La columna de economía de Alfredo Zaiat
A las puertas del infierno de la depresión
Página/12
28/4/024
La economía no está en recesión,
momento que forma parte de tradicionales ciclos económicos, sino en hiperrecesión,
que implica caídas interanuales de dos dígitos en diferentes sectores
productivos y de servicios, con probabilidad de caer en depresión si
no se detiene el derrape con un giro brusco de la política económica.
No se vislumbra una alteración sustancial de
dirección, por lo que se incrementa el riesgo de ingresar en una dimensión
desconocida para una economía que ha padecido muchas crisis de diversa
intensidad en las últimas décadas, pero nunca una con las características
de depresión autoprovocada.
Para superar la recesión o salir de la
hiperrecesión se utilizan conocidas herramientas de política económica
contracíclicas con diferentes niveles de gradualidad.
El escenario de depresión económica exige salir
del libreto tradicional y reclama una intervención del Estado aún más potente
para revertir un cuadro de destrucción generalizada del entramado
productivo, laboral y social.
Están
pavimentando el camino hacia el abismo
Para identificar alguna referencia de lo que
implica una depresión económica se puede observar el colapso de la
actividad en los primeros meses de la pandemia. Pero el derrumbe fue a
partir de recibir un shock externo, no como ahora que se gatilla
por una deliberada serie de medidas económicas.
En el traumático año 2020, la depresión
fue rápidamente amortiguada con excepcionales programas estatales de protección
de la demanda y la oferta.
Para lo primero (demanda) hubo entrega directa
de dinero a casi 10 millones de personas con tres rondas del Ingreso Familiar
de Emergencia (IFE).
Para lo segundo (oferta) hubo entrega directa de
dinero a las empresas para pagar salarios con el programa de Asistencia de
Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP) y, de este modo,
evitar la destrucción de la estructura productiva y laboral.
Además hubo otras medidas de alivio
impositivas y crediticias oficiales con una decidida política de relajamiento
del frente monetario y fiscal.
Este plan permitió a la economía dibujar en ese
momento la famosa letra V en la variación de la actividad, movimiento que hoy
la mayoría de los economistas de diferente orientación ideológica y política no
consideran viable.
Ortodoxos y heterodoxos no la evalúan posible
porque ahora no existe ni la más mínima señal desde el Gobierno de
preocupación sobre los ingresos de la población y la actividad económica
general. Por el contrario, están pavimentando el camino hacia el
abismo con una convicción disparatada.
Milei la exhibe con una cotidianidad asombrosa y
lo es más cuando auditorios ocasionales lo festejan y consultoras de la city
minimizan hasta ignorar los peligros que acechan a la economía real,
entregada como ofrenda en el altar del superávit fiscal.
El
verdadero ministro de Economía
Javier Milei, ya no como presidente de la Nación sino
como ministro de Economía, rol que ha asumido públicamente en estas últimas
semanas (discursos en el Foro de Llao Llao, en la última cadena nacional y en
la Fundación Libertad), ha hundido la economía en una hiperrecesión y, si
continúa en el sendero que elogia con desmesura, la arrojará a la depresión.
Sería una tragedia para la sociedad puesto
que, en los últimos 50 años, ha habido varias crisis de intensidades diversas,
pero ninguna alcanzó el nivel de depresión autoprovocada.
Para Milei sería otro tipo de tragedia porque la
historia de la economía mundial muestra que de las depresiones se sale
con el manual keynesiano, no con más ajuste regresivo y mucho menos con la obsesión
de conseguir el superávit fiscal financiero sin importar cómo.
Hasta Domingo Cavallo, a quien Milei
considera el mejor economista de la historia argentina, dice que es una
exageración ir tras ese objetivo en el cortísimo plazo, advirtiendo acerca de
los costos inmensos que significa semejante ajuste de las cuentas públicas para
la actividad económica.
La convención política respecto del manejo del
Poder Ejecutivo refiere a que el Presidente se ubica por encima de los
ministros, para que éstos sean fusibles ante el fiasco de planes (económico, de
seguridad, sanitarios, entre otros) ofrecidos previamente a la sociedad como
soluciones.
