Picada de Noticias en el recuerdo

 


La columna judicial de Luciana Bertoia

REFLOTAR LA VERDAD (*)

El Ministerio de Defensa de Oscar Aguad siempre supo más de lo que informaba sobre lo que pasó a bordo del submarino ARA San Juan. La interna que existía al interior de la Armada agravó la tensión a la hora de tomar decisiones claves. El submarino tenía decenas de averías, pero aún así se lo mandó a hacer lo que desde la cartera de Aguad se publicitó como el mayor ejercicio naval de los últimos 30 años. Todas estas definiciones surgen del informe que acaba de presentar la Comisión Bicameral encargada de investigar qué sucedió con el barco que se hundió el 15 de noviembre de 2017. Con él se perdieron las vidas de sus 44 tripulantes.

El ARA San Juan estuvo más de 30 años en la Armada Argentina hasta su hundimiento en noviembre de 2017, mientras se encontraba haciendo un ejercicio de patrulla en el mar. Encargado en 1974 a los astilleros Thyssen de Alemania, el buque era toda una novedad para la época, el submarino con motores diésel eléctricos más avanzado del momento. La construcción llevó años, tanto que recién en 1985 estuvo terminado y entregado. El 2 de enero de 1986 se incorporó oficialmente a la Armada.

En 2007, lo ingresaron al astillero Almirante Storni para hacerle la reparación de media vida. Fueron más de 625 arreglos los que se documentaron, que se demoraron casi ocho años. El 24 de julio de 2015 volvió a ser entregado a la Armada, que lo consideró nuevamente operativo desde el 2 de septiembre de ese año.

En 2016, navegó 28 días. En 2017, 53 días. Se comprobaron más de 40 fallas. Tenía que volver a dique seco –lo que en criollo podría ser taller– cada 18 meses. La Armada estiró ese plazo hasta 24 meses. Para el momento de su partida, llevaba 44 meses sin ese tipo de revisión. Recién tenía fecha para ingresar en la segunda semana de mayo de 2018. No llegó.

Los últimos minutos

La misión del San Juan tenía cuatro fases. La primera consistía en llegar hasta la Base Naval de Ushuaia, realizando patrulla submarina. La segunda era una estadía en esa base. La tercera, un ejercicio conjunto de ataque y posterior patrulla del mar. La cuarta nunca llegó. Las comunicaciones de alerta arrancaron cuando estaba haciendo la patrulla que consignaba el tercer estadio.

Eran las 10 de la noche del 14 de noviembre de 2017 cuando realizó una comunicación de alta frecuencia al Comando de la Fuerza de Submarinos. Informó que estaba navegando normalmente, que iba a inmersión a plano profundo y que la próxima comunicación sería dentro de las próximas 48 horas.

A las 23:42, Fernando Villarreal, el jefe de Operaciones del ARA San Juan, llamó al celular personal del jefe de Operaciones del Comando de la Fuerza de Submarinos, Hugo Miguel Correa. Le dijo que estaban en superficie porque acababan de tener un principio de incendio, pero que ya estaba controlado. En la conversación, Villarreal explicó que podría haberse producido por la entrada de agua por el sistema de ventilación. Pese a decirle que estaba bajo control, le consultó a Correa dónde estaban los buques de la flota por si necesitaban ser rescatados. La situación era tensa. Mientras Villarreal hablaba con Correa, el capitán del submarino, Pedro Fernández, capeaba un temporal descomunal.

Correa no percibió la gravedad del asunto, y le contestó que el resto de los buques estaban a 20 o 24 horas de navegación. Esas horas podrían haberse reducido a la mitad, si el capitán de fragata Correa hubiese advertido que era necesario tomar medidas de inmediato.

Veintiocho minutos habían pasado desde la medianoche cuando Villarreal volvió a llamar a Correa. Le actualizó la posición del submarino por GPS. Correa, por su parte, le pidió  que estuviese atento porque en un rato iba a llamarlo el comandante de la Fuerza de Submarinos, Claudio Javier Villamide.

La llamada de Villamide llegó media hora después, a las 00:58 del 15 de noviembre. Fernández le dijo a su superior que estaban navegando en superficie porque habían tenido un cortocircuito en las baterías de proa con principio de incendio, probablemente ocasionado por la filtración de agua de mar. Villamide le ordenó cancelar la patrulla –según lo que él declara– y emprender el regreso hacia la base naval de Mar del Plata.

Fernández le dijo que lo iba a hacer cuando volviera a inmersión. En ese momento estaba cargando aire, con rumbo 080 – es decir, alejándose de la costa para que el temporal castigara menos al buque y a la tripulación. La gente estaba bien, pero fatigada por la tormenta que estaban atravesando. Querían pasar a plano profundo para recuperarse  e inspeccionar qué había pasado. Fernández quería desconectar lo que fuera necesario y ver si se podía reconectar la batería donde se había registrado el principio de incendio. Villamide, según sus dichos, le recomendó no hacerlo.

El siguiente mensaje fue por datos, a través del sistema Tonina. Decía: “Ingreso de agua de mar por sistema de ventilación al tanque de baterías N°3 ocasionó cortocircuito y principio de incendio en el balcón de barras de baterías. Baterías proa fuera de servicio. Al momento en inmersión propulsando con circuito dividido”.

¿Lo había podido verificar? Era una tarea especialmente difícil porque un hombre tenía que entrar a baterías. El espacio era reducido y el movimiento no ayudaba.

A las 7:19, Villarreal volvió a llamar a Correa. Le preguntó si habían recibido el mensaje y le anunció que iban a abandonar la patrulla y los ejercicios. Volvían directamente a Mar del Plata. También le dijo que estaban cansados, que iban a bajar para poder descansar y revisar las baterías.

No hubo otra comunicación. A las 10:51, la Organización para la Prohibición Total de Pruebas Nucleares (CTBTO), que tiene su sede en Viena, informó la existencia de un evento hidroacústico anómalo.

“La prueba colectada durante la presente investigación no arroja dudas de que dicho evento hidroacústico se produce con motivo del colapso estructural del submarino ARA San Juan”, escribieron en su dictamen los integrantes de la Bicameral.

Qué no pasó con el ARA

La Bicameral descartó una serie de hipótesis que se habían barajado y apuntó directamente al estado del submarino cuando fue enviado a la misión y a cómo reaccionaron la Armada y el Ministerio de Defensa cuando se enteraron del principio de incendio.

Según la comisión presidida por el senador justicialista José Ojeda, pueden descartarse las siguientes teorías:

  • Que un submarino extranjero lo haya seguido. No surge del análisis oficial de la Armada ni el contexto internacional colabora para sostener esa presunción.
  • Que estuviera patrullando en zona cercana a las Malvinas.
  • Que fuera atacado por otra nave o aeronave, o que hubiese chocado contra una mina anti-submarina.
  • Que haya chocado con algún buque pesquero. No había rastros del buque ni denuncias de una colisión.
  • Que haya habido intentos de comunicación del submarino a una de las bases, lo que haya motivado a que se adulteraran los registros.
  • Que existiesen ruidos en otra zona equivalentes a golpes sobre el casco.

Qué pudo haber pasado con el submarino

Para saber qué pasó con el submarino, hace falta peritarlo. Aunque el Seabed Constructor (SECO) de la empresa Ocean Infinity halló el submarino, ese peritaje no puede hacerse en el fondo del mar. Existen fotos del submarino que la jueza de la causa, Marta Yañez, no envió a la comisión. Tampoco le dio acceso al expediente. Sólo envió algunas testimoniales que le fueron requeridas. “Vimos información de inteligencia, pero no la causa”, se quejó uno de los comisionados.

La Bicameral detectó dos situaciones concatenadas que son las que, según ellos, terminan con el hundimiento del ARA San Juan y la muerte de sus 44 tripulantes. Por un lado, está el principio de incendio a bordo que Villarreal y Fernández comunicaron a las autoridades. Por otro lado, el interrogante es qué pasó cuando parecía que ese incidente estaba superado.

Según la comisión, no hay dudas de que lo que precipita al submarino al fondo es consecuencia de ese principio de incendio. Probablemente sucedió cuando se intentaron verificar los daños en el compartimento de baterías.

Las hipótesis de los expertos son dos: una explosión o contaminación con gas venenoso que dejó sin capacidad de respuesta a la tripulación. Por un lado, el principio de incendio podría haber producido una cantidad especialmente alta de hidrógeno que, al retirarse la tapa del balcón para comprobar el estado de las baterías, produjese una explosión. Por otro, que el incendio no estuviese del todo controlado y que, al retirarse la tapa, eso haya causado una explosión.

La comisión remarca que la Armada no tuvo en cuenta un antecedente especialmente grave que registró el ARA San Juan en 1995, cuando se produjo un incendio a bordo, que tardó más de 27 horas en ser extinguido porque volvía, una y otra vez, a reavivarse.

Entre la primera comunicación y el evento registrado por la CTBTO pasaron más de once horas. Hubo tiempo para tomar medidas — que no se tomaron.

Los marinos

Cuando la nave reportó el incendio, el entonces jefe de la Armada, Marcelo Srur, estaba en Montevideo, recibiendo un premio. Luis López Mazzeo, el jefe de Adiestramiento y Alistamiento, era la máxima autoridad operativa, pero tampoco estaba. Había viajado a Chaco para presenciar una campaña de vacunación.

Aunque los ejercicios de los que participaba el ARA San Juan se anunciaban como históricos, las principales autoridades de la Marina daban vueltas por ahí y no parecían estar muy atentas a lo que estaba sucediendo. Tampoco con lo que había sucedido antes.

El jefe de Logística de la Fuerza de Submarinos, Jorge Sulia, también se había enterado de que el capitán del submarino había hecho una maniobra con una válvula, la Eco 19, en julio de 2017. Pero no investigó si se trataba de una ampliación de las capacidades de la nave y tampoco le advirtió a Fernández que no volviera a hacerlo.

Mientras Srur estaba en Montevideo, quedó cargo su segundo, Miguel Ángel Máscolo. Cuando en la comisión le preguntaron qué hizo, Máscolo dijo sin ruborizarse que él no se metía en decisiones operativas porque no eran parte de su responsabilidad. Pero casualmente estaba al mando de la Armada en ausencia de Srur.

Más allá de la subestimación de la importancia del incidente y la ausencia de los altos mandos para tomar decisiones que podrían haber salvado vidas, la Armada hizo gala del secretismo y el ocultamiento. Srur sabía desde el 14 de noviembre que se había producido un incendio a bordo, pero recién lo informó el 6 de diciembre.

El 17 de noviembre, un capitán de apellido Alonso incurrió en un grave error: le informó del incendio a las autoridades del Ministerio. Terminó amonestado por Srur, que le dijo que no había que compartir con los civiles la totalidad de la información.

Mientras el submarino estaba desaparecido, estalló la guerra entre Srur y López Mazzeo, que terminó acusando al jefe de la Armada de falso testimonio. Antes, Srur había apuntado contra López Mazzeo y Villamide por no haberle avisado que había un informe desde julio de 2017 que daba cuenta del deterioro del submarino.

“Yo no estaba enterado de la situación”, dijo Srur ante la comisión. “Si lo hubiese sabido, el submarino nunca habría partido en su última misión”.

Los civiles

Cuando el ARA San Juan reportó los incidentes, Aguad tampoco se encontraba en el país. Estaba participando de un congreso de ministros de Defensa. Hacía pocos meses que había desembarcado en el edificio Libertador, más precisamente el 18 de julio de 2017. Venía a reemplazar a su correligionario Julio Martínez y su mayor mérito para hacerse con la cartera era una manifiesta afinidad con los sectores castrenses.

A cargo del ministerio estaba Horacio Aldo Chighizola, secretario de Estrategia y Asuntos Militares, en ausencia de Aguad. A Chighizola le avisaron más de un día después de la última comunicación con el submarino. Más precisamente, el 16 de noviembre a eso de las diez de la noche. Llegó a las cinco de la madrugada del día siguiente al edificio Libertad, opuesto a los tribunales de Comodoro Py, para tratar de desentrañar qué estaba pasando.

Srur no le habló del incendio. En realidad, le dijo que era habitual que se perdiera contacto y que existía un 70 por ciento de probabilidades de que el submarino se comunicara a la brevedad.

Unas horas antes, a las 14:13, del 16 de noviembre, la Armada había declarado el SUBMISS, lo que equivalía a decir que se iniciaba el operativo nacional de búsqueda del San Juan. Para la comisión no está claro si la Armada se molestó en comunicarlo a las autoridades civiles del Ministerio.

Lo que sí estaba claro era que Aguad supo del incendio desde el 17 de noviembre, y no lo informó. Ni públicamente ni ante los familiares, que esperaban noticias desesperados en Mar del Plata. El maltrato sufrido por las familias de los submarinistas está detallado en el informe de la comisión.

Cuando se estaba investigando qué había pasado con el ARA San Juan, Aguad ordenó actuaciones disciplinarias, pero las dejó en manos de Srur, pese a que las autoridades civiles del ministerio están facultadas para hacerlo y que él era uno de los posibles investigados. También el 16 de abril de 2018, al presentarse ante el Congreso, Aguad prometíó que en diez días se iba a hacer una contratación directa de una empresa para buscar al submarino. El proceso terminó demorándose meses y recién concluyó el 17 de noviembre, cuando el SECO encontró al ARA San Juan: 366 días después de su desaparición.

Uno de los fragmentos más memorables de la comparecencia del ministro ante los legisladores fue cuando dijo que invocaba a Dios cada vez que se hacía un ejercicio militar.

“Todos los días las tres armas, que tienen aviones, que tienen barcos, todos los días tienen que salir a ejercitar con elementos que son muy antiguos y todos los días con el Jesús en la boca rogando que no pase algo. ¿Usted me entiende lo que le estoy diciendo? Y el submarino era el arma más moderna que tenía la Armada Argentina. Tenemos embarcaciones… Lo que pasa es que yo no le puedo dar la información porque es información secreta militar. Ni siquiera puedo calificar lo que tenemos”.

Lanzas cruzadas

No todo fue consenso en el dictamen de la Bicameral. Los dos senadores y los dos diputados que responden a Cambiemos plantearon disidencias, básicamente para impedir que se ascienda en la cadena de mandos hasta llegar a Aguad o al mismísimo Mauricio Macri.

En su dictamen, Guillermo Montenegro, Esteban Bullrich, Luis Petri e Inés Brizuela y Doria dicen que Srur había cumplido con los requisitos previos para estar al mando de la Armada. De hecho, remarcan, había ascendido durante la gestión de Nilda Garré (también integrante de la comisión) para hacerse cargo de la Dirección General de Material Naval y, como tal, terminó siendo responsable de la reparación de media vida del ARA San Juan.

El oficialismo apunta a que hubo errores durante la reparación del submarino que pueden haber desencadenado la tragedia. Lo hacen en sintonía con un peritaje que Defensa encomendó a tres expertos y que, pese a no estar concluido, Aguad remitió a la Bicameral y a la justicia de Caleta Olivia.

Las sugerencias del dictamen de Cambiemos son modestas. Entre otras, proponen que los comandantes deben hacer cursos para saber cómo ejercer el liderazgo. Coinciden con la mayoría en que la falta de inversión en materia de Defensa es una constante desde el retorno de la democracia, algo que retrató el fiscal federal Jorge Di Lello en una investigación preliminar que hizo llegar a la Bicameral.

El diputado Guillermo Carmona (FpV- Mendoza) anticipó a este medio que va a insistir con el pedido de juicio político contra Aguad que ya había presentado el año pasado. “Vamos a pedir que se incorpore el informe de la comisión”, dijo Carmona. “El ministro sabía. Tenía toda la información del ejercicio militar. Iba a participar toda la flota. El ministerio contaba con dos informes que fueron desatendidos. Pero Aguad no estaba, no está preparado para ese cargo. Denota desidia”.

Luis Tagliapietra es el padre de uno de los submarinistas y abogado querellante en las causas que instruye Yáñez. Se queja de la inacción de la magistrada – a la que también denunciaron los integrantes de la comisión por no haber colaborado con la investigación.

“Es el blanco y el negro. Lo del informe es super positivo – aunque se puede discutir si no quedaron algunas responsabilidades afuera, como la de Enrique Balbi (el vocero de la Armada que pasó a agregado en Estados Unidos). Lo de la jueza, todo lo contrario. Queda cada día más en evidencia el pacto que hizo con el Ministerio de Defensa”, dice.

(*) El cohete a la luna, 21/7/019.

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