La columna política de Eduardo Aulicino
El grave daño del caso
Spagnuolo, los costos
autoprovocados en el Congreso y
un pequeño
aporte de CFK
Como
si fueran postales de corrupción, el caso Spagnuolo recrea imágenes
de alto impacto político y social, desde una máquina de contar billetes en
la casa del ex funcionario hasta sobres con miles de
dólares en el auto del empresario involucrado. Y por eso mismo, sacude
al Gobierno en la línea más sensible de su discurso -es decir,
la batalla contra la “casta”-, apuntada a la política como un todo homogéneo
cuyo único fin sería el uso del aparato del Estado en beneficio
propio. Nadie necesita mayores precisiones para entender de qué se
trata: sistemas ilegales de recaudación, coimas a cambio de contratos
generosos. Y eso es precisamente lo que ahora investiga
El
inicio explosivo de la investigación, con medidas ordenadas por el juez Sebastián
Casanello y motorizadas por el fiscal Franco Picardi, se
produjo en el final de una semana política adversa para el
Gobierno. El oficialismo reaccionó frente a las derrotas legislativas cargando
contra el kirchnerismo y tratando de descalificar todo como jugadas electorales.
Eso último, el clima de campaña, apenas fue esgrimido frente a
la repercusión de los audios sobre coimas en
El
oficialismo no mostró frente al caso Spagnuolo la velocidad de reacción que
suele tener frente a situaciones políticas críticas. Y menos, el despliegue
habitual para intentar transformar las respuestas en contraofensiva. Hubo largos
silencios y hasta se difundió la expectativa de una renuncia del jefe
de
Guillermo
Francos se
encargó como otras veces de expresar una respuesta, esta vez módica. Rechazó
que Olivos estuviera al tanto de lo expuesto en los audios, señaló que
naturalmente debe avanzar
CFK
se encargó de exponer la peor y a la vez más funcional movida, en su
intento de explotar la situación con denuncia y discurso. El mensaje
repitió el tono que la ex presidente supone coloquial y popular, además de
ácido. El sobregiro, repetido sobre todo desde la condena en la causa Vialidad,
no es la cuestión de fondo. En cambio, resultó llamativa la mezcla para
exculparse por sus propios procesos y condenar a Milei: dijo que en este caso,
a diferencia de los suyos, el poder no podría ser ajeno.
No
es este tipo de actuaciones de la ex presidente lo que inquieta a Olivos. Al
contrario. El punto es la señal que envía hacia afuera un episodio que, aún
antes de avances significativos en el terreno judicial, provocó la
expulsión de un funcionario con recorrido propio en las primeras líneas del
oficialismo. Se trata de una prueba política tal vez
impensada y que, por el momento y lo que exponen sus pliegues, arranca
en un momento de fuerte tensión política.
El oficialismo acaba de vivir una semana legislativa que deja a la vista costos autogenerados antes que un juego opositor de habilidad extrema. Por supuesto, Milei insistió con su discurso sobre una especie de sociedad de la “casta” para debilitar su gestión. Y fue más lejos, como un modo de dar por perdida cualquier partida en ese terreno: dijo que el Congreso está “secuestrado” por el kirchnerismo.
Esta
claro que ni el mejor operador político puede lograr lo ocurrido esta
semana en Diputados y, más aún, en el Senado. Al revés, pueden advertirse
respuestas provocadas por el modo en que Milei entiende el ejercicio del poder.
Esta vez, le alcanzó para “blindar” el veto a la ley de recomposición
de jubilaciones, en base a un puñado de votos -y alguna ausencia o
abstención- logrado después de tratativas con gobernadores de provincias donde
hubo acuerdo electoral. Menos y en algunos casos nada acompañaron jefes
provinciales que jugaban regularmente como aliados. Expresión de las
quejas por “destrato”.
La
síntesis de lo que dejó esta semana el Congreso es la siguiente: el referido
veto asegurado por el oficialismo en Diputados, un veto rechazado -el
de emergencia en el sistema de discapacidad-, y la coronación de tres
iniciativas en contra de la voluntad del Gobierno. Esos tres proyectos
convertidos en ley -distribución de ATN, financiamiento universitario y
Garrahan- serían respondidos con vetos, según adelanta el Gobierno.
Y en caso de no pasar la prueba del Congreso, podrían derivar en
reclamos judiciales. Si fuera así, quedarían involucrados los tres poderes
del Estado.
Pero
el punto no es ese únicamente. Parece claro que el rechazo al veto sobre
atención al sistema de discapacidad y los niveles de apoyo anotados por la
emergencia pediátrica exponen también el desafío que representan temas
de impacto social. Eso, potencia los referidos problemas en la relación de
Olivos con los gobernadores y hasta con socios políticos, en el marco del
cierre de acuerdos y listas, o de disputa, camino a octubre.
Son
ilustrativas un par de las muchas votaciones de esta semana que, se ha dicho,
registraron para el oficialismo una única celebración, por la caída de la ley
para jubilados.
En
Diputados, la votación más fuerte en contra de la posición del Gobierno quedó
marcada en el tablero con el rechazo al veto sobre discapacidad: fue
En
el Senado, la ley con eje en el Garrahan sumó 62 votos a favor y sólo 8
en contra. En este caso, vale señalar el voto en soledad del oficialismo:
los 6 de LLA, junto a un ex integrante de ese bloque y un aporte del PRO.
Lo
dicho: son resultados que se explican en parte por el impacto del tema y sobre
todo por el modo de actuar violeta. Es bastante más complejo que el “riesgo
kuka”. El caso Spagnuolo agrega un ingrediente fuera de cálculo.
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