Karl Marx y su contribución a la crítica de la economía política (10)
Karl Marx y su contribución a la crítica de la economía política (10)
LA
RELACION GENERAL DE LA PRODUCCION CON
RESPECTO A LA
DISTRIBUCION , AL CAMBIO Y AL CONSUMO
Antes
de avanzar en el análisis de la producción, es necesario examinar las
diferentes rúbricas que los economistas hacen acompañarla. La idea tal como se
presenta por sí sola es esta: en el proceso de producción, los miembros de la
sociedad adaptan (producen, forman) los productos de la naturaleza conforme a
las necesidades humanas; la distribución determina la proporción en que el individuo
participa en el reparto de esos productos; el intercambio le proporciona
algunos productos particulares en que quiere convertir su porción, asignada por
la distribución; en el consumo, finalmente, los productos pasan a ser objetos
de goce, de apropiación individual. La producción crea los objetos que
responden a las necesidades; la distribución los reparte conforme a las leyes
sociales, el intercambio reparte de nuevo lo que ha sido repartido ya, pero
según las necesidades individuales; en el consumo, por último, el producto se evade
de ese movimiento social y deviene directamente objeto y servidor de la
necesidad individual, satisfaciéndola en el proceso de consumo. La producción
aparece así como el punto de partida, el consumo como el punto final, la
distribución y el cambio como término medio, el cual reviste a su vez un
carácter doble, puesto que, según la definición, la distribución tiene su
origen en la sociedad y el cambio proviene de los individuos. En la producción
deviene objetivada la persona y en el consumo deviene subjetivada la cosa; en
la distribución, la sociedad actúa, bajo la forma de determinaciones generales
dominantes, como intermediario entre la producción y el consumo; en el
intercambio, esa mediación se realiza por la determinación contingente del
individuo. La distribución determina la proporción (la cantidad) de los
productos que corresponden al individuo; el cambio determina los productos que
cada individuo reclama en calidad de parte que le ha sido asignada por la
distribución. La producción, la distribución, el cambio y el consumo forman así
un silogismo cabal; la producción representa lo general, la distribución y el
cambio lo particular, y el consumo lo singular, que da remate al conjunto.
Es sin duda una concatenación, pero muy
superficial. La producción [según especialistas en Economía política] está
determinada por las leyes generales de la naturaleza; la distribución, por la
casualidad social, y puede por tanto ejercer una influencia más o menos
favorable sobre la producción; el cambio se sitúa entre las dos como un
movimiento social formal, y la conclusión, el consumo, considerado no sólo como
punto último, sino también como objetivo final, se encuentra, en rigor, al
margen de la economía, salvo en la medida en que ejerce a su vez una acción
sobre el punto de partida, iniciando nuevamente de este modo todo el proceso.
Los adversarios de los economistas, que les reprochan el haber disociado
bárbaramente un todo único, se sitúan en el mismo terreno que ellos, o bien por
debajo de ellos, no importa si vienen desde dentro o desde fuera de la ciencia
de la Economía
política. Nada más banal que reprochar a los economistas que ellos consideran
la producción demasiado exclusivamente como fin en sí y decir que la
distribución tiene la misma importancia. Este reproche descansa precisamente
sobre la concepción de los economistas según la cual la distribución existe
como esfera autónoma, independiente, al lado de la producción. O bien se les
reprocha el no considerar esos factores diferentes en su unidad. ¡Como si dicha
disociación no hubiera pasado de la realidad a los manuales, sino, por el
contrario, de los manuales a la realidad, y como si se tratara aquí de un
equilibrio dialéctico de conceptos y no de la comprensión de relaciones reales!
Producción y consumo. Producción es también
directamente consumo. Doble carácter del consumo: subjetivo y objetivo.
En
primer lugar, el individuo que desarrolla sus facultades al producir, las gasta
al propio tiempo, consumiéndolas en el acto de producción, del mismo modo que
la procreación natural es consumo de las fuerzas vitales. En segundo lugar, la
producción es consumo de los medios de producción que se emplean, se desgastan
y se disuelven en parte (como, por ejemplo, en la combustión), volviendo a
convertirse en elementos básicos. Ella implica asimismo el consumo de materias
primas, las cuales son absorbidas y no conservan su forma ni sus cualidades
naturales. El acto de producción es también, por tanto, en todos sus aspectos,
un acto de consumo. Por lo demás, los economistas lo admiten. La producción
considerada como directamente idéntica al consumo y el consumo como coincidente
de manera directa con la producción, es lo que ellos llaman consumo productivo.
Esta identidad de la producción y del consumo se reduce a la tesis de Spinoza:
Determinatio est negatio. Pero los economistas avanzan esta definición del
consumo productivo precisamente con el único fin de separar el consumo que se
identifica con la producción, del consumo propiamente dicho, que se concibe más
bien como antítesis destructiva de la producción. Pues vamos a examinar el
consumo propiamente dicho. El consumo es de manera directa también producción,
del mismo modo que en la naturaleza, el consumo de elementos y sustancias
químicos es la producción de la planta. Es evidente que en la alimentación, por
ejemplo, que es una forma particular de consumo, el hombre produce su propio
cuerpo. Pero esto se aplica igualmente a cualquier otro género de consumo que,
de una u otra manera, contribuye en algún aspecto a la producción del hombre.
Es producción consuntiva. Pero, dice la Economía política, esta producción idéntica al
consumo es un segundo tipo de producción, derivado de la destrucción del primer
producto. En el primer tipo de producción, el productor se objetiva; en el
segundo, el objeto por él creado se personifica. De modo que esta producción
consuntiva, aunque constituye una unidad directa de la producción y el consumo,
difiere en sustancia de la producción propiamente dicha. La unidad directa, en
que la producción coincide con el consumo y el consumo con la producción, deja
subsistir su dualidad simultánea.
Así
pues, la producción es directamente consumo, el consumo es directamente
producción. Tanto la una como el otro es directamente su propio contrario. Pero
al mismo tiempo se opera entre ambos un movimiento mediador. La producción
mediatiza el consumo, creando material para él; sin la producción, el consumo
no tendría objeto. Pero también el consumo mediatiza la producción, creando
para los productos un sujeto para el cual ellos son productos. El producto
aparece consumado sólo en el consumo. Un ferrocarril por el que no se
transporta nada, que por tanto no es usado, no es consumido, existe sólo en la
posibilidad y no en la realidad. Sin producción no hay consumo, pero sin
consumo no hay tampoco producción, porque la producción sería entonces inútil.
El consumo produce la producción de doble modo. 1. Es únicamente en el consumo
donde el producto deviene un producto real. Por ejemplo, un vestido deviene realmente
vestido sólo cuando lo llevan; una casa no habitada no es de hecho una casa
verdadera. De este modo, el producto, a diferencia del simple objeto natural,
se manifiesta como producto, deviene producto únicamente en el consumo.
