El editorial de Néstor Pitrola

 


2025: los desafíos de Milei y los de la clase obrera

Prensa Obrera

4/1/025

Que Milei ha ganado el centro de la escena política nacional no caben dudas. Que se inscribe en la saga internacional de ultraderechas de Trump, Meloni, Bolsonaro o Le Penn, menos. Que todos ellos se basan o intentan basarse en regímenes fuertes, de poder personal y atropello de las instituciones de la democracia formal capitalista, tampoco. Sin dudas, la crisis mundial los engendra para mejor descargarla sobre las masas. Milei no es la excepción, pero su proyecto bonapartista de derecha es sui generis y caracterizar sus rasgos y contradicciones importa mucho para quienes construimos una corriente obrera y socialista llamada a ser su enemiga mortal. Por lo pronto, Milei mismo entiende que somos ese tipo de enemigo si observamos que ha puesto al Polo Obrero y una docena de sus militantes y dirigentes en la primera línea de su política de represión y persecución política y judicial.

Nos adelantamos a cualquier debate sobre su bonapartismo, muy diferente al de Perón del ’45 que pendulaba entre dos gigantes, el imperialismo y la clase obrera, con concesiones a una y otra orilla, típico de los movimientos nacionalistas de la época. Este bonapartismo o semibonapartismo de derecha se eleva por encima de las fracciones capitalistas para acometer tareas de fondo contra la clase trabajadora, sus condiciones sociales y conquistas democráticas, mientras gobierna por encima de las distintas fracciones capitalistas con claro predominio de los intereses del capital financiero, lo cual inevitablemente acumulará contradicciones más o menos explosivas en su propio frente de clase. 

Fortalezas y debilidades

El relativo fortalecimiento con el que terminó su primer año de mandato no proviene de las fuerzas del cielo sino de haber logrado asestar fuertes golpes a las masas trabajadoras aplicando un ajuste criminal. Y eso fue posible ante todo por el cerrado apoyo del imperialismo y el “tout” de la burguesía nacional; en segundo lugar, por el default completo de la oposición política tradicional; y en tercer lugar, lo más relevante, porque las luchas de los trabajadores, habiendo sido importantes, no estuvieron a la altura de superar los bloqueos de la burocracia sindical y social.

Milei está buscando formatear una nueva versión de la democracia argentina que a su turno significará una reforma constitucional, si antes las cosas no vuelan por los aires. Ha gobernado con los decretazos y los vetos, por la Ley Bases que le aprobó la oposición más próxima y le hizo pasar el peronismo, al tiempo que le permiten gobernar sin presupuesto: la ley de leyes es el dedo de Milei. Pero aún en los peores momentos no se animó a convocar un plebiscito por miedo a perdelo. Entonces ahora, trabajosamente, busca una reforma política y electoral de tipo completamente reaccionaria, que privatiza del todo la política haciéndola más casta de lo que fue nunca, busca borrar a la izquierda del mapa político con pisos y requisitos, y mediante la eliminación de las Paso pondría muy incómoda a la fragmentada representación política patronal. Ya logró meter la boleta única de papel para debilitar a los aparatos, que Milei no tiene. Pero como parche que es tiene el efecto no deseado de separar todas las elecciones en la medida que en cada provincia rige un sistema electoral distinto, desdoblen o no las fechas. Ese escenario transicional complica el arrastre nacional del “bonaparte” en construcción, más aún en elecciones intermedias.

Por otro lado Milei ha destruido al macrismo más que a nadie, aunque peronistas y radicales se dividan en pedacitos. Todos se han adaptado a su agenda y los más próximos tienen la disolución más acentuada: Milei se está quedando con la base de la centroderecha macrista. Hasta se especula que Bullrich pudiera ser su candidata a senadora por la capital. Resulta difícil pensar que los carpetazos de alto voltaje contra Ritondo y Santilli y sus propiedades en el exterior mediante sociedades off shore no provengan del manejo de los aparatos de inteligencia, a los que además sumaron a Kravetz, figura del gabinete de Jorge Macri. La compra del senador Kueider, como antes de la senadora Crexell, son testimonio de la inescrupulosidad y corruptela del propio régimen de Milei. Muy ilustrativo para los trabajadores, porque la corrupción es inherente a un sistema social que no reconoce “ética” alguna en ninguna de sus fuerzas políticas, algo que no pudo o no quiso comprender el desaparecido periodista Jorge Lanata que hizo su fama con los casos más sonados. No hay Estado barato y sin coimas que no sea el de los trabajadores, bajo control de los propios trabajadores. Como lo demuestra la “limitación” de las dietas de los senadores a 7,8 millones de pesos. Las debilidades del discurso de Milei surgen de su arma más preciada: de la denunciada casta que tiene metida hasta la médula, al punto que acusa de agente de la casta a su segunda, Villarruel.

Por ahora no pudo llamar a extraordinarias para aprobar las reformas electorales. Probablemente nombre como jueces de la Corte a Lijo y Mansilla “en comisión”, por decreto. Todo está políticamente atado con alambre lo que hace al régimen político más dependiente de los “éxitos macroeconómicos”, que por ahora no pasaron por los domicilios “microeconómicos” de por lo menos 40 millones de argentinos. Conviene ver cómo andan esos éxitos.

