La contratapa de Jorge Majfud
¿Contradicción? Es vivir en una colonia y no ser
antiimperialista
Página/12
3/7/024
Cuando Uruguay salió campeón de
Este tipo de mediocridades serían sólo una
expresión folklórica, de no ser porque se expresan de diferentes formas
legales, como el rechazo repetido en referéndums al derecho al voto desde el
exterior, lo cual hace de Uruguay el único país del hemisferio que no permite a
sus ciudadanos votar desde el exterior (algo similar al voto observado de
quienes no pueden desplazarse en el territorio nacional) sino que, además, les
permite a los no ciudadanos residentes votar en todas las elecciones
nacionales. De hecho, aquellos que podemos viajar por nuestro estatus legal o
por nuestras posibilidades económicas tenemos “más derechos” que aquellos otros
compatriotas que la luchan desde una posición más precaria y limitada. Sólo
consideremos que viajar del hemisferio norte al sur implica varios miles de
dólares, sin considerar la familia y que para las elecciones nacionales nunca
estamos de vacaciones.
¿Es esto democrático? Uno de los argumentos más
comunes e infantiles radica en que “los que se fueron no la sufren” o “no pagan
impuestos”, dos falsedades en muchos casos como el mío (quienes pagamos
impuestos sin usufructuar ningún servicio) pero que, aun así, son argumentos
miserables: no es necesario pagar impuestos para tener derecho al voto ¿O vamos
a quitarle ese derecho a los uruguayos pobres que no pagan impuestos o reciben
ayudas del Estado? Alguien que vota, ciudadano o no, ¿acaso no puede irse al
día siguiente al exterior y desinteresarse de la suerte del país? De hecho, es
lo que hacen aquellos que tienen recursos para hacerlo a su antojo.
Los ciudadanos del exterior (con una población
siete veces mayor a la de Tacuarembó, el departamento con el territorio más
grande d
el país) no tenemos derecho a votar como sí lo
tiene un extranjero que no es ciudadano. Los venezolanos, por ejemplo, votan en
las elecciones de Venezuela y de Uruguay, sin necesidad de ser ciudadanos de
Uruguay. Como estoy a favor de expandir derechos y no de restringirlos, esto no
me molesta. Por el contrario. Apoyo a cubanos, venezolanos y dominicanos que
tienen una voz activa en la política uruguaya, sin importar si mis ideas
políticas y sociales coinciden con la de cualquiera de ellos. Son bienvenidos.
Ojalá los uruguayos, que por razones de sobrevivencia, sin ayuda de nadie y por
fuerzas mayores a nuestros deseos, debimos emigrar, seamos también bienvenidos
en Uruguay. No solo nuestras remesas.
Ahora, permítanme hacer referencia a una
publicación más reciente de uno de los animadores de los medios más conocidos
del país, Ignacio Álvarez. Luego de la goleada de Uruguay ante Bolivia por
“Qué lindo cuánto uruguayo en EEUU alentando
a la celeste… (En Cuba y Venezuela habrán tantos?) ARRIBA URUGUAY!”
El animador hacía referencia a la gran cantidad
de uruguayos residentes en Estados Unidos presentes esa noche en el estadio de
Nueva Jersey. Muchos, sin la posibilidad de volver a Uruguay por su estatus
legal. Muchos jóvenes uruguayos (por ley y por cultura) nacidos en Estados
Unidos, y que nunca han estado en Uruguay, como muchos uruguayos que nunca han
estado en Europa votan en las elecciones europeas. Bueno, esos detalles son
materia de implementación, pero el comentario de Álvarez apuntaba, como no
podía ser de otra forma, al tema ideológico.
Como lo hemos analizado y probado hasta el
hastío en base a la documentación desclasificada, gran parte de ese discurso
fue diseñado por
Es una ley universal desde antes del Imperio
Romano. Los africanos que escapan a la pobreza, la brutalización y los escombros
de las potencias noroccidentales emigran a las potencias noroccidentales ¿Como
cree el señor Álvarez que van a trabajar en los peores trabajos y ahorrar para
sobrevivir y enviarle algo a sus familias en sus países de origen? No es
necesario ser más insensible. No es necesario ser Albert Einstein para darse
cuenta de algo tan simple.
Es cierto que muchos inmigrantes hacen un
esfuerzo de corazón por evitar “la contradicción” de vivir en el corazón del
Imperio y criticarlo. Incluso muchos logran convencerse de que adoptar la
moral del esclavo es parte de su libertad de vivir en el centro del
Mundo Libre.
A mí nunca me interesó esta tontería. Es obvio
que las peores y más brutales dictaduras de
No debemos dejarnos arriar como corderos por los
perros del patrón. Ser antiimperialista no es ser
antiestadounidense, aunque la estrategia narrativa se empeñe en confundir
ambas, así como confunde anti-sionismo con antisemitismo. No, señores, a
nosotros no nos van a asustar con semejante zanahoria.
No es contradicción vivir en las Entrañas del
Imperio, como lo hizo y lo reflexionó el gran José Martí. Nuestra crítica y
activismo es en favor de la liberación del pueblo estadounidense y del resto
del mundo.
Contradicción, contradicción es vivir en una
colonia y no ser antiimperialista. Más que contradicción: vergüenza es ser
cipayo.
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