La reflexión de Edgardo Mocca
El BRICS, la crisis y nuestra moneda nacional
El próximo 10 de junio el BRICS tratará la
admisión de varios países en esa estructura, entre ellos el nuestro. BRICS
significa Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. ¿Tiene alguna
importancia para nosotros el acontecimiento? La idea es intentar el diálogo con
ese interrogante desde nuestra realidad cotidiana y desde una perspectiva
nacional.
La clave política de estos días es, ni más ni menos, que
nuestra moneda, el peso. La corrida cambiaria nos tuvo en vilo a todos. Le dio
a Cristina la oportunidad para volver a colocar en el centro de la cuestión la
más enigmática de las propuestas de los últimos tiempos: aquella en la que
propone un “gran acuerdo” entre todas las fuerzas políticas y sociales (y “mediáticas”
agregó en alguna ocasión) para recuperar nuestra soberanía monetaria y terminar
con la “economía bimonetaria”. Semejante “gran acuerdo” sería un hecho
histórico, lo imposible se haría real. La propuesta se hace, además en los tiempos en
que las fuerzas más poderosas del país se constituyen en un poder paralelo que
tiene su propia justicia y sus propios “fierros” para decidir las disputas
políticas.
La defensa del incumplible acuerdo con el FMI sigue siendo
una bandera de estos grupos de poder. Se entiende perfectamente por su actitud
históricamente seguidista de los deseos y las prácticas de Estados Unidos en su
“patio trasero”. Lo grave, en estos tiempos, es el modo en que las ideas
antiestatistas, antinacionalistas y antisociales han permeado el sentido común
de muchos argentinos y argentinas, perjudicados por la crisis y sus efectos en
los precios y los salarios. Todo un país siguiendo de modo permanente y
angustiado la cotización del dólar: el país es bimonetario, pero la moneda en la que se emiten las
señales centrales del mercado es únicamente el dólar
Volvamos a la propuesta de Cristina de salir del
bimonetarismo sobre la base de un amplio acuerdo nacional. Alrededor de la
defensa del valor del peso podría, en principio, constituirse, efectivamente,
un acuerdo. Si las cosas se quedaran en ese plano no sería una propuesta
“política”: ese acuerdo hay que construirlo. Aunque no fuera un acuerdo “de todos”
podría llegar a ser ampliamente mayoritario: a eso le llamamos de todos cuando
hablamos de política. Sin embargo, cuando pasamos de la
generalidad de lo que consideramos un “gran acuerdo” al contenido concreto de
ese acuerdo, la posibilidad de su realización se hace muchísimo más compleja.
La idea -tradicional en el peronismo y en la izquierda- de movilizar a las
“mayorías” para alcanzar ese acuerdo reemplaza el uso de la palabra mayoría en
clave matemática con el uso de esa palabra en un sentido de construcción, de
acumulación, de potencialidad.
El contenido concreto de esa idea de acuerdo es precisamente
el gran “desacuerdo” que atraviesa el país en los últimos años. Ya no hay
acuerdo general en nada que tenga algún mínimo relieve. Ni el festejo del
título mundial alcanzó esa unanimidad (recordemos el “espanto cívico” que
impulsaron los medios monopólicos de comunicación por el tema de la declaración
del día de regreso de la selección como feriado). La cuestión de la moneda
nacional ha pasado a ocupar el tiempo de muchos millones de argentinos. Y es
así porque la soberanía monetaria no es un atributo caduco e inservible, no es
que no le interesa a nadie. Hoy, se la llame como se la llame, es una cuestión
urgente para la nación. Y el territorio político se ha
cargado con la pregunta sobre el futuro de nuestra patria. Y hoy la cuestión
nacional ha sido colocada como centro de los ataques más aviesos de los grupos
de poder concentrado. “El país es un fracaso. Un retroceso constante. Algo
inviable”. Cuando, como ahora, hay mucha gente que la pasa mal, la idea del
fracaso colectivo es una suerte de recipiente necesario para la angustia
individual que la situación provoca.
La actual crisis tiene un hecho fundante. No es una cadencia
rítmica del país, es un problema estructural y consiste en la dependencia.
Dependencia respecto de Estados Unidos, como antes lo había sido de Gran
Bretaña. Pero es algo más y peor: es una dependencia respecto de los grandes grupos de
timberos financieros globales que han alcanzado un nivel de dominación política
global sin precedentes. El dólar norteamericano fue la
institución que más se fortaleció con el resultado de la segunda guerra
mundial. Pero, además, desde 1971 Estados Unidos decidió que el dólar dejara de
ser convertible en oro. Ese fue un salto en calidad del dominio estadounidense
sobre el resto del mundo. Pero en 1972 Estados Unidos no dominaba en plenitud
al mundo; eso recién lo lograría después de que se desintegrara el bloque que
unía a la entonces Unión Soviética y un conjunto de países del sistema
socialista que constituían el contrapeso global de la potencia del norte.
Desde el comienzo de la década del 90 hasta hoy ha habido
unas cuantas novedades en la configuración global. Acaso el más
importante sea la emergencia de
Todo indica que la pertenencia de Argentina al
BRICS marca la posibilidad de un importante acrecentamiento del margen para las
acciones internacionales del estado argentino. Es un
acuerdo para el ensanchamiento de nuestra soberanía y de nuestras condiciones
en el interior del comercio mundial. Esto es lo que está detrás de la
prepotente exigencia pública de distintos segmentos del gobierno norteamericano
al argentino, incluido el presidente Biden respecto de restringir nuestro
acercamiento comercial con China. Argentina no solamente ensanchará sus
vínculos con China sino que podrá incluir en la agenda del mundo multipolar en
un lugar destacado, la cuestión de los organismos internacionales de crédito.
El principal entre ellos es el FMI que se ha alejado radicalmente de los
principios expresados en su constitución para convertirse en una maquinaria que
fortalece a los grandes grupos financieros y coloca a los países con menos
desarrollo en situaciones de absoluta injusticia e ilegalidad como, según se
está demostrando, el préstamo conferido al país en los tiempos de Macri.
“La verdadera política es la geopolítica” decía Perón.
Solamente desde esa perspectiva puede entenderse nuestros cíclicos
endeudamientos y nuestros cíclicos derrumbes. Vista desde esta perspectiva el
“fin de la economía monetaria” podría interpretarse como una más de las
oportunidades que, en medio de mucho dolor, van surgiendo para recuperar
nuestro lugar en el mundo. Que será con el BRICS, con la
“patria grande” sudamericana y con todos quienes respeten nuestra independencia
y nuestros derechos.
El Destape
30/4/’23
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