La reflexión de Mario De Casas
El cohete a la luna
29/9/024
Si se presta atención al panorama
geopolítico mundial y regional y a la situación política nacional, en una
primera aproximación se podría llegar a la conclusión de que la subordinación
incondicional del Presidente Javier Milei a los intereses estadounidenses es
tan torpe como innecesaria. Pero si nos quedamos con esa apreciación,
estaríamos cerca de tributar a una visión ingenua: cada día que pasa se aclaran
un poco más las razones y compromisos que movilizan al hombre que ama a los
perros –y odia a sus compatriotas–.
La disputa por un nuevo orden internacional,
el equilibrio regional entre gobiernos relativamente autónomos y otros
entregados a Washington, el reciente triunfo de Nicolás Maduro en Venezuela y
la activa presencia del comunismo kirchnerista en el orden interno, son
condiciones objetivas que permitirían poner límite a las presiones que ejerce
Estados Unidos: es razonable suponer que ante escenarios tan complicados, el
gobierno de uno de los de países de mayor peso en la región no necesita
arrodillarse –sino todo lo contrario– para establecer una relación menos
asimétrica, gobiernen en el norte demócratas o republicanos. En otras palabras,
de pie y con firmeza se podría, por ejemplo, renegociar una deuda impagable con
el FMI y acreedores privados, en nombre de la cual se está sometiendo a un
sufrimiento inaudito a la mayoría del pueblo argentino. En cambio, el gatito
mimoso y el mejor ministro de Economía de la historia planearían renegociarla
en términos cuanto menos muy preocupantes.
El DNU 846/2024, publicado en el Boletín
Oficial del 23 de septiembre, dispone en su artículo 2° que “las futuras
suscripciones de instrumentos de deuda pública, independientemente de su moneda
de pago, se puedan realizar con instrumentos de deuda pública cualquiera sea su
moneda de pago. […] Dichas operaciones no estarán alcanzadas por las
disposiciones del artículo 65 de
Todo indica que, si el Congreso no rechaza
este Decreto de Necesidad y Urgencia, nos encaminamos a padecer una remake de lo que se conoció en
2001 como “megacanje”: un impresionante incremento de la deuda que hipotecó a
La dependencia como ruptura de la neutralidad
Esta híper-dependencia voluntaria, que se
traduce en suculentos negocios de los Caputo, Elsztain, Mindlin, etcétera,
encierra trágicas implicancias para la nación: a la escandalosa entrega de
soberanía en distintos campos, como el desistimiento de la incorporación a los
BRICS, el ataque al sistema de ciencia y tecnología y la sanción del régimen
conocido como RIGI, que –entre otros perjuicios– induce a una fragmentación del
territorio según la disponibilidad de recursos naturales de importancia
estratégica, con lo que se compromete la existencia misma de
Es importante detenerse en esta última
cuestión, que fue explicitada por Milei el pasado 24 de septiembre,
cuando manifestó ante
Esa “posición de neutralidad histórica”
equivale rigurosamente a una concepción nacional soberana, vale decir, libre y
opuesta a la actitud “tibia” que le atribuye Milei. La neutralidad soberana
implica un fuerte compromiso con la paz y con la no intervención/injerencia en
asuntos de otros países, pero también y fundamentalmente la protección del
pueblo y los intereses nacionales argentinos.
En esa línea se inscriben la neutralidad del
país sostenida con firmeza por el Presidente Hipólito Yrigoyen durante la
llamada Primera Guerra Mundial, los memorables pronunciamientos de ese gran
patriota –poco reconocido– que fue Manuel Ugarte, los manifiestos de FORJA
–Fuerza de Orientación Radical de
Para salvar algunas confusiones, cabe
explicitar brevemente aquí cómo se sucedieron aquellos acontecimientos. En
enero de 1945 el triunfo aliado era un hecho: el ejército de
No es casual que esta tradición soberana haya
sido rota por los gobiernos de Carlos Menem y Mauricio Macri. Las “relaciones
carnales” menemistas tuvieron una expresión concreta –entre tantas otras– en el
envío de dos buques con tropas de las tres fuerzas armadas al Golfo Pérsico en
septiembre de 1990, con el propósito de participar del bloqueo al Irak que
había invadido Kuwait. Por su parte, el gobierno de Macri intervino con
el envío de armas y municiones a los
golpistas bolivianos durante el golpe de Estado de noviembre de 2019, avalado
por
Continuidades
No fue ese el único acto de sumisión de
Macri en materia de Relaciones Exteriores y Defensa. En efecto, introdujo
cambios en el marco legal que establecía (decreto 727/2006) la intervención del
instrumento militar sólo en caso de “agresiones de origen externo perpetradas
por fuerzas armadas pertenecientes a otro/s Estado/s”: con el decreto 683/2018,
el empleo del instrumento militar dejó de requerir que la agresión de origen
externo fuera perpetrada “por fuerzas armadas pertenecientes a otro/s
Estado/s”. Este decreto también relajó la prohibición en cuanto a la
posibilidad de empleo de las fuerzas armadas en materia de seguridad interior.
