Para los lectores de El Informador Público
Para los lectores de El Informador Público
Lamentablemente, no me equivoqué (4)
La visita de Obama
Anexo I
Historia de
Anexo II
“Operación Traviata” (*)
Reflexión final
Lamentablemente, no me equivoqué (4)
En su edición del 29 de marzo de 2016, El
Informador Público tuvo la gentileza de publicar un artículo de
mi autoría titulado “La visita de Obama”, en el que efectúo una comparación de
la política exterior de Macri con la de Néstor Kirchner. A tres años y medio de
aquella visita el contenido del artículo goza de una absoluta vigencia.
La visita de Obama
Para Washington todo volvió a la “normalidad”.
La Argentina ,
de la mano de Mauricio Macri, retomó el ejemplo de Carlos Saúl Menem. Pasaron
casi veinte años de la última visita de un presidente de Estados Unidos al
país. En 1997 el demócrata Bill Clinton estuvo en el país para reafirmar la
“amistad” entre ambas naciones y destacar las cualidades excepcionales del
presidente argentino. En ese entonces el riojano era el presidente mimado de
los Estados Unidos. La aplicación de una política económica ortodoxa y el
alineamiento con los Estados Unidos y Europa fueron valorados por la élite
económica y política mundial, que elevó a Menem a la categoría de líder
planetario. La Argentina
formaba parte del mundo según el imaginario de Washington. Después la Argentina descarriló. La
hecatombe de diciembre de 2001 hizo posible el retorno del país al “populismo”.
Con el kirchnerismo en el poder la
Argentina sepultó las relaciones carnales y apostó por el
multilateralismo internacional, lo que en la práctica significó un alejamiento
de Estados Unidos y un acercamiento a la Venezuela de Hugo Chávez, al Ecuador de Rafael
Correa y la Bolivia
de Evo Morales. Durante los próximos doce años y medio la Argentina actuó al
margen de la influencia norteamericana: el corte del cordón umbilical que
mantenía unido al país con el FMI y la Cumbre de las Américas de 2005 fueron los hechos
más contundentes en este sentido. Estados Unidos reaccionó como se preveía:
condenó a la Argentina
a la irrelevancia internacional. George Bush (h.) y su sucesor, Barack Obama,
ignoraron al matrimonio Kirchner, a tal punto que Obama, por ejemplo, jamás
invitó a Cristina a que visitara oficialmente la Casa Blanca. Pero el
22 de noviembre de 2015 se produjo un hecho muy importante, no sólo para la Argentina sino para los
Estados Unidos y Latinoamérica: Mauricio Macri le ganó a Daniel Scioli y se
transformó en el nuevo presidente de todos los argentinos. Durante la campaña
electoral el candidato de Cambiemos había anunciado que en caso de llegar a la
presidencia sepultaría la política exterior del kirchnerismo. Y cumplió. El
primer gesto del flamante presidente fue la designación en la Cancillería de Susana
Malcorra, una conocida funcionaria de las Naciones Unidas que comulga con la
ideología macrista. El segundo gesto de Macri fue su visita a la paradisíaca
Davos donde se reunió con la élite financiera mundial y algunas figuras
políticas como el vicepresidente norteamericano Joe Biden, el primer ministro
inglés James Cameron y el premier israelí benjamín Netanyahu. Desde un
principio, al igual que Carlos Menem un cuarto de siglo atrás, Macri se
comprometió a “reinsertar” al país en el mundo.
