La columna económica de Willy Kohan

La columna económica de Willy Kohan


Una crisis por los que vienen y también por los que se van (*)


 

 

A continuación, sus principales conceptos:

El dólar ya cruzó la barrera de los 60 pesos, con lo cual desde el domingo de las PASO la moneda de los argentinos se devaluó algo más de 30%. No solo la moneda: también el trabajo, el patrimonio y el ahorro de los argentinos lleva 30% de devaluación. Peor, el derrumbe de los bonos y el valor de las acciones de las empresas argentinas.

Toda una exageración. Sin duda una sobrerreacción en los operadores financieros y los grandes inversores locales por los resultados, la sorpresa, el impacto y el error de haber apostado tanto en favor de las encuestas. Pero, la verdad es que el deterioro puede continuar. La suba del dólar por ahora no se detiene.

¿Se puede llegar a una hiperinflación? ¿Corren riesgo los depósitos en los bancos? La mayoría de los especialistas opina que no y, en verdad, la Argentina de 2019 no tiene nada que ver con la de fin de los '80 o con la situación que se vivió en 2001. Hoy existe una cosecha valuada entre 40 y 50 mil millones de dólares al año, existe Vaca Muerta que genera cada vez más dólares de exportación, y sobran las reservas para respaldar los depósitos en dólares. El déficit fiscal sigue abultado en la actualidad, pero no se parece en nada al descalabro del final de la era Alfonsín, cuando se emitían pesos todos los meses para pagar los sueldos.

¿Qué es en verdad lo que está ocurriendo? Está estallando la bomba monetaria y fiscal que Cristina Kirchner le dejó escondida a Mauricio Macri a fin de 2015. La bomba que el actual Presidente indexó y realimentó con el llamado gradualismo, al aumentar el gasto y el déficit, financiando el desequilibrio con endeudamiento, atraso cambiario y tasas fuertemente positivas para frenar la inflación y anclar el tipo de cambio.

Todo el proceso inflacionario, que comenzó hace 10 años en 2008 y se agudizó en el segundo mandato de Cristina y sobre todo en la administración Macri, fue acumulando emisión monetaria por déficit fiscal o por ingreso de capitales para financiar el déficit. Un tsunami de pesos, la bomba que Cristina le dejó a Macri y que, a su vez, el Presidente multiplicó por el fracaso del gradualismo. Y que ahora vuelve a estallar, como en 2018.
Los números no mienten: Cristina le dejó a Macri un stock de Lebacs de 300 mil millones de pesos y el dólar verdadero a 14 pesos. Hoy, el stock de Leliqs supera 1,2 billones. Se multiplicó por 4, igual que el precio del dólar.
La bomba comenzó a estallar el año pasado cuando el dólar pasó de 20 a 40 pesos, pero ese estallido se frenó con un nuevo round de deuda para pagar vencimientos y recomponer reservas. Otra vez, tasas exorbitantes para frenar el dólar, más el apoyo brutal del mundo vía el FMI para lograr la reelección del actual Presidente. La bomba monetaria de las Leliqs, más el atraso tarifario, que deriva en mayor déficit por mayor necesidad de subsidios, y el sinceramiento del dólar después de las elecciones era un capítulo que todo el mundo económico y financiero conocía.
Macri logró bajar el déficit primario y también multiplicó el déficit financiero por la deuda que tuvo que tomar para administrar el gradualismo y ganar las elecciones de 2017 haciendo un riesgoso populismo, como le advertían los economistas independientes.
Se multiplicó la carga de intereses para el Estado y los efectos de la devaluación sobre las deudas en dólares. Cada vez se necesitan más pesos para pagar la deuda. Y cada vez se necesitan más pesos para cubrir los subsidios por la devaluación y los costos en dólares del transporte y la energía. Y todo el gasto público está indexado por inflación, en tanto las tarifas se indexaron en dólares.
Se apostaba a seguir postergando el problema para el segundo mandato, con la certeza de que Macri tendría un nuevo respaldo del mundo financiero para reabrir el crédito y refinanciar los compromisos de 2020 en adelante. También con algún ajuste devaluatorio, se suponía, aunque menor con Macri reelecto.
Tal como se advirtió hace una semana en esta columna, no había plan B en el Gobierno para una derrota tan categórica que lo colocara a las puertas de abandonar el poder. Ahora, el temor a futuros controles de cambios y de capitales, el temor a un desdoblamiento del mercado cambiario y la incertidumbre sobre si el futuro gobierno de Alberto Fernández será más parecido al de Néstor Kirchner o al final radicalizado de Cristina desató el pánico entre los inversores.
La cátedra económica y política está dividida entre los que creen que la obligación del Gobierno es frenar la corrida usando a pleno las reservas del Banco Central, con el argumento de que mucho peor es desatar el peligro de una espiralización inflacionaria sin control.
En tanto, otros opinan todo lo contrario, que, para garantizar que no habrá hiperinflación, el Gobierno debería cuidar al máximo las reservas, incluso al extremo de imponer, si fuera necesario, algún grado de control de cambios provisorio hasta que se termine el proceso electoral con el fin de que se cumpla sin sobresaltos la transición política hacia el 10 de diciembre.
Ayuda que el Presidente se haya llamado a sosiego. También, que hayan hablado por teléfono con Alberto Fernández y que el candidato cuasi electo recuerde, como lo hizo ayer, que su gestión al lado de Néstor Kirchner estuvo caracterizada por superávit fiscal y comercial, y pago de todos los compromisos de la deuda. Sin embargo, olvidó que los superávits también se lograban entonces porque el país venía del default de De la Rua-Rodríguez Saá.
Pero la crisis cambiaria que azota a los argentinos con el dólar no se resuelve apenas con gestos y buenas intenciones. Los problemas de plata, se resuelven con dinero. Y lo único que ahora podría estabilizar al dólar es pactar entre el Gobierno y los ganadores de las PASO un régimen cambiario de emergencia que trate de congelar la situación hasta la llegada de un nuevo gobierno. Si fuera posible, con un equipo económico que coordine medidas transitorias con el equipo de los ganadores.
De todas formas, nada de eso parece posible por ahora. Por eso el dólar probablemente va a seguir subiendo, al igual que el riesgo país. Fijar un precio de emergencia para el dólar y empezar a pensar cómo refinanciar la bomba de las Leliqs sin afectar a los ahorristas es hoy la obligación de Mauricio Macri. Alberto Fernández podría ayudarlo, aunque también podría optar por dejarlo solo, que se estrelle, y que siga estallando el dólar hasta poner en riesgo el fin del mandato.
Pero, ¿qué hará el virtual presidente electo? Tal vez sirva para empezar a saber si el que va a gobernar será el sensato y capitalista Alberto Fernández, como él mismo se presenta y todos conocemos; o si será la máscara de la versión más radicalizada de Cristina, el fantasma de la chavización y la violación a los derechos de propiedad. Toda la imagen monstruosa que el propio Gobierno también alimentó sobre su adversario y que ahora tanto complica.
Es cierto que la crisis de confianza responde al temor por los que vienen. Y por los antecedentes sobre cómo gobernaron. Pero también es consecuencia de lo que hicieron los que parece que se van.
(*) La Nación, 14/8/019.

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