Otra vez en criollo: satisfaciendo las pretensiones imperiales para los países
de la región, se daba un paso formal en el cambio de concepción de amenazas
externas en materia de defensa nacional, se incluían actores no estatales como
el narcotráfico y el terrorismo. Algo así como la primera fase de lo que se
propone profundizar el tándem Petri-Bullrich, por ahora sin éxito.
Una materialización de tal cambio de
concepción con Macri fue la gradual, pero discreta, pérdida de relevancia del
Ministerio de Defensa y el fortalecimiento relativo del Ministerio de Seguridad
–reflejados en la asignación de recursos a esos organismos–, un cambio que
respondía además a la necesidad de sostener con represión la política económica
en ejecución, lógica que el gobierno de Milei lleva al paroxismo con el
inefable ministro de Defensa, Luis Petri, subordinado a la jefa de los
pelotones represores, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, siempre
interesada en la compra de aparatos y tecnología a Israel.
Una vuelta por el barrio
A esta altura de la soirée, los delirios ideológicos de
Milei, su ignorancia sobre historia y economía y su incapacidad para comprender
la geopolítica actual no son una novedad, y es dudoso que sean determinantes de
las políticas que ejecuta como una estrategia distractiva para avanzar con las
mismas. Tampoco debería sorprender que haya logrado conformar mayorías
legislativas que han acompañado –o evitado que se rechazaran– decisiones y
normas claramente antipopulares: si desde 1983 han variado la estructura
económica, las condiciones materiales de vida y la superestructura ideológica
de la sociedad, entonces era probable que variara –y varió– la
representatividad del sistema político argentino ampliado –sistema de partidos,
judicial, de inteligencia y de medios, sindicatos, etcétera–, como suele
suceder en ciertos procesos histórico-políticos: alcanzó momentos de baja y
casi nula representatividad en 2001-2002, alta en 1983 y 2010, y períodos de
ascenso y descenso, que reflejan cierta inercia resistente a los cambios.
Estamos atravesando una de esas trayectorias
descendentes que reconoce como causas, por un lado, un déficit en la
comprensión de las citadas transformaciones y, por otro, una sucesión de
defecciones –las del aparato judicial fueron decisivas a partir de la
desintegración de
De los párrafos anteriores se desprende que
un factor determinante de la gravedad del momento es la dinámica que ha
impuesto el bloque de poder que sostiene al gobierno de Milei, que ha visto la
posibilidad de derrotar definitivamente al movimiento popular acelerando y
profundizando cambios estructurales –algunos impuestos inicialmente a sangre y
fuego cuando Milei todavía no era arquero de Chacarita–, con lo que se
dificulta aún más la recuperación del rol de la política dispuesta a enfrentar
ese poder.
En este contexto adquieren una importancia
difícil de exagerar los espacios de formación que se han instituido en
distintos ámbitos del campo nacional y popular. Deben ser aplaudidos –no
criticados– los debates que hoy mismo tienen lugar en cada encuentro de
militantes, y es trascendente e inevitable la discusión sobre la elección de
futuros candidatos.
Quienes les restan trascendencia deberían
ponderar, por ejemplo, la diferencia entre el bloque de diputados del Frente de
Todos que –claudicación mediante de una importante porción de sus integrantes,
de origen peronista– le facilitó a Macri el pago de la deuda a los fondos
buitre en marzo de 2016, y el bloque de Unión por
No está de más recordar que Macri decidió
pagar 9.300 millones de dólares a los fondos buitre. El pago obligó a derogar
la ley 26.886 de 2013 cuyo artículo 2° establecía que “los términos y
condiciones financieros” que se ofrecieran nunca podrían “ser mejores que los
ofrecidos a los acreedores en el decreto 563/10”. Días después, y como
consecuencia, aparecieron los fondos de “tercera generación”, una nueva tanda
de demandantes con bonos que no ingresaron a los canjes de deuda de 2005 y 2010
y tampoco aceptaron el pago del gobierno de Macri. Según el diario
británico Financial Times,
para pagar a los buitres
Lo preocupante sería que la formación, los
debates y la puja por la elección de candidatos –acciones esenciales a toda
organización política– estuvieran paralizadas, fueran cerradas o se postergaran
“porque estas no son las preocupaciones de la sociedad”, zoncera influida por
el falaz discurso anticasta/antipolítica de Milei, quien hace política y
discute a la luz del día todos los días.
Por extensión, discutir y definir públicamente
e involucrando a la sociedad sobre lo que se hará y lo que no se hará –y por
qué– cuando se recupere la conducción del Estado equivale a promover la –otra–
indispensable repolitización social, sin la cual no habrá verdadero triunfo
popular, que es mucho más que un triunfo electoral.
Comentarios
Publicar un comentario