Ahora bien, el logro de ese objetivo lejos
está de ser gratuito. Luego de doce años y medio de “rebeldía” la Argentina no podía
pretender volver a formar parte del exclusivo club del primer mundo sin pagar
algún costo, sin ofrecer a Estados Unidos unas cuantas pruebas de amor. Lo
primero que se le exigió a Macri fue el arreglo con los fondos buitre. A ese
arreglo la república imperial le puso plazo: el 14 de abril. De ahí la
desesperación de Macri por lograr la aprobación parlamentaria del acuerdo. Al
principio el panorama se le presentaba bastante complicado ya que Cambiemos no
había logrado obtener la mayoría ni en Diputados ni en Senadores. Dependía,
pues, del peronismo para aprobar el crucial acuerdo. Luego de varias
negociaciones y de verse obligado a modificar el texto original, finalmente el
gobierno nacional logró que fuera aprobado holgadamente en el recinto de la
cámara de Diputados. Contó para ello con el aporte invalorable del peronismo
renovador y del bloque de ex kirchneristas que, liderados por Diego Bossio, se
escindió del anterior oficialismo. Presionados por los gobernadores, algunos de
ellos muy ligados al kirchnerismo como Rosana Bertone (Tierra del fuego) y
Lucía Corpacci (Catamarca), los diputados representantes de los pueblos de esas
provincias agacharon la cabeza y votaron a favor del acuerdo con los holdouts.
La extorsión de Macri-acuerdo con los buitres o hecatombe económica-había dado
sus frutos. El próximo 30 de marzo está prevista la sesión en el Senado y todo
indica que el acuerdo será aprobado pese a que el kirchnerismo es dueño de la Cámara. Algunos
senadores que fueron electos por el kirchnerismo, como el santafesino Omar
Perotti, han anunciado que votarán afirmativamente.
La segura aprobación del acuerdo con los
buitres es la prueba de amor que necesitaba Estados Unidos para bendecir a
Mauricio Macri. A partir del próximo miércoles se le abrirán a la Argentina las puertas de
los mercados internacionales, requisito fundamental, según Macri, para hacer
crecer y desarrollar al país a través de la creación de puestos de trabajo.
“Endeudarse” es el verbo mágico del gobierno nacional, su único plan de
gobierno. Sin ayuda externa Macri se quedaría sin los dólares que necesita para
poner en marcha la maquinaria del país. Así como Aldo Ferrer lanzó el “vivir
con lo nuestro”, Macri lanzó, emulando a Menem, el “vivir de prestado”. La
pregunta que cabe formular ahora es la siguiente: ¿qué seguridad hay que luego
de la aprobación parlamentaria del acuerdo con los buitres llegarán al país las
inversiones prometidas? Porque Macri siempre creyó, al menos así lo puso en
evidencia durante la campaña electoral, que su sola presencia en la Casa Rosada provocaría
casi automáticamente el desembarco en la Argentina de un ejército de inversores foráneos.
Hasta ahora, se trató de una ilusión. Ni un miserable dólar vino al país, a
pesar de todas las medidas que adoptó Macri en beneficio del poder económico
concentrado. Teniendo en cuenta la experiencia menemista no sería de extrañar
que cuando el presidente y los gobernadores pidan prestado a la banca
internacional o pretendan colocar deuda en los mercados, se encuentren con una
desagradable sorpresa: el acuerdo con los holdouts, si bien fue un paso
fundamental, es tan sólo el primer paso. Pretender que haya abundante crédito a
bajas tasas de interés requerirá de la Argentina no una sino varias pruebas de amor.
Cuando llegue el momento justo los prestamistas aparecerán con su clásico
listado de exigencias que incluye la vuelta al Fondo Monetario Internacional
como inclemente auditor de nuestra economía. Ahí entrará en escena Christine
Lagarde quien le dirá a Prat-Gay que la baja de la tasa de interés sólo será
posible si el gobierno cumple con estas exigencias: severo plan de ajuste
(tanto a nivel nacional como provincial), libertad total al comercio con otras
naciones (eliminación de la protección aduanera, en otras palabras),
eliminación de todos los controles sobre los capitales especulativos,
flexibilización laboral absoluta, despidos a granel; imperio absoluto del
mercado, en suma. Para que los dólares ingresen a la Argentina el gobierno de
Macri no tendrá más remedio que poner en práctica un duro e inflexible programa
económico ortodoxo. Adiós, por ende, al gradualismo defendido por el propio
presidente y por su ministro de Finanzas, Alfonso Prat Gay. En ese momento será
la hora de los halcones como José Luis Espert, Miguel Ángel Broda y Carlos
Melconián. Será la hora del sometimiento a los organismos multilaterales de
crédito y del endeudamiento masivo del país. Consciente o inconscientemente, Macri
condicionará el futuro de las nuevas generaciones de argentinos.
