La columna internacional de Pablo Heller
La guerra arancelaria hace tambalear la economía mundial
Prensa Obrera
3/4/025
Las nuevas tarifas comerciales aplicadas por
Donald Trump entran en vigencia el 2 de abril, que ha
sido autodenominado por el magnate como el “Día de
la liberación”, asimilándolo
a un día de fiesta patria para Estados Unidos. Wall Street ha recibido,
sin embargo, la noticia con amplias pérdidas ante la
inminente aplicación de la nueva normativa. La onda expansiva se
hizo sentir en todo el globo, con derrumbes bursátiles
en
La política de Trump, quien ya ha
entrado en su tercer mes de mandato, ha provocado un caos
e incertidumbre en el mercado y esto es lo que explica que
antes de este nuevo colapso, la bolsa ya fuera
afectada por sucesivas sacudidas y que las acciones
sufrieran un 10 por ciento de desvalorización en sus cotizaciones.
Industria automotriz
Uno de los sectores más afectados es la
industria automotriz mundial. El anuncio de Trump de
consagrar un 25 por ciento de impuesto a los
automóviles supuestamente “fabricados en el extranjero”, significa
un cimbronazo, empezando por las propias corporaciones
estadounidenses, cuyas cadenas de producción y suministro están
altamente integradas, en primer lugar con los países
vecinos (México en especial), pero también con otros
países del mundo. El producto final de los autos norteamericanos
es el resultado de un complejo proceso de armado y ensamblaje que
circula entrando y saliendo por las fronteras. Se calcula que las interrupciones
en las cadenas de suministro que cruzan EE.UU., Canadá y México podrían
reducir para mediados de abril la producción en las fábricas estadounidenses en
20.000 vehículos diarios, una caída del 30 por ciento. Estaría unido
a un encarecimiento de los costos internos desde el
momento que un 60% de los componentes
provienen del exterior. Esto ya ha provocado
un descenso de las acciones de Ford y GM en Wall Street, esta
última con una caída superior al 8 por ciento. Ambas empresas esperan una reducción
del 30 por ciento en sus niveles de rentabilidad.
Las autoridades norteamericanas han dado
marcha atrás con los componentes provenientes de
Canadá y México que
seguirán libre de aranceles, pero la situación sigue
siendo incierta, teniendo en cuenta
los permanentes bandazos que viene dando Washington sobre
la materia.
En ese escenario
la situación más delicada es la que atraviesa
Tesla, que ya venía experimentando un retroceso
como resultado de haber quedado rezagada en
la carrera con modelos anticuados y la creciente
competencia china. La integración de Elon Musk, el dueño y CEO de la
compañía, al gobierno de Trump, y su nombramiento al frente del polémico
Departamento de Eficiencia gubernamental (Doge, según sus iniciales
en inglés), una entidad que está impulsando la eliminación de
agencias federales y el despido de miles
de empleados públicos ha despertado una corriente creciente
de rechazo en la opinión pública y esto ha incidido en el propio
mercado norteamericano, en el que el número de propietarios
que reemplazan vehículos de esa marca ha llegado a
máximos históricos.
Estos factores combinados están en la base
del severo desplome que han sufrido las acciones de Tesla. Lejos
de ser una fuente de recomposición de sus
negocios, la asociación de Musk con Trump se
ha convertido en un bumerán. Importa señalar que
Tesla no es inmune a los nuevos aranceles, pues depende
ella misma de los insumos importados. Por otra parte, las
posibles represalias chinas podrían afectar sus negocios en el
país asiático, donde, pese al desplazamiento que
viene sufriendo por parte de la empresa china BYD, que
ha convertido en su rival número 1, mantiene
una importante presencia.
