Editorial
Editorial
El 13 de junio de 2000 fue un día muy
especial para el presidente Fernando de la Rúa.
Ese día, en Washington, logró lo que tanto ansiaba desde que
asumió el 10 de diciembre de 1999: el apoyo político del Fondo Monetario
Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo para el
ajuste que lanzó para contener el déficit y para garantizar las inversiones
externas, todo en aras del crecimiento del país. En ese entonces el director
gerente del FMI era Horst Köhler y
Stanley Fischer era el subgerente. Luego de la reunión un exultante Thomas
Dawson, vocero del FMI, dijo que el programa del FMI con la Argentina marchaba sobre
ruedas. Por su parte, la jefa de la delegación que hizo la revisión de las
cuentas públicas en las últimas dos semanas, Theresa Ter-Minassian, aseguró a La Nación que el gobierno
argentino “no va a tener ningún problema en cumplir las metas del primer
semestre”, y destacó la “unidad política” detrás del ajuste de gastos dispuesto
por el gobierno.
El titular del BID, Enrique Iglesias,
difundió el apoyo de su institución y del Banco Mundial a la política económica
implementada por el gobierno de De la
Rúa. “Apoyamos el fondo de infraestructura que permitirá un
aumento de la demanda interna rápidamente, con un instrumento novedoso. Además,
reiteró la “unidad política” que exhibe el país. “Ajustes como el que hizo la Argentina son muy
severos y dolorosos. Aquí un mensaje político de gran unidad de parte de los
distintos partidos presentes, que es muy importante para la comunidad
internacional”, expresó Iglesias. En una reunión posterior, Iglesias le anunció
al ministro de Economía, José Luis Machinea, que el BID había decidido extender
al país un crédito de 500 millones de dólares. Por su parte, Köhler y Fischer
le confirmaron a De la Rúa
que el FMI respaldaba el proceso de ajuste por unos 540 millones de dólares. En
un comunicado, el FMI destacó que sus autoridades le expresaron personalmente
al presidente argentino su fuerte respaldo para afianzar la situación fiscal
(fuente: La Nación ,
edición del 14 de junio de 2000).
Dos décadas más tarde la historia se
repite. No está Köhler sino Christine Lagarde. No están De la Rúa y Machinea sino Mauricio Macri
y Nicolás Dujovne. Sin embargo, la situación es la misma. Las autoridades del
FMI acaban de felicitar al gobierno argentino por el éxito de su plan de ajuste.
Lagarde casi usó los mismos términos que en aquel entonces utilizaron Köhler,
Fischer e Iglesias. La euforia de Macri es igual a la de De la Rúa.
El pueblo argentino recuerda cómo terminó
De la Rúa. La
imagen del helicóptero que lo retiraba de la Rosada en aquel anochecer trágico del 20 de diciembre
de 2001 será imborrable para los argentinos. Sin embargo, muchos compatriotas
parecen no recordar el apoyo que el gobierno de la Alianza recibió en 2000
del poder financiero transnacional. El mismo que hoy está recibiendo el gobierno
de Cambiemos. Afortunadamente, todo parece indicar que Macri terminará su
mandato tal como lo consagra la Constitución.
Pero ello no significa que los argentinos nos privemos de
sufrir los mismos efectos deletéreos de toda política de ajuste bendecida por
el FMI. Lo notable es que sabemos muy bien de qué se trata. Lamentablemente,
nos empecinamos en tropezar con la misma piedra todo el tiempo.
Si en 2000 el FMI bendijo el ajuste de De la Rúa y el pueblo sufrió las
consecuencias (desempleo, inflación, pérdida del poder adquisitivo, tarifazos),
¿por qué en 2019 todo será diferente? Porque lo único que cambiaron fueron los
actores pero las instituciones y el apoyo a la política de ajuste son exactamente
los mismos. Una vez más no queda otra que recurrir al genio de Einstein: es de
locos, dijo, pretender obtener resultados diferentes empleando los mismos métodos.
Pues bien, aún son millones los argentinos que creen de buen fe que ahora, con
Macri en la Rosada, el ajuste será beneficioso. Pero a diferencia del genio,
que los hubiera tratado de locos, estos argentinos están enfermos de fanatismo
ideológico.
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