La mirada de Gonzalo Abascal
¿Primero la gente o primero la
interna?
Clarín
30/05/2022
Luego de
dos años y medio de Alberto Fernández en la presidencia y Cristina Kirchner
como vicepresidenta, con la expectativa de futuro asfixiada por una interna que
se adivina interminable, y en plena crisis política e incertidumbre económica,
el Gobierno anunció su nuevo mandamiento comunicacional, la columna conceptual
sobre la que aspira a reconstruir el vínculo con los ciudadanos: Primero la
gente, se ufana en publicidades reiteradas. ¿Recién ahora?, podría preguntarse
alguien, para empezar. ¿Y quién estuvo primero hasta ahora? (La
respuesta no es complicada).
La consigna podría tomarse como
un simple enunciado publicitario, pero también ofrece la oportunidad de
detenerse.
¿Qué dice y,
sobre todo, a quién le habla la idea de Primero la gente? La
lectura inicial es obvia. Aunque se trate de un eslogan, para que resulte
efectivo deberá conectar con un mínimo espacio de verdad, tocar una cuerda
sensible en la población, dar en el centro de alguno de los tantos blancos que
hoy ofrece la realidad. Y es la falta de correspondencia entre el presente
colectivo y el mensaje gubernamental lo que provoca el descreimiento casi
automático. La razón es concreta: nada indica menor interés por los ciudadanos, nada transmite
mayor desconexión de las preocupaciones cotidianas, que las internas entre
dirigentes,
y sobre todo entre quienes tienen la tarea de gestionar.
Lo que
los debates (para remitir a la definición elegida por la vice en Chaco) en el
oficialismo envían como mensaje es la preocupación personal, la imposibilidad
de un acto de renunciamiento en la búsqueda del bien común. Es lo que el
Gobierno transmite desde hace meses con una contundencia imposible de superar
por cualquier escrito promocional. Si algo está claro desde que empezó la
actual administración es que primero está la interna, y que la gente
espere.
Pero resulta también interesante
observar quién es el destinatario del mensaje. Los ciudadanos (la gente),
parece la respuesta natural. Sin embargo, podría no ser tan simple.
“Gobernamos
por y para la gente”, fue la idea fuerza transmitida en
La
definición primero
la gente le habla a Cristina Kirchner y a su hijo Máximo. Está
construida para que la escuche la vicepresidenta (que sí tiene tiempo para
chicanas) y no para otros oídos, y se descubre allí una nueva
contradicción: en su intento por mostrar que deja atrás la interna,
que la supera para enfocarse (¡ahora sí!) en la gestión, el Presidente y su
gabinete no hacen más que ponerla en evidencia y
ubicarla como su prioridad y principal preocupación.
¿Y quién
estaba primero hasta ahora en los propósitos del Gobierno? La respuesta se
adivina como aquellas siluetas que se conformaban al seguir la línea de puntos,
y podría formularse de diferentes maneras, con mayor o menor corrección
política: mantener el equilibrio en la coalición, dirían algunos; priorizar la
unidad del espacio, disfrazarían otros. En verdad, se trataba de la
vicepresidenta, o sus deseos, o sus prioridades. El Gobierno
necesitó correrla, (o que ella se corriera, defraudada por las desatenciones), para
descubrir que a lo lejos, postergada, está la gente.
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