La columna política de Ernesto Tenembaum
El mundo tan personal donde
habita el Presidente
La vida de Javier
Milei está dividida en dos partes. Antes del 2016 era un
profesor de economía poco relevante, nada reconocido por su pares, al que
incluso le costaba mantener un trabajo estable. No había hecho un doctorado
afuera, no había sido titular de una cátedra universitaria. No había fundado
una empresa ni escrito algún paper relevante. Era, sí, un
hombre de consulta para algunas inversiones que había saltado de un empleo en
una AFJP a un Banco, de una consultora a una concesionaria del Estado. En el
mundillo liberal era una rara avis, pero eso no lo distinguía demasiado porque
había, en realidad, muchas raras avis en esos cenáculos tan de moda. Desde el
2016 ocurrió algo muy extraño. La suerte se le dio vuelta de una manera
vertiginosa e inesperada. Un día apareció en un programa de tele, despotricó
contra Keynes, fue súbitamente trending topic, su participación
produjo un subidón de rating, y siete años después no solo era
Presidente sino, además, una especie de celebridad internacional.
La historia
completa parece darle la razón a aquel célebre refrán según el cual “si hay
algo cierto con la suerte, es que cambia”. También se puede cortar la historia
por la mitad, Si se mira la vida de Milei hasta 2016, se puede concluir que el
personaje tiene todo para ser, siempre y en todo lugar, un fracasado. O mirar
la última parte y llegar a la conclusión opuesta: que Milei es el más capo del
mundo, el más lúcido, que nadie lo vio venir, y que entiende más de economía no
solo en comparación con todos los demás economistas de
Este último
enfoque ha sido, en estos últimos meses, y más que nunca en estos últimos días,
el elegido por el Presidente. Nadie, nunca, ha sido como él.
Por ejemplo,
cuando John Micklethwait, de la agencia Bloomberg, le preguntó si
pensaba acelerar el ritmo de devaluación del tipo de cambio, respondió: “¿Por qué
tengo que hacer saltar el tipo de cambio hoy si el tipo de cambio libre
coincide con el oficial? ¿Qué tipo de estupidez es esa de que tengo que hacer
saltar el tipo de cambio si el tipo de cambio está alineado con el de
mercado?”. En esos días, varios economistas sostenían “ese tipo de estupidez”,
entre ellos el ex ministro Domingo Cavallo, que advertía sobre los
problemas derivados de un creciente atraso cambiario y
explicaba que no existe el tipo de cambio libre al que se refería el
Presidente.
Luego, durante un largo reportaje con Alejandro Fantino, el Presidente se burló de los liberales que criticaban aparentes inconsistencias. “Tenés a los imbéciles absolutos que ignoran todo tipo de restricción y hacen análisis en un mundo que no existe. Son personas absolutamente imbéciles que ignoran todo tipo de restricción. Hay algunos utópicos que son completamente imbéciles y estúpidos, me piden que vaya derecho cuando a veces si vas derecho te matás, ¡sos idiota!, ¡sos un completo idiota! El imbécil que te dice que tenés que ir derecho siempre es un idiota, es más idiota que cualquiera y que si no lo hacés… la mayoría de los economistas son una manga de brutos que no entienden nada”.
La fijación con
el tema llegó a su clímax el miércoles durante la cena de la Fundación
Libertad. El Presidente repitió en su discurso las frases que le molestaban
ridiculizándolas con morisquetas, mohines e inflexiones de voz, donde por
momentos intentaba interpretar a un gangoso, en otros a un profesor solemne, y
en otros, simplemente, a un bobo. En ese tono repetía: “Es que no hay plan de
estabilización…No, bueno, pero el atraso cambiario…acá hay un problema de
atraso cambiario… No podés dolarizar. Si no hay fideos y no hay tuco y
me invitás…y no hay fideos…fideos con tuco. Pero deberías fijar el sendero
de precios, salarios. No…tiene que fijar el sendero de precios…O el pibe
soviético que está en la provincia. Es una exageración decir que íbamos al 15
mil por ciento de inflación, porque si sumás 1 por ciento 365 veces te da 365
por ciento. No saben ni aplicar interés compuesto…”.
El más
directamente agredido fue Carlos Melconian, autor de la frase de
los fideos con tuco, quien estaba allí y se retiró de la reunión. Es difícil
saber a quién más se refería Milei desde el atril porque son muchos los
economistas que han advertido sobre esos problemas acerca de los cuales el
Presidente se burlaba. Domingo Cavallo fue calificado por
Milei como el mejor economista de la historia. Carlos Rodríguez era
tan valorado por Milei que fue seleccionado como jefe de su equipo de
economistas durante la campaña. Miguel Ángel Broda fue
empleador de Milei hace muchos años y siempre recibió elogios del ahora
presidente. Diego Giacomini escribió cinco libros con Milei.
Todos ellos pueden haberse sentido aludidos por las burlas presidenciales
porque señalaron alguno o varios de esos problemas: el atraso
cambiario, la falta de un plan de estabilización, la inexistencia de una
política de ingresos.
