Milton y Rose Friedman y las razones económicas para la libertad de comercio
Milton y Rose Friedman y las razones económicas para la libertad de comercio
En
el segundo capítulo de su libro “Libertad de elegir. Hacia un nuevo liberalismo
económico”, Milton y Rose Friedman hacen una apología de la libertad de
comercio
Escribió
el matrimonio Friedman:
“Al
analizar los aranceles y otras restricciones al comercio internacional en su
obra “La riqueza de las naciones”, Adam Smith escribió: “Lo que en el gobierno
de toda familia particular constituye prudencia, difícilmente puede ser
insensatez en el gobierno de un gran reino. Si un país extranjero puede
suministrarnos un artículo más barato de lo que nosotros mismos lo podemos
fabricar, nos conviene más comprarlo con una parte del producto de nuestra
propia actividad empleada de la manera en que llevamos alguna ventaja (…) En
cualquier país, el interés del gran conjunto de la población estriba siempre en
comprar cuanto necesita a quienes más barato se lo venden. Esta afirmación es
tan patente que parece ridículo tomarse el trabajo de demostrarla; y tampoco
habría sido puesta jamás en tela de juicio si la retórica interesada de
comerciantes y de industriales no hubiese enturbiado el buen sentido de la
humanidad. En este punto el interés de esos comerciantes e industriales se
halla en oposición directa con el del gran cuerpo social”. Estas palabras son
tan válidas hoy como lo eran entonces. Tanto en el comercio interior como en el
exterior, es de interés para “el gran conjunto de la población” comprar al que
vende más barato y vender al que compre más caro. Con todo, la “retórica
interesada” ha dado lugar a una asombrosa proliferación de restricciones sobre
lo que podemos comprar y vender, a quiénes podemos comprar y a quiénes podemos
vender y en qué condiciones, a quiénes podemos dar empleo y para quiénes
podemos trabajar, dónde podemos residir, y qué podemos comer y beber” (…) “En
realidad, difícilmente alguno de nosotros escapa a la “retórica interesada”.
Según la inmortal frase de Pogo, el personaje de Tebeo, “hemos descubierto al
enemigo y ése somos nosotros”. Luchamos contra los “intereses especiales”,
salvo cuando resulta que el “interés especial” somos nosotros mismos” (…) “El
resultado final es un laberinto de restricciones y más restricciones que hace
que la mayoría de nosotros seamos más pobres de lo que seríamos si se
eliminasen todas” (…) “El ejemplo más claro se halla en el comercio
internacional. Las ganancias que obtienen algunos productores gracias a los
aranceles y otras restricciones quedan compensadas con creces por las pérdidas
que sufren otros productores y especialmente los consumidores en su conjunto”
(…) “Los controles sobre el comercio exterior se extienden al comercio
interior. Se entrelazan con todos los
aspectos de la actividad económica. Estos controles han sido defendidos a
menudo, en particular por los países menos desarrollados, por considerarlos muy
importantes para la consecución de su desarrollo y progreso” (…) “Se suele
afirmar que la mala política económica refleja el desacuerdo entre los
expertos; que si todos los economistas fuesen de la misma opinión, la política
económica sería buena. Los economistas discrepan entre sí con frecuencia, pero
no con respecto al comercio internacional. En todo momento, desde los tiempos
de Adam Smith, ha habido una virtual unanimidad entre los economistas,
cualquiera que fuese su posición ideológica en otros aspectos, sobre la
afirmación de que la libertad de comercio internacional redunda en beneficio de
los países comerciales y del mundo. Pese a esto, los aranceles han constituido
la regla” (…).