La visita de Obama se inscribe dentro de este
contexto. Su amabilidad y cortesía lejos estuvieron de ser gratuitas. Palmeó a
Macri como en su momento Bush padre, Clinton y Bush hijo palmearon a Menem y de
La Rúa. La
historia vuelve a repetirse. Macri está dispuesto a sacrificar a las futuras
generaciones de argentinos para congraciarse con el FMI, paso fundamental para
tener relaciones cordiales con Estados Unidos. Después vendrán otras exigencias,
como el alineamiento a la política exterior norteamericana, lo que significa en
la práctica el alineamiento contra el Estado Islámico. Con la asunción de Macri
la Argentina
volvió a ser funcional a los intereses geoestratégicos de la república imperial,
más aún dada la delicada situación por la que está atravesando Brasil, el país
más relevante de Sudamérica. Con la asunción de Macri el país volvió a
endeudarse. Por lo menos si la plata que nos dan fuera utilizada para mejorar
la calidad de vida de los argentinos, el endeudamiento sería tolerable. Pero
todos sabemos cuál será el destino de esos fondos: el pago de los intereses de
la deuda. Igual que en los noventa.
Pero eso a Obama lo tiene sin cuidado. Es un
problema de los argentinos. Mientras tanto, fue recibido con honores por el
presidente argentino y las banderas de ambas naciones flamearon juntas en la Plaza de Mayo. Ambos
mandatarios dieron juntos una conferencia de prensa donde Macri destacó el
liderazgo de Obama a nivel internacional (vaya novedad) y donde Obama rememoró
a Borges y Cortázar. Luego dialogó con jóvenes emprendedores y se tomó su
tiempo para visitar las bellezas de Bariloche. A Macri se lo vio exultante. Su
mirada lo decía todo. Probablemente esté convencido de lo que está haciendo,
crea sinceramente que el endeudamiento externo y la pleitesía a Estados Unidos
constituyen la única manera de garantizar el desarrollo económico y el
mejoramiento de la calidad de vida de los argentinos. La historia ha demostrado
que Estados Unidos sólo piensa en sus propios intereses y que si le sonríe a un
país emergente como el nuestro es para sacarle el mayor provecho posible.
Estamos hablando de la república imperial y el respeto a los otros países no
forma parte de su diccionario, salvo que le demuestren fortaleza, como Rusia y
China.
Néstor Kirchner fue consciente de todo esto.
Por eso decidió sepultar las relaciones carnales. Estaba convencido de que la Argentina jamás podría
salir del atolladero en que se encontraba si continuaba atada a los designios
del FMI. De ahí su estrategia del canje de deuda. Al patagónico en ningún
momento se le cruzó por la cabeza la idea de desafiar el liderazgo de Estados
Unidos. Lo único que pretendió fue, nada más y nada menos, terminar de una vez
y para siempre con la deuda externa. Puede ser que su metodología no haya sido
la mejor, la más idónea, pero el desendeudamiento siempre es mejor que la
dependencia. Estados Unidos lo combatió porque sintió temor que su canje de
deuda se expandiera como ejemplo por toda Latinoamérica. Temió el efecto
dominó. Pero el susto fue pasajero. Además, no se puede comparar el canje de
deuda con la anexión de Crimea, por ejemplo. Ahora Estados Unidos sabe que con
Macri el poco relevante país del extremo sur del continente dejará de ser una
piedra en su zapato.
Anexo I
Historia de la FEDE de Isidoro Gilbert
(segunda parte) (*)
Al comenzar la década del cuarenta el mundo
estaba convulsionado. El avance del nazismo parecía incontenible y el EJE entre
Berlín, Roma y Tokio se fortificaba a pasos agigantados. La Argentina , país
importante en aquella época, no podía escapar a la influencia de lo que
acontecía en el sistema internacional.
