Picada de Noticias en el recuerdo
La reflexión
de Alberto Benegas Lynch (h.)
La nueva izquierda
iniciada por Herbert Marcuse (*)
Las
utopías tienen sus sombras y luces. Por un lado un sentido peligroso y es la
postura que pretende fabricar a la
fuerza un hombre nuevo desprovisto de interés personal, abandonando el deseo de
lucro y capaz de derrotar "la tragedia de los comunes" consecuencia
del ataque a la institución de la propiedad privada. Este es el eje central de la nueva izquierda, en
realidad inventada para sustituir a la izquierda stalinista con la idea de
eliminar la violencia en este sistema, sin evaluar que no puede
evitarse la fuerza cuando se imponen caminos distintos a los preferidos por el
ser humano real. Este sentido de utopía con razón produce temor debido a la
acción constructivista por cambiar la naturaleza humana, lo cual conduce a
resultados sumamente dañinos. En seguida volvemos esta acepción, pero antes
aludimos a otra interpretación de la expresión de marras.
Otra
variante se condice con el frontal rechazo a la arrogancia y soberbia implícita
en la concepción que acabamos de puntualizar y, en su lugar, es más condescendiente
y respetuosa con la naturaleza de las cosas y, en el caso de los seres humanos
protege la santidad de sus autonomías individuales absteniéndose de diseñar al
hombre como si fuera un muñeco de arcilla. Este es el sentido a que se refieren
autores como John Hospers en Freedom
and Utopias, donde mantiene que "la única utopía digna de
ese nombre es la utopía de la libertad individual, en donde no hay ningún plan
general por lo que cada uno es libre de planificar su vida, mientras no
interfiera por medio de la fuerza con los planes de otros para manejar sus
propias vidas".
Y es a lo
que se refiere Hayek cuando escribe: "Carecemos de una utopía liberal, un
programa que no sea una mera defensa de las cosas como están ni un tipo de
socialismo diluido, sino un verdadero liberalismo radical" (en Socialism and the Intellectual).
Habiendo
dicho esto, retomamos la idea de la
nueva izquierda, cuyo patrocinante de mayor envergadura ha sido sin duda
Herbert Marcuse, quien adhiere al marxismo, pero como hemos consignado
más arriba con la enfática condición de que no se lo vincule para nada con el
terror stalinista.
Marcuse
pertenece a la primera generación de
Esta
colección se publicó en 1969 al año siguiente del mayo francés, cuya cabeza
intelectual más destacada fue precisamente Marcuse. En esta nota
periodística me voy a concentrar en pasajes de este último libro, como queda
dicho, de su primera conferencia. La potencia oratoria y su estilo como
escritor cautivó y cautiva multitudes, muy especialmente a jóvenes
universitarios de todas las latitudes y a predicadores de varias religiones.
Lo
primero que es necesario decir respecto de Marcuse y en general de los
dirigentes de las izquierdas es su perseverancia
en sus ideas y, sobre todo, su coraje para exponerlas sin rodeos y siempre
caminando en dirección al fondo de lo que estiman son los problemas a resolver.
Para volver a Hayek, por eso en el ensayo de su autoría que acabamos de citar
exhibe como ejemplo a los socialistas por los motivos apuntados en contraste
con muchos que se dicen liberales pero son timoratos y prefieren esconder y
disimular sus propuestas con lo que los primeros terminan corriendo el eje de
los debates y estableciendo las agendas correspondientes.
La
tesis medular del marcusianismo consiste en sostener que el régimen capitalista
ofrece mayores bienes y servicios pero no ofrece vida digna puesto que se
crean necesidades artificiales por la publicidad que obligan a las personas a
consumir sin descanso para lo cual trabajan en condiciones de autómatas que
están todo el día buscando sustento, por ello es indispensable "la liberación
del sistema represivo". La primera conferencia la pronunció en Londres en
1967 organizada por el Instituto de Estudios Fenomenológicos y la tituló Liberándose de la sociedad opulenta. Allí
Marcuse destaca: "El problema que enfrentamos consiste en la necesidad de
la liberación, no de una sociedad pobre ni de una sociedad en desintegración,
sino de una sociedad que desarrolla en gran escala las necesidades culturales
del hombre así como las materiales –una sociedad que, usemos el lema,
distribuye las mercancías entre una porción cada vez mayor de la
población". Necesitamos establecer "el reino de la libertad" y
"pasar de lo cuantitativo a lo cualitativo" lo cual "presupone
la abolición de las instituciones y mecanismos de represión", que debe
llevarse a cabo por hombres que tengan las nuevas necesidades. Esta es de otro
modo la idea básica subyacente en el propio concepto de Marx. Hay que vencer al
capitalismo "con propiedad privada de los medios de producción" que
conducen a "un desperdicio acelerado", se trata del establecimiento
de "una sociedad libre que es bloqueada por la sociedad opulenta" en
la que vivimos "la completa degradación del hombre hasta convertirse en
objeto" donde "el resultado es una existencia humana mutilada,
defectuosa y frustrada". Subraya la "abolición del trabajo, el fin de
la lucha por la existencia, es decir, la vida como un fin en si misma y no más
como un medio para un fin" lo cual "presupone un tipo nuevo de
hombre" que no esté sujeto más a los dictámenes de la lucratividad y la
eficiencia capitalistas" puesto que "creo que la idea de un universo
así también guió el concepto de socialismo de Marx". "Es innecesario decir que la precondición para
ese cambio cualitativo reside en la disolución del sistema existente"
donde se encuentra "la amenaza del desempleo tecnológico", en
resumen, "debemos enfrentar el adoctrinamiento para la servidumbre con
adoctrinamiento para la libertad". Este es un
extracto de la primera conferencia y la más extensa de la selección que
comentamos.