Absorbiendo el producto, el consumo le da el último toque, porque el producto
no se produce en tanto que actividad materializada, sino sólo como objeto para
el sujeto activo. 2. El consumo crea la necesidad de una nueva producción y,
por consiguiente, la razón ideal, el móvil interno de la producción, que es la
premisa de ésta. El consumo origina el motivo para la producción, así como crea
el objeto que actúa en la producción determinando su finalidad. Si es evidente
que la producción ofrece el objeto del consumo, bajo la forma material de
aquél, está igualmente claro que el consumo plantea el objeto de la producción
idealmente, en forma de imagen interior, de necesidad, de motivo y de fin. Crea
los objetos de producción bajo una forma todavía subjetiva. No hay producción
sin una necesidad. Pero el consumo reproduce la necesidad. Corresponde a esto
de la parte de la producción el hecho de que ella… 1) proporciona al consumo su
materia, su objeto. Un consumo sin objeto no es consumo. En este aspecto, pues,
la producción crea, engendra el consumo. 2) Pero, además de crear el objeto
para el consumo, la producción le da su aspecto determinado, su carácter, su
remate. Del mismo modo que el consumo da el último toque al producto en tanto
que producto, la producción lo da al consumo. En primer lugar, el objeto no es
un objeto en general, sino un objeto determinado, que se debe consumir de un
modo determinado, tal como indica previamente la producción.
El
hambre es hambre, pero el hambre que se satisface con la carne cocida y comida
con cuchillo y tenedor, es distinta a la que traga carne cruda sirviéndose de
las manos, uñas y dientes. Así pues, la producción produce no sólo el objeto
del consumo, sino también el modo de consumir, y no sólo de una manera objetiva
sino también subjetiva. De suerte que la producción crea al consumidor. 3) La
producción no sólo proporciona el material para satisfacer una necesidad, sino
también proporciona una necesidad al material. Cuando el consumo se desembaraza
de su grosería natural primitiva y pierde su carácter inmediato -y el hecho de
permanecer largamente en aquel estado sería por sí solo el resultado de una
producción inmovilizada en la fase de grosería natural-, él mismo esta
mediatizado en tanto que instinto por el objeto. La necesidad que experimenta
de un objeto ha sido creada por la percepción de este último. El objeto de arte
-como cualquier otro producto- crea a un público apto para comprender el arte y
admirar la belleza. La producción no produce, pues, solamente un objeto para el
sujeto, sino también un sujeto para el objeto. Ahora bien, la producción
produce el consumo 1) proporcionándole el material, 2) determinando el modo de
consumo y 3) haciendo nacer en el consumidor la necesidad de productos
presentados al principio por ella como objetos. Produce por tanto el objeto del
consumo, el modo de consumo y el instinto de consumo. Análogamente, el consumo
engendra la aptitud del consumidor, inculcándole una necesidad orientada a un
fin concreto. Por consiguiente, la identidad del consumo y la producción
aparece bajo un triple aspecto: 1. Identidad directa: la producción es consumo;
el consumo es producción. Producción consuntiva. Consumo productivo. Ambos son
llamados consumo productivo por los economistas, pero ellos hacen también otra
distinción. La primera categoría toma la forma de reproducción; la segunda, de
consumo productivo. Todas las investigaciones sobre la primera son el estudio
del trabajo productivo e improductivo; en las investigaciones sobre la segunda
se estudia el consumo productivo e improductivo.
2.
Cada una aparece como el medio de la otra, está mediatizada por la otra, lo que
se expresa por su interdependencia. Es el movimiento que las pone en relaciones
mutuas y las hace aparecer como indispensables recíprocamente, bien que ellas
quedan, sin embargo, exteriores la una con respecto a la otra. La producción
crea el material que es el objeto exterior del consumo; el consumo crea para la
producción la necesidad en tanto que objeto interno, en tanto que finalidad. No
hay consumo sin producción, no hay producción sin consumo. Esta tesis figura en
la Economía
política bajo formas diversas. 3. La producción no es sólo directamente consumo
ni el consumo directamente producción; la producción no es tampoco sólo medio
para el consumo ni el consumo es objetivo para la producción, en el sentido de
que cada uno de ellos proporciona al otro su objeto: la producción, el objeto
exterior del consumo; el consumo, el objeto conceptual de la producción. Cada
uno de ellos no es sólo inmediatamente el otro, no sólo mediatiza el otro, sino
que crea, realizándose, el otro, se crea en tanto que otro. Es solamente el
consumo que da remate al acto de producción, dando al producto su carácter
acabado de producto, absorbiéndolo, disolviendo su forma material
independiente, elevando al rango de destreza, por necesidad de repetición, la
aptitud desarrollada en el primer acto de la producción; no es por tanto sólo
el acto final por el que el producto deviene producto, sino también otro, por
el que el productor deviene productor. De otro lado, la producción produce el
consumo creando el modo de consumo determinado y, después, haciendo aparecer un
incentivo para el consumo, la capacidad de consumir en cuanto necesidad. Esta
última identidad, definida en el párrafo 3, es objeto de numerosos comentarios
en la Economía
política, explicándose como correlación de la demanda y la oferta, de los
objetos y las necesidades, de las necesidades creadas por la sociedad y
naturales. Nada más simple entonces, para un hegeliano, que identificar la
producción con el consumo. Y no lo hacen hombres de letras socialistas (10)
solos, sino también economistas prosaicos, por ejemplo, Say, en la forma
siguiente: cuando un pueblo o bien la humanidad son examinados in abstracto, se
ve que su producción es su consumo. Storch ha mostrado el error de Say: un
pueblo, por ejemplo, no consume su producción enteramente, sino que crea
también medios de producción, capital fijo, etc.
Además,
considerar la sociedad como un sujeto único es considerarla desde un punto de
vista erróneo, especulativo. Con respecto a un sujeto, la producción y el
consumo aparecen como fases de un mismo acto. Aquí importa sólo subrayar lo
siguiente: que la producción y el consumo sean considerados como actividades de
un sujeto o de muchos individuos, ellos aparecerán en todo caso como fases de
un proceso en el que la producción es verdaderamente el punto de partida y por
tanto también el factor predominante. El consumo como menester, como necesidad,
es él mismo un factor interno de la actividad productiva; pero esta última es
el punto de partida de la realización y por tanto también su factor
predominante, el acto en que se opera de nuevo todo el proceso. El individuo
produce un objeto y al consumirlo vuelve a sí mismo, pero lo hace en tanto que
individuo productivo y que se reproduce a sí mismo. De este modo, el consumo
aparece como fase de la producción. Pero, en la sociedad, la relación entre el
productor y el producto, desde que éste ha sido acabado, es una relación extrínseca,
y el retorno del producto al sujeto depende de sus relaciones con otros
individuos. El producto no viene inmediatamente a ser su posesión. De análogo
modo, la apropiación inmediata del producto no es el fin que se propone el
productor si produce en la sociedad. Entre el productor y los productos
interviene la distribución, que por las leyes sociales determina la parte que
le corresponde en el mundo de los productos y se emplaza así entre la
producción y el consumo. Entonces, ¿es la distribución una esfera autónoma, al
lado y fuera de la producción?
Producción y distribución
Lo
que salta a la vista ante todo cuando se examinan los tratados ordinarios de
Economía política es que todas las categorías se dan allí bajo una forma doble.