En 1940 la Fede procuró alcanzar un objetivo político
relevante: ejercer el liderazgo del conjunto de las juventudes políticas en un
clima dominado por la antinomia fascismo-antifascismo. La persecución de tal
objetivo no significó que el PC se desentendiera de su rama juvenil. Por el
contrario, la Fede
jamás podía darse el lujo de entrar en conflicto con las autoridades
comunistas, partidarias de ir sentando las bases del Frente Democrático, cuyo
contenido ideológico nada tenía que ver con el anticapitalismo. Su objetivo
fundamental fue el ensalzamiento de un férreo patriotismo y la admiración por
los más importantes representantes de la línea “Mayo-Caseros” (Moreno,
Sarmiento, etc.). Entre el 26 y 27 de abril de 1941 debía haberse realizado el
I Congreso Nacional de la
Juventud Argentina , cuya comisión Organizadora quedó en manos
de los comunistas y sus aliados. Su propuesta programática se basaba en el
apoyo irrestricto a la neutralidad, en sintonía con la postura de la InternacionalComunista.
Tal como sostiene Gilbert, el Congreso fue el primer esbozo
de lo que se conocería como Unión Democrática, la coalición política
constituida para enfrentar a Perón en 1946. Lamentablemente, el gobierno no
toleró que el congreso tuviera lugar. La represión fue impiadosa. Finalmente,
pudo realizarse en la ciudad de Córdoba, entre el 28 y el 30 de agosto de ese
año. Pero la situación internacional había cambiado. El 22 de junio de 1941 las
tropas nazis habían invadido la
UIRSS , con lo cual la postura favorable a la neutralidad era
insostenible. En consecuencia, durante aquellas jornadas en Córdoba se proclamó
la necesidad de ayudar a la
Unión Soviética , Inglaterra, China y aquellos países que
peleaban contra el nazi-fascismo. El 26 de marzo de 1942 tuvo lugar el VI
Congreso de la Fede
que aprobó lo siguiente: “1) que se cumplan las resoluciones de Río de Janeiro,
reunión de cancilleres americanos, de apoyo a la ruptura de relaciones con los
países del Eje presentado por el diputado radical Raúl Damonda Taborda. 2)
Apoyo a la juventud soviética. 3) Organización del Frente Patriótico juvenil
por la libertad e independencia de la patria con los sectores antifascistas de
la sociedad”. Otra etapa del proceso que culminaría en la constitución de la Unión Democrática.
Gilbert recrea con gran sagacidad los hechos
que culminaron con el ascenso del peronismo al poder en 1946. ¿Qué sucedió con la Fede a partir del histórico
triunfo de Perón en febrero de 1946? El ascenso de Perón al poder significó
para la Fede en
particular y para el comunismo en general, enfatiza Gilbert, un golpe durísimo.
La Fede se
desmoronó como un castillo de naipes. El siguiente párrafo del libro explica
con claridad, lo que había ocurrido: “La diferencia entre la coalición
peronista y la Unión
Democrática no fue avasallante, pero ése era un argumento que
podía tranquilizar, si se quiere, a los radicales y a algunos aliados de los
comunistas. Pero éstos no podían disimular lo fundamental que había acontecido:
el apoyo masivo de los trabajadores al programa y mensaje del CORONEL DE LA ESPERANZA ”. Lo que más
dolió a los comunistas fue que un importante porcentaje de nuevos votantes se
habían volcado al peronismo. Apenas asumió, Perón tomó una decisión que pondría
en evidencia su enorme olfato político: decidió establecer relaciones con la URSS , con lo cual descolocó
al comunismo vernáculo. Ello explica por qué el diario comunista “La Hora ” le dedicara poco
espacio a semejante noticia. Pese a la derrota, la Fede no se desanimó. Junto
fuerzas para impulsar luchas sindicales, profundizar y estructurar su
influencia entre los estudiantes secundarios y universitarios y, finalmente,
para preparar las condiciones para el VII Congreso, que se realizaría en
noviembre, luego de que el PCA hubiera definido su postura frente al peronismo.
El apoyo de las masas trabajadoras al peronismo desveló al comunismo a partir
de entonces.
