La nota de Pablo Vaca
Argentina y el triste
privilegio de figurar entre los peores
Clarín
12/07/2022
La
estadounidense Elaine Kurtenbach es la editora de economía de The
Associated Press para Asia, donde desarrolló toda su
carrera. Un puesto importante. Ha trabajado en Hong Kong, Tokio, Shanghai y
Beijing y ahora tiene su sede en Bangkok. Desde allí escribió su más reciente
artículo, con un título directo y claro: “Otros países
pueden seguir los pasos de Sri Lanka”.
Refería,
claro, a la crisis que se llevó puesto al gobierno de
esa isla que hasta 1972 conocíamos como Ceylán. Allí, la familia del presidente
Gotabaya Rajapaksa sumaba un par de décadas al frente del país y manejando la
economía. Manejándola mal.
La
escasez de combustible y electricidad, la inflación, la
corrupción y el hartazgo social provocaron un combo que
derivó en protestas cada vez más intensas hasta que, el sábado, manifestantes
tomaron la casa de gobierno.
Rajapaksa
huyó y por
ahora sigue escondido. Como datos de color, los manifestantes
aprovecharon para nadar en la amplia pileta de la residencia y hallaron
escondidos 17,8 millones de rupias en efectivo (220.000 dólares).
Una crisis económica
y política terminal.
La lista
elaborada por Kurtenbach de países con pronóstico de parecido futuro -sombrío-
incluye a dos naciones africanas, seis asiáticas (aunque Turquía tiene parte
europea) y una sudamericana. Argentina, por supuesto.
La descripción de cada uno de
ellos es impiadosa, contundente. No tan curiosamente, todo suena conocido por
aquí.
Dice de
Zimbabwe: “Padece una inflación superior al 130% y se teme una reedición de la
hiperinflación del 2008, en que llegó a 500.000 millones por ciento. La
economía ha sido azotada por años de desindustrialización, corrupción, falta de
inversiones, bajas exportaciones y una deuda alta. La inflación
hace que la gente no confíe en la moneda nacional y procure conseguir dólares. Muchas
personas se saltean comidas”.
Describe
así a Egipto: “La tasa inflacionaria se acercó al 15% en abril y golpeó sobre
todo a casi un tercio de sus 103 millones de habitantes que viven en la
pobreza. La población ya soportaba un ambicioso programa de reformas que
incluye severas medidas de austeridad, como recortes en los
subsidios del combustible, el agua y la electricidad”.
Y así a
El Líbano: “Sufre una combinación tóxica: se desploma su
moneda, escasea todo, altos niveles de inflación y creciente hambruna, largas
colas en las gasolineras y una clase media diezmada”.
Similares referencias surgen
para Pakistán, Afganistán, Turquía, Laos y Myanmar.
El
párrafo que dedica a Argentina dice: “Cuatro de cada diez argentinos son pobres
y su banco central tiene muy pocas reservas ante la devaluación del peso. Se
calcula que la inflación será del 70% este año. Millones de
argentinos sobreviven gracias a comedores populares y programas de ayuda
estatales,
muchos de los cuales son manejados por poderosos movimientos sociales asociados
con el partido de gobierno. Un reciente acuerdo con el FMI para reestructurar
la deuda por 44.000 millones de dólares está siendo cuestionado por concesiones
que podrían afectar la recuperación económica, según sus opositores”.
Lejos de
todo esto -en varios sentidos- está Noruega.
Hace 50 años, cuando en Argentina la pobreza alcanzaba el 8%, en
Noruega superaba el 20%. Pero cuando descubrieron
petróleo, los noruegos decidieron -acuerdo multipartidario mediante- guardar
esa plata y limitar fuertemente las posibilidades de los gobiernos de meter la
mano en el chanchito de los ahorros. Hoy, esos ahorros suman 1,3 billones de
dólares, el mayor fondo soberano del mundo. La pobreza llega
al 0,5% y es el cuarto país menos desigual del planeta.
No hace
falta decir qué pasó en Argentina en ese medio siglo. Con la política de gastar
más de lo que tiene y otras insensateces, el país logró
hundirse como ningún otro. El resultado es figurar en la
lista de los peores, de la que será difícil salir sólo con medidas
de urgencia y más de lo mismo. Sri Lanka nunca estuvo tan cerca.
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