De esos gestos de
Milei se desprenden varios rasgos presidenciales. El primero es que está
dispuesto a abusar del poder que se le ha concedido mediante la humillación
pública a cualquiera que diga algo que no le guste. Forma parte de su
naturaleza. Le gusta insultar, humillar, ofender. Es un estilo con el que la
sociedad deberá convivir mientras Milei siga en el poder. Veremos de qué manera
lo hace. Durante la monstruosa marcha del martes, un grupo grande de gente
cantaba: “Un minuto de silencio…para Conan que está muerto”. Aquel que
legitima la ofensa como método de acción política, no debería quejarse cuando
es ofendido. Y esto recién empieza.
El segundo rasgo
presidencial que emerge de estos actings refiere a su dificultad
para escuchar puntos de vista distintos al suyo. Ordenar la economía
argentina es un objetivo en el que han fracasado todos los gobiernos de la
democracia. En ciertos momentos, pareció que alguno finalmente lo lograba pero,
al final, siempre, fue una ilusión y la cosa se desmadró. ¿Cuántas
veces festejó el sistema financiero mientras la economía real se pulverizaba? ¿Cómo
terminaron esas experiencias?
Es lógico que la
marcha del actual plan genere debates, enfoques alternativos, puntos de vista
divergentes. Las personas que difunden esas ideas han observado o participado
de esos fracasos. Tal vez tengan algo que decir. Existe una posibilidad de que
en
De todos modos,
el rasgo más inquietante no es su necesidad de ofender ni su incapacidad de escuchar,
sino que el Presidente puede equivocarse, y mucho. La polémica con Melconian
ofrece indicios sobre el tema. La metáfora de los fideos con tuco hacía
referencia a que Milei no iba a poder dolarizar como prometía. “Te invitan a
comer fideos con tuco, pero no tienen fideos ni tuco. No va a poder dolarizar”,
había dicho el economista. Milei no dolarizó. Entonces, ¿Quién era el
equivocado? ¿Él o Melconian?
Lo mismo sucede
con la burla a Axel Kicillof. Milei dijo el miércoles que frenó una inflación
que iba al 15 mil por ciento anual. Otras veces la había calculado en 17 mil
por ciento. La diferencia entre un cálculo y otro fue de, apenas, 2 mil por
ciento. La crítica que le hizo Kicillof, y cualquier economista independiente
que habló del tema, es que el cálculo era disparatado, entre otras
razones, porque el ritmo inflacionario de diciembre se debía en gran parte a la
megadevaluación dispuesta por el propio Milei. Como esa medida no se repetiría
todos los meses, era un error proyectarla anualmente. Otra vez, el equivocado
era Milei quien, al mismo tiempo, se burlaba de los otros.
¿Se entiende el
contrasentido?
Pero a Milei
no le entra ninguna bala,
porque la moraleja que extrae de su vida es que como llegó a Presidente, y
nadie lo vio venir, ahora será para siempre el único que la ve.
Presume de su
éxito económico. ¿Habrá registrado, por ejemplo, que la construcción cayó un 40
por ciento interanual en marzo? ¿Alguien se animará a mostrarle el informe del
Observatorio de
Presume de su
popularidad. Es cierto que tiene un apoyo robusto de la población.
El Índice de Confianza en el Gobierno, que es tal vez el indicador más preciso
al respecto, es efectivamente muy alto. Pero un 16 por ciento más bajo que el
que tenía Mauricio Macri en el primer marzo de su mandato y un 10 por ciento
más bajo al que tenía Alberto Fernandez. Milei debió enfrentar esta
semana una de las manifestaciones más numerosas de la historia
argentina. Ningún presidente recibió tamaña muestra de descontento tan
rápido.
Mientras, las
críticas empiezan a llegar de los lugares más impensados. Luego de la marcha
universitaria, Milei subió a sus redes un león que tomaba “lágrimas de zurdos”.
La dirigente
macrista Laura Alonso tuiteó:
-El que no
piensa como yo, el Rey Sol, es zurdo. Qué bobo.
A tantas ofensas,
más ofensas.
Mientras
tanto, puertas adentro el Gobierno se desangra. Desde el 10 de
diciembre ya son 22 los altos funcionarios que fueron expulsados o huyeron
despavoridos de las fuerzas del cielo: uno cada seis días. No hay
registro de un antecedente así. No todos ellos fueron reemplazados. Una
diputada nacional, Marcela Pagano, terminó internada luego de haber sufrido
amenazas desde personas muy cercanas al Presidente. En ese clima se gobierna.
Nada de esto
significa que Milei vaya a fracasar. Tampoco lo contrario. Es demasiado
prematuro para concluir algo así. Milei sorprendió a todos con su meteórico
triunfo. Es una figura en el mundo entero. ¿Por qué no creer que es el que
cambiará los libros de economía y política para siempre?
Pero anda muy
al límite.
Por si fuera
poco, el Presidente ha emprendido una nueva batalla. Mientras se desarrolla
la Feria del Libro, él planea presentar su último trabajo pero al
lado de
Será,
seguramente, un día glorioso.
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