino.
La segunda ola de coronavirus
ha puesto en evidencia, también, la irresponsabilidad de vastos sectores de la
población. Sin importarles la salud de sus semejantes, miles y miles de
argentinos salieron a la calle para despedir a Maradona, para protestar y para
manifestarse a favor o en contra del aborto. Y durante el verano se vieron
playas atestadas de gente, como si nada pasara.
Durante todo ese tiempo el
virus estuvo agazapado, esperando el momento oportuno para atacar de nuevo. Y
no dudó en hacerlo. El gobierno se mostró desorientado, como si la segunda ola
lo hubiera tomado por sorpresa. Desesperado y arrinconado, sólo atina a recrear
el escenario de hace un año. Es demasiado tarde. A esta altura la población no
resistiría un nuevo confinamiento. Además, el gobierno se quedó sin autoridad
para imponer una nueva cuarentena luego del escándalo del vacunagate. Sólo lo
salvan un adecuado plan de vacunación (de a poco van llegando las vacunas
prometidas) y fundamentalmente la responsabilidad de cada uno de nosotros. Ha
llegado la hora de que tomemos conciencia de la gravedad de la situación. El
coronavirus no da tregua y si seguimos subestimándolo las consecuencias pueden
ser irreparables.
Estados alterados
En la sesión de la cámara de
Diputados del sábado pasado el legislador Fernando Iglesias criticó con
vehemencia a Estela de Carlotto luego de que ésta afirmara su deseo de ver a
Macri tras las rejas. El diputado, conocido por su fuerte temperamento, provoca
frecuentemente tormentas y tsunamis. A veces su discurso roza la violencia. A
raíz de sus dichos sobre la dirigente de los derechos humanos el actor Coco Sily
afirmó que si lo encontraba a Iglesias en la calle no dudaría “en cagarlo a
trompadas”.
Se trata de una nueva
manifestación de intolerancia y fanatismo. En
En su discurso del 10 de
diciembre de 2019 Alberto Fernández había hecho un gran aporte a la convivencia
en democracia cuando afirmó que nadie era dueño de la verdad absoluta, que el
otro podía tener razón. Fue un canto a la tolerancia. Hoy ese Alberto Fernández
no existe. Hoy hay otro Alberto Fernández dominado por la sinrazón. El
presidente decidió hace tiempo abandonar las banderas del diálogo y la
conciliación. Hoy el presidente es más cristinista que la propia Cristina.
La concepción política de Carl
Schmitt está más vigente que nunca. Es lamentable que ello suceda pero es la
cruda realidad. Y lo peor es que millones de argentinos se sienten a gusto
cuando impera semejante clima. Basta con entrar a Facebook y Twitter para
percatarse de ello. Escudados en el anonimato gran parte de los usuarios de
dichas redes sociales descargan toda su ira contra el enemigo macrista o kirchnerista.
Se trata de una sórdida competencia por ver quién es más mal educado, violento
e intemperante.
La intolerancia se ha
apoderado de todos nosotros. En consecuencia, la democracia como filosofía
política ha pasado a ser una entelequia. Por más que votemos cada dos años si
quien se atreve a manifestar una opinión política es literalmente lapidado,
hablar de convivencia democrática es un insulto a nuestra inteligencia.
12 años sin Raúl Alfonsín
El 31 de marzo de 2009 dejaba
este mundo el doctor Raúl Alfonsín. Su figura fue emblema de la restauración de
la democracia en nuestro país. Imposible no asociar su figura con la histórica
elección del 30 de octubre de 1983. En ese momento Alfonsín hizo posible lo que
era imposible: derrotar al peronismo en las urnas. Gracias a su carisma logró
hacer realidad el bipartidismo, el sistema de partidos que se basa en la
existencia de dos grandes partidos capaces de competir por el poder.
¿Cómo fue posible que Alfonsín
derrotara a Luder, el candidato presidencial por el peronismo? Para brindar una
respuesta adecuada es fundamental tener en cuenta el contexto histórico. Luego
de la derrota en Malvinas la dictadura militar no tuvo más remedio que convocar
a elecciones. No lo hizo por convicción sino porque otra no le quedaba. Los
militares apostaron por el peronismo por dos motivos fundamentales: primero,
porque estaban seguros de su victoria; segundo, porque con Luder en el poder no
habría una revisión de lo actuado durante la “guerra” contra la subversión.
Jamás imaginaron lo que sucedería más adelante.
1983 fue un año de una notable
efervescencia política. Los grandes partidos y también los pequeños (la fuerza
de Oscar Alende y la de Alvaro Alsogaray) tuvieron una gran afluencia de
afiliados. Pero donde hizo eclosión la afiliación fue en
Los impresionantes actos de
cierre en el Monumento a
Alfonsín logró semejante
hazaña porque supo adecuarse a una época signada por la esperanza en la
democracia. En este sentido fue muy hábil cuando denunció, en plena campaña
electoral, la existencia de un pacto entre conspicuos dirigentes sindicales y
militares muy ligados a la dictadura. De esa forma asoció al peronismo con la
dictadura. También supo pronunciar las palabras adecuadas en cada acto político.
No fue casualidad su permanente alusión a la constitución nacional,
especialmente a su preámbulo. De esa forma logró finalmente inclinar la balanza
en su favor. La bravuconada de Herminio
Iglesias en el acto de cierre del peronismo en la 9 de Julio-la quema del
ataúd-sólo sirvió para convencer a algunos indecisos de la necesidad de votar a
Alfonsín.
La presidencia de Alfonsín fue
sumamente complicada. Tuvo enfrente a un peronismo que no le perdonó una y a un
establishment que siempre lo miró de reojo. Su mayor aporte fue el juicio a las
tres primeras juntas militares. Pero en otros ámbitos, como el económico,
fracasó estruendosamente. Tal fue así que se vio obligado a entregar
anticipadamente el poder a su sucesor, Carlos Menem.
Sin embargo, el aporte de
Alfonsín fue extraordinario porque demostró, aunque en ese momento quizá no fue
valorado como correspondía, que se puede gobernar sin robar. Ahora parece algo
increíble pero luego de entregar el poder Alfonsín se fue a su casa sin ninguna
causa judicial en su contra. Este hecho lo ubica automáticamente por encima de
todos sus sucesores. De todos.
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