Por ejemplo, en la distribución figuran: renta del suelo, salario, interés y
beneficio, mientras que en la producción, la tierra, el trabajo y el capital
figuran como agentes de la misma. En cuanto al capital, está claro desde el
primer momento que se presenta bajo dos formas: 1) como agente de producción y
2) como fuente de ingresos; como forma de producción determinante y
determinada. Por consiguiente, el interés y el beneficio figuran también como
tales en la producción, en la medida en que ellos son formas bajo las cuales
aumenta, se acrecienta el capital y, en consecuencia, factores de su producción
misma. Interés y beneficio, en tanto que formas de distribución, presuponen el
capital como agente de la producción. Son modos de distribución que tienen por
premisa el capital como agente de la producción. Son igualmente modos de
reproducción del capital. El salario representa asimismo el trabajo asalariado,
examinado bajo una rúbrica distinta: el carácter determinado de agente de
producción que posee aquí el trabajo aparece allí como determinación de la
distribución. Si el trabajo no estuviera definido como trabajo asalariado, su
modo de participación en los productos no aparecería bajo la forma de salario,
como ocurrió, por ejemplo, en la esclavitud. Finalmente, la renta del suelo -si
tomamos ahora mismo la forma de distribución más desarrollada en la que la
propiedad agraria toma parte en el producto- presupone la gran propiedad
agraria (hablando estrictamente, la gran agricultura) como agente de
producción, y no la tierra como tal, del mismo nodo que el salario no presupone
como premisa el trabajo propiamente dicho. Las relaciones y los modos de
distribución aparecen, pues, como el reverso de los agentes de producción. Un
individuo que participa en la producción bajo la forma de trabajo asalariado,
participa en los productos, resultados de la producción, bajo la forma de
salario. La estructura de la distribución está enteramente determinada por la
de la producción.
La
distribución es ella misma un producto de la producción no sólo en lo que atañe
al objeto -porque únicamente pueden ser distribuidos los resultados de la
producción-, sino también en cuanto a la forma, puesto que el modo preciso de
participación en la producción determina las formas de producción particulares,
bajo las cuales los hombres participan en la distribución. Es completamente
ilusorio hablar de tierra cuando se trata de la producción, de renta del suelo
en el contexto de la distribución, etc. Economistas como Ricardo, a los que se
ha acusado más que a otros de prestar atención exclusivamente a la producción,
han definido por tanto la distribución como el único objeto de la Economía política, porque
consideraban instintivamente las formas de distribución como expresión más
precisa en que los agentes de producción se fijan en una sociedad dada. Con
respecto al individuo singular, la distribución aparece naturalmente como una
ley social que condiciona su posición dentro de la producción en el marco de la
cual él mismo produce; la distribución precede por tanto a la producción. El
individuo no tiene originariamente capital ni propiedad agraria. Desde su
nacimiento está reducido al trabajo asalariado por la distribución social. Pero
esta predestinación es a su vez el resultado de que el capital y la propiedad agraria
existen como agentes de producción independientes. Si se examinan sociedades
enteras, la distribución, tomada en otro aspecto más, parece preceder a la
producción y determinarla; por decirlo así, como un hecho preeconómico. Un
pueblo conquistador reparte la tierra entre los participantes en la conquista,
imponiendo así cierta repartición de la propiedad agraria y cierta forma de
ésta, y con ello determina también la producción. O convierte a los vencidos en
esclavos y de este modo hace del trabajo de los esclavos la base de la
producción. O bien un pueblo divide por vía de la revolución la gran propiedad
agraria en parcelas e imprime así por esta distribución nueva un nuevo carácter
a la producción. O bien, en fin, la legislación perpetúa la propiedad agraria
en ciertas familias, o hace del trabajo un privilegio hereditario,
consolidándolo así con un carácter de casta.
En
todos estos casos, y todos son históricos, parece que no es la producción la
que organiza y determina la distribución, sino la distribución organiza y
determina la producción. La distribución en su interpretación más superficial
aparece como distribución de productos y, por tanto, como muy alejada de la
producción y supuestamente independiente de ésta. Pero antes de ser distribución
de productos, ella es 1) distribución de los instrumentos de producción y 2)
determinándose de otra manera la misma relación, distribución de los miembros
de la sociedad entre los diferentes géneros de producción (subordinación de los
individuos a relaciones de producción determinadas). La distribución de
productos no es manifiestamente sino el resultado de esa distribución, que se
incluye en la producción misma y determina su estructura. Examinar la
producción sin tener en cuenta esa distribución, incluida en ella, es
manifiestamente una abstracción huera; por el contrario, la distribución de
productos está automáticamente implicada por esa distribución, que constituye
de origen un factor de la producción. Ricardo, economista de la producción par
excellence, que tuvo por objeto comprender la producción, moderna en su
estructura social determinada, afirma por esta razón que el verdadero sujeto de
la Economía
política contemporánea no es la producción sino la distribución. De donde la
estrechez extrema de los economistas que presentan la producción como una
verdad eterna, relegando la historia al dominio de la distribución. La cuestión
de saber cuál es la relación existente entre la distribución y la producción
que la determina se refiere. Obviamente a la producción misma. Si se dijera que
entonces, puesto que la producción tiene necesariamente su punto de partida en
cierta distribución de los instrumentos de producción, la distribución precede,
en este sentido por lo menos, a la producción y forma su premisa, la respuesta
debería ser como sigue: la producción tiene, en efecto, condiciones y premisas
propias, que constituyen sus factores. Estos últimos pueden aparecer al
principio como desarrollados naturalmente.
El
mismo proceso de producción transforma esos factores desarrollados por la vía
natural en factores históricos, y si ellos aparecen para un período como
premisas naturales de la producción, para otro fueron su resultado histórico.
Ellos experimentan cambios continuos en el curso de la producción. Por ejemplo,
el empleo de máquinas provocó cambios en la distribución tanto de los
instrumentos de producción como de los productos. La gran propiedad agraria
moderna es asimismo el resultado del comercio y la industria modernos y, a la
vez, de la aplicación de esta última a la agricultura. Las cuestiones arriba
mencionadas se reducen en última instancia a la de saber cómo las condiciones
históricas generales intervienen en la producción y cuál es la relación entre
esta última y el desarrollo histórico en general. Esta cuestión se refiere
evidentemente al examen y análisis de la producción. Sin embargo, bajo la forma
trivial en que han sido planteadas más arriba, dichas cuestiones pueden tener
una respuesta igualmente concisa. Toda conquista encierra tres posibilidades.
El pueblo conquistador impone su propio modo de producción al pueblo
conquistado (así hicieron, por ejemplo, los ingleses en Irlanda durante este
siglo, y hasta cierto grado en la
India ); o deja subsistir el modo de producción antiguo,
contentándose con cobrar un tributo (por ejemplo, los turcos y los romanos); o
bien se produce una acción recíproca que da lugar a algo nuevo, a una síntesis
(así ocurrió parcialmente como resultado de las conquistas germánicas). En
todos los casos, el modo de producción, sea el del pueblo conquistador o del
pueblo conquistado, o bien el derivado de la fusión de los dos precedentes,
determina la nueva distribución que aparece. Aunque ésta se presenta como
condición previa del nuevo período de producción, ella es a su vez un producto
de la producción, no solamente de la producción histórica en general, sino de
tal o cual producción histórica determinada. Los mongoles, por ejemplo, al
devastar repetidamente Rusia, actuaron conforme a su modo de producción basado
en la ganadería de pastoreo, que exigía como condición principal grandes
espacios inhabitados. Los bárbaros germánicos, cuyo modo de producción habitual
era el cultivo de la tierra con ayuda de los siervos y que vivían aislados en
el campo, pudieron someter las provincias romanas a estas condiciones con tanta
mayor facilidad por cuanto la concentración de la propiedad agraria allí
operada había trastornado ya por completo las relaciones agrícolas anteriores.
