La reflexión de Loris Zanatta
El garantismo,
según el cristal con que se mire
Clarín
29/06/2022
Un “liberal”, sea lo
que sea, siempre será “garantista”. No habría necesidad de decirlo. La
“presunción de inocencia” no es una opción, sino un derecho fundamental. La
absolución de un culpable, aunque irritante, será siempre preferible al
encarcelamiento de un inocente.
La ley protege al
individuo del abuso estatal, no es el instrumento con el que el Estado se venga
o censura. Más que “liberales”, en realidad, estos principios son comunes a toda
democracia, a toda “sociedad abierta”. Por eso, muchos nos horrorizamos al
enterarnos de las ilegalidades cometidas por el juez Moro contra el ex
presidente Lula en Brasil.
Que Lula gustara o
no era irrelevante: lo importante era que la división de poderes funcionara y
que
¡Cómo sonó la
palabra durante meses! ¡Qué inmensos ejércitos de garantistas movilizados por
Lula! Entusiasmados, algunos intentaron aprovecharlo para beneficiar a Cristina
Kirchner: en la oscuridad, se sabe, todos los gatos son grises. De todos modos
había sido un buen día para la democracia brasileña y, yo esperaba,
latinoamericana.
¿A qué edad uno deja
de engañarse a sí mismo? Desde entonces ha pasado mucha agua bajo los puentes y
muchas otras veces se ha puesto a prueba el “garantismo”. Dos artistas y activistas
acaban de ser condenados en Cuba a cinco y nueve años de prisión por “ultraje a
los símbolos de la patria, desacato y desórdenes públicos”.
Son imputaciones
típicas de las dictaduras fascistas. Habían protestado contra el régimen. Son
solo dos de cientos de casos. Para las organizaciones internacionales de
derechos humanos, el juicio fue una farsa.
Así ha sido en la
isla durante 63 años. ¡El último juicio limpio fue el que benefició a Fidel
Castro por el asalto al Moncada! ¿Dónde están, qué dicen los que denunciaron el
lawfare contra Lula? ¡Demasiado ocupados quejándose de la exclusión de Cuba de
Lo mismo en
Nicaragua. Aún peor. Todos los líderes de la oposición están en la cárcel,
incluidos cinco candidatos a las últimas elecciones presidenciales. Las
organizaciones no gubernamentales que luchaban por los derechos humanos fueron
clausuradas y desalojadas. “Es peor que en la época de Somoza”, denunció una
anciana activista que tiene la edad suficiente para haberla vivido.
Muchas instituciones
se han expresado sobre la credibilidad de los cargos, las condiciones de
detención, la corrección de los juicios. El poder judicial, concluyeron, es un
instrumento del régimen. ¿Que dudas cabían? ¿Dónde están, qué dicen los que
denunciaron el lawfare contra Lula? ¡Demasiado ocupados, también, quejándose de
la exclusión de Nicaragua de
Podría seguir con
Venezuela, pero prefiero centrarme en el caso de Jeanine Áñez en Bolivia. Sí,
porque es fácil erigirse en paladines del estado de derecho cuando las víctimas
de los abusos son nuestros “amigos”, menos cuando son “enemigos”, o como en
este caso, en lo que a mí respecta, ni lo uno ni lo otro.
Dejando de lado el
mérito procesal, es cada día más evidente que Evo Morales consumó con ella una
venganza política. Y que a esta venganza se ha sumado una inhumana saña
carcelaria.
¿Qué decir? ¡Qué mal
están las democracias latinoamericanas! ¡Qué lejos estamos todavía del ethos
que ya predicaba Pericles hace 2.400 años! Incluso más lejos que la década
pasada. En lugar de avanzar, han retrocedido.
Cuántos engaños e
hipocresías, cuántas coartadas y dobles medidas. El garantismo es una hoja de
parra, se pone o se quita, se acepta o se niega según el gobierno de turno. El
estado de derecho es la luz intermitente de un coche estacionado, ahora
prendida ahora apagada. ¿A quien le importa? ¿Cuanto? En esto, lamento decirlo,
Argentina marcó la pauta.
Ejemplo loable en la
época de
Aún recuerdo, años
atrás, cuando alguien se atrevió a señalar que en un estado de derecho “también
los represores tienen derechos”, que “la justicia no es venganza”, que no se
pueden violar los derechos humanos en nombre de los derechos humanos. ¡Ábrete
cielo! ¡Cómo volvió a rugir la protesta! ¡Quieren “el “olvido”, reflotan la
“teoría de los dos demonios”!
Un obispo muy
importante dijo: “cuando se torturó y mató no se puede exigir a los demás que
le faciliten una vida normal”. Pilatos era menos cínico y más valiente. ¡No se
trataba de “vida normal”, sino de “igualdad ante la ley”, no para ellos, sino
para todos.
El estado de derecho
es esto. Y si no se aplica a todos, entonces era correcta la “teoría de los dos
demonios”, que equiparaba la violencia del Estado con la violencia de los
ciudadanos. No es lo mismo, ¿verdad? Burlarse del estado de derecho es una
barbarie. Hacerlo a corriente alterna es barbarie al cuadrado.
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