La columna de economía de Iván Hirsch
Los números del ajuste en pleno desmadre sanitario (*)
Alberto
Fernández aseguraba que el único ajuste que llevaba adelante era sobre lo que
se gasta en pagar intereses de la deuda. ¿Qué dicen los números de la ejecución
presupuestaria, cuando estamos redondeando el primer cuatrimestre del año en
plena hecatombe sanitaria por la segunda ola de la pandemia de coronavirus? Un
vistazo permite poner de relieve que lo que nos conduce al abismo es
precisamente una política de recorte del déficit fiscal, con la cual se busca
allanar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
Según la
página oficial del Ministerio de Economía, «el primer trimestre arrojó un
resultado financiero deficitario en $184.408 millones (-0,5% del PBI), el más
bajo de los últimos seis años». Si tomamos los datos de marzo, vemos que casi
un 40% de déficit corresponde al pago de intereses de deuda (descontando los
realizados intrasector público). En efecto, contando la ejecución
presupuestaria al 27 de abril, los servicios de deuda insumieron cerca de
200.000 millones de pesos, casi la suma de lo que se destinó a salud (110.000)
y educación (112.000). Lo peor de todo es que el endeudamiento, mientras tanto,
no hizo si no crecer.
¿Por dónde
se achicó el déficit, entonces? Las cifras son contundentes. El gasto corriente
subió un 29,8% interanual, contra una inflación del 42,6% según el índice del
Indec. La cartera de Guzmán se justifica alegando que deberían descontarse los
gastos extraordinarios que comenzó a implicar la pandemia, como si en este
momento no estuviéramos atravesando el peor momento de la crisis sanitaria y
ello no requiriera medida alguna. Es una confesión lapidaria.
El ajuste
también se hizo sentir en las jubilaciones y prestaciones sociales. Comparado
con marzo del año pasado, crecieron un 28,7%, casi 14 puntos por debajo de la
inflación. Eso lo que perdieron jubilados, pensionados y beneficiarios de
asignaciones y programas sociales, en términos generales; y eso medido en el
mes en que se cobra el «aumento» por la movilidad -es decir en que la
comparación es más ventajosa. Al mismo tiempo, la recaudación del sistema
previsional cayó 8 puntos respecto de la inflación, producto de las exenciones
a los capitalistas y la pérdida de puestos de trabajo. Recordemos de paso que
en lo que refiere a los salarios de los empleados públicos del Estado nacional
la paritaria firmada es de 25% punta a punta para el período junio 2020 – mayo
2021
Mientras se
recorta el gasto público, resulta que la recaudación tributaria creció un 98%
respecto de un año atrás. Ello, principalmente montado sobre el boom del precio
internacional de la soja y el resto de las materias primas, que redondeó en un
crecimiento de derechos de exportación (retenciones) de 154,4%. Conclusión: el
ingreso extraordinario que genera el alza en flecha de la cotización de las
commodities no llega a la población trabajadora, ni en salud, ni educación, ni
salarios, ni jubilaciones, ni asistencia social, todo lo cual se desploma en
relación al aumento de los precios.
Esa es la
explicación de cómo el gobierno ha logrado el déficit fiscal «más bajo de los
últimos seis años». Es una ofrenda al FMI. Lo fundamental es que este rumbo de
rescate de la deuda no es precisamente una política de «desendeudamiento», sino
por el contrario de hipotecamiento insostenible. Ya mencionamos que los bonos
en pesos siguen aumentando, y para colmo atados a la inflación. Ahora vale
agregar aquí al déficit cuasi fiscal del Banco Central, que en el año ya pagó a
la banca más de 300.000 millones de pesos en intereses por las Leliq y pases
pasivos; pero justamente por el efecto bola de nieve los pasivos remunerados
del BCRA siguen aumentando, y ya se acercan al récord de 3,5 billones de pesos
-superando ampliamente toda la base monetaria en circulación.
El ajuste
es así la base del desmadre sanitario y social que atravesamos. Y este
«esfuerzo» no conduce si no a un nuevo quebranto nacional, como revela
gráficamente que en 2020 la deuda pública saltó de representar el 90,2% del PBI
al 104,5%. Los números son inapelables.
(*) Prensa obrera,
30/4/021.
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