La columna política de Carlos Pagni
Octubre ya no es lo que era
Fuente:
(*) Notiar.com.ar
9/9/025
Era una elección
provincial, parecida a la que sucedió en la ciudad de Buenos Aires. Fueron
comicios que se adelantaron. En principio, era algo totalmente anodino. Se elegían
cargos, sobre todo, para
El Gobierno empezó a nacionalizar esa elección, con un
gran involucramiento de Javier Milei y una interna que se desató dentro del
propio oficialismo -entre “El Mago de Kremlin”, Santiago Caputo, y Karina
Milei- por la confección de las listas. De esta manera, se le otorgó una
magnitud que no tenía. Sin embargo, la nacionalización se terminó produciendo
por un factor inesperado: la dimensión de la derrota del Gobierno. Fueron 14
puntos de diferencia no previstos por ningún encuestador y en detrimento de la
alianza de
No es el único dato importante. Hay otro indicio
eminente sobre el significado nacional que tiene esta elección, y es que el
Gobierno asumió esa dimensión. Milei dijo este domingo, a poco tiempo de
conocer el resultado, que había que trabajar para revertir en octubre la
derrota. Esto quiere decir que el Presidente ve una línea recta entre la
elección provincial y la nacional. El vocero presidencial, Manuel Adorni,
anunció que el Ejecutivo, frente a lo sucedido, armará una mesa política. Como
veremos, bastante curiosa.
Hay que detenerse en las cifras para entender mejor
qué pasó. El jesuita Rodrigo Zarazaga, uno de los expertos que se dedican a
mirar los números finos en la provincia de Buenos Aires, decía ayer que recién
iba a poder sacar conclusiones sobre la migración de los electores de una
opción a otra cuando mire mesa por mesa, voto por voto. Aun así, con la
información con la que se cuenta hasta ahora, es posible empezar a pensar
algunas cuestiones.
Un gráfico elaborado por Federico Aurelio, titular de
la consultora Aresco, compara las elecciones de medio término del 2017 y 2021
con las provinciales de este año. Hay que subrayar un punto que quizá el mismo
Gobierno no subraya, y debería hacerlo en favor de sí mismo: cuidado que no se
entiende muy bien qué es lo que se discutía este domingo. Lo mismo ocurrió en
la ciudad de Buenos Aires. Es muy raro que a la gente se la llame a votar por
elecciones locales en la provincia de Buenos Aires, territorio que carece
incluso de una agenda política propia.
Si nos detenemos en el PJ, cosechó 3.383.114 votos en
2017, 3.444.446 en 2021 y 3.820.119 en 2025. La diferencia respecto de 2021 fue
de 375.673 votos. Aun cuando es un escenario de mejora, podría decirse que
mantuvo aquello con lo que ya contaba. No es cuestión tampoco de desmerecer el
resultado, ya que hablamos del mismo partido que viene del gobierno de Alberto
Fernández y que dejó un país con una inflación del 200%. Que el desenlace
electoral en su principal distrito haya sido aumentar su caudal de votos podría
ser visto también como una hazaña.
En relación a
Otro grupo interesante de observar es el de los
ausentes. En 2017, fueron 2.587.531. En 2021 alcanzaron los 3.513.340 y en 2025
ascendieron a 5.608.309, un incremento de 2.092.696. Hay que remarcar que, si
bien la abstención fue muy alta, no superó a la que hubo en Santa Fe durante
las elecciones constituyentes y en los comicios legislativos porteños del
pasado 18 de mayo. El rubro “votos en blanco y anulados” también sufrió un
aumento notable: 339.327 en 2017, 262.578 en 2021 y 688.967 en 2025 -una suba
de 426.389-.
Habría que preguntarse, como primera hipótesis, si
hubo un pasaje de los votos de
Uno se podría preguntar también: ¿Quiénes son los que
dejaron
El voto de Milei perdió a los sectores de clase media
baja y baja que antes había tenido y que le daban una característica muy
particular. Es crucial entenderlo por la fisonomía que tiene el Gobierno y por
la relación entre política y economía, que puede explicar el por qué del
fracaso del oficialismo.
Hay otro dato para mirar: en principio, las cifras
hablan de un pasaje de
No existe un espacio que pueda capitalizar ese
sentimiento en la actualidad. Ese voto no parece ir al kirchnerismo y tampoco
se queda en el medio, en ninguna otra fuerza. Este es un mensaje importante y
algo sobre lo que tendrían que reflexionar los gobernadores de Provincias
Unidas, que pretenden ser una tercera vía entre el “polo Milei” y el “polo
Kicillof”, que aparece como novedoso.
En términos de largo plazo, si se mirara la historia
como desde una nube, hay una señal importante para el Presidente. Cuando el 30%
del electorado le dijo a Macri, Bullrich y Larreