La columna de economía de Claudio Scaletta
La economía entre la paciencia que se agota, las
inversiones que no llegan y la disputa cancionera
Claudio Scaletta
El Destape
22/9/024
El imaginario neoliberal cala hondo en la dirigencia,
más concretamente en el “círculo rojo” del trípode integrado por las clases
política, empresaria y comunicacional. Sólo así se explica la duda que entraña
la pregunta “¿Y
qué pasa si sale bien?”.
Dediquémosle un solo minuto a la cuestión empezando por otra
pregunta ¿Por qué saldría bien lo que siempre salió mal? ¿Por
qué un ajuste encarnizado cargado sobre las espaldas de los más débiles
conduciría a la felicidad y a la armonía social? La primera respuesta lleva
casi sin escalas a los años
La segunda pregunta es ¿hasta cuándo puede durar el encantamiento de
la población con su elección de 2023? ¿Hasta que un
motochorro desesperado la acribille en el conurbano para robarle dos pesos?
¿Hasta que no se pueda circular por las rutas destruidas por falta de
mantenimiento? ¿Hasta que los cortes de luz se vuelvan interminables en el
verano más tórrido? ¿Hasta que un jubilado se muera de hambre, por falta de
medicación, de un palazo en la cabeza o ahogado en gas pimienta? ¿Hasta que los
cortes de servicios se vuelvan masivos por falta de pago? ¿Hasta que los
hambrientos invadan la última plaza? ¿Hasta que haya que construir muros cada
vez más altos para separarse de lo feo? Quizá no haya que llegar a tanto, pero
hacia allá vamos. Por ahora apareció la primera certeza, a solo nueve meses del
cambio de gobierno, la paciencia social se terminó y el humor social alcanzó su
punto de inflexión.
Debe recordarse, sin embargo, que buena parte de la sociedad
comprendía que el escenario de 2023 demandaba una fuerte corrección. Estaba
incluso dispuesta a un razonable sacrificio personal. Pensaba
que era urgente ajustar a “la casta” y poner las cuentas en orden. Con el paso
de los meses, en cambio, descubrió que el pato de la boda era ella, que la baja
de la inflación que le cuentan por televisión, si se queda donde está, seguirá
siendo de subas de entre el 50 y el 60 por ciento anual, y que su salario, si
todavía lo tiene, comprará cada vez menos. Y lo que es todavía peor, empieza a
caer en la cuenta de que lo más probable es que su situación, antes que
mejorar, empeorará. Si se corre el velo del optimismo de los poderosos, en la
sociedad comienza a gestarse un polvorín impredecible.
En el nuevo contexto un factor de estabilidad social
inesperado sigue siendo la virtual ausencia de oposición. El rejunte ideológico en el que
devino el peronismo sigue sin encontrar su norte. Se
debate entre una presunta pureza doctrinaria de mediados del siglo XX y el
paraíso perdido de la primera década del XXI. Los viejos liderazgos se resisten
a morir, los nuevos tardan en nacer y en el medio bullen las disputas. Sin
embargo, salvo los extremistas, casi no existen dirigentes que no se den cuenta
de la necesidad de la “actualización doctrinaria”.
El libreto de la actualización está escrito y
es hasta evidente, aunque falta mucho para que se transforme en el nuevo
credo. El contenido de base es que en una economía sin moneda, el déficit
fiscal importa. No porque se vuelva inflacionario al monetizarse, sino porque,
como es superávit privado, compra dólares. Además no alcanza con decir Estado
presente, sino que se necesita un Estado eficiente. Agrandarlo dejó de ser un
fin en sí mismo. No se manda al garantismo al desván, pero se asume que la inseguridad
afecta más a los más pobres. La tercerización de la distribución de la ayuda
social en beneficio de algunas dirigencias, dejó de ser una práctica política
aceptable. Y finalmente, por la simple heterogeneización del mundo del trabajo,
las relaciones laborales del presente ya no pueden ser las mismas que las de la
segunda posguerra.
Pero todavía hay mucha resaca del pasado, como los rezagos
de “pinosolanismo” que, en el aprovechamiento de los recursos naturales
subexplotados, solo ven amenazas de “saqueo” o de “flexibilización” ambiental,
o el discurso del basualdismo antiempresa, que explica los malos resultados
económicos como producto del accionar de empresarios aviesos, “oligopolistas y
fugadores”, singulares y distintos a los del resto del mundo. Mucho de esto se
escuchó en el acto de “Kirchner” de esta semana, en el que, efectivamente, no
solo en los cantitos, volvieron a oponerse las viejas canciones a las nuevas.
Resta dilucidar, sin embargo, si del otro lado efectivamente hay nuevas
partituras,
si la disputa musical es efectivamente por contenidos o si las diferencias
están sólo en los niveles de escolarización de los contrincantes o en las más
pedestres disputas por “los cargos” y “las cajas”. De lo que
hay menos dudas es sobre dónde están los liderazgos reales del espacio. Si se
dejan de lado los besamanos de la política, los dirigentes dramatizando
adhesiones con frase de ocasión y sumisión en las redes sociales, la militancia
de a pie se expresó con claridad. El hartazgo con “la casta” suena en todos
lados.
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