Se imagina tradicionalmente que en ciertos períodos se vivió únicamente de
saqueo.
Pero,
para poder saquear debe existir algo susceptible de ser saqueado, y esto
implica una producción. El modo de saqueo lo determina a su vez el mismo modo
de producción. Por ejemplo, una stock-jobbing nation (11) no puede ser saqueada
de la misma manera como una nación de pastores. En la persona del esclavo, es
robado directamente el instrumento de producción. Pero entonces la estructura
de la producción en el país adonde se lo lleva debe admitir el trabajo de
esclavo, o (como en América del Sur, etc.) es preciso crear un modo de
producción conforme a la esclavitud. Algunas leyes pueden perpetuar un
instrumento de producción, por ejemplo la tierra, en ciertas familias, pero
adquieren una significación económica únicamente cuando la gran propiedad
agraria está en armonía con la producción social, como en Inglaterra, por
ejemplo. En Francia se practicó la pequeña agricultura pese a la existencia de
la gran propiedad agraria, por lo que esta última fue destruida por la
revolución. ¿Y lo de perpetuar la parcelación, mediante leyes, por ejemplo? A
pesar de estas leyes, la propiedad vuelve a concentrarse. La influencia
ejercida por las leyes sobre el mantenimiento de las relaciones de distribución
y el efecto que tienen aquéllas para la producción deben determinarse aparte.
Finalmente, cambio y circulación
La
circulación misma es tan sólo una fase determinada del cambio, o bien el cambio
examinado en su conjunto. Por cuanto el cambio es simplemente un factor que
sirve de intermediario entre la producción y la distribución por ella
determinada, de un lado, y el consumo, del otro; por cuanto el consumo mismo
aparece como un factor de la producción, el cambio está obviamente incluido a
su vez en la producción como uno de sus aspectos. En primer lugar, está claro
que el intercambio de actividades y de capacidades que se efectúa en la
producción forma parte directamente de ella y es su elemento esencial. En
segundo lugar, cabe decir lo mismo acerca del intercambio de productos, en la
medida en que este intercambio es un medio para obtener el producto acabado
destinado al consumo inmediato. En este caso, el intercambio es un acto
incluido en la producción. En tercer lugar, el llamado cambio entre hombres de
negocios (12), en el plano de la organización está determinado enteramente por
la producción y es a la vez actividad productiva. El cambio aparece como
independiente de la producción e indiferente ante ella sólo en la última fase,
donde el producto es cambiado inmediatamente para ser consumido. Pero, 1) no
hay cambio sin división del trabajo, sea esta última natural o proveniente ya
del proceso histórico; 2) el cambio privado supone la producción privada; 3) la
intensidad del cambio, su extensión y su modo de ser están determinados por el
desarrollo y la estructura de la producción. Por ejemplo, cambio entre la
ciudad y la aldea; cambio en el campo, en la ciudad, etc. Así pues, el cambio
en todos sus aspectos aparece como directamente comprendido en la producción o
determinado por ella. El resultado a que llegamos no es que la producción, la
distribución, el cambio y el consumo son idénticos, sino que ellos son
elementos de un todo único, diferencias dentro de una unidad. La producción
domina sobre sí misma, en su determinación antitética respecto a otros
factores, como asimismo sobre estos últimos.
A
partir de ella recomienza siempre sin cesar el proceso. De su peso se cae que
el cambio y el consumo no pueden ser elementos decisivos. Esto se refiere
también a la distribución en tanto que distribución de productos. Pero en
calidad de distribución de agentes de producción, ella es un factor de la
producción. Una producción determinada determina, pues, un consumo, una
distribución y un cambio determinados, así como las relaciones recíprocas determinadas
de estos diferentes factores. Desde luego que también la producción, en su
forma unilateral, está a su vez determinada por los otros factores. Así, cuando
el mercado, o sea la esfera del intercambio, se extiende, el volumen de la
producción aumenta y se opera en ella una división más profunda. Al
transformarse la distribución se transforma también la producción, por ejemplo,
cuando hay una concentración del capital, se altera la distribución de la
población en la ciudad y el campo, etc. Finalmente, la producción está
determinada por las demandas de consumo. Hay una interacción entre los
diferentes factores. Esto es propio de toda entidad orgánica.
EL MÉTODO DE LA ECONOMÍA POLÍTICA
Cuando
examinamos un país dado desde el punto de vista de la Economía política,
empezamos por su población, la división de ésta en clases, su distribución en
las ciudades, en el campo y al borde del mar, las diferentes ramas de
producción, la exportación e importación, la producción y el consumo anuales,
los precios de las mercancías, etc. Parece ser apropiado comenzar por lo real y
concreto, por las premisas efectivas, o sea, en la Economía política,
verbigracia, por la población, que es la base y el sujeto de todo el proceso
social de producción. Un examen más detenido muestra, sin embargo, que esto es
erróneo. La población es una abstracción si, por ejemplo, se desatienden las
clases que la componen. Estas clases son a su vez una palabra huera si se
ignoran los elementos en que ellas se asientan, por ejemplo, el trabajo asalariado,
el capital, etc. Estos últimos presuponen el cambio, la división del trabajo,
los precios, etc. El capital, por ejemplo, no es nada sin el trabajo
asalariado, sin el valor, el dinero, el precio, etc. De este modo, el que
empezara por la población tendría una representación caótica del todo y, por
medio de definiciones más detalladas, del análisis, llegaría a conceptos cada
vez más sencillos; pasaría de lo concreto figurado a abstracciones cada vez más
tenues, hasta alcanzar las definiciones más simples. Desde allí debería
emprender el camino de regreso, hasta llegar en fin de nuevo a la población,
pero ésta no sería ya una representación caótica de un todo, sino un rico
conjunto de muchas definiciones y relaciones. El primer camino es el tomado históricamente
por la Economía
política en sus albores. Los economistas del siglo XVII, por ejemplo, empiezan
siempre por un todo vivo, por la población, la nación, el Estado, varios
Estados, etc., pero acaban siempre por destacar mediante el análisis algunas
relaciones generales abstractas determinantes, tales como la división del
trabajo, el dinero, el valor, etc. Tan pronto como estos factores sueltos
fueron más o menos fijados y abstraídos, aparecieron sistemas económicos que de
las nociones más simples -trabajo, división del trabajo, necesidad, valor de
cambio, etc.- ascendieron al Estado, a los cambios entre naciones y al mercado
mundial.
