El recuerdo histórico de Daniel Cecchini
A 50 años del asesinato de
Ortega
Peña a manos de la
Triple A :
zona
liberada y 24 balas en el cuerpo
El 31 de julio de
1974 cayó en miércoles y en toda
Desde el
Ministerio de Bienestar Social, “El Brujo” José López Rega aportaba su
cuota de violencia a la ofensiva ultraderechista con el accionar del
grupo parapolicial de su creación,
La primera acción
firmada de
Para julio de 1974, el diputado nacional Rodolfo Ortega Peña era el único legislador del ala izquierda del peronismo que seguía ocupando una banca en el Congreso después de la renuncia, en enero de 1974, de los ocho diputados que respondían a la Juventud Peronista en protesta por la reforma de corte netamente represiva del código Penal propuesta por el propio Perón.
Ortega Peña, que
si bien pertenecía al ala izquierda del peronismo no respondía a la conducción
de Montoneros, había decidido seguir en su banca. A diferencia de sus colegas,
creía que el Congreso todavía podía ser un lugar de lucha desde el cual cumplir
con la promesa que había hecho en el momento de jurar el cargo: “La
sangre derramada no será negociada”.
Por eso, la noche
del 31 de julio de 1974, después de cumplir con sus labores legislativas, “El
Pelado” -como todos lo llamaban- salió del Congreso como cualquier otro día sin
saber que iba a morir.
“¡¿Qué pasa, flaca?!”
Arenales y Carlos
Pellegrini. Hora: 22.25. “¡¿Qué pasa, flaca?!”, alcanzó a preguntar
Ortega Peña cuando escuchó el primer disparo y el grito de su mujer, Elena
Villagra. No tuvo tiempo para más: en los siguientes segundos recibió
24 tiros que impactaron en su cabeza y en otras partes de su cuerpo.
Estaban bajando
de un taxi Siam Di Tella en la esquina Arenales y Carlos Pellegrini, pleno
centro de Buenos Aires. Ortega Peña, ya en la calle, se asomó a la ventanilla
del vehículo para pagar el viaje cuando escuchó el disparo y el grito de su
mujer.
No vio el Ford Fairlane verde que llegó a gran velocidad y frenó de golpe, ni a los tres hombres armados con ametralladoras que bajaron de él. Tampoco que uno de ellos, con la cara cubierta con una media de mujer, puso rodilla en tierra y empezó a disparar. Sólo escuchó el primer tiro y el grito de su mujer.
Cayó hacia delante
y quedó tendido entre las ruedas delantera derecha del taxi y la trasera
izquierda del Citroën estacionado al costado. Al caer golpeó pesadamente contra
el paragolpes trasero del Citroën, arrancándolo.
Cuando el hombre
de la media en la cara terminó de vaciar el cargador de su arma, volvió a subir
al auto con sus dos cómplices y el Fairlane salió disparado por la calle.
Elena Villagra,
con la cara sangrante por la bala que acababa de atravesarle el labio corría
desesperada gritando: “¡Mataron a mi marido!”, una y otra vez. La
auxilió un médico que salió de su casa al escuchar los disparos.
Sobre el asfalto, el cuerpo del “Pelado” se empapaba del rojo de su propia sangre derramada. Tenía 37 años.
Zona liberada para matar
No hubo dudas de
que Ortega Peña había caído víctima de una operación letal planificada
milimétricamente. Lo estaban esperando.
Se pudo
reconstruir – no lo hizo
También se pudo
saber que, pese a ser un lugar céntrico donde abundaban los policías de calle,
en el momento del crimen no había ninguno en los alrededores, con lo que se
constituyó una “zona liberada” para que el grupo perpetrara el atentado.
Después se sabría más. Esa tarde Ortega Peña había recibido la llamada de un supuesto periodista de El Cronista Comercial, pidiéndole una entrevista y preguntándole hasta qué hora podría encontrarlo en su despacho del Congreso. El diputado le respondió que podía esperarlo hasta las 21.30.
El supuesto
periodista nunca llegó para entrevistarlo y más tarde, consultada por
compañeros del diputado, la dirección del diario dijo que ninguno de sus
periodistas le había pedido una reunión a Ortega Peña para ese día.
A la hora que
había marcado como límite, “El Pelado” salió del Congreso con su mujer para ir
a comer en un restaurante de Callao y Santa Fe. Al salir, tomaron el taxi, sin
saber que los estaban siguiendo. Los asesinos sabían que de allí seguramente se
dirigirían hasta su casa, donde el operativo estaba montado.
Cuando Ortega Peña y su mujer bajaron del taxi, los recibieron con una lluvia de disparos.
Gestos políticos
Si algo faltaba
para que se confirmara que el asesinato de Ortega Peña era un crimen perpetrado
desde el Estado a través de un grupo parapolicial, los hechos de las horas y
los días siguientes no dejaron dudas.
Primero, el jefe
de
Después, el
presidente de
A eso se sumó la
represión brutal por parte de la policía que sufrieron los asistentes al
velatorio en la sede de
Abogado y militante
Proveniente de
una acomodada familia antiperonista, la primera militancia de Rodolfo Ortega
Peña fue en la izquierda. Se recibió de abogado a los 20 años, haciendo al
mismo tiempo la carrera de Filosofía, y después estudió Ciencias Económicas.
“La lucha
política de Ortega tiene origen en su formación personal. Fue hijo único, muy
estimulado por sus padres y tenía una gran ambición de poder. Cuando eso se le
despierta entrado en sus 20 años, descubre que a todas sus capacidades de formación
de elite las puede utilizar para un objetivo más humanitario. Ahí se compromete
y elige un camino del que después no se puede apartar por sus características
personales y por el contexto propio de la época”, ha señalado Felipe Celesia,
coautor de “La ley y las armas”, una biografía de Ortega Peña.
En las elecciones
del 11 de marzo de 1973 fue elegido diputado nacional por la provincia de
Buenos Aires. En su juramento como diputado de
Junto con Eduardo Luis Duhalde, lanzaron en 1973 la revista Militancia Peronista, de mucha repercusión entre los militantes de la época. En junio de 1974 la revista fue clausurada por decreto de Juan Domingo Perón y por lo que decidieron lanzar una publicación similar, bajo el nombre De Frente, que también fue clausurada.
Firmado: Triple A
Para el momento
de su asesinato -casi un mes después de la muerte de Perón- el gobierno lo
consideraba un enemigo declarado y López Rega lo tenía en su lista
negra, entre otras razones porque Ortega Peña jamás dejó de denunciar el
accionar criminal de
A pesar de saber
que estaba en la mira de los asesinos, el diputado se había negado una y otra
vez a tener la custodia que le había ofrecido una organización guerrillera.
Cada vez que se lo proponían, su respuesta era la misma: “La muerte no
duele”
Durante los
gobiernos de Juan Domingo Perón y de María Estela Martínez de Perón la
organización parapolicial creada por José López Rega fue incrementando su
accionar. Se calcula que, en dos años y medio, sus grupos de tareas asesinaron
a alrededor de 3.000 personas.
Entre sus
víctimas se cuentan el cura Carlos Mugica, el intelectual Silvio Frondizi, el
ex subjefe de la policía bonaerense Julio Troxler y los abogados Antonio
Deleroni y Alfredo Curuchet.
Para que no
quedaran dudas, pocas horas después del atentado,
“No ha muerto
simplemente el diputado, sino un militante del peronismo revolucionario que
tenía una vieja y consecuente lucha al servicio de la clase obrera peronista y
del pueblo. No nos cabe duda de que son precisamente los enemigos del pueblo
por el que luchaba Ortega, quienes lo asesinaron. No interesa demasiado la mano
que empuñó el arma, sino de dónde provino la orden de matar”, dijo Eduardo Luis
Duhalde -socio de Ortega Peña en su estudio jurídico y compañero de militancia-
al despedirlo en
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