“Una
voz que casi nunca se ha hecho oír es la de los consumidores” (…) “La voz del
consumidor individual se pierde en la cacofonía de la “retórica interesada de
comerciantes y de industriales” y de sus empleados. Como resultado de ello, se
produce una grave distorsión del problema. Por ejemplo, los partidarios de los
aranceles consideran indiscutible que la creación de puestos de trabajo es, de
por sí, un objetivo deseable, independientemente de en qué se ocupen las
personas empleadas. Se trata de una clara equivocación. Si lo que queremos son
puestos de trabajo, podemos crear los que queramos: por ejemplo, hacer que la
gente cave hoyos y que luego los vuelva a llenar, o que efectúe otras tareas
inútiles. A veces, el trabajo queda compensado por las satisfacciones que
produce. Casi siempre, empero, es el precio que pagamos por conseguir las cosas
que deseamos. Nuestro verdadero objetivo no estriba sólo en los puestos de
trabajo, sino en los puestos de trabajo productivos, que se traducen en forma
de más bienes y servicios para consumir”. “Otra falacia rara vez puesta en tela
de juicio es que las exportaciones son buenas y que las importaciones son
malas. Sin embargo, la verdad se revela muy diferente” (…) “Nuestra ganancia a
causa del comercio exterior estriba en lo que importamos. Las exportaciones
constituyen el precio que pagamos para obtener las importaciones” (…) “La
engañosa terminología que empleamos refleja estas ideas erróneas. “Protección”
significa en realidad explotación del consumidor. Una “balanza comercial
favorable” significa en realidad exportar más de lo que importamos, enviando al
exterior mercancías por un valor total que supera el de las mercancías que nos
llegan del extranjero. En las cuentas de su casa, usted preferiría seguramente
pagar menos para obtener más, y no al revés; sin embargo, eso sería calificado
de “balanza de pagos desfavorable” en el comercio exterior”. “El argumento
favorable a los aranceles que ha tenido mayor repercusión entre el público en
general es la supuesta necesidad de proteger el elevado nivel de vida de los
trabajadores norteamericanos contra la competencia “desleal” de los
trabajadores del Japón, Corea o Hong Kong, que están dispuestos a trabajar a
cambio de un salario mucho más bajo” (…) “La falacia de este argumento reside
en el inexacto uso de los calificativos “elevado” y “bajo” aplicados al
salario. ¿Qué significan salarios elevados y bajos? Los trabajadores
norteamericanos son pagados con dólares; los trabajadores japoneses, con yens.
¿Cómo comparamos salarios expresados en dólares con salarios expresados en
yens? ¿Cuántos yens equivalen a un dólar? ¿Qué determina este tipo de cambio?”
(…) “La situación real, como es natural, se presenta más complicada que en este
ejemplo hipotético. Varias naciones comercian entre sí, y no solamente los
Estados Unidos y el Japón, y el comercio suele seguir caminos indirectos Los
japoneses pueden gastar en el Brasil una parte de los dólares que ganan; a su
vez los brasileños pueden gastar dichos dólares en Alemania, y los alemanes
pueden hacerlo en los Estados Unidos, y así sucesivamente hasta una complejidad
interminable. No obstante, el principio es el mismo. En cualquier país la gente
quiere dólares sobre todo para comprarse artículos útiles, no para amontonar
ese dinero o quemarlo” (…).
“En
el mundo real, al igual que en el mundo hipotético, no puede haber problema de
balanza de pagos mientras el precio del dólar expresado en yens, en marcos o en
francos, se determine en un mercado libre mediante transacciones voluntarias.
Es sencillamente falso que los trabajadores norteamericanos que disfrutan de
elevados salarios estén, como grupo, amenazados por la competencia “desleal” de
trabajadores extranjeros que perciben salarios bajos. Como es lógico,
determinados trabajadores pueden verse perjudicados si aparece en el extranjero
un producto nuevo o mejorado, o si los fabricantes extranjeros consiguen
producirlo con menor coste. Pero esto no difiere de los efectos que se ejercen
sobre un determinado grupo de trabajadores si otras firmas norteamericanas
desarrollan nuevos productos, los mejoran o descubren la manera de producirlos
más baratos. Esto es sencillamente competencia de mercado en la práctica, la
principal causa del elevado nivel de vida del trabajador norteamericano. Si
queremos beneficiarnos de un sistema económico vivo, dinámico e innovador,
debemos aceptar la necesidad de la movilidad y de la transformación” (…) “¿Qué
determina los artículos que nos interesa importar y exportar? Un trabajador
estadounidense es en la actualidad más productivo que un trabajador japonés. Es
difícil precisar en qué grado, pues las estimaciones difieren. Pero supongamos
que es una vez y media más productivo. En ese caso, los salarios de los
estadounidenses podrán comprar por término medio una vez y media más cosas que
los salarios de los trabajadores japoneses. Es antieconómico utilizar a los
trabajadores norteamericanos en algo que sean menos de una vez y media más
eficientes que sus colegas japoneses. En la jerga económica acuñada hace más de
150 años, se llama a eso “principio de la ventaja comparativa” (…) “Se dice que
otra fuente de “competencia desleal” son las subvenciones que los gobiernos
extranjeros conceden a sus industriales, lo cual les permite vender en los
Estados Unidos por debajo de su coste. Suponga que un gobierno extranjero
concede dichas subvenciones, como sin duda hacen algunos. ¿Quién resulta
perjudicado y quién se beneficia? Para pagar las subvenciones el gobierno
extranjero debe gravar con impuestos a sus ciudadanos. Éstos son los que pagan
las subvenciones, de las que se benefician los consumidores estadounidenses”
(…) “¿Deberíamos quejarnos contra este programa de ayuda extranjera?” (…) “Los
súbditos de los gobiernos extranjeros tienen motivos de sobra para quejarse.