Este
último método es evidentemente el método científico correcto. Lo concreto es
concreto por ser la síntesis de muchas definiciones, o sea, la unidad de
aspectos múltiples. Aparece por tanto en el pensamiento como proceso de
síntesis, como resultado y no punto de partida, aunque es el verdadero punto de
partida y también, por consiguiente, el punto de partida de la contemplación y
representación. El primer procedimiento ha reducido la representación plena a
definiciones abstractas; con el segundo, las definiciones abstractas conducen a
la representación de lo concreto por medio del pensamiento. Hegel se cayó por
tanto en la ilusión de concebir lo real como el resultado del pensamiento,
causando éste su propia síntesis, su propia profundización y su propio
movimiento, mientras que el método consistente en ascender de lo abstracto a lo
concreto es tan sólo, para el pensamiento, la manera de asimilar lo concreto,
de reproducirlo como categoría mental concreta. Pero esto no es en modo alguno
el proceso de génesis de lo concreto como tal. Por ejemplo, la categoría
económica más simple, digamos el valor de cambio, presupone la existencia de la
población, de una población que produce en condiciones determinadas; presupone
también cierto género de familia, de comunidad o de Estado, etc. El valor de
cambio no puede nunca existir sino bajo la forma de relación unilateral y abstracta
de un todo concreto, vivo, ya dado. Como categoría, por el contrario, el valor
de cambio lleva una existencia antediluviana. Así pues, para una conciencia
como es la filosófica, que identifica el pensamiento que concibe con el hombre
real y considera como mundo real únicamente el que ha sido concebido una vez,
el movimiento de categorías aparece como el acto de producción real (al que se
da, lamentablemente, cierto impulso desde fuera), cuyo resultado es el mundo; y
esto -pero aquí nos encontramos de nuevo con una tautología- es exacto en la
medida en que la totalidad concreta en tanto que totalidad mental, en tanto que
representación mental de lo concreto, es de hecho un producto del pensamiento,
de la comprensión; al contrario, no es en modo alguno un producto del concepto
que engendre a sí mismo y piense fuera o por encima de la contemplación y de la
representación, sino el resultado de la elaboración de conceptos a partir de la
contemplación y representación.
El
todo, tal como aparece en la mente como una entidad conceptual, es un producto
del cerebro pensante, que asimila el mundo de la única manera que le es
posible, de una manera que difiere de la asimilación de este mundo por el arte,
la religión, el espíritu práctico. El sujeto real subsiste siempre en su
independencia fuera del intelecto, mientras éste tiene una actitud puramente
especulativa, puramente teórica. Por consiguiente, también cuando se emplea el
método teórico, el sujeto, la sociedad, debe presentarse constantemente a la
mente como condición previa. Pero, ¿acaso no tienen también estas categorías
simples una existencia independiente, de carácter histórico o natural, anterior
a la de categorías más concretas? (Ça dépend-13- ). Hegel, por ejemplo, tiene
razón al empezar la filosofía del Derecho por la posesión, constituyendo ésta
la relación jurídica más simple del sujeto. Pero ninguna posesión existe antes
de la familia, o de las relaciones de dominio y sumisión, que son relaciones
mucho más concretas. Al contrario, sería justo decir que existen familias y
gens enteras que todavía sólo tienen posesión y no propiedad. Así pues, una
categoría más simple, en comparación con la propiedad, aparece como una
relación de las comunidades simples familiares o gentilicias. En la sociedad
que ha alcanzado una fase superior, ella se presenta como una relación más
simple de un organismo más desarrollado. Pero se presupone siempre el sustrato
concreto que se expresa por una relación de posesión. Se puede imaginarse a un
salvaje individual que posea. Pero la posesión no constituye entonces una
relación jurídica. No es justo que en el curso del desarrollo histórico, la
posesión da lugar a la familia. A1 contrario, la posesión presupone siempre la
existencia de esa "categoría jurídica más concreta". Sin embargo,
queda en pie que las categorías simples son la expresión de relaciones en las
que circunstancias concretas menos desarrolladas pudieron haberse realizado sin
establecer aún una conexión o una relación más compleja expresada mentalmente
en una categoría más concreta; por otra parte, circunstancias concretas más
desarrolladas dejan subsistir una categoría más simple como una relación
subordinada. El dinero puede existir y existió en el curso de la historia antes
del capital, de los bancos, del trabajo asalariado, etc.
Cabe
decir por tanto, en este aspecto, que una categoría más simple puede expresar
las relaciones dominantes de un todo menos desarrollado o las relaciones
subordinadas de un todo más desarrollado, relaciones que existieron ya
históricamente antes de que el todo se desarrollara en el sentido que encuentra
su expresión en una categoría más concreta. En la medida de lo dicho, la marcha
del pensamiento abstracto, que se eleva de lo más simple a lo complejo,
corresponde al proceso histórico real. Por otra parte, se puede decir que hay
formaciones sociales muy desarrolladas que, sin embargo, no han alcanzado
históricamente el suficiente grado de madurez, donde tienen lugar algunas de
las formas de economía más adelantadas como, por ejemplo, las cooperativas, una
división del trabajo desarrollada, etc., pero no existe ninguna especie de
dinero, por ejemplo, el Perú (14). En las comunidades eslavas, asimismo, el
dinero y el cambio que lo condiciona tienen poca importancia o ninguna dentro
de cada comunidad, pero se emplean en sus fronteras, en su tráfico con otras
comunidades; es erróneo, en general, admitir que el intercambio dentro de la
comunidad es un elemento constituyente original. Al principio, por el
contrario, el cambio aparece en las relaciones entre las diversas comunidades
más a menudo que en las mantenidas entre los miembros de la misma comunidad.
Más aún, bien que el dinero empieza a desempeñar un papel notable muy temprano
y en múltiples aspectos, su función de factor dominante en la antigüedad sólo
se extiende a las naciones desarrolladas unilateralmente, naciones mercantes.
Incluso entre los griegos y los romanos, en la antigüedad más cultivada, el
dinero alcanza su desarrollo pleno, premisa de la sociedad burguesa moderna,
sólo en el período de su desintegración. Así pues, esta categoría muy simple
aparece históricamente con todo su vigor sólo en los estados más desarrollados
de la sociedad. Y no penetra por cierto en todas las relaciones económicas. En
el Imperio Romano, por ejemplo, siguieron siendo la base el impuesto en especie
y las prestaciones. El sistema monetario estuvo completamente desarrollado
allí, hablando en propiedad, solamente en el ejército, y nunca abarcó la
totalidad del trabajo.
Así
pues, aunque, históricamente, una categoría más simple pudo haber existido
antes de otra más concreta, su desarrollo completo -intensivo y extensivo-
puede alcanzarse precisamente en una formación social compleja, mientras que
una categoría más concreta se encontraba desarrollada más completamente en una
formación social más primitiva. El trabajo parece ser una categoría muy simple.
La idea del trabajo en esta forma universal -como trabajo en general- es
asimismo una de las más antiguas. Sin embargo, el "trabajo",
examinado desde el punto de vista económico bajo esta forma simple, es una
categoría tan moderna como las relaciones que engendran dicha abstracción
simple. El sistema monetario, por ejemplo, asienta todavía de una manera
completamente objetiva, como una cosa fuera de sí, la riqueza en el dinero. En
comparación con este punto de vista, se alcanzó un gran progreso cuando el
sistema manufacturero o comercial dejó de ver la fuente de la riqueza en el
objeto para asociarla a la actividad subjetiva -el trabajo comercial y
manufacturero-, pero esa actividad misma seguía siendo concebida todavía bajo
la forma limitada de productora de dinero. Frente a ese sistema, el de los
fisiócratas admite que una forma determinada de trabajo -la agricultura- crea
la riqueza, y no ve ya el objeto mismo bajo la forma disfrazada del dinero,
sino como producto en general, como resultado universal del trabajo. En
consonancia con el carácter limitado de la actividad, este producto continúa
siendo todavía un producto determinado por la naturaleza, producto de la
agricultura, producto de la tierra par excellence. Adam Smith logró un progreso
inmenso al rechazar toda determinación particular de la actividad que crea la
riqueza; no examinó sino el trabajo como tal, es decir, ni el manufacturero, ni
el comercial, ni el agrícola, sino todos esos tipos de trabajo. El carácter
general abstracto de la actividad creadora de riqueza implica el mismo carácter
del objeto determinado como riqueza; es el producto como tal, o bien una vez
más el trabajo como tal, pero trabajo pasado, materializado.
