La pluma de Beatriz Sarlo

 


¡Marchen las vacunas! (*)

 

La semana pasada comenzó con alta retórica. El gobernador de la provincia de Buenos Aires calificó de “repugnante” el fallo de la justicia porteña que habilitaba la presencialidad escolar. De un adjetivo como repugnante es difícil retroceder y solo queda pedir disculpas, atribuirlo a la tensión extrema del momento, comprometerse a no calificar a la justicia con esas palabras cuyo uso, a mí, me parece repugnante. Kicillof dijo repugnante y su dicho es repugnante.

El presidente Fernández no se expresó con la fuerza oratoria de Kicillof. Pero sobre el tema del fallo usó la palabra “mamarracho”. Por suerte, no agregó que tal mamarracho solo podía salir del cerebro de imbéciles, calificación que Fernández utilizó la semana anterior. ¿Hasta dónde, caro Alberto, abusarás de nuestra paciencia? Viene a mi recuerdo esta célebre pregunta que Cicerón le hizo a Catilina, acusado de conspirar contra la república romana. Fernández, que seguro sabe algún latín como buen abogado, recordará el Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? Cicerón agregaba otra pregunta que parece preparada para nosotros: ¿A qué extremos se arrojará tu patotera audacia verbal?

Cuesta creer que Alberto, un destacado jurista y hombre de convicciones tan bien razonadas como cambiantes, esté conspirando contra la República Argentina. Si entramos en caos político, el primero que sucumbe es él.

Inclusividad. Argentina figura tercera entre los países con menos semanas de clase en el mundo, después de la India y Estados Unidos. Lo informa la Unicef que, por el momento, no está conducida por imbéciles de la oposición local que, como Stolbizer y Vidal, se ofrecen para superar lo que se llama la grieta. Invocar a la grieta como peligro sirve para desplegar opciones cuyo mérito sería superarla. La ilusión se repite buscando un éxito que siempre le fue esquivo: unirse, como si cualquier unión garantizara que el país saliera de las crisis que lo han colocado en el lugar 15 del mundo comenzando desde abajo. Y además ¿qué grieta? Los números indican que la más profunda atraviesa la distribución de los ingresos, no las peleas por fechas electorales o integración de listas.

La semana también brindó un amplio escenario para la discusión sobre si niños y adolescentes deben asistir a clases presenciales. Larreta se declaró partidario de que así fuese. Los sindicatos docentes y la abogada de Cristina Kirchner, Graciana Peñafort, interpusieron recursos en contra, acusándolo a Larreta de que la medida impulsa la propagación del virus.

El martes pasado los gremios docentes sostuvieron un paro en la ciudad de Buenos Aires. Claro, eso no preocupa al kirchnerismo porque se trata de hostigar a Larreta. La opinión de quienes se manifiestan en la calle es diferente, cuando piden que los chicos vuelvan a las escuelas. La justicia federal se pronunció por parar todo hasta que lo resuelva la Corte. Y siguen los capítulos judiciales.

Los gobernantes no están en condiciones de resolver nada, porque toda medida se vuelve objeto judicial de inmediato. Siempre, a la vuelta de cualquier resolución, habrá un recurso de amparo, que, en diversos capítulos, llega a la Corte. Massa afirmó que la política debe resolver estas cuestiones, y agregó enseguida que “estamos en pandemia y que hay que dejar de lado la especulación”.

Lo que se entiende de esta frase, que muchos repiten, es que abrir las escuelas significa especular. No se toma en cuenta que abrir las escuelas puede ser una medida que, a quien la decida, puede costarle el futuro en cuanto haya diez casos en los establecimientos abiertos. Abrir las escuelas es asumir, con responsabilidad e información técnica, todos los riesgos, que muchos expertos consideran menores que los beneficios.

