La columna política de Eduardo van der Kooy

 


Sergio Massa se desgasta rápido y Cristina Kirchner se está desesperando

Clarín

13/08/2022

Acaba de incorporarse a la política argentina un teorema que aspira a competir con aquel que eternizó Raúl Baglini. El ex diputado radical, fallecido el año pasado, profetizó que cuando un partido está lejos del poder radicaliza sus posturas; ni bien se acerca, empieza a moderarlas. Casualmente, también es reconocido un dirigente de la UCR quien formula en estas horas otro diagnóstico: “Cuanto más se profundiza la crisis del Gobierno, más aumenta la posibilidad de ruptura en Juntos por el Cambio”, dice.

Ese juego de espejos ilustra ahora la realidad de nuestro país. El arribo de Sergio Massa como nuevo eje del Gobierno para regenerar expectativas públicas parece menguar antes de lo pensado, aun cuando conserva el protagonismo. Hay dos razones. El acompañamiento anémico de Alberto Fernández. Las condiciones que, aun a la distancia, sigue imponiendo Cristina Fernández.

Para que no queden dudas sobre la incidencia que la política de género posee en la Argentina, otra mujer se encargó de zamarrear desde la raíz hasta la copa el árbol de Juntos por el Cambio. Fue la intifada de Elisa Carrió. Contra todos, a excepción de Mauricio Macri.

¿Por qué ahora? La crisis del Frente de Todos y el trance complicado de Cristina disuelven la única amalgama confiable que conserva la oposición: el espanto al adversario. Afloran audacias que desnudan ambiciones personales y objetivos de conjunto distintos.

El desgaste de Massa obedece a varios motivos. Queda claro que su conquista de la Secretaría de Energía obedeció antes al repliegue de la vicepresidenta que a la impronta establecida por el líder renovador. En esa área reside, por ahora, la única posibilidad de ejecutar un recorte del gasto a través de la eliminación de subsidios. Costo que el kirchnerismo no desea pagar y explica los inconvenientes que encuentra Flavia Royón, la reemplazante de Darío Martínez en Energía, para avanzar con su diagrama aplicado a los hogares. El pato podrían terminar de pagarlo los comercios.

Otros asuntos que proclamó en la asunción se verían demorados. El control de las cajas del Estado nacional requiere un salto enorme de obstáculos. Algo similar ocurre con la auditoría de los planes sociales que muestra al Gobierno jaqueado por izquierda por los movimientos piqueteros.

Los cálculos oficiales consideran que existen al menos 300 mil planes concedidos de modo anómalo. Así funcionan hace décadas. La Universidad de Buenos Aires indicó que se ocupará de la revisión. Difícilmente el trabajo pueda estar concluido antes que finalice el año.

Los problemas de Massa

Massa necesita como mínimo la poda de subsidios energéticos para viajar con alguna carta a Washington donde, como hizo con todos sus antecesores, Kristalina Georgieva, la jefa del Fondo Monetario Internacional (FMI), le brindó un cálido saludo de bienvenida. La escasez de recursos obliga al ministro y al Gobierno a sobreactuaciones que no suelen salir bien.

Se montó por tercera vez, en pocos meses, un acto para anunciar la construcción del gasoducto Néstor Kirchner, destinado a convertir en plata las riquezas de Vaca Muerta.

El ministro se sintió congraciado con las presencias de Axel Kicillof, gobernador de Buenos Aires y delegado de Cristina, y de Alberto. El entusiasmo decayó a medida que el Presidente improvisó un mensaje. Dijo varias inexactitudes. Una, sobre todo, alarmó a inversores y empresarios del sector. El Presidente proclamó que no quiere nunca más las tarifas dolarizadas. En momentos en que, con lentitud, progresa la licitación para la construcción de la obra que requiere aportes multimillonarios.

 

Otra debilidad importante del nuevo ministro radica en su tardanza para completar el equipo. Hace diez días que asumió y no logró designar todavía al viceministro. Un sillón, tal vez, de menor importancia en un esquema donde su cabeza fuera un economista. Massa es abogado. La ausencia de una mirada integral de la crisis económica sobresale mientras la inflación más elevada en dos décadas (7.4% en julio) castiga. El nombre de Gabriel Rubinstein, propuesto por el ex intendente de Tigre, crítico del kirchnerismo, quedó en el olvido.

"Todos con Cristina"

El pulgar lo bajó Cristina. Massa teme que no sea lo peor que le pueda ocurrir. La vicepresidenta está desvelada por otra preocupación: el juicio por la causa de Vialidad. Está acusada de haber favorecido con la obra pública a Lázaro Báez. La artillería kirchnerista permanece focalizada en ese conflicto. La dama, a medida que se siente apremiada, exige mayor solidaridad. ¿Reclamará la prueba de amor al nuevo ministro? Massa se apuró a enviar al ruedo al diputado Daniel Arroyo que, mutando su perfil habitual, arengó “Todos con Cristina”, en repudio a los magistrados que la juzgan. ¿Alcanzará?