Cuando Milei se muestra como el verdadero
ministro de Economía, como lo ha estado haciendo en estas semanas, además de
degradar la tarea de Luis Caputo a un simple secretario
tuitero con habilidad para la emisión de deuda pública, está quemando una pieza
clave del complejo rompecabezas de control del poder político: cargar las
culpas del fracaso al ministro y renovar las expectativas sociales con uno
nuevo.
¿Cuál será
la letra del movimiento de la economía?
En general, los economistas argentinos
desconocen la forma de analizar, abordar un cuadro de depresión económica y, en
especial, identificar los factores que lo provocan. Más aún cuando han sido
gatillados por el propio gobierno con medidas que elogian y no por shocks
externos (guerras, pandemia o crac financiero global) o internos (sequías).
El riesgo de que la evolución de la economía
tenga la figura de una letra I y no de una V, U o L se encuentra en la
minimización, para este caso, acerca de cómo funcionan leyes básicas de la
economía.
La consultora Econviews de Miguel Kiguel fue la
más optimista a comienzos de este año cuando adelantaba un fuerte repunte de la
economía luego de tocar piso (en V), lo que en su momento entusiasmó al propio
Milei que difundió en la red X ese pronóstico. Esta misma firma de
comercialización de informes económicos considera ahora que la recuperación
tardará un poco más (sería en forma de U).
La evolución de las variables macroeconómicas
está acomodando los pronósticos con tendencia a la forma de letra L. La
consultora de Orlando Ferreres dice que la actividad económica se desplomó 9,7%
en marzo. Para FIEL la actividad industrial cayó 13,7% en marzo en la
comparación interanual y acumula un retroceso de 9,4% en el primer trimestre
del año.
Son porcentajes que están tocando la puerta de
la depresión económica, escenario abonado por Fererres al señalar que
"hacia adelante no vemos que la industria alcance un piso, y podríamos ver
cifras aún más negativas en los meses venideros". Se vislumbra de este
modo un escenario de letra I.
FIEL evalúa que la caída de la actividad en el
corto plazo no tiene señales ni motores que apuntalen una reversión de la
actual recesión industrial.
Derrumbes
al ritmo de dos dígitos
En esta dinámica destructiva no se está
incorporando en el análisis la probable ruptura de la cadena de pagos,
provocada precisamente por el abrupto derrumbe de la actividad que interrumpe
el circuito de cobranzas. Esta instancia acelera las quiebras de empresas y el
aumento del desempleo.
Este contexto dramático de desastre en
la actividad con marcas de dos dígitos negativos y con salto en el
desempleo también a dos dígitos es lo que se conoce como depresión. Algunos
datos permiten observar la magnitud del colapso productivo, innecesario e
injusto, causado en pocos meses por el experimento libertario.
El reciente monitor de actividad económica de la
consultora PxQ informa que en febrero cayó 3,2% y en el primer bimestre del año
acumuló una contracción de 3,6%. Sin el efecto del agro por la recuperación de
la sequía, la caída acumulada es de 4,3%.
Este panorama crítico se reflejó en el comercio
exterior: en marzo pasado las importaciones se redujeron 36,7% interanual
especialmente por la contracción de las cantidades, mientras que las
exportaciones se expandieron 11,5% por cantidades.
En el mercado laboral, enero pasado registró la
tercera caída más pronunciada del empleo registrado en el Sistema Integrado
Previsional Argentino (SIPA), mientras que la pérdida del poder adquisitivo se
vio reflejada en los menores niveles de ventas en supermercados: en febrero las
ventas se redujeron 9,4%.
Más caídas
de dos dígitos
Los indicadores de consumo de marzo muestran que
continúa el impacto negativo sobre las ventas. De acuerdo al índice CAME, las
ventas minoristas cayeron 12,6% anual, mientras que el consumo de carne bovina
per cápita registró el menor nivel para un primer trimestre desde 1990.
Por el lado de la producción, en febrero último
la actividad industrial retrocedió 9,9% anual por noveno mes consecutivo y se
ubicó en niveles similares a los de septiembre del 2020. Todos los rubros de la
industria registraron caídas anuales, excepto el del tabaco, por la menor
demanda interna y las dificultades para importar insumos. El uso de la
capacidad instalada fue el más bajo para un febrero desde el 2002.