Veamos
estos temas centrales por partes. En primer lugar la importancia de la
propiedad privada. Como se ha reiterado en muy distintas ocasiones, debido a que la naturaleza no provee de todo para
todos todo el tiempo, es imprescindible asignar derechos de propiedad a
los efectos de que los más eficientes para atender las demandas del prójimo
tengan como premio ganancias y los que yerran tengan como castigo quebrantos.
De este modo los respectivos
patrimonios no son irrevocables sino que dependen de las votaciones diarias de
las personas en el supermercado y afines. Este es el sentido de
la antes mencionada "tragedia de los comunes" que ilustra los pésimos
incentivos cuando todo es de todos y, por ende, de nadie. De más está decir que
el sistema se contradice cuando irrumpen empresarios prebendarios fruto de la
inaceptable alianza con el poder político para así explotar a sus semejantes.
En
segundo lugar, la abolición del
interés personal es una quimera contraria a la naturaleza del hombre puesto que
si no estuviera en interés del sujeto actuante actuar como actúa nada explica
su motivación. En este contexto, fabricar un hombre nuevo que
no proceda por su interés ya se trate de acciones nobles o ruines es pretender
torcer la naturaleza de las cosas arrogándose el planificador facultades
propias de un tirano a costa de sufrimientos, sangre y muertes sin que puedan
crearse seres distintos a lo que son (afortunadamente puesto que es
inimaginable la cooperación social sin el interés personal que la mueve).
Tercero, el deseo de lucro está también en la naturaleza del
hombre puesto que toda acción apunta a estar en una situación mejor respecto a
la anterior al acto desde la perspectiva de quien lo lleva a cabo.
No hay ninguna acción entonces que no persiga una ganancia sea psíquica o
material. Este motor hace que en una sociedad libre cada uno para mejorar su
situación deba mejorar la de sus vecinos, de lo contrario no obtiene la
ganancia que pretende sea en una conversación, un rezo, un acto de caridad o
una transacción comercial. Desde luego que esto también ocurre en los ladrones
y asesinos, de allí la importancia de marcos institucionales que abran de par
en par las posibilidades de intercambios voluntarios y pacíficos y se bloqueen
actos que lesionan derechos de terceros.
Cuarto,
las supuestas necesidades artificiales creadas por la publicidad presupone la
imbecilidad de la gente excepto, por ejemplo, los que adquieren los libros de
Marcuse. Una cosa es intentar
persuadir a la gente y otra bien distinta es imponer un producto.
Si esto último fuera así, con suficiente publicidad podría convencerse a la
gente de volver a la luz de las velas con precios muchos más altos que la
electricidad y así sucesivamente.
Quinto, el alegado desperdicio en el sistema capitalista no
es tal puesto que dadas las circunstancias imperantes se saca el mayor provecho
de los recursos disponibles y quienes no proceden en esta dirección ven mermado
su patrimonio. Cuando se dice que en sistemas capitalistas se
descartan bienes es porque se le atribuye más valor a lo humano ya que arreglar
o enmendar el bien con averías resulta más caro que adquirir uno nuevo, sin
perjuicio de los reciclados de lo anterior. Sin embargo, en países donde no
tiene lugar el capitalismo es típico ver bicicletas y otros aparatos
emparchados de los modos más rudimentarios puesto que es muy barata la mano de
obra precisamente porque las inversiones son reducidas como consecuencia de
sistemas anacrónicos del estatismo imperante.
Sexto,
sobre la así llamada "desocupación tecnológica" ya hemos dado cuenta
en detalle en una columna reciente donde subrayamos las inmensas ventajas del progreso tecnológico y el
incremento en la demanda de trabajo que acarrea y el consecuente incremento de
salarios.
Séptimo,
tengamos en cuenta que "el
reino de la libertad" no puede darse donde se imponen conductas contrarias
a las que la gente prefiere.
Administrar
compulsivamente vidas y haciendas ajenas es característico de regímenes
totalitarios fruto del adoctrinamiento que sugieren los simpatizantes de la
nueva izquierda (tan vieja como la original) donde el hombre se cosifica y
pierde su dignidad.
Octavo y
por último, si por consumismo se entiende dar rienda suelta a una manía
desesperada por adquirir productos sin ton ni son debe subrayarse que no es
responsabilidad del sistema libre, abierto y competitivo sino el resultado de
algunas manifestaciones de deterioro axiológico que no se corrige con el uso de
la fuerza: es como echarle la culpa al cartero por una mala noticia. La
sociedad abierta permite elegir donde cada uno asume la responsabilidad por lo
que decide.
Cierro
con otros comentarios de Marcuse bajo otros títulos de la selección que
comentamos, los que deben ser especialmente atendidos por algunos de los que se
consideran liberales pero son refractarios a decir toda la verdad. Son sobre la
importancia de la teoría, sobre los conformistas y sobre la necesidad de ir al
fondo con las ideas: "Si la izquierda se pone alérgica contra las
consideraciones teóricas, entonces algo no funciona en la izquierda";
"La izquierda debe hallar los medios adecuados para quebrar el
conformismo" y el título de una de sus conferencias que lo toma de un
grafiti parisién del célebre mayo que debe ser adecuadamente sopesado para
aquellos timoratos que creen que ser práctico es repetir las gansadas del
momento en lugar de correr el eje del debate: "Seamos realistas, exijamos lo imposible".
A
cuarenta años de su muerte, muchos son los que extrañan la vibrante oratoria y
la encendida prosa de Herbert Marcuse. Hoy
resuenan sus ideas de la llamada nueva izquierda en academias, en púlpitos, en
congresos y hasta en reuniones sociales a sabiendas o no de su origen.
(*) Infobae, 24/8/019.
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