El escrito de Pablo Vaca
TRES PORCENTAJES QUE METEN MIEDO: 0, 100 Y 38,9
El número más severo de una Argentina donde
abundan las cifras desesperantes dice que la pobreza llega al 38,9% de la población urbana
del país, de acuerdo con datos recogidos por el Indec en
el tercer trimestre de 2022. Cuatro de cada diez, prácticamente. Si ese
porcentaje se proyectara también a la población rural, sumaría a casi 18 millones de compatriotas pobres.
Sobresale por varias razones. Primero, porque
no va a mejorar: varios indicadores económicos clave empeorarán a lo largo del año. Y no
se trata de un drama circunstancial. El núcleo duro de pobreza estructural
ronda el 30% desde hace un par de décadas. Pobres que son hijos y nietos de
pobres. Mirando hacia atrás, la curva se mantiene ascendente desde hace más de
40 años, independientemente de descensos ocasionales.
En lo que fue alguna vez el país de “m’hijo el dotor”, la movilidad
social en
En segundo lugar, la cifra de pobreza duele
porque el porcentaje es aún mayor entre
los menores de 17 años. En esa franja, llega al 52,9%. Más de la
mitad.
Son siete millones de pibes que viven, mal, en familias
con ingresos menores a una canasta básica, que en enero alcanzó los $163.539 para
una familia tipo, siempre según datos del Indec. A pesar de distintos planes
sociales, que llegan a 4,3 millones de chicos.
Sin planes, el número cantaría 70%. Casi igual al
porcentaje -69,9- que pese a la ayuda social detenta Formosa, la provincia
gobernada hace 27 años por Gildo Insfrán, que de todos modos es incluso menor
al desastroso 74,6% del Chaco, donde maneja la cosa desde hace 20 años el tres
veces gobernador Jorge Capitanich, y un poco mayor al 64,4% de San Luis,
territorio desde hace cuatro décadas de los hermanos Rodríguez Saá.
Es cierto: los chicos no votan y para los grandes siempre habrá un empleo
público.
Los otros dos porcentajes que no ayudan a los
nervios ni a que la cuestión mejore son los de crecimiento e inflación. La
consultora Ecolatina los calcula
en números redondos: 0% y 100% respectivamente. Cifras más
generosas que las de Eco Go, que estima esos indicadores en -3,1% y 105%.
La caída del PBI, que oficialmente ya registra
cuatro meses consecutivos, más el alza constante de los precios tiene un nombre específico:
estanflación. Algunos la definen teóricamente como un “fenómeno
excepcional”. No en estos pagos.
Recesión más inflación, la receta amarga
que complica los planes
electorales de cualquier oficialista y que preocupa a cualquier opositor con aspiraciones.
El transporte, la medicina privada, los colegios, los combustibles arrancan en
marzo con una dinámica de aumentos mensuales.
Gas, luz y agua prometen saltos ornamentales.
¿Cómo se traduce esto en el bolsillo? El
salario formal real lleva 5 años de retroceso en su poder adquisitivo: en ese
lapso, los ocupados perdieron
26,7% de sus ingresos. Hay 4,4 millones de personas que buscan activamente trabajo.
De ellas, 3,1 millones ya tienen empleo y buscan otro, para sumar o mejorar. El
15% de los que tienen un trabajo formal son pobres, como el 47% de los que
tienen uno informal.
Hace justo 40 años, el 28 de febrero de 1983, Reynaldo Bignone
anunciaba el calendario electoral que culminaría con la asunción de Raúl
Alfonsín el 10 de diciembre de ese año. Comenzaba una campaña proselitista
donde primaron la ilusión y la
esperanza.
Sobrevendrían 28 años y medio de gobiernos
peronistas, 8 de radicales y 4 del macrismo. A todos les fue entre mal y
horrible con la economía. Tanto que resulta
complicado definir al peor.
Cuatro décadas más tarde, el pesimismo, la resignación y la desconfianza
dominan el humor social frente a la campaña electoral que
arranca. Difícil no justificarlo.
Fuente: Clarín
(*) Identidad correntina
27/23/023
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