El recuerdo histórico de Daniel Cecchini
La masacre de los judíos
húngaros en Auschwitz en el
epílogo de la guerra: 1.500 trenes
con 427 mil víctimas en solo dos
meses
Cuando a
principios de mayo de 1944 el teniente coronel de las SS Rudolf Hoss,
antiguo comandante de Auschwitz-Birkenau desplazado de su puesto mediante un
supuesto ascenso cuando en realidad estaba sospechado de corrupción, recibió la
orden de volver a hacerse cargo del mayor campo de concentración y exterminio
montado por los nazis durante la guerra, supo que el Tercer Reich requería una
vez más de su comprobada eficiencia en la maquinaria de la “solución final”.
Hoss pensó que se
preparaba algo realmente grande y no se equivocó: estaría a cargo del último
paso de una aceitada operación destinada a eliminar a centenares de
miles de judíos que serían transportados desde Hungría hasta Polonia
para acabar en las cámaras de gas.
Para principios
de 1944 vivían en Hungría unos 825.000 judíos que hasta entonces habían
esquivado la muerte, por lo que constituían la única comunidad de
Por eso, a la
numerosa comunidad original de judíos húngaros, desde el principio de la guerra
se habían sumado alrededor de 15.000 escapados de sus países ocupados para
refugiarse en la precaria seguridad que les otorgaba Hungría.
Esa seguridad comenzó a derrumbarse en marzo cuando Hitler sospechó que Kállay ya no confiaba en la victoria nazi y planeaba en secreto firmar unilateralmente la paz con los aliados. Su reacción fue ordenar la ocupación de Hungría para instalar un gobierno títere que le respondiera completamente.
La ocupación nazi
La llegada de los
nazis a territorio húngaro tuvo también como consecuencia que se aplicara la
misma política de “solución final” del resto de los países ocupados, con la
obligación de los judíos de llevar una estrella de David amarilla pegada en sus
ropas, bien a la vista, y la creación de guetos, el más grande de ellos en la
capital, Budapest, donde fueron concentrados en grandes edificios departamentos
marcados con estrellas amarillas.
Esa fue la
primera etapa del proceso de deportación y exterminio para cuya etapa final el
teniente coronel Rudolf Hoss fue convocado y restituido en su cargo de la
comandancia de Auschwitz-Birkenau.
Fue una operación
monumental que comenzó el 15 de mayo y pasó a la historia como el
Holocausto de Hungría: en menos de dos meses, 427 mil judíos fueron trasladados
en 1.500 trenes hasta Auschwitz para ser inmediatamente exterminados.
Apenas unos pocos miles pudieron sobrevivir.
La deportación de judíos al siniestro campo de concentración instalado en Polonia terminó de manera abrupta el 8 de julio de 1944, cuando debido a presiones del Vaticano y de los aliados a través de diplomáticos de países neutrales el primer ministro Mikós Horty detuvo los traslados.
Eichmann en Budapest
La reinstalación
de Rudolf Hoss en Auschwitz-Birkenau para llevar a cabo el último paso del
Holocausto de los judíos húngaros fue sugerida por el teniente coronel Adolf
Eichmann, el hombre a quien Hitler y Heinrich Himmler habían elegido para que
llevara adelante en la práctica la “solución final”.
La magnitud de la
operación húngara hizo que el propio Eichmann se trasladara a Budapest en abril
de 1944 para planificar y controlar personalmente la puesta en marcha del
proceso de selección y deportación.
La celeridad con
que se pudo llevar a cabo la identificación y la concentración de los judíos en
los guetos donde esperarían hasta ser deportados se debió a que el gobierno
antisemita húngaro de Kállay -pese a negarse a deportarlos- había
realizado un pormenorizado relevamiento de la población judía del país.
Años después de
terminada la guerra se supo cómo se llevó a cabo ese trabajo de inteligencia.
Recién en 2011, el descubrimiento casual en un edificio de Budapest de 6.300
formularios que debían rellenar los ciudadanos a requerimiento del gobierno,
donde entre otras cosas se los interrogaba sobre su raza, nacionalidad y
religión, mostró que desde el principio los nazis contaron con una “base de
datos” que les facilitó la tarea.
Con la mayor parte de los judíos identificados y concentrados en guetos, el primer tren partió con destino a Auschwitz con 3.500 hombres, mujeres y niños hacinados en sus vagones.
Testimonios de un gueto
Ana María
Goldstein era una niña cuando los nazis ocuparon Budapest y comenzaron a
identificar y concentrar a los judíos en guetos. Sobrevivió porque tuvo la
suerte de no ser trasladada a Auschwitz. “Desconocíamos totalmente cuál era el
destino de nuestros seres queridos. Como nos prohibieron viajar en trenes, nos
quitaron los radios y se interrumpieron las comunicaciones, no pudimos tener
noticias de la familia. Tuvimos que colocarnos la estrella amarilla, carecíamos
de comida, debíamos trasladarnos al gueto inmediatamente”, le contó al
periodista Ricardo Angoso, de Aurora Israel.
Estaba todavía en
Budapest con sus padres cuando se suspendieron las deportaciones el 8 de julio
de 1944, pero para entonces ya había perdido al resto de su familia. “Casi
todos murieron en el Holocausto. Mis abuelos maternos, paternos, tíos y primos.
De una familia muy numerosa fueron asesinados casi un centenar de
personas. He investigado estas muertes y están todas documentadas, tengo
datos sobre las fechas de los transportes, inclusive el número del vagón en el
que fueron deportados”, explicó.
El escritor Béla
Zsolt, que había huido de
En cambio,
Violeta Friedmann sí fue trasladada a Auschwitz y dejó constancia de aquel
viaje de terror. “A finales de mayo de 1944, y una vez reunidos todos los
judíos de la provincia, nos llevaron a la estación y nos hicieron subir a un
tren muy largo. No era un tren de pasajeros, sino una interminable fila de
vagones de ganado, con unas rejillas minúsculas, lo justo para que entrara un
poco de aire, horriblemente sucios y malolientes. En cada vagón instalaron a
cien o ciento veinte personas, de tal modo que, una vea bien cerradas las
puertas desde fuera, apenas cabíamos. Aquel viaje hacia el infierno…”,
contó.
Fue una de las pocas judías trasladadas desde Hungría que sobrevivieron en el campo de concentración y nunca encontró otra explicación que la del azar. “¿Por qué sobreviví? Es una pregunta que me hacía todos los días y que aún hoy me la sigo haciendo. La suerte fue un elemento fundamental para que sobreviviera pues muchas veces nuestros verdugos y carceleros elegían a mujeres que estaban a mi lado para enviarlas a los hornos crematorios y a mí no me tocó por el azar. La muerte era algo cotidiano y estábamos acostumbradas a que cualquier día podríamos ser las elegidas para ser enviadas a las cámaras de gas. Los verdugos nos elegían al azar y cualquiera podría ser la siguiente en engrosar la siniestra lista de las víctimas; no había ninguna lógica en la elección de las que iban a morir”, le dijo al periodista de Aurora Israel.
“El Ángel de Budapest”
Al tomar
conciencia de la magnitud y la brutalidad de la operación nazi sobre los judíos
húngaros, unos pocos diplomáticos de países neutrales que cumplían funciones en
las embajadas de sus países en Budapest reaccionaron y decidieron hacer algo
para ayudar.
Uno de ellos fue
Ángel Sanz Briz -que pasaría a la historia como “El Ángel de Budapest”- un
joven zaragozano que fungía como encargado de negocios encargado de Negocios en
En uno de sus
informes detalla: “Afirman que el número de los israelitas deportados se
aproxima a 500.000. Sobre su suerte en la capital corren rumores alarmantes.
Insisten en que la mayoría de los deportados judíos (en cada vagón de carga van
unas 80 personas amontonadas) están dirigidos a un campo de concentración
cercano a Kattowitz donde los matan con gas, utilizando los cadáveres como
grasa para ciertos productos industriales”.
Al no recibir
respuesta desde Madrid, donde el dictador Francisco Franco mantenía la
neutralidad -aunque no ocultaba sus simpatías por los nazis-, decidió obrar por
su cuenta y comenzó a falsificar documentos consulares para otorgarles
la nacionalidad española a los refugiados, sobre la base de una ley
española de 1924, destinada a los judíos sefardíes.
También escondió
a judíos en la embajada española y se le pagó sobornos a los policías
locales para evitar deportaciones. “Logré que el gobierno húngaro autorizara la
protección por parte de España de 200 judíos sefardíes. Luego convertí esas 200
unidades en 200 familias, y esas 200 familias se multiplicaron indefinidamente
mediante el simple procedimiento de no darle salvoconducto a los judíos en
grupos que superaran los 200 “, escribió Sanz Briz en otro informe.
Finalmente, Sanz
Briz debió salir de Budapest en noviembre de 1944 por orden de sus superiores,
que temían sufrir represalias por parte del ejército soviético que se
aproximaba, debido a la ayuda de España a los alemanes en el frente oriental.
En el balance final -cuidadosamente detallado por el propio Sanz Briz- dejó constancia de que otorgó 232 pasaportes provisionales a 352 personas, 1.898 cartas de protección y 15 pasaportes ordinarios emitidos a 45 judíos sefardíes.
El Holocausto en Hungría
Cuando el 8 de
julio de 1944, convencido de que la guerra estaba perdida y sometido a la
presión internacional, el primer ministro Mikós Horty detuvo las deportaciones
de los judíos húngaros a Auschwitz-Birkenau, la operación implementada por los
nazis había llevado a más de cuatrocientos mil judíos a la muerte en el campo
de exterminio comandado por Hoss en territorio polaco.
Los historiadores
coinciden que para esa fecha, a excepción de Budapest, todo el territorio de
Hungría era “judenrein”, el término que los alemanes utilizaban para denominar
a las áreas libres de judíos.
Pero la
suspensión de los traslados no terminó con el Holocausto húngaro. En octubre de
ese año hubo otro cambio de gobierno, con la llegada del partido pronazi y
antisemita Cruz Flechada, la masacre continuó. Miles de judíos que
todavía sobrevivían en Budapest fueron asesinados a orillas del Danubio,
mientras que otras decenas de miles, especialmente mujeres, fueron enviados en
“marchas de la muerte” -imitando el modelo del genocidio armenio cometido por
Turquía- hacia la frontera austríaca.
Cuando a
principios de 1945 las tropas del Ejército Rojo entraron de Budapest el
Holocausto en Hungría dejaba un saldo devastador, con la eliminación de
700.000 de los 825.000 judíos que vivían en el país, la enorme mayoría de
ellos trasladados y asesinados en apenas unos pocos meses.
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