Gilbert hace un pormenorizado repaso de la
obra de Perón. Destaca lo que a su criterio fueron sus aspectos positivos y los
negativos. Mientras tanto, los días 15, 16 y 17 de noviembre de 1946 sesionó el
VII Congreso de la Fede.
“Durante esos tres días”, dice Gilbert, “a tenor de la crónica del vocero
juvenil, nadie habló de las causas de la derrota, pero sí de reivindicaciones,
de todas las posibles tareas a realizar, pero poco o casi nada de política”. El
desconcierto del comunismo era notable. Cabe destacar la siguiente resolución
adoptada durante aquellas sesiones: “La juventud se ha pronunciado por el
desarrollo democrático del país y está latente su sentimiento de defensa de las
garantías constitucionales y su profundo respeto por nuestra tradición progresista
y democrática y su culto a los héroes de las gestas de la independencia. Su
odio al imperialismo y a la oligarquía y su apoyo a la política de paz de la UN. Sin bloques regionales
ni antisoviéticos que tratan de impulsar los magnates del imperialismo
anglo-yanqui, contra los pueblos del mundo y, especialmente, contra su más
consecuente defensora, la URSS ,
patria del socialismo”. Los cincuenta fueron difíciles para la Fede. Narra Gilbert:
“No había comenzado nada bien 1950 para la FJC y el PC: el segundo día del año, la llamada
Comisión Visca, creada por la
Cámara de Diputados, decidió la clausura de todas las
publicaciones del comunismo, aunque la decisión castigó hojas de otras tiendas.
Se había imputado como causa que, en el primer número del año, el diario “La Hora ” había omitido publicar
la leyenda “Año del Libertador General San Martín”, al lado de la fecha de la
edición, un error del taller cuasi artesanal, solo una excusa para una decisión
política”. Más adelante, Gilbert honra la memoria de dos comunistas asesinados
en aquella época, dominada internacionalmente por la guerra de Corea (la Guerra Fría ): Jorge
Calvo y el médico rosarino Juan Ingallinela, cuyo cadáver jamás apareció.
Pese al acoso del peronismo la Fede desarrolló en aquellos
años una intensa actividad cultural. Cuenta Gilbert: “La Federación , entre 1954
y 1955, alentó a sus jóvenes poetas, como Héctor Negro, Hugo Ditaranto, Julio
César Silvain y otros más o menos próximos, los “aliados”, para crear el grupo
de poesía “El pan duro”. Más tarde se incorporó Susana Bignozzi, con el fin de
autopublicar sus libros de poesías mediante un sistema de venta de bonos
anticipados y realización de recitales públicos de poesía en bibliotecas y
clubes de barrio”. En 1954 se hizo la elección a vicepresidente (había
fallecido Quijano) y el candidato de Perón, el almirante Alberto Tesaire,
venció holgadamente al radical Crisólogo Larralde y a la comunista Alcira de la Peña. Una nueva
demostración de fuerza que golpeó con dureza al comunismo. Sin embargo, su
segunda presidencia no fue tan glamorosa como la primera. Los problemas
económicos se agudizaron, al igual que la situación gremial. Para colmo, Perón
se acercó a los Estados Unidos, entró en conflicto con la Iglesia e incrementó su
política represiva. Todo estaba preparado para el advenimiento de la Revolución Libertadora.
¿Cuál fue la actitud de la Fede
frente a la caída de Perón? Dice Gilbert: “Sin duda, la postura comunista fue
contra el golpe. Pero en el ínterin la línea se fue ajustando y, cuando la Revolución Libertadora
se instaló, hubo un intento de encontrar líneas menos reaccionarias en las que
respaldarse. Daniel Campione señala que “en un comunicado fechado el 18 de
septiembre de 1955 (dos días después del derrocamiento de Perón), con el
enfrentamiento entre “leales” y “libertadores” aún indeciso, el PC exhortó al
cese de la “guerra civil” y se situó “por encima del conflicto”, con la
pretensión de aleccionar a ambos bandos. Según el comunicado, el partido
aconsejó a Perón que era indispensable el establecimiento de todas las
garantías democráticas, la libertad de los presos políticos, el retiro del
proyecto de contrato con la
Estándar Oil Co. (…) y a los sectores democráticos opositores
seducidos por el falso miraje de un golpe de Estado los amonestó: que no era el
camino la violencia y la guerra civil que sólo podrían desembocar en la
anarquía y la dictadura, y que en vez de ello debía orientarse hacia el régimen
de convivencia democrática”.
