El enfoque de Roberto García
Amigos
son los amigos
Fuente: Perfil
(*) Notiar.com.ar
1/6/025
Hubo una confusión informativa
sobre el motivo que determinó la presencia de Luis “Toto” Caputo en el Gobierno
de Milei como ministro de Economía. Dicen que el Presidente le pidió que lo
acompañara “en la misión” porque se lo había sugerido Dios. Y que la creyente
esposa de Caputo, Jimena, confirmó esa propuesta al marido porque a ella
también “Las Fuerzas del Cielo” le habían advertido lo mismo. Dicho y hecho, el
Toto –un Trifón que asimila raudo los consejos de la consorte– aceptó. Como
todos los maridos.
Sin embargo, resulta difícil comprobar este diálogo de
piadosos devotos. Sobre todo, porque Jimena expresaba, con anterioridad a la
mencionada cena, que estaba en contra de que su marido volviera a la actividad
pública luego de su experiencia en la administración Macri, que le costó más de
un juicio y disgustos callejeros.
Lo cierto es que asistieron a ese asado, convocado por
un periodista de vasta difusión en radio y TV, a las pocas horas de logrado el
triunfo libertario. El matrimonio llegó llevado de la mano por Alejandro McFarlane,
un íntimo de Mauricio Macri –al nivel de que lo acompañó hasta este viernes en
el aéreo que lo depositó en Europa, continente del cual regresaron anteayer–,
exitoso empresario y sin duda lobista que tuvo la colaboración entonces de
Ignacio Viale, quien se ocupaba del entramado comunicacional del futuro
gobierno.
Queda un interrogante: ¿hubo mutación de la mujer de
Caputo por un inesperado y religioso rayo de luz aparecido en la reunión con
Milei? ¿O simplemente el actual ministro se adosó al Gabinete por razones de
servicio o porque el nuevo mandatario aceptó criterios terrenales y diferentes
en la economía a los que aceptaba hasta ese momento?
Una minucia. Como las actuales que dominan la atención
general, desde el costo de las empanadas de Ricardo Darín hasta las narcisistas
actitudes de la jueza Makintach que arbitraba el juicio Maradona. La magistrada
calza perfecta en un hubris de la argentinidad que sus compatriotas rechazan
cuando se trata de otros.
Lo del actor, en cambio, le sirvió al oficialismo para
zamarrearlo en las redes y llevarlo a un estrellato superior –que aún perdura–
por haberse permitido quejarse del precio de una docena de empanadas gourmet,
inalcanzables para los sectores bajos que suelen conformarse con una pastelería
más barata. Le imputaron a Darín cultura de barrio, de Palermo y Recoleta,
espíritu de señora gorda, olvidando sin duda que en esos distritos
metropolitanos le dieron el triunfo electoral a Milei. Justo donde las
empanadas son más caras.
Una absurda necedad, como la discusión misma. Al actor
lo vapulearon en redes los trolls del fanatismo, el elenco de medios propios,
dos veces el ministro Caputo y hasta el mismo Presidente, quien lo trató de
“operador”. Vaya a saber de quién. La reacción de Caputo ministro resultó peor:
se burló por la exageración del precio que mencionó el actor, mientras el
ministro, ese mismo día, hubiera pagado un 10 o 15% más si las consumía durante
su cena en Pizza Cero. Un irónico hallazgo del periodista Ricardo Roa y
testimonio de que el ministro, para no amargarse la digestión, evita consultar
la lista de tarifas cuando va a comer fuera de su casa.
El único entretenido y entusiasta con estos episodios
que arrebataron más de una semana de la distracción colectiva ha sido el otro
Caputo, Santiago, encantado con estos brotes comunicacionales. Por ejemplo,
disminuyeron el volumen de observaciones críticas al crédito a tasas usureras
que debió tomar su tío en el mercado que, cada vez más, define a los hijos
nacidos en el carry trade.
O alcanzó menos relieve mediático el caso Libra, que
lastima al Presidente. Ni hablar de las dificultades promovidas por los
residentes del Hospital Garrahan debido a cuestiones salariales. Presto, buscó
una negociación: imposible enfrentar a gente con delantal y, mucho menos,
responsable de niños. Nadie puede meter la mano en esos lugares, son santuarios
que respeta la opinión pública. Así lo entendió el borrado ministro, Mario
Lugones, quien hizo un paso de minué y le pasó la posta a una funcionaria, para
más tarde trasladarle responsabilidades al bombero jefe de Gabinete, Guillermo
Francos, quien trató de morigerar el conflicto con una negociación.
Se puede –y conviene– afectar, según el esquema Caputo
junior, a sectores poco apreciados por la sociedad: del sindicalismo al
político, del judicial al periodismo. Si hay escarnio, mejor, a pesar de que no
haya un símbolo como la motosierra para demostrarlo. En cambio, en otros
momentos hay que parar y empezar de nuevo, conceder excepciones: ese hospital
de niños, desde que fue conducido tripartitamente y pasó al orden nacional,
aumentó en casi 100% su personal. Hay gastos de dudosa explicación, hasta como
hospital escuela y, sobre todo, en las tercerizaciones habilitadas.
Ni hablar de los cuestionamientos de los médicos desde
que se instaló el ingreso y salida biométrico del instituto: les cambia la vida
en sus atenciones privadas. Allí, entonces, no hay espuma ni grasa para
eliminar: la salud es un mundo intocable, tiene protección de otras fuerzas del
cielo. Más cuando la discusión es por plata y, en ese rubro, no puede
justificarse que –para impedir la suba de la inflación– el aumento salarial
exigido por el Gobierno sea de cero por ciento en el sector público y uno en el
privado. Si habrá peleas por esa pretensión. En el Garrahan ni se discute:
abdica el oficialismo. Contingencias del poder.
Como no se permite hablar como Toto, su pariente
Santiago parece cometer menos errores y se favorece –debe imaginar– con los
enfrentamientos con figuras populares, trasladando hacia el Gobierno la fuerza
o difusión de los otros. Como en el yudo. De ahí la confrontación con figuras
estelares como Darín o la cantante Lali Espósito, aunque este producto nacional
y popular ya ofrece un marcado perfil político que aprovecha y difunde en los escenarios,
ante públicos que insultan a Milei.
No es lo único que aprovecha el asesor presidencial,
quien retrocedió algunos puntos ante la hermana Karina en el armado partidario
del interior, pero mantiene su influencia e interés en esa eventualidad electoral
para septiembre y octubre. Al punto de introducir como su mensajero y
negociador a un hombre que lo acompañó en varias campañas. Juntos trabajaron
con Duran Barba y, luego, compartieron una asesoría distribuida entre varios
candidatos. A Santiago le tocó Milei, y Derek Hampton a Patricia Bullrich. Pasó
el tiempo y ahora va a colaborar para alisar y contemplar el diálogo con todos
los gobernadores de parte de Caputo.
Amigos
son los amigos: un destino, más que un eslógan.
Comentarios
Publicar un comentario