El ministro comenzó a ejercitar contorsiones. Todavía gambetea el juicio de Cristina. Escuchó, en cambio, cómo el subsecretario para América Latina de la Cancillería, Gustavo Martínez Pandiani, hombre de sus filas, sostuvo que Venezuela, Nicaragua y Cuba son países democráticos. Sapo para él. Lo hizo al avalar el ingreso de esas naciones a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). El juguete de Alberto.

Tan intenso resulta el entretenimiento presidencial que prefirió omitir un episodio de dignidad personal y gravedad diplomática. El diputado chavista, Pedro Carreño, fue recibido en Caracas por el embajador argentino, Oscar Laborde. Nominado por Cristina. Horas antes había dicho que el Presidente era un “títere” y un “pelele” por no permitir la salida del avión venezolano-iraní, retenido desde el 6 de junio en Ezeiza, a raíz de las sospechas de vínculos con el terrorismo de algunos de sus tripulantes.

 

Los problemas de Cristina

La vicepresidenta y su defensa apuestan todo a los meses venideros para tumbar o frenar el juicio por la obra pública. El objetivo, de mínima, es que el Tribunal Oral Federal 2 no pueda dar su fallo a fin de año. Luego vendría la feria de verano. A continuación, la apertura del año electoral.

La Agencia Federal de Inteligencia (AFI) suministra información al Instituto Patria. De allí salieron las fotos que mostraron al fiscal Diego Luciani y a dos jueces –uno de ellos del TOF2- jugando al fútbol en un predio de la Quinta Los Abrojos, propiedad de Macri.


Hubo esmero para no exhibir otra: la de Gregorio Dalbón, abogado de Cristina y Alberto. ¿Alguien supone con seriedad que aquellas fotos podrían demostrar la denunciada animosidad judicial contra la vicepresidenta? Sería igual que condenarla por la imagen que la muestra con Báez y su hijo Máximo, en el mausoleo de Néstor Kirchner. Importa la batalla política.

El cronograma judicial incluyó, por empezar, la recusación de Luciani. El fiscal sorprendió a la defensa de Cristina por una razón: la colocó como responsable de todos los delitos. No como simple partícipe. De allí que se presume un duro pedido de condena. Sumó incluso al diputado Máximo. Aquella recusación alcanza además al juez del Tribunal Rodrigo Giménez Uriburu. También jugador en Los Abrojos. Y a Jorge Gorini, por haberse reunido dos veces con la ex ministra Patricia Bullrich durante la gestión macrista.

Esa maniobra se desmoronó mucho antes de lo pensado con el rechazo inmediato del Tribunal. La idea de estirar los tiempos no funcionó. Los abogados defensores, por esa razón, discutieron con Cristina el sentido de tales recusaciones. La clienta pudo más. Luego del rechazo se abriría camino para solicitar la intervención de la Cámara de Casación.

Correspondería a la Sala IV que conforman Mariano Borinsky, Gustavo Hornos y Carlos Carbajo. De nuevo el embrollo judicial. El kirchnerismo, desde su retorno, hizo campaña en contra de Borinsky por sus visitas a Olivos mientras gobernaba Macri. El deporte en este caso era el padel, no el fútbol.

En todo el desarrollo la vicepresidenta no ha logrado resolver ninguno de los problemas. La Corte Suprema desestimó los recursos presentados y autorizó la continuidad del juicio. En el Senado, por falta de votos propios, no consigue aprobar la ley que aumentaría a 25 el número de integrantes del máximo Tribunal. Una quimera. Lo más grave: Luciani ha instalado con firmeza la idea pública de la existencia de delitos. Que el TOF2 podría moderar. Raramente suprimir.

Las dificultades de Cristina, aunque sea paradójico, parecen actuar como un ácido en Juntos por el Cambio. La unidad asemeja allí una construcción dialéctica que flamea no bien se abordan ciertos conflictos. Hace pocos meses la supuesta incorporación del libertario Javier Milei desató un cisma. Quedó pendiente en el corralito que lidera Bullrich. Ahora el detonante fue la intifada de Carrió contra dirigentes de su espacio que presume complotan con Massa.

El ministro fue hasta hace semanas titular de la Cámara de Diputados. Negoció con opositores votos para aprobar el acuerdo con el FMI. Carrió lo consideraba indispensable. Fue aliado en la Legislatura cuando María Eugenia Vidal gobernó Buenos Aires. La enumeración resultaría infinita. Otra cosa serían los negociados que ella denuncia.

La política fomenta tales vínculos. También otros que probablemente Carrió ignore. El diputado del PRO, Cristian Ritondo, a quien puso en el ojo de la tormenta, mantuvo junto a Máximo Kirchner un encuentro con el gremialista Sergio Palazzo. ¿Extraño, no?

Los juntó la voluntad de pedirle al dirigente bancario que sea candidato en las elecciones de Independiente. ¿Qué hacía el hijo de Cristina, hincha de Racing? Fue en representación de Pablo y Hugo Moyano. Desean tener la espalda cubierta ante su salida irreversible. Palazzo podría ser garante.

Episodios como esos son habituales. El problema es que la intifada de Carrió desnudó otras cosas. La dificultad en Juntos por el Cambio para cauterizar diferencias. El vacío sobre qué hacer si el destino deposita de nuevo en sus manos el poder.


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