En el mes siguiente la producción continuó con
tendencia negativa. La automotriz (-29,4%), el sector de la construcción
(índice Construya, -40%) y la siderúrgica (-44,2%) exhibieron las caídas
anuales más elevadas desde la pandemia.
El último informe de la UIA incorporó otros
datos negativos para marzo: el consumo de energía de grandes usuarios
industriales descendió 13,0% y el patentamiento de maquinaria agrícola colapsó
84,1%.
El crac de
1929 en Estados Unidos
Resulta notable cómo el análisis
económico convencional naturaliza semejantes caídas mensuales en la comparación
interanual, sólo explicado porque se están registrando en un gobierno de
(ultra)derecha.
Cuando la economía está tocando la puerta de una
depresión es oportuno conocer cómo fue la más estudiada de la literatura
económica mundial: la de Estados Unidos de 1930.
Fue un evento tan traumático que derivó en la
producción académica que derivó en una revolución en el análisis
macroeconómico: La teoría general de la ocupación, el interés y el
dinero, libro de John Maynard Keynes, mencionado con
desprecio por Milei en su stand up realizado en el evento organizado por la
Fundación Libertad.
La Gran Depresión provocó el descenso de la
producción industrial y de los precios, la caída del comercio internacional, el
aumento del desempleo y el incremento de la pobreza. Algunos países comenzaron
a recuperarse en forma lenta recién en 1933, mientras que otros debieron
esperar hasta el final de esa década.
La causa inicial fue el crac de la Bolsa de
Valores de Nueva York en octubre de 1929 luego de un prolongado período de
euforia especulativa, seguida por la quiebra de muchos bancos. Pero la
medida que terminó por hundir la economía fue la obcecada ortodoxia del
gobierno de Herbert Hoover que subió la tasa de interés para enfrentar la caída
de la economía.
Esta medida, como sería la obsesión por el
superávit fiscal financiero de Milei, disparó la depresión económica con
deflación de precios. Se sabe que el retroceso de la actividad impacta más que
proporcionalmente en los ingresos tributarios del fisco, alejando de este modo
la posibilidad de alcanzar el equilibrio o superávit fiscal, lo que obligaría a
un mayor ajuste del gasto público. El saldo de esta secuencia es el ajuste
permanente, que tendría el mismo efecto de la entonces alza de la tasa de
interés en los Estados Unidos de Hoover.
Cuál fue
la enseñanza de la Gran Depresión que Milei no aprendió
El crac bursátil de 1929, que continuó en 1930,
generó una atmósfera de temor y un ambiente de incertidumbre sobre el
futuro inmediato de la economía.
Esta incertidumbre hizo que los consumidores
revisaran a la baja sus expectativas y aplazaran compras de bienes de consumo
durables, los productores, ante el empeoramiento de las condiciones de mercado
y de los negocios y también desconcertados por la situación general, demoraran
nuevas inversiones en equipos y plantas hasta que se despejasen las incógnitas
sobre la evolución de la economía.
Así se fue desarrollando el círculo
vicioso de deterioro acelerado. Después, la política monetaria contractiva
de la Reserva Federal (banca central estadounidense) y el mantenimiento a toda
costa del patrón oro empeoraron la situación.
Del estudio de la Gran Depresión, sus causas,
desarrollo y consecuencias, se han obtenido lecciones que ayudan a no cometer
los mismos desatinos que en el pasado. La política económica de Milei muestra
que no sabe nada de las enseñanzas que dejó esa crisis devastadora.
El desafortunado consejo del banquero y
entonces secretario del Tesoro Andrew Mellon a Hoover hundió
la economía de Estados Unidos en depresión. Propuso que se debía "liquidar
la mano de obra, liquidar las acciones, liquidar a los granjeros, liquidar los
bienes raíces, dejemos que se purgue por sí sola la economía". Es lo que
terminó convalidando Hoover y así la economía se hundió en depresión.
Milei, como presidente de la Nación y también como
ministro de Economía, dice lo mismo resumido en las ideas de la motosierra y la
licuadora, con el exclusivo objetivo de obtener el superávit fiscal financiero.
No es un secreto que si no aprendió las lecciones de la historia económica
mundial puede terminar abriendo las puertas del infierno de la depresión
económica.
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