Picada de Noticias en el recuerdo
La columna
política de Eduardo van der Kooy
Los planes de Alberto Fernández (*)
Alberto Fernández se encarga todas las semanas de repasar
el espinel de los gobernadores peronistas. Parece poseer conciencia de dos
cosas. Allí
reside el sistema de poder que le permitirá equilibrar la relación de fuerzas
con los sectores del kirchnerismo duro en un conglomerado
heterogéneo como el Frente de Todos. Ese mismo sistema pudo haber sido el que
le habilitó trepar en las PASO, impensadamente, hasta el 47% de los votos. Una
cifra que, solo con su clientela, Cristina Fernández nunca hubiera
podido alcanzar.
Al fin, la ex presidenta lo puso donde lo puso para que el
candidato K produjera tal disparada. Pero una vez producida, si se llega a
confirmar la tendencia en octubre, podría ensayarse alguna disección. Cristina
conserva el núcleo duro, donde el progresismo K se mixtura con sectores de la
izquierda. Alberto tendría derecho a sentirse propietario de los votos
peronistas y de sectores moderados que se corrieron hacia
él por la crisis económica. Con la esperanza que conserve capacidad para
establecer algún corsé sobre la ex presidenta.
No hay noticias que los gobernadores peronistas hayan
reanudado diálogo con Cristina. Alberto dijo ya dos veces que gobernará con
ellos. Los viejos y los nuevos, por mentas, saben lo mal que la
pasaron durante los ocho años que la mujer ejerció el poder. Ni siquiera lo
hace José Manzur, que estuvo un lapso como ministro. El gobernador de Tucumán
es ahora un virtual coordinador de Alberto. Aunque existen tareas que el
candidato de ninguna manera delega.
Los últimos días conversó varias veces con Omar Perotti.
El gobernador electo de Santa Fe eludió a la ex presidenta en la campaña pero
jugó muy fuerte por el candidato K el domingo de las PASO. Fernández tuvo que
dirimir una
pequeña diferencia con el ex intendente de Rafaela. Ambos
pretendían contar en sus equipos –en el caso de Alberto todavía hipotético—con
una misma persona: la ex vicegobernadora María Eugenia Bielsa.La
arquitecta perdió la interna provincial con Perotti. Pero aportó a su victoria
cerca de 14% de los sufragios. Tuvo una discreta presencia en la campaña
nacional.
La balanza se inclinó, por lógica, a favor de Alberto.
Bielsa será, si gana en octubre o en el balotaje, su ministro de
Vivienda. Se trata del único casillero que el candidato K
tiene abrochado. Aunque los rumores intensos movilizan infinidad de aspirantes.
Alberto tomó sus precauciones antes de comunicarse con ella. Porque se trata de
una dirigente con carácter drástico. Tuvo ocasión de
conocerla en 2004 cuando asistió a una cena en Rosario, como epílogo de una
disertación en épocas de Néstor Kirchner. Supo después de otras peripecias. La
negativa de Bielsa frente a dos pedidos de Cristina para que se postulara como
candidata a la gobernación. Una de esas veces mantuvo un acalorado intercambio
en Olivos con la ex presidenta que concluyó con palabras destempladas. Otro
antecedente: renunció a la banca provincial en desacuerdo con la estrategia
global de Agustín Rossi, el jefe del bloque de diputados kirchneristas en el
Congreso.
El año pasado durante una charla en Santa Fe organizada
por Nuevo Encuentro, con plena asistencia de
Alberto le confesó a Bielsa que sabe de su carácter firme.
Pero que la querría en el gabinete por su trayectoria y conocimientos sobre el
desarrollo de la vivienda social. La mujer dio en principio la conformidad.
Sería el primer paso del candidato K en su afán por recrear el tiempo
“nestorista” del cual formó parte. Al que, simbólicamente, pretende retrotraer
la historia si termina coronado presidente. Parece tener
excesivamente idealizado aquel tiempo. Las condiciones del
presente son diametralmente opuestas.
Todos los ojos, claro está, apuntan a lo que podría hacer
con la economía en este trance crítico. Por ahora transita una ronda de
consultas que asoma lejos del encierro que caracterizó al kirchnerismo. Mantuvo una larga
conversación con Carlos Melconian. Ex funcionario de
Mauricio Macri. Con una visión cruda sobre las recetas que habría que aplicar
para salir del laberinto. Alguien le acercó comentarios del halcón Javier Milei. También
dialoga con Martín Redrado, con quien mantiene una antigua relación. Cristina
lo cesó como titular del Banco Central cuando resistió la orden de liberar las
reservas para el financiamiento de su gobierno. Con seguridad, aquel economista
estaría en su supuesto equipo. No parece claro en qué lugar. Deberían apagarse
primero algunas chispas entre ellos.