(*) Publicado en el portal rosarino Ser y Sociedad
el 7/4/010.
Anexo II
“Operación Traviata” (*)
El 25 de septiembre de 1973 José Rucci,
Secretario General de la CGT ,
fue acribillado a balazos. El crimen conmocionó al país. Había caído el hombre
más poderoso del sindicalismo y, fundamentalmente, el dirigente gremial de más
confianza de Juan Perón. A partir de entonces la espiral de violencia no se
detuvo. La derecha y la izquierda del peronismo se declararon la guerra y los
muertos comenzaron a aparecer por doquier. Escenario ideal para que las fuerzas
armadas justificaran el derrocamiento de Isabel el 24 de marzo de 1976 para
garantizar “la paz social”.
Hasta el presente el asesinato de Rucci se
mantiene impune. Durante décadas nadie habló de este luctuoso hecho hasta que,
sorpresivamente, emergió a la superficie. La prensa se ocupó del caso y la
familia Rucci-especialmente la hija del sindicalista, la actriz Claudia
Rucci-comenzó a aparecer en televisión para referirse a la tragedia. Siempre se
dijo que los montoneros habían sido los responsables del fusilamiento. Pero
nunca pudo ser confirmado. Pero las sospechas sobre su autoría siempre surcaron
el ambiente político. Sin embargo, nadie fue acusado y condenado.
En 2009 el periodista Ceferino Reato, editor
jefe del diario Perfil, publicó un libro que tuvo gran repercusión titulado
“Operación Traviata. ¿Quién mató a Rucci?” (Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 390
ps.) cuyo objetivo es descifrar el enigma y, de paso, hacer recordar a los
argentinos un período de nuestra historia que, lamentablemente, se escribió con
sangre. En el prólogo Reato hace énfasis en una cuestión que, a mi entender,
explica el por qué tomó la decisión de escribir sobre Rucci. Para el autor el
desgaste del kirchnerismo logró afectar la interpretación que el matrimonio
presidencial había hecho sobre los ´70 para justificar su política de derechos
humanos. Desde su óptica, los “jóvenes idealistas” de aquella época habían sido
derrotados por unas fuerzas armadas aliadas a los enemigos de la nación.
Quienes habían soñado con una Argentina “libre, justa y soberana” habían sido
aplastados por los esbirros del orden establecido, empleando para ello el
método abyecto del terrorismo de Estado. Tal como lo explica en su introducción
ese modo de analizar los setenta por parte del gobierno nacional comenzó a
perder legitimidad a partir del gobierno de Cristina. El paradigma setentista
(Reato se basa en el concepto de paradigma de Thomas Kuhn), perfectamente
expuesto, según el autor, por Horacio Verbitsky en su libro “Ezeiza”, ha
comenzado a perder fuerza, atractivo, para importantes sectores del pueblo. Esa
visión maniquea de los ´70 esgrimida por Verbitsky (los jóvenes idealistas
versus los sindicalistas impiadosos) ha empezado a ser replanteada. En mi
opinión, el libro de Reato trata de ayudar a crear un nuevo paradigma sobre los
´70, una nueva recreación ideológica de aquella época destinada a criticar la
visión maniquea de Verbitsky. Lo que intenta hacer Reato es, me parece,
convencer a los argentinos y, fundamentalmente, a las nuevas generaciones, que
los montoneros fueron jóvenes que, lejos de ser “idealistas”, se valieron de
métodos arteros, como la ejecución de Rucci, para imponer “la patria
Socialista” (aunque, al final del libro, Reato se esmera por destacar que ello
no significa la reivindicación de la teoría de los dos demonios ni, mucho
menos, del terrorismo estatal).