El
ejemplo de Adam Smith, que recae de vez en cuando en el sistema de los
fisiócratas, muestra cuán difícil e importante fue esa transición. Podría
parecerse que de este modo se encontró meramente la expresión abstracta de la
relación más simple y más antigua que se establece entre los hombres como
productores, sea cual fuere la forma de sociedad. Esto es justo en un aspecto.
En otro, no. La indiferencia ante un tipo de trabajo determinado presupone un
conjunto muy desarrollado de tipos de trabajo efectivos, ninguno de los cuales
continúa siendo absolutamente predominante. Así, las abstracciones más
generales surgen en su conjunto sólo con el desarrollo concreto más rico, donde
una cualidad específica aparece como común a muchos o común a todos. Entonces
deja de ser percibida únicamente en una forma particular. Por otra parte, esta
abstracción del trabajo en general no es sólo el resultado Carlos Marx,
Contribución a la crítica de la economía política 149 conceptual de un conjunto
concreto de tipos de trabajo. La indiferencia ante un trabajo determinado
corresponde a una forma de sociedad en la que los individuos pasan fácilmente
de un trabajo a otro y donde el tipo concreto de trabajo es para ellos fortuito
y por tanto indiferente. El trabajo ha pasado a ser allí, no sólo como
categoría sino en realidad, un medio de crear la riqueza en general, dejando de
estar ligado como atributo a un individuo particular. Ese estado de cosas ha
alcanzado el nivel de desarrollo más alto en los Estados Unidos, la forma más
moderna de sociedad burguesa. Así pues, es tan sólo allí donde la abstracción
de la categoría "trabajo", "trabajo en general",
"trabajo sans phrase" (15), el punto de partida de la economía
moderna, llega a ser una verdad práctica. De este modo, la abstracción más
simple, que la Economía
política moderna destaca a primer plano y que expresa una relación muy antigua
y válida para todas las formaciones sociales, aparece, sin embargo, bajo dicha
forma abstracta como verdad práctica sólo en cuanto categoría de la sociedad
más moderna. Se podría decir que esta indiferencia ante un tipo de trabajo
determinado, que se presenta en los Estados Unidos como producto histórico,
aparece entre los rusos, por ejemplo, como una predisposición natural.
Pero,
en primer lugar, existe una diferencia enorme entre bárbaros, cuya
predisposición hace posible emplearlos en todas las tareas, y hombres
civilizados, quienes se adaptan a toda tarea ellos mismos. Además, entre los
rusos, a esa indiferencia ante un trabajo determinado le corresponde en la
práctica su sujeción tradicional a un trabajo bien determinado, del que sólo
pueden separarse como resultado de influencias exteriores. Este ejemplo del
trabajo muestra de manera convincente que incluso las categorías más
abstractas, a pesar de su validez -precisamente en virtud de su naturaleza
abstracta para todas las épocas, son igualmente, en la forma específica de
dicha abstracción, un producto de condiciones históricas y quedan plenamente
válidas sólo para esas condiciones y dentro de sus límites. La sociedad
burguesa es la organización histórica más desarrollada y compleja de la
producción. Por ello, las categorías que expresan las relaciones de esta
sociedad y permiten comprender su estructura permiten también al propio tiempo
darse cuenta de la estructura y las relaciones de producción de todas las
formaciones sociales desaparecidas cuyos despojos y elementos sirvieron para
edificarla. Algunos de esos vestigios no superados continúan subsistiendo
dentro de la sociedad burguesa; otros, que anteriormente existieron sólo en
forma rudimentaria, se han desarrollado, alcanzando toda su significación, etc.
La anatomía del hombre es la clave de la anatomía del mono. En las especies
animales inferiores, rudimentos de una forma superior pueden comprenderse sólo
cuando esa forma se conoce ya. Así pues, la economía burguesa nos da la clave
de la economía antigua, etc. Pero en ningún caso al modo de los economistas que
borran todas las diferencias históricas y ven en todas las formaciones sociales
únicamente las formas burguesas. Es posible comprender el tributo, el diezmo,
etc., cuando se conoce la renta del suelo, pero no se puede considerarlos como
idénticos.
Por
cuanto, además, la sociedad burguesa no es sino una forma antagónica de
desarrollo, por la misma razón las relaciones pertenecientes a las formas [de
sociedad] anteriores pueden encontrarse en ella a menudo sólo como enteramente
enflaquecidas o incluso travestidas. Por ejemplo, la propiedad comunal. De modo
que si es justo que las categorías de la economía burguesa poseen cierta verdad
válida para todas las otras formaciones sociales, esto puede admitirse sólo cum
grano salís (16), pues pueden contenerlas en una forma desarrollada,
enflaquecida, caricaturizada, etc., pero siempre con una diferencia sustancial.
Lo que se llama desarrollo histórico descansa, en general, sobre el hecho de
que la última forma considera las anteriores como fases de su propio desarrollo
y las concibe de manera unilateral, porque es capaz de adoptar una actitud
crítica hacia sí misma sólo rara vez y en condiciones bien determinadas; aquí
no se trata, claro está, de los períodos históricos que ellos mismos consideran
como períodos de decadencia. La religión cristiana fue capaz de contribuir a
una comprensión objetiva de las mitologías anteriores sólo cuando estaba
preparada ya hasta cierto grado -por decirlo así, en potencia- su propia
crítica. Análogamente, la
Economía política burguesa no llegó a comprender las
economías feudal, antigua y oriental hasta que comenzara la autocrítica de la
sociedad burguesa. En la medida en que la Economía política burguesa no se identifica
simplemente con el pasado al modo mitológico, la crítica que hace a las
formaciones sociales anteriores -en especial al feudalismo, contra el cual
todavía tuvo que luchar directamente- se parecía a la crítica del paganismo por
el cristianismo o del catolicismo por el protestantismo. Como en toda ciencia
histórica o social en general, se debe siempre tener presente, por lo que
respecta al desarrollo de las categorías económicas, que el sujeto, aquí la
sociedad burguesa moderna, está dado, tanto en la realidad como en el cerebro;
que las categorías expresan por tanto formas de existencia, condiciones de
existencia determinadas, con frecuencia únicamente aspectos particulares de
esta sociedad determinada, de este sujeto, y que, por consiguiente, desde el
punto de vista científico también, esta sociedad no comienza en modo alguno
sólo a partir del momento en que se trata de ella como tal.
Es
preciso retener esta consideración, ya que ella proporciona en el acto
indicaciones decisivas para disponer el material. Por ejemplo, nada es más
natural, al parecer, que empezar por la renta del suelo, por la propiedad
agraria, ya que ella está ligada a la tierra, fuente de toda producción y de
toda existencia, y a la agricultura, primera forma de producción de toda
sociedad llegada a ser más o menos estable. Pero nada sería más erróneo. En
cada formación social hay una rama de producción particular que determina la
posición y la importancia de todas las demás y las relaciones propias de
aquélla determinan asimismo todas las demás relaciones. Es como un alumbrado
general que abarca todos los colores, modificando sus tonalidades particulares.
Es como un éter particular que determina el peso específico de cuanto contiene.
Tomemos, por ejemplo, a los pueblos dedicados al pastoreo. (Los pueblos que
viven exclusivamente de caza y de pesca se encuentran detrás del punto donde
comienza el verdadero desarrollo.) Entre ellos aparece esporádicamente cierta
forma de agricultura, que determina la propiedad agraria. Es una propiedad
colectiva y conserva más o menos esta forma según que dichos pueblos queden más
o menos apegados a su tradición; v. gr., la propiedad comunal de los eslavos.
Entre los pueblos con una agricultura firmemente asentada –este asentamiento
constituye ya un progreso importante-, donde el cultivo de los campos
predomina, como en las sociedades antigua y feudal, la industria misma, su
organización y las formas de propiedad que le corresponden tienen más o menos
el carácter de propiedad agraria. O la industria depende completamente de la
agricultura, como entre los antiguos romanos, o bien, como en la Edad Media , ella imita
en las ciudades y en las relaciones de éstas la organización rural. En el
medievo, incluso el capital -en la medida en que no se trata del capital
puramente monetario- tiene, bajo la forma de herramientas de oficio
tradicionales, etc., ese carácter de propiedad territorial. En la sociedad
burguesa, todo lo contrario. La agricultura se convierte cada vez más en una de
las ramas industriales y está dominada completamente por el capital. Lo mismo
ocurre con la renta del suelo.
En
todas las formaciones sociales donde domina la propiedad agraria, quedan
preponderantes las relaciones naturales. Y en las formas de sociedad donde
domina el capital, prevalece el elemento social creado en el curso de la
historia. Es imposible comprender la renta del suelo sin el capital, pero se
puede comprender el capital sin la renta del suelo. El capital es la fuerza
económica de la sociedad burguesa que lo domina todo, constituye necesariamente
el punto de partida y el punto final, y debe ser analizado antes de la
propiedad agraria. Después de estudiarlos por separado, es preciso examinar su
relación mutua. Sería por tanto imposible y erróneo presentar las categorías
económicas sucesivamente, conforme al orden en que ellas desempeñaron el papel
dominante en la historia. A1 contrario, su orden de sucesión lo determina su
relación mutua en la sociedad burguesa moderna, y esta relación es directamente
contraria a lo que parece ser natural o corresponde al orden de sucesión en el
curso del desarrollo histórico. No se trata de la posición que las relaciones
económicas ocupan históricamente en la sucesión de las diferentes formas de
sociedad. Y menos aún de su orden de sucesión "en la idea" (Proudhon)
(concepción nebulosa del proceso histórico). Se trata de su posición en el
marco de la sociedad burguesa moderna. El estado de pureza (determinación
abstracta) en que aparecen en el mundo antiguo los pueblos mercantes -fenicios,
cartagineses- lo condiciona la predominancia de los pueblos agricultores. El
capital en tanto que capital comercial o capital monetario aparece precisamente
bajo esta forma abstracta allí donde no ha pasado todavía a ser el elemento
dominante en la sociedad. Los lombardos y los judíos ocupan la misma posición
con respecto a las sociedades agrarias medievales. Otro ejemplo de diferencia
de los lugares ocupados por las mismas categorías en distintas fases de la
sociedad son las joint-stock companies (17), una de las últimas formas de la
sociedad burguesa, que también en la fase inicial de esta última aparecen en
forma de grandes compañías comerciales privilegiadas con derechos de monopolio.
El
concepto de riqueza nacional se insinúa entre los economistas del siglo XVII
como la noción siguiente (esta noción se mantiene aún en parte entre los del
siglo XVIII): la riqueza se crea solamente para el Estado, y su potencia es
proporcional a ella. Esto fue todavía una manera inconscientemente hipócrita de
anunciar que la riqueza y su producción son el objetivo de los Estados
modernos, considerados entonces únicamente como medio de producir la riqueza.
La disposición del material debe ser evidentemente como sigue: 1. Las
definiciones abstractas generales, convenientes por tanto más o menos a todas
las formas de sociedad, pero en el sentido arriba expuesto. 2. Las categorías
que constituyen la estructura interna de la sociedad burguesa y sobre las que
descansan las clases fundamentales. Capital, trabajo asalariado, propiedad
agraria. Sus relaciones mutuas. Ciudad y aldea. Las tres grandes clases
sociales. Cambio entre ellas. Circulación. Crédito (privado). 3. Concentración
de la sociedad burguesa bajo la forma del Estado. Análisis de este último en su
relación consigo mismo. Las clases "improductivas". Impuestos. Deuda
pública. Crédito público. La población. Las colonias. Emigración. 4. Las relaciones
internacionales de producción. División internacional del trabajo. Intercambio
internacional. Exportación e importación. Tipos de cambio. 5. El mercado
mundial y las crisis.
PRODUCCIÓN. MEDIOS DE PRODUCCIÓN Y RELACIONES DE
PRODUCCIÓN. RELACIONES DE PRODUCCIÓN Y RELACIONES DE COMUNICACIÓN. FORMAS DEL
ESTADO Y DE LA
CONCIENCIA CON RESPECTO A LAS CONDICIONES DE PRODUCCIÓN Y DE
COMUNICACIÓN. RELACIONES JURÍDICAS. RELACIONES FAMILIARES
Nota
bene en lo que atañe a los puntos que deben mencionarse aquí y no ser
olvidados: 1. La guerra alcanzó formas desarrolladas antes que la paz; el modo
de que por efecto de la guerra y en los ejércitos, etc., ciertas relaciones
económicas, como el trabajo asalariado, el empleo de la maquinaria, etc., se
han desarrollado antes que en la sociedad civil. La relación entre la fuerza
productiva y las condiciones de comunicación es también particularmente
manifiesta en el ejército. 2. Relación entre la historiografía idealista antes
existente y la historiografía realista. En particular, lo que se conoce corno
historia de la civilización, historia que trata exclusivamente de la religión y
de los Estados. (En esta ocasión se podría también hablar de varios métodos de
historiografía existentes hasta ahora. El sedicente método objetivo. El
subjetivo (moral, etc.). El filosófico.) 3. Fenómenos secundarios y terciarios;
en general, relaciones de producción derivadas, transferidas, no primarias.
Entran en juego aquí las relaciones internacionales. 4. Reproches a propósito
del materialismo de esta concepción. Relación con el materialismo naturalista.
5. Dialéctica de los conceptos de fuerza productiva (medios de producción) y
relaciones de producción, dialéctica cuyos límites están por determinar y que
no suprime la diferencia real. 6. La relación desigual entre el desarrollo de
la producción material y el de la producción artística, por ejemplo. En
general, no tomar el concepto de progreso en la forma abstracta habitual. Arte
moderno, etc. Esta desproporción no es tan importante ni tan difícil para
captar como la que se produce en las relaciones sociales prácticas. Por
ejemplo, en la educación. Los Estados Unidos con respecto a Europa. Pero la
verdadera dificultad que se debe discutir aquí es la siguiente: de qué manera
las relaciones de producción como relaciones jurídicas toman parte en ese
desarrollo desigual. Así, por ejemplo, la relación entre el Derecho privado
romano (esto se refiere en grado menor al Derecho penal y al público [en
general]) y la producción moderna. 7. Esta concepción (18) aparece como un
desarrollo necesario. Pero justificación de la casualidad. ¿Cómo? (La libertad,
etc., también.) (Influencia de los medios de comunicación. La historia
universal no ha existido siempre; la historia como historia universal es un
resultado.) 8.