Redrado hizo los últimos días una grave declaración. Dijo
que el Gobierno había permitido la escapada del dólar el día después de la
derrota en las PASO. Coincidió con aquella primera desafortunada aparición
pública de Mauricio Macri. Culpó por la inestabilidad de los mercados al
triunfo de la oposición. Luego se rectificó. Alberto indagó a Redrado sobre la
seriedad de su manifestación. La consideró inconveniente en un momento en que
la paridad cambiaria y las expectativas externas parecen equilibrarse. El economista dijo
que tenía pruebas para fundamentar sus palabras. Hizo mención a altos
funcionarios del BCRA –ajenos a su titular, Guillermo Sandleris-- que habrían
recibido la orden de no intervenir emanada por
El economista fue, por otra parte, un puente adecuado para
la conversación que el candidato K tuvo con Hernán Lacunza. Curiosidades de la
política: el nuevo ministro de Hacienda y Finanzas de Macri formó parte del
elenco de Redrado en el Banco Central cuando en el verano del 2010 se desató la
crisis con Cristina. Lacunza se reunió con los economistas enviados por Alberto
y los demás candidato de la oposición y coincidieron en la necesidad de
preservar la estabilidad como valor supremo del camino hasta octubre. Pero
surge entre ellos una diferencia por ahora insalvable: cómo hacer para
lograrlo.
El candidato K sufre por las reservas. No querría padecer,
si llega al poder, los mismos sufrimientos de Macri. Pero Lacunza fue
explícito. El dinero del Central, según lo acordado con el Fondo Monetario
Internacional, debe ser utilizado para prevenir cualquier escalada. Lo cierto es que en la
última semana se evaporaron detrás del objetivo U$S7 mil millones. Tampoco
las reservas son ilimitadas. Restan 63 días para arribar al último domingo de
octubre.
La encrucijada no sería exclusivamente económica. También la falta de confianza
política mete la cola. Es la consecuencia del sistema que
inventó la dirigencia en una nación frágil e imprevisible. Las PASO dejaron a
un Gobierno derrotado que está obligado a remontar una cuesta demasiado
empinada. Consagraron, al mismo tiempo, a un candidato que sólo conserva la
condición de tal. Galimatías con sello argentino.
Macri y Alberto volvieron a conversar y dieron vuelta
alrededor del mismo asunto. El Presidente insinuó la posibilidad de alguna
cooperación osada que el candidato K consideró inviable. Le solicitó que cese
la campaña oficial que atiza el temor de Venezuela o de un retorno al pasado.
El Gobierno bajó los decibeles pero tampoco está en condiciones de cederlo
todo. Porque
debe continuar en la batalla electoral. En la búsqueda del
milagro (revertir el resultado) o, al menos, de mejorar sustancialmente el
resultado pensando en la futura fortaleza de los bloques en Diputados y el
Senado.
Al Presidente no le sirve para eso la moderación que se
esfuerza en exhibir Alberto. Por esa razón, quizás, ha comenzado a reclamar la
presencia pública de Cristina. Con ella podría intentar de nuevo la
polarización que se diluyó en las PASO. Nada hace prever, sin embargo, que la ex
presidenta cambie de estrategia. Le ha dado excelentes
resultados. Puro silencio. Ahora estará diez días fuera del país. Viajó a
Cristina partió a Cuba con ciertas señales alentadoras.
Que demostrarían algo: el Gobierno hizo algún maquillaje en el Poder Judicial
pero no alcanzó para modificar su génesis. Los jueces siguen comportándose al
ritmo de los tiempos políticos. Esos tiempos comenzaron a
variar con las PASO. Hubo fallos que favorecieron a ex funcionarios
kirchneristas. Otro cantado, cajoneado hasta el domingo 11, que apunta a la
causa del Correo Argentino en la cual está imputado Macri. El juez Claudio
Bonadío, que puso a Cristina contra las cuerdas, pidió ahora que se investigue la
licitación del Paseo del Bajo, que concretó Horacio
Rodríguez Larreta.
El candidato K, más allá de la conveniencia objetiva,
cuestionó en privado esos fallos. Por su oportunismo político. El
mismo argumento que esgrime para explicar que Cristina habría sido en estos
años víctima de una persecución. Alberto ha encargado a un grupo de
entendidos un estudio para ver la factibilidad de una depuración en el Poder
Judicial. Sin que resulte traumática ni sospechada por la opinión pública. Con
esas carpetas bajo el brazo hará un viaje a Madrid. Inminente.
(*) Clarín, 25/8/019.
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