Pero el autor aclara que su objetivo lejos
está de crear un nuevo paradigma de los setenta que confronte con el paradigma
de “Ezeiza”: “Mi propósito es más bien modesto: intento describir quiénes, cómo
y por qué protagonizaron un asesinato político que, a pesar de su importancia,
o tal vez debido a ello, ha sido investigado sin eficacia por la justicia y por
la policía, y sobre el cual tanto los periodistas como los historiadores no han
escrito prácticamente nada. Y a partir de ese crimen impune pretendo explicar
las relaciones entre Perón, los montoneros y el poder sindical, como un
triángulo analítico para abordar un año y medio crucial, desde el 17 de
noviembre de 1972, el día del primer regreso de Perón de su largo exilio
gracias a una histórica campaña protagonizada por la juventud Peronista, hasta
el 1 de mayo de 1974, cuando se formalizó la ruptura entre el General y los
montoneros” (p. 45).
Reato introduce al lector en un apasionante y
trágico período de nuestra historia. Dedica varios capítulos para describir
cómo fue la “Operación Traviata”. De su lectura se desprende que se trató de un
operativo de gran envergadura ejecutado por Montoneros (quienes lo llevaron a cabo
habrían sido miembros militares relevantes de la “Orga”). Fue una operación
planificada con meses de antelación, que debió suspenderse en varias
oportunidades y que, finalmente, se llevó a cabo con posterioridad a la
victoria de Perón en las urnas. Del relato de Reato se concluye que quienes
estaban a cargo de la custodia de Rucci fueron sorprendidos por la balacera
(Rucci fue prácticamente ajusticiado).
Pero más interesantes son los capítulos donde
el autor analiza el vínculo de los Montoneros con Perón y el desafío de la
“Orga” a su poder. El asesinato de Rucci habría sido el brutal mensaje de la
“Orga” a un Perón que ya había decidido apoyarse en la derecha del peronismo,
es decir, en el aparato sindical. Los Montoneros tenían, evidentemente, un plan
político destinado a implantar-a través de la lucha armada-el socialismo en la Argentina , mientras que
para Perón los montoneros habían sido útiles para desestabilizar a la dictadura
militar, con lo cual era esencial que, con el triunfo aplastante de 1973,
pasaran a formar parte del movimiento peronista acatando sin chistar su
autoridad. Este antagonismo se fue agudizando luego de la ejecución de Rucci
(que, según el relato de Reato, fue reivindicado por los Montoneros) y alcanzó
su máximo esplendor el 1 de mayo de 1974 cuando, en la plaza de Mayo, perón
dijo que había llegado la hora de hacer tronar el escarmiento.
Reflexión final
El libro de Reato está muy bien escrito. Muy
bien documentado y con fotos que ilustran diversos momentos de la vida de Rucci
y la jornada trágica de su muerte. “Operación Traviata” ayuda a entender las
razones que llevaron a un grupo de jóvenes de nuestro país a inmolarse por un
proyecto de país que estaba en las antípodas del de Perón (y de la mayoría del
pueblo). La postura militarista de la cúpula montonera (que se agudizó luego de
lo de Rucci) sustentada en su concepción “vanguardista” de la revolución
socialista, terminó en la tragedia que todos conocemos. Importantes dirigentes
montoneros reconocen en el libro el grave error político que significó el
triunfo, dentro de Montoneros, del sector “militarista” sobre el sector
“político”. En definitiva, “Operación Traviata” (el nombre se debe a que la
cantidad de balazos que recibió Rucci fue igual a la cantidad de
agujeritos-23-de la famosa galletita de Bagley) describe, tal como lo pretendió
el autor desde el comienzo, las causas y las consecuencias (que aún perduran)
de un crimen político (aún impune) que, a mi entender, no hizo más que preparar
el terreno para la ejecución de un terrorismo de estado que marcaría a fuego a
la sociedad argentina.
(*) Publicado en el portal rosarino Ser y
Sociedad el 29/1/010
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