En este marco, no debe sorprender que Musk no
vea con entusiasmo el aumento de aranceles, lo cual
puede ser una fuente de cortocircuitos con el
magnate republicano, que podrían sumarse a otras tensiones ya
reinantes, en especial por la injerencia y recortes que
Musk está realizando en las dependencias públicas,
que ya ha provocado choques en el gabinete. No hay que descartar
que el romance entre Musk y Trump culmine en
un divorcio, si la situación se sigue desmadrando.
El impacto de los aranceles será igual de severo para las
empresas japonesas, coreanas y alemanas que exportan vehículos a EE.UU. Casi la
mitad de los automóviles de pasajeros vendidos en Estados Unidos en 2024 fueron
ensamblados fuera del país. Toyota vendió el año pasado 2,3 millones de
vehículos en EE.UU., de los cuales, la mitad provenía del exterior.
El impacto en
Durante la campaña electoral, Trump prometió repetidamente
introducir un arancel universal del 10% o el 20% sobre todas las importaciones.
Poco después de asumir el cargo, esa idea fue suplantada por la promesa de
aranceles "recíprocos", con gravámenes que igualarían las barreras
que supuestamente otros países imponen a los productos estadounidenses.
El resultado probablemente será un
universo de diferentes niveles arancelarios, aplicados a cada país.
Scott Besen, secretario del Tesoro, está concentrado en el
15% de los países que, según el secretario del Tesoro estadounidense
mantienen grandes superávits con EEUU, lo que incluye a las
principales potencias capitalistas, sus
históricos aliados. Una diversificación de esa naturaleza
(que según algunos cálculos podría llegar a 2,6
millones de tasas distintas), dependiendo del producto y
el país, está llamada a crear una confusión y un
caos en las relaciones comerciales y aumenta
notoriamente los márgenes de incertidumbre y
discrecionalidad. Si se aplicara este criterio, India
estaría sometida a aranceles promedio del 28 por ciento mientras
que los de Alemania treparían al 20%.
Recesión e inflación
El impacto de la guerra arancelaria
se empieza a sentir en el nivel el de actividad.
La incertidumbre ya está provocando
una retracción en los planes de inversión de
las empresas y también un freno en el consumo
de los hogares. Entre las consultoras hay
una certeza de que vamos a una desaceleración de la
economía, llamada a terminar con el “excepcionalismo norteamericano” por
el cual EEUU había tenido la capacidad para escapar a un parate de su
economía como el que viene ocurriendo en las otras grandes economías
occidentales. Hasta el propio Trump abrió el paraguas y
señaló que no había que descartar una recesión, aunque plantea que
esta retracción tendría un carácter pasajero y que
hay luz al final del túnel.
Las supuestas ventajas y méritos de
la nueva política arancelaria quedarían corroborados, según el
presidente republicano, en los anuncios que
han realizado un conjunto de empresas líderes sobre una expansión y relocalización
de su actividad fabril dentro de EEUU. Estas van desde Apple, un
gigante tecnológico estadounidense, hasta TSMC, el mayor fabricante
de chips del mundo. La última fue Hyundai, un fabricante de automóviles
surcoreano, que anunció el 24 de marzo que invertiría 21.000 millones de
dólares en sus operaciones estadounidenses y crearía 14.000 empleos para 2028.
“El dinero está llegando a raudales y queremos que siga así”,
declaró Trump en un evento en
No hay que olvidar además
que la imposición de más aranceles puede provocar
represalias de los países afectados, lo cual
puede terminar minando las exportaciones yanquis y
echar leña al fuego a las tendencias depresivas.
Más allá de la euforia que pretenda
transmitir Trump, lo cierto aquí es que lo que avanzan
son los nubarrones que van cubriendo el escenario
económico y social estadounidense.