Deben soportar un nivel de vida más bajo en beneficio de los consumidores
estadounidenses y de algunos conciudadanos suyos que poseen las industrias
subvencionadas o trabajan en ellas” (…) “El sistema de libertad de empresa es
un sistema de beneficios y de pérdidas. Tal como ya hemos indicado, cualquier
medida teniente a facilitar la adaptación a los cambios repentinos se debería
aplicar de forma imparcial al comercio interior y exterior” (…) “¿Qué ocurre
con el argumento de que debemos defender el dólar y evitar que pierda valor
frente a otras monedas? Se trata de un problema completamente artificial. Si
los tipos de cambio de las monedas se establecen en un mercado libre, quedarán
fijados al nivel que determine el mercado” (…) “El precio del dólar, si se
determina libremente, cumple la misma función que todos los demás precios:
transmite información y procura un incentivo para actuar con arreglo a la
misma, porque afecta las rentas que perciben los que participan en el mercado.
Entonces, ¿a qué viene tanto furor a causa de la “debilidad” del dólar? ¿Por qué se suceden las crisis del comercio
internacional? La razón inmediata es que los tipos de cambio internacional no
los ha fijado un mercado libre. Las autoridades de los bancos centrales intervienen
en gran escala con la finalidad de influir en la cotización de sus monedas. Al
hacerlo, pierden enormes sumas de dinero y, lo que es más importante, impiden
que este grupo de precios realice la función que le es propia” (…).
“En
toda la voluminosa literatura escrita durante los últimos siglos sobre libertad
de comercio y proteccionismo, sólo se exponen tres argumentos a favor de los
aranceles que, en principio, pueden tener cierta validez. El primero es el
argumento de seguridad nacional. Aunque este argumento suele ser con mucha
frecuencia más una manifestación a favor de aranceles particulares que una
razón válida para los mismos, no se puede negar que a veces puede justificar el
mantenimiento de medios de producción antieconómicos” (…) “El segundo es el
argumento de “industria naciente” esgrimido, entre otros autores, por Alexander
Hamilton en su “Report on manufactures”. Se denomina así la actividad potencial
que, una vez establecida y apoyada durante sus crisis de crecimiento, es capaz
de competir en igualdad de condiciones en el mercado mundial. Se dice que un
arancel provisional se justifica al objeto de proteger a la industria potencial
durante su infancia y permitirle crecer hasta alcanzar su madurez, momento en
que es capaz de desenvolverse por sí sola. Aunque la industria pudiese competir
con éxito una vez enraizada, eso no justificaría un arancel inicial. Sólo es
útil para los consumidores subvencionar la industria inicialmente si luego
pueden volver a recibir como mínimo el importe de dicha subvención de alguna
otra manera, a través de precios futuros más bajos que el precio mundial, o por
medio de otras ventajas que les procure el hecho de tener esa industria. Pero,
en ese caso, ¿se necesita una subvención?” (…) “El argumento de la industria
naciente es una cortina de humo. Este tipo de industrias nunca se desarrollan.
Una vez establecidos los aranceles son rara vez eliminados” (…) “El tercer
argumento a favor de los aranceles que no se puede dejar de lado es el
denominado “de la explotación”, que justifica la protección contra posturas de
fuerza. Un país productor importante de algo, o que se pueda unir a otros
productores que controlen una gran parte de la producción, está en condiciones
de aprovecharse de su posición de monopolio aumentando el precio del producto.
En vez de aumentar directamente el precio, el país puede hacerlo indirectamente
imponiendo una tasa a la exportación del producto (gravamen a la exportación)”
(…) “De forma parecida, un país que sea el principal comprador de un producto
puede beneficiarse entablando duras negociaciones con los vendedores e
imponiéndoles un precio excesivamente bajo. Un modo de hacerlo es aplicar un
arancel a la importación del producto” (…) “Un cuarto argumento, que ya fue
esgrimido por Alexander Hamilton y que se sigue repitiendo en la actualidad, es
que la libertad de comercio estaría muy bien si la practicasen todos los
países, pero como no lo hacen, los Estados Unidos no pueden implantarla por su
cuenta. Este argumento no tiene validez en ningún caso, ni a nivel de
principios ni a nivel práctico. Otros países que imponen restricciones al
comercio internacional nos perjudican, pero también se perjudican a sí mismos”
(…) “Pocas medidas que pudiésemos tomar lograrían hacer más para promover la
causa de la libertad en nuestro país y en el exterior, que la libertad total de
comercio” (…) “Podríamos decir al resto del mundo: creemos en la libertad y
tratamos de ponerla en práctica. No podemos forzarles a que sean libres, pero
sí ofrecerles nuestra total cooperación en igualdad de condiciones. Nuestro
mercado les está abierto sin aranceles u otras restricciones. Vendan en él lo
que puedan y quieran. Compren lo que puedan y quieran. De esta manera, la
cooperación entre individuos podrá hacerse a escala mundial y libremente”.
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