La pluma de Miguel Wiñazki
La nueva consigna: cocaína sí,
libros no
Clarín
29/04/2022
El manual
de instrucciones para iniciar jóvenes en la droga desde el
municipio de Morón no debiera simplemente imputarse a la historia criminal de
la estupidez humana.
Es el síntoma de
un colapso trágico.
Hay que correlacionar el aumento
de los índices de deserción escolar con la baja de la edad promedio de la
ingesta de tóxicos.
Cuanto mayor es el abandono de
la escuela, más temprana la drogadicción, y por lo tanto todos los males
consecuentes; desde la criminalidad juvenil hasta la imposibilidad de trabajar
de los miles de intoxicados.
El control de las fronteras con
Bolivia y con Paraguay ya es una utopía. La droga con anuencia de sectores
corrompidos de las autoridades circula y a granel. Las pistas clandestinas en
provincias con amplios espacios desérticos funcionan tupidas, y las vías
fluviales con un punto nodal en Rosario -pero también con puertos oscuros en el
río Uruguay- son faros negros que operan y que enriquecen a carteles diversos
que conocen y capitalizan las libertades que tienen.
La destrucción provocada enreda
progresiva y deliberadamente a la economía política con el narcotráfico.
“Andá de a poco
y despacio” , señala el folleto que induce al consumo.
Es el “mejor” camino para que el que se inicia avance en la adicción.
Como toda nueva práctica, es
conveniente comenzar de a poco para ir arribando a la plenitud.
La
contradicción entre drogadicción y educación es
quizás la fuente más terrible de todas las contradicciones.
La magia contaminante de la
droga borra la posibilidad del aprendizaje.
El internismo político y la
voluntad de poder difiere las urgencias y no se vislumbra un plan de combate
sólido contra el narcotráfico que crece mientras la voluntad de poder distrae e
hipnotiza a la clase dirigente.
El folleto es la escritura que
exhibe la sideral distancia entre la reverencia de la política hacia sí misma,
y la realidad que se degrada y enferma.
El
trastorno social tiene múltiples manifestaciones y en algún sentido la
emancipación de la corporación política de la realidad -con las debidas
excepciones- sacrifica a la comunidad abandonada por el narcisismo de un
conjunto dirigencial que afronta por eso mismo desequilibrios hacia los
extremos. Se potencia
a derecha e izquierda la iracundia que solo ofrece el sonido
y la furia del grito y el discurso acusador pero vacío.
La sociedad civil a la vez se
anestesia y los males parecen normales.
En
Ucrania, invadida y bombardeada, los trenes funcionan. En Argentina, para dar
un solo ejemplo de esta semana, el jueves se
detuvo el ferrocarril San Martín por un piquete que cortó las
vías y complicó las vidas de miles.
Es un ejemplo, pero es un dato
que representa que lo que no es común, aquí parece por frecuente justificado, o
aceptado.
La perplejidad
está siendo sustituida por la turbación resignada.
La nueva
consigna es un mensaje tácito y a la vez evidente: cocaína
sí, libros no.
Decrecen las capacidades de la
lecto escritura, y la simbología de las matemáticas se distancian cada vez más
de las mayorías.
Es
una bomba
neutrónica y en racimo que estamos dejando descerrajar sobre
la inteligencia colectiva.
Pero, también se percibe una
resistencia. La sociedad no perdió todos sus reflejos.
El
panfleto moronense fue interceptado y denostado por la opinión pública El tractorazo es
otra exhibición de límites a la inoperancia controladora del gobierno.
Las elecciones
que perdió el kirchnerismo en la UBA son otro indicador.
La victoria
de Ricardo Gil Lavedra en las elecciones del Colegio Público de
Abogados Porteños es otra; venció a la coalición oficialista que parecía
eternizarse.
Y otro
dato que indica un resquebrajamiento de un modelo que parecía consolidado. Los
movimientos sociales, muchos de ellos receptores de dineros a granel y
distribuidos con arbitrariedades y abiertas manipulaciones de la pobreza, están
siendo objeto
de discusiones feroces dentro del oficialismo.
Hebe de
Bonafini con
su ensañamiento habitual los defenestró, según cabe inferir, por orden directa
de la vicepresidenta.
Es que ahora protestan contra el
cristinismo en las calles.
No cabe en simultáneo culpar a
los pobres por la pobreza. Ese facilismo del desprecio a quienes no tienen
nada, también debe ser revisitado. Los marginados son cruelmente utilizados por
los capitostes de algunos movimientos que lucran con la desesperación ajena.
Ese folleto que propone un
camino de ingreso a la adicción es precisamente una evidencia de lo que,
disfrazado de progresismo, es destructivo y aviesamente regresivo.
Transitamos por un punto de
bifurcación.
O
aceptamos esa oferta vil: cocaína sí, libros no, o la invertimos: Libros, sí.
Cocaína, no.
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