Picada de Noticias en el recuerdo
La reflexión de Claudio
Scaletta
La vuelta de la política (*)
Desde
el domingo 11 todo comenzó a suceder muy rápido. Primero se dejó correr
el dólar como castigo, no sólo por improvisación. Fue cuando hasta el
tránsfuga Miguel Ángel Pichetto reforzó los dichos presidenciales y afirmo
que, con la devaluación, la sociedad estaba pagando los costos de su
voto. Pero el desatino sistémico duró poco. El propio poder económico se
asustó por las furias desatadas con más devaluación. A nadie le
conviene que el macrismo “se vaya por la ventana”. Hubo un consenso de
parar la pelota y la política acompañó. Sólo pasaron unos pocos días de shock
hasta que comenzó a asumirse que la experiencia macrista tenía el
boleto picado y que, con toda la suerte, apenas conservaría el poder
en su plaza de origen,
Al
mismo tiempo, según cuentan los asesores económicos de Alberto Fernández, los
grandes empresarios que hasta el 10 de agosto bregaban por la continuidad de
Macri ahora hacen fila para entrevistarse con el seguro próximo presidente. Lo
mismo sucede con los representantes de los inversores del exterior, desde
bancos a fondos de inversión. El poder económico tiene ideología y
mucha conciencia de clase, pero siempre fue esencialmente pragmático para
adaptarse a los cambios de poder. Y aunque haya cambiado de discurso, hoy
sabe lo mismo que sabían antes de las elecciones, que un gobierno de Alberto
Fernández supondrá un cambio de enfoque en la política económica, pero ninguna
ruptura con el denominado “orden establecido”, tanto por historia personal,
como por voluntad.
Todas
las entrevistas de la prensa hegemónica inquirieron hasta el cansancio al
candidato del Frente de Todos sobre la posibilidad de estas rupturas. Quizá el cénit de la
insistencia se haya alcanzado en la entrevista pública realizada el pasado
jueves en tierras del grupo Clarín, donde con cierto patetismo se
le volvió a preguntar a Fernández si caería en default, si intervendría en el
Poder Judicial, si reinstauraría el Cepo, si amaba al régimen venezolano, si se
pelearía con Estados Unidos, si intervendría el Indec. Sólo faltaba que le
pregunten si volvería a “matar a Nisman”… No faltó. También hubo preguntas
sobre el caso Nisman y hasta por la vuelta de 678. El candidato
respondió una y mil veces no, que no habrá rupturas. Y hasta le tiró
algunos centros a la ortodoxia económica, aunque situándose siempre en el lugar
del pragmatismo.
Podrá
gustar más o menos, pero Alberto Fernández expresa algo que no fue
suficientemente destacado: la vuelta a la política como espacio para
dirimir el conflicto social, lo que hoy quiere decir el fin de esa
confrontación que se denominó “la grieta”. No se trata del fin de la
verdadera grieta, que es la lucha de clases, sino de la grieta que constituyó
primero el eje de la guerra mediática contra el kirchnerismo y luego, el eje
del modo de ejercer el poder del macrismo. La experiencia
cambiemita pasará a la historia por tres elementos principales, la mega
deuda tomada en tiempo récord y su herencia de condicionalidades y
miseria, la persecución política a la oposición, incluidas las
prisiones arbitrarias y la destrucción de las empresas de los “enemigos”, y la
profundización de la grieta hasta el punto extremo de asociar al
adversario político con la delincuencia, lo que en la práctica significa la
negación de la democracia. La síntesis provisoria es que no habrá rupturas
porque no dan los tiempos históricos, es decir las relaciones de fuerza, pero
sobre todo porque lo que la sociedad parece necesitar después del trauma
macrista es, precisamente, la vuelta de la política. Las rupturas
demandarán algo más de tiempo para la construcción de consensos.
Para
terminar una pequeña digresión. Los días previos a las últimas primarias fueron
testigo de un caso de manipulación de mercados que, mirando
hacia el futuro, debería funcionar como ejemplo a combatir. Se trata del uso
de encuestas falsas para manipular precios de acciones y bonos, una movida
que se presume delictiva antes que inescrupulosa. Estas encuestas fueron
lideradas por la consultora Elypsis y permitieron que unos
pocos ganen millones a costa de quienes creyeron en la información basura. Los
economistas de la firma trabajaron hasta el último minuto del viernes 9 en
convencer a los inversores que “Juntos por el Cambio” se impondría en las
primarias, lo que impulsó el precio de los papeles locales. En sus propios
términos fue una jugada brillante, porque a priori se sabía que había muchos
interesados en comprar la carne podrida, tanto desde el gobierno como desde los
principales medios de comunicación, que el sábado 10 hicieron tapa con el boom
del mercado. Fue un cóctel perfecto entre el interés económico de unos pocos y
quienes estaban ansiosos por creer en sus deseos. Los resultados fueron dos. El
primero fue permitirle a los inversores con buena información salir a mejor
precio de papeles que se sabía se depreciarían. El segundo fue macroeconómico y
mucho más gravoso en términos sociales, pues exacerbó el pánico de los mercados
apenas conocido el resultado electoral, acelerando la caída del martes 13 y la
devaluación y llevando el riesgo país a las nubes. Se trata de un
accionar que, por el buen funcionamiento de los mercados, no debería quedar
impune.
(*) Página/12, 25/8/019.
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