El fantasma de la devaluación

La gran victoria mileísta de moderar la inflación se consiguió con una caída del PBI en 2024 del 6%, si descontamos la sequía del 2023. A su vez el gasto público fue reducido en un 27% real, de lo cual jubilaciones es la cuarta parte, le siguen la suspensión de la obra pública, la pérdida del 59% del poder adquisitivo del ex Potenciar Trabajo, la caída del 16% real de los salarios estatales, la rebaja de subsidios debido a los tarifazos de servicios y transporte, y así de corrido. O sea, se moderaron los precios demoliendo el mercado interno; veremos en otro contexto qué pasa. Porque la recaudación cayó como consecuencia de la recesión y el endeudamiento creció en 100.000 millones de dólares, desnudando la maniobra del despeje “mágico” del pasivo del Banco Central y poniendo un interrogante en la sostenibilidad del superávit fiscal primario. Si sumamos las deudas provinciales y las privadas, el cuadro de endeudamiento es crítico.

Aún así la miradas críticas del propio FMI y otros popes de la economía capitalista, como Cavallo o Melconián, están en la apreciación del peso que crece día a día. En un contexto en el que Brasil, el gran socio comercial, devaluó más de un 25% en 2024; en el que la asunción del proteccionista Trump, decidido a fortalecer el dólar, puede disparar inflación y proceder a un aumento de la tasa de interés norteamericana para contenerla. Eso puede acelerar el fin de la jugosísima bicicleta financiera de Caputo –carry trade- que rindió hasta un 60% entre noviembre 2023 y diciembre 2024. Algunos como Toyota se empezaron a ir y produjeron una minicorrida cambiaria la semana de Navidad.

En estos días tres pulpos del agro -Surcos, Los Grobo y Agrofina- defaultearon obligaciones de deuda. Por cifras menores, pero que podrían ser la punta de un iceberg en la medida que los precios internacionales se derrumbaron, no hubo la proclamada baja de retenciones y el dólar se retrasa. Primero la deuda, contesta Milei. Un CEO de Techint se quejó por el precio del dólar. El fantasma de la devaluación produce sudor frío, que disimulan Caputo y compañía, por eso en medio de reservas fuertemente negativas han encanutado 6.000 millones de dólares para asegurar el pago de capital e intereses al menos hasta julio, buscando tirar hasta las elecciones. ¿Llegan? ¿Y después? Las importaciones del dólar barato están agravando la crisis industrial, y la balanza turística se dio vuelta. La crisis mundial, su guerra comercial y de monedas –y las guerras- operan en la vulnerabilidad total del esquema adoptado. Suplican fondos al FMI y a la banca para que les financien, ya no digamos la salida del cepo sino al menos cierto bimonetarismo y llegar a octubre.

Hay que llevar a los trabajadores la compresión de las contradicciones de Milei y su régimen, porque la salida capitalista a todas ellas es ir por reformas antiobreras más profundas en lo laboral, en lo previsional, en el esquema tarifario e impositivo, y por ello mismo contra los derechos democráticos conquistados. 

El desafío de los trabajadores

La “sabia” dirigencia sindical peronista, “astuta negociadora” con todos los gobiernos según el periodismo vulgar, no pega una. Milei y su régimen de extorsión se los está llevando puestos, aunque los más perjudicados sean los trabajadores que dicen representar, por supuesto. Camioneros acaba de hocicar sin lucha en una paritaria de 5% de diciembre a febrero, contra el 15% que pedía. La bonificación anual de $600 mil se cobrará en cuatro cuotas, lo cual sólo disimula la pequeñez de los aumentos. A la obra social le irán $16.000 mensuales por trabajador, que indudablemente las patronales descontaron del salario. O sea que el moyanismo que marcaba los topes salariales no escritos con Cristina, con Macri y con Alberto, los marca también con Milei. Entre los movimientos sociales, el Evita se borró de toda lucha hacia el fin de año, y la CCC y otros levantaron el corte previsto en La Matanza que sólo sostuvo el Frente de Lucha Piquetero. En ese cuadro la movida del 5 de diciembre de las CTAs y pocos más fue para cerrar el año marcando el paso, no para canalizar la enorme bronca que recorre a la abrumadora mayoría de los trabajadores contra Milei. 

Las grandes luchas de 2024, la huelga docente neuquina, el misionerazo, el levantamiento universitario, las luchas piqueteras y otras más puntuales como el Garrahan, los jubilados o las batallas del Neumático, han sido aisladas por la burocracia sindical. El peronismo sindical, de los Daer hasta las CTAs, como las direcciones de los movimientos sociales integradas a UxP, han sido finos actores para evitar un curso ascendente que pusiera en debate la huelga general contra las medidas del gobierno. Ellos ponen por delante una “democracia”, que hoy es de infantería, y la recomposición de un peronismo que comparte agenda capitalista de fondo.

El empeño del Partido Obrero se expresa en la consigna “Fuera Milei” porque es un grito de lucha en la calles, de organización en los lugares de trabajo y estudio, en los barrios. Es un llamado a reagrupar a la vanguardia obrera para abrir un curso de lucha y debatir un programa de salida de los trabajadores. Por ello insistiremos en este 2025 en la realización de un congreso del Frente de Izquierda, más que nunca. Cualquier progreso -incluso electoral- será posible si contribuimos a enfrentar al régimen en todos los planos de la lucha de clases. Es Milei o los trabajadores. Tenemos que estar a la altura.

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