La columna de economía de Claudio Scaletta
A las cosas
El Destape
27/4/024
CFK sabe leer el clima de época. Y también su momento dentro
de la época. Cuando algunos esperaban un poco de sangre en la interna
sorprendió insistiendo en reprimir silbidos, pero especialmente llamando a
ocuparse de las cosas. Mandó a la militancia a estudiar, pero no desde el
Olimpo, sino para ser capaces de explicarle los problemas a la sociedad, para
dar el debate público y para que el sentido común no lo construya el
adversario. Un llamado a abandonar el consignismo.
También le dijo a su militancia que eso de “la izquierda” y “la derecha”
no va más, que son categorías de otras latitudes, y que lo importante es hacer
que las cosas funcionen. Difícil no estar de
acuerdo. Tendrá que tener cuidado de que no la llamen “neodesarrollista”,
aunque quedó a salvo del mote cuando consideró que impulsar los hidrocarburos,
la minería y el agro significa tener un modelo “extractivista”, una de cal y
una de arena. Habrá que seguir explicando la importancia
de impulsar sectores exportadores para que no “se te de vuelta la balanza” y tu
modelo vuele por los aires, como suele suceder en países donde la estructura
productiva conduce a la restricción externa.
Buena parte de la alocución de la ex presidenta fue dedicada
a caracterizar a la actual administración, a la que consideró como “anarco
colonial”, no anarco capitalista. La razón del nuevo colonialismo no residiría
sólo en el revival de las relaciones carnales con el viejo imperialismo
estadounidense, sino precisamente en el citado “extractivismo”, por la
propuesta de un modelo basado en exportar materias primas como “en tiempos del
Virreinato”, como ya sucede, es decir productos sin mayor valor agregado, lo
que a priori generaría pocos puestos de trabajo y por lo tanto sería
insuficiente para toda la población
Una brevísima acotación es que no es así como funciona. El
objetivo es exportar más en base a lo que se tiene. Mayores exportaciones
significan mayor disponibilidad de divisas, una condición necesaria para
estabilizar la macroeconomía y recuperar la moneda, a su vez condiciones
necesarias para desarrollar el resto de los sectores internos. No es blanco o
negro, es blanco y negro. ¿O alguien cree que se pueden aumentar rápidamente las
exportaciones por la vía de productos de alto valor agregado? Se trata de un
punto que los gobiernos kirchneristas nunca tuvieron del todo claro y que suele
estar presente en algunas autocríticas más o menos abiertas.
La propia CFK lo graficó involuntariamente cuando explicó
que en su último documento de trabajo no se había ocupado de un punto central,
el energético. Aunque no llegó aquí desde el déficit externo, sino desde la
crítica al fiscalismo interno. Cristina criticó a Milei por vanagloriarse del
superávit del primer trimestre. Explicó que, efectivamente, tal superávit fue
ficticio porque se basó en frenar la obra pública. Destacó que están
suspendidas 2308 obras de las que 119 corresponden a universidades nacionales.
Y se basó también en no pagar las cuentas, que en algún momento habrá que pagar
y que el ministro Luis Caputo pretende resolver, por ejemplo, mediante la
colocación compulsiva de bonos a Cammesa. Al parecer la gran habilidad
“macroeconómica” del ministro es colocar bonos, como ya lo hizo con la deuda de
los importadores vía Bopreal. Pero mejor no derivar. Lo que señaló Cristina es
que el superajuste sólo significará infligirle a la sociedad un sufrimiento
innecesario. De todas maneras la vice de Alberto Fernández destacó que el
kirchnerismo tuvo superávit fiscal durante 6 años, entre 2003 y 2008, y que se
perdió a partir de la crisis de las hipotecas subprime, pero en particular a
partir 2011, cuando “se dio vuelta la balanza energética”. Quizá hubiese estado
bueno, en los años previos, ser un poco más “extractivistas”, pero fue
necesario que transcurra una década para recuperar YPF y, con ella, la
soberanía energética que hoy se expresa en los picos de producción de Vaca
Muerta, por lo que CFK pidió se le dé las gracias, las que merece, porque YPF
efectivamente se recuperó. Algo que seguramente hoy también agradecen los
directores del mileísmo en la compañía todavía bajo control estatal.
Cristina volvió a criticar la meta de superávit fiscal como
fin en sí mismo. Aclaró que no se trata de que ella y la fuerza que representa
estén en desacuerdo con el instrumento, ya que el propio kirchnerismo tuvo 6
años de superávit, pero insistió en que sólo tres países del mundo tienen hoy
superávit fiscal y detalló que tener superávit no es garantía de bienestar.
Recordó que sobre el final de la convertibilidad se había alcanzado el déficit
cero, pero ello no evitó ni la crisis de 2001 ni la altísima desocupación del
25 por ciento con la que Néstor Kirchner inició su gobierno. El punto clave fue destacar el
sacrificio inútil, ya que se puede tener déficit cero, todo privatizado como en
2001, pero que ello puede convivir con depresión económica y alto desempleo y
desembocar en una gran crisis.
La ex presidenta consideró que las privatizaciones tampoco
son virtuosas per se, aunque aclaró que lo contrario tampoco y recordó que el
kirchnerismo no fue estatista y que solo recuperó empresas privatizadas en los
’90 cuando no había alternativa. Además de YPF recordó los casos de Aerolíneas
Argentinas, cuyo control se retomó en un momento en que el Estado ya pagaba los
sueldos y el combustible, y de Agua y Energía, cuyo servicio se había vuelto
ineficiente. Finalmente, también destacó la demorada salida del escandaloso
régimen de AFJP cuando el Estado ya pagaba el 60 por ciento de las pensiones.
El mensaje aquí fue “ni privatistas ni estatistas”.
A modo de ejemplificar el consejo que le dio a la militancia
de ponerse a estudiar los temas para dar el debate, Cristina dedicó buena parte
de su exposición a explicar la composición del precio de las tarifas y realizó
una fuerte crítica al “modelo inglés” de privatización del sector energético
que discriminó entre producción, transporte y distribución. La crítica fue muy
interesante, en particular al destacar la herencia de altos costos que dejó la
expansión de los renovables durante el macrismo, pero no debe olvidarse que en
los cuatro años de la última gestión de gobierno el área energética fue ocupada
por funcionarios que le respondían directamente a la vice y no indujeron
mayores cambios, salvo volver a pisar tarifas.
Finalmente CFK sostuvo que aunque al presidente no le guste
escucharlo, la principal limitación del nuevo modelo es que no existe un plan
de estabilización e insitió en la analogía con los años ’90 en materia de
recesión y desempleo, anque aclaró que por entonces había mayorías
parlamentarias, un presidente con partido y había un equipo de gobierno, algo
muy distinto a la ausencia de capacidades de gestión del presente. Para
terminar agregó que cuando recordó que cada militante debía buscar en su
mochila el bastón de mariscal, no era para “dárselo en la cabeza al compañero”,
sino para salir a disputar poder explicando y convenciendo
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