Para resolver con información razonada y mirada constructiva convendría olvidar, por unos minutos, que hay elecciones dentro de pocos meses, y darle a la educación un lugar de primera prioridad. En consecuencia, custodiar las condiciones de transporte y de funcionamiento dentro de las aulas. Especular es más bien dejar las escuelas cerradas, porque así no se corre ningún riesgo, excepto el de la educación de quienes más necesitan el apoyo público: quienes no tienen banda ancha ni una buena computadora, ni padres dispuestos o capaces de guiar un conocimiento impartido a distancia.

El jueves el gobierno nacional les recordó a los colegios privados de la ciudad de Buenos Aires que para ellos también vale la resolución de que permanezcan cerrados, aunque Larreta insistiera en que un fallo de un juez federal permite abrir las escuelas privadas y las públicas. Se cruzan las competencias políticas y las competencias judiciales. No hay autoridad que se decida a regular este conflicto, sino que ambas circunscripciones recurren a la justicia, mientras padres y alumnos esperan en las puertas o manifiestan en las calles.

Con la escalada interminable de fallos, revisiones, ratificaciones, recursos e impugnaciones podremos llegar hasta fin de año, para que las vacaciones solucionen, a su manera, el conflicto, y las familias que pueden se vayan a las sierras, al mar o a Miami, mientras que las que no pueden mastiquen la bronca que produce la desigualdad en la Argentina sumergida. El federalismo complica el cruce de resoluciones y fallos, porque las autonomías federales se cruzan con las políticas nacionales como si estuviéramos en el siglo XIX.

Incompatibilidades. Las políticas nacionales son también vacilantes según los distritos y según el grado de seguimiento que tengan allí sus dirigentes. Y, sobre todo, vacilan porque nadie está seguro de cuál es el camino que contemple al mismo tiempo la educación y la salud. Es probable que ambos caminos sean difícilmente compatibles por un tiempo y que la política tenga que estar dispuesta a tomar los riesgos que perjudiquen menos a la menor cantidad posible de personas. Quien pudiera resolver esto tiene un futuro asegurado, que es lo que los políticos quieren asegurarse a todo trance.

Se originan así las diferencias entre el ejecutivo y lo que dispone la justicia, y entre las capacidades públicas y privadas de mantener abiertas sus escuelas. Nadie quiere hacer un cálculo sobre lo que se gana y se pierde porque, con una elección dentro de pocos meses, solo se busca ganar o ganar.

Mientras tanto, los consejeros, los arrimados y los correveidiles van de oficina en oficina de la burocracia estatal. Es larga la lista de este batallón de actores que no fueron elegidos, sino que rodean a los electos. Son expertos en crear conflictos de intereses y prometer encontrarles una solución. Sin embargo, seguimos enfrentando dilemas, pese a invocar la negociación como una panacea que se consigue poco. Caminamos sobre el techo del infierno que puede ceder en cualquier momento y dejar a la república a la intemperie. Ese infierno, según los últimos nombres que recibe, se llama “sociedad del desclasamiento”.

Campaña. El mismo jueves a la tarde y los diarios del viernes nos avisan que Juntos por el Cambio aceptó la postergación por un par de meses de las PASO y la elección de legisladores. El peronismo de todas las cepas busca así un poco de tiempo para concertar acuerdos sobre la integración y el orden de sus listas. De cualquier modo, nadie está tranquilo porque en JxC temen que se intente desplazar esas primarias y buscaron garantizar, siguiendo el experimentado consejo de Elisa Carrió, que tal postergación se consolide mediante una cláusula cerrojo de la misma disposición que autoriza el cambio de fecha, por única vez.

Habrá campaña electoral. Se espera que su cronograma se cumpla con mayor puntualidad que las entregas de vacunas rusas, cuya cantidad y fechas de arribo van cambiando. Los chinos, jugadores importantes en este tablero, ya aseguraron la llegada de las que ellos venden. Con esa noticia, nos iluminaron el fin de semana. Vale, porque se dice que estamos en el peor momento.

Bendiciones vaticanas no van a faltarnos, ya que el Papa Francisco lo nombró a Juan Grabois miembro de lo que se considera el ministerio social y ambiental de la Santa Sede. Dios los cría y el peronismo los amontona.

(*) Perfil, 25/4/021

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