La inflación está llamada a
aumentar. Deutsche Bank estima que, si Trump opta por imponer
impuestos máximos, podría añadir 1,2 puntos porcentuales a la tasa de
inflación, elevándola por encima del 3% interanual. El aumento de los
costos de importación complicará la situación tanto de bienes finales
extranjeros como de los insumos importados, provocando
un salto en el nivel de precios. El Laboratorio de
Presupuesto de Yale, un grupo de investigación, estima que los hogares en la
parte inferior de la escala de ingresos verán una caída de sus ingresos
disponibles de aproximadamente un 2,5% debido a la primera ola de aranceles
sobre China, México y Canadá, en comparación con una disminución del 0,9% para
los hogares más adinerados. A medida que Trump aumenta los aranceles,
el impacto se agravará aún más (WSWS, 30/3).
Deuda y bolsa
El avivamiento de la tendencia
inflacionaria ha redundado en que
Lo mismo vale para la bolsa,
en la que se ha generado una burbuja
sin precedentes, sostenida a través de un
gran apalancamiento. Las altas tasas de interés amenazan con
desatar un colapso, que puede provocar
un derrumbe histórico de la bolsa dado la
valorización ficticia que tienen las cotizaciones accionarias de las empresas,
que no se compadecen con su desempeño en
la economía real. Por lo pronto ya tenemos algún aviso
en los temblores que se vienen sucediendo en
la última etapa.
Hay que tener presente que los
hogares norteamericanos aumentaron sus ahorros en acciones, muy superiores a
su promedio histórico.
Una caída del mercado bursátil, más en la
actual condición, tiene profundas implicaciones en los
consumos de los hogares. A través del llamado “efecto
riqueza” tienden a variar sus gastos. Los dos últimos meses, la
pérdida accionaria ascendió a 4 billones y
medio de dólares y eso redunda en un recorte en
el consumo popular de varios miles de
millones de dólares, lo cual
echa más leña al fuego en el parate de
la actividad económica.
Ante la huida de los inversores de la renta variable, suben
los activos considerados refugio como el oro, que alcanzó nuevos
máximos, el último, por encima de los USD 3.100 por onza. A
su turno, en el mercado de deuda, la rentabilidad de los bonos cae.
En ese contexto, Trump viene presionando
por un descenso de la tasa de interés y eso explica
las crecientes tensiones que lo enfrentan
con las autoridades de la Reserva Federal
que ha metido en el freezer su plan de recortes de
los tipos de interés. Aunque viene al caso señalar que
se ha reservado una carta flexibilizando la política
restrictiva que venía sosteniendo, al contraer el ritmo
de ventas de los bonos que tiene en su poder, resolviendo
desprenderse de 5.000 millones de dólares en lugar
de 25.000 millones como lo hacía hasta ahora.
Hay un temor fundado que pueda precipitarse una
crisis de liquidez que pueda afectar el conjunto del
sistema bancario.
Comentario final
Como se puede apreciar, son demasiados los
frentes de tormenta, en tanto los márgenes de maniobra
para pilotear la crisis resultan cada vez más endebles y
precarios.
La guerra arancelaria es una expresión de
la envergadura de la crisis capitalista, de contradicciones
irreprimibles y explosivas en la economía mundial que
no encuentran una vía de salida y que se agravan. Esto intensifica
los enfrentamientos entre los Estados y las corporaciones que buscan
escapar del impasse a expensas de sus rivales. Viene al
caso señalar que el uso de aranceles por parte de todas las principales
economías ha aumentado rápidamente desde la crisis financiera mundial de 2008.
Según Global Trade Alerta, con sede en Suiza, que rastrea las políticas
comerciales, existen actualmente 4.650 restricciones a la importación
—incluyendo aranceles, cuotas, medidas antidumping y otras limitaciones— en
vigor dentro del G20. Esto representa un aumento del 75 por ciento desde
que Trump ganó las elecciones en 2016 y casi 10 veces más que las
restricciones vigentes al final de 2008. Ahora, con
el segundo mandato de Trump, esta tendencia va
a potenciarse sensiblemente.
Lo que quedaba del orden mundial de
posguerra se ha definitivamente derrumbado. El sistema financiero y
monetario establecido en Breton Woods, así como las relaciones
comerciales que tenían a
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