El
punto de partida está naturalmente en las determinaciones naturales. Subjetiva
y objetivamente. Tribus, razas, etc. En cuanto al arte, se sabe que ciertos
períodos de florecimiento artístico no corresponden en modo alguno al
desarrollo general de la sociedad ni tampoco, por consiguiente, al de su base
material, que es, por decirlo así, el esqueleto de su organización. Por
ejemplo, los griegos comparados con los modernos, o también Shakespeare. Para
algunas formas artísticas -la poesía épica, por ejemplo- se ha reconocido
incluso que ellas ya no pueden nunca producirse en la forma clásica que hace
época en la historia universal, desde que ha comenzado la producción artística
como tal; que, por lo tanto, en la esfera del arte, algunas de sus creaciones
importantes son posibles únicamente en una fase inferior del desarrollo
artístico. Si este es el caso en lo tocante a las relaciones entre los
diferentes géneros artísticos dentro de la esfera del arte mismo, es menos
sorprendente ya que lo dicho se refiera igualmente a la relación en que toda la
esfera artística se encuentra con respecto al desarrollo general de la
sociedad. La dificultad reside sólo en la formulación general de esas
contradicciones. Para explicarlas basta que sean especificadas. Tomemos, por
ejemplo, la relación del arte griego primero, y del arte de Shakespeare
después, con nuestra época. Se sabe que la mitología griega no es tan sólo el
arsenal del arte griego, sino también su base. ¿Acaso el modo de ver la
naturaleza y las relaciones sociales que inspira la imaginación griega y
constituye por tanto el fundamento de la [mitología] griega, es compatible con
las selfactinas, los ferrocarriles, las locomotoras y el telégrafo eléctrico?
¡Qué es Vulcano al lado de Roberts and Co, Júpiter al lado del pararrayos y
Hermes al lado del Crédit mobilier (19)! Toda mitología supera, domina y transforma
las fuerzas de la naturaleza en el campo de la imaginación y por la
imaginación; ella desaparece por tanto cuando dichas fuerzas están dominadas realmente.
¿Qué pasa a ser Fama junto a Printing House Square (20)?
El
arte griego presupone la mitología griega, o sea, la elaboración artística pero
inconsciente de la naturaleza y de las formas sociales mismas por la
imaginación popular. Este es su material. Sin embargo, no se presupone toda
mitología, es decir, toda elaboración artística inconsciente de la naturaleza
(por este término se entiende aquí todo lo objetivo incluyendo por tanto la
sociedad). La mitología egipcia no habría podido nunca proporcionar un terreno
favorable o dar vida al arte griego. Pero una mitología en todo caso. Es decir,
de ninguna manera un desarrollo social que excluya toda actitud mitológica
hacia la naturaleza, toda actitud generadora de mitos, y exija por tanto del
artista una imaginación independiente de la mitología. Por otra parte, ¿es
compatible Aquiles con la pólvora y el plomo? ¿O, en general, la Ilíada con la prensa y,
mejor aún, con la máquina de imprimir? ¿Acaso no es cierto que ante la prensa
tipográfica desaparecen el canto, la narración, la Musa , se desvanecen las
condiciones necesarias para la poesía épica? Pero no es difícil comprender que
el arte griego y la poesía épica guardan relación con ciertas formas de
desarrollo social. La dificultad estriba en el hecho de que ellos nos
proporcionan todavía un placer estético y tienen en cierto aspecto el valor de
norma y de ideal inaccesible. Un hombre no puede volver a ser niño sin caer en
el infantilismo. Pero ¿acaso no le alegra la ingenuidad del niño? ¿Acaso no debe
aspirar a reproducir a un nivel superior la veracidad del niño? ¿Es que en la
naturaleza infantil no revive, en su verdad natural, el carácter de cada época?
¿Por qué la infancia histórica de la humanidad, allí donde alcanzó su forma más
bella, no debe ejercer un encanto eterno como una fase que jamás volverá? Hay
niños mal educados y niños precoces. Muchos pueblos de la antigüedad pertenecen
a esta categoría. Los griegos eran niños normales. El encanto que tiene para
nosotros su arte no está en pugna con el carácter inmaturo de la sociedad en
que se conformó. A1 contrario, ese encanto es un producto suyo y guarda íntima
relación con el hecho de que las condiciones sociales inmaturas que dieron vida
a dicho arte, y fueron las únicas capaces de darle vida, no podrán volver
nunca.
Escrito a fines de agosto de 1857
El original está en alemán
10-Marx entiende aquí por
"hombres de letras socialistas" a socialistas vulgares del tipo de
los "socialistas verdaderos" alemanes -Karl Grün, en particular- y
del socialista pequeñoburgués francés Proudhon.
11-nación de especuladores en la Bolsa.-Ed.
12-Al hablar del "llamado
cambio entre hombres de negocios" ("zwischen dealers und
dealers"), Marx se refería a A. Smith, a su división de la esfera de
circulación en dos sectores diferentes: circulación entre hombres de negocios
exclusivamente y circulación entre éstos y consumidores individuales.
13-Esto depende.-Ed.
14-Marx tomó los datos sobre el
Perú de antes de la conquista española en el libro del historiador norteamericano
Prescott History of the Conquest of Peru, with a Preliminary View of the
Civilisation of the Incas. Fourth ed. In three volumes. London, 1850. Lo que
los incas ignoraban el dinero se señala en la p. 147 del primer tomo.-199
15-sin ambages.-Ed.
16-con un grano de sal.-Ed.
-virtualmente, en potencia.-Ed.
17-sociedades anónimas.-Ed.
18-Marx supone aquí, por lo
visto, la historia así concebida. -Ed.
19-Vulcano (en la Antigua Grecia ,
Hefestes) era dios del fuego y de la forja entre los romanos antiguos, muy
hábil en la confección de artículos metálicos de todo género. El inventor
inglés Richard Roberts presidió desde 1843 la Roberts y Cía., firma de
Manchester que creaba diversas herramientas, máquinas y locomotoras. Roberts
fue uno de los inventores destacados del siglo XIX en el campo de la mecánica;
en particular, inventó la selfactina. Júpiter: dios del cielo entre los romanos
antiguos, que lo identificaban con el dios griego antiguo Zeus. Tenía el
epíteto de tonante, ya que, según las creencias antiguas, rigió todos los
fenómenos celestes, ante todo los rayos y truenos. El dios griego antiguo
Hermes fue considerado como patrón de los comerciantes, dios del comercio y de
la ganancia y gran maestro en picardías. Acerca de Crédit mobilier véase la
nota 20.
20-Fama: nombre romano de Ossa,
diosa griega de las noticias; se asociaba con ella la rápida difusión de
rumores. Printing House Square: pequeña plaza de Londres, sede de la Redacción y la imprenta
del mayor diario inglés The Times; en sentido figurado, esta Redacción y esta
imprenta mismas, célebres a mediados del siglo XIX por la organización perfecta
del periodismo.
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