Picada de Noticias en el recuerdo
La columna
económica de Willy Kohan
Una crisis por los que vienen y también por
los que se van (*)
A continuación, sus principales
conceptos:
El dólar ya cruzó la barrera de
los 60 pesos, con lo cual desde el domingo de las PASO la moneda de los argentinos
se devaluó algo más de 30%. No solo la moneda: también el trabajo, el
patrimonio y el ahorro de los argentinos lleva 30% de devaluación. Peor, el
derrumbe de los bonos y el valor de las acciones de las empresas argentinas.
Toda una exageración. Sin duda una
sobrerreacción en los operadores financieros y los grandes inversores locales
por los resultados, la sorpresa, el impacto y el error de haber apostado tanto
en favor de las encuestas. Pero, la verdad es que el deterioro puede
continuar. La suba del dólar por ahora no se detiene.
¿Se puede llegar a una hiperinflación? ¿Corren riesgo los
depósitos en los bancos? La mayoría de los especialistas opina que no y, en
verdad,
¿Qué es en verdad lo que está
ocurriendo? Está estallando la bomba monetaria y fiscal que Cristina Kirchner le dejó escondida
a Mauricio Macri a fin de 2015. La
bomba que el actual Presidente indexó y realimentó con el llamado gradualismo,
al aumentar el gasto y el déficit, financiando el desequilibrio con endeudamiento,
atraso cambiario y tasas fuertemente positivas para frenar la inflación y
anclar el tipo de cambio.
Todo el proceso inflacionario, que
comenzó hace 10 años en 2008 y se agudizó en el segundo mandato de Cristina y
sobre todo en la administración Macri, fue acumulando emisión monetaria por
déficit fiscal o por ingreso de capitales para financiar el déficit. Un tsunami
de pesos, la bomba que Cristina le dejó a Macri y que, a su vez, el Presidente
multiplicó por el fracaso del gradualismo. Y que ahora vuelve a estallar, como
en 2018.
Los números no mienten: Cristina le
dejó a Macri un stock de Lebacs de 300 mil millones de pesos y el dólar
verdadero a 14 pesos. Hoy, el stock de Leliqs supera 1,2 billones. Se
multiplicó por 4, igual que el precio del dólar.
La bomba comenzó a estallar el año
pasado cuando el dólar pasó de 20 a 40 pesos, pero ese estallido se
frenó con un nuevo round de deuda para pagar vencimientos y recomponer
reservas. Otra vez, tasas exorbitantes para frenar el dólar, más el apoyo
brutal del mundo vía el FMI para lograr la reelección del actual Presidente. La
bomba monetaria de las Leliqs, más el atraso tarifario, que deriva en mayor
déficit por mayor necesidad de subsidios, y el sinceramiento del dólar después
de las elecciones era un capítulo que todo el mundo económico y financiero
conocía.
Macri logró bajar el déficit primario
y también multiplicó el déficit financiero por la deuda que tuvo que tomar para
administrar el gradualismo y ganar las elecciones de 2017 haciendo un riesgoso
populismo, como le advertían los economistas independientes.
Se multiplicó la carga de intereses
para el Estado y los efectos de la devaluación sobre las deudas en dólares.
Cada vez se necesitan más pesos para pagar la deuda. Y cada vez se necesitan más
pesos para cubrir los subsidios por la devaluación y los costos en dólares del
transporte y la energía. Y todo el gasto público está indexado por inflación,
en tanto las tarifas se indexaron en dólares.
Se apostaba a seguir postergando el
problema para el segundo mandato, con la certeza de que Macri tendría un nuevo
respaldo del mundo financiero para reabrir el crédito y refinanciar los
compromisos de 2020 en adelante. También con algún ajuste devaluatorio, se
suponía, aunque menor con Macri reelecto.
Tal como se advirtió hace una semana
en esta columna, no había plan B en el Gobierno para una derrota tan categórica
que lo colocara a las puertas de abandonar el poder. Ahora, el temor a futuros
controles de cambios y de capitales, el temor a un desdoblamiento del mercado
cambiario y la incertidumbre sobre si el futuro gobierno de Alberto Fernández
será más parecido al de Néstor Kirchner o al final radicalizado de Cristina
desató el pánico entre los inversores.
La cátedra económica y política está
dividida entre los que creen que la obligación del Gobierno es frenar la
corrida usando a pleno las reservas del Banco Central, con el argumento de que
mucho peor es desatar el peligro de una espiralización inflacionaria sin
control.
En tanto, otros opinan todo lo contrario,
que, para garantizar que no habrá hiperinflación, el Gobierno debería cuidar al
máximo las reservas, incluso al extremo de imponer, si fuera necesario, algún
grado de control de cambios provisorio hasta que se termine el proceso
electoral con el fin de que se cumpla sin sobresaltos la transición política
hacia el 10 de diciembre.
Ayuda que el Presidente se haya
llamado a sosiego. También, que hayan hablado por teléfono con Alberto
Fernández y que el candidato cuasi electo recuerde, como lo hizo ayer, que su
gestión al lado de Néstor Kirchner estuvo caracterizada por superávit fiscal y
comercial, y pago de todos los compromisos de la deuda. Sin embargo, olvidó que
los superávits también se lograban entonces porque el país venía del default de
De
Pero la crisis cambiaria que azota a
los argentinos con el dólar no se resuelve apenas con gestos y buenas
intenciones. Los problemas de plata, se resuelven con dinero. Y lo único que
ahora podría estabilizar al dólar es pactar entre el Gobierno y los ganadores
de las PASO un régimen cambiario de emergencia que trate de congelar la
situación hasta la llegada de un nuevo gobierno. Si fuera posible, con un
equipo económico que coordine medidas transitorias con el equipo de los
ganadores.
De todas formas, nada de eso parece
posible por ahora. Por eso el dólar probablemente va a seguir subiendo, al
igual que el riesgo país. Fijar un precio de emergencia para el dólar y empezar
a pensar cómo refinanciar la bomba de las Leliqs sin afectar a los ahorristas
es hoy la obligación de Mauricio Macri. Alberto Fernández podría ayudarlo,
aunque también podría optar por dejarlo solo, que se estrelle, y que siga
estallando el dólar hasta poner en riesgo el fin del mandato.
Pero, ¿qué hará el virtual presidente
electo? Tal vez sirva para empezar a saber si el que va a gobernar será el
sensato y capitalista Alberto Fernández, como él mismo se presenta y todos
conocemos; o si será la máscara de la versión más radicalizada de Cristina, el
fantasma de la chavización y la violación a los derechos de propiedad. Toda la
imagen monstruosa que el propio Gobierno también alimentó sobre su adversario y
que ahora tanto complica.
Es cierto que la crisis de confianza
responde al temor por los que vienen. Y por los antecedentes sobre cómo
gobernaron. Pero también es consecuencia de lo que hicieron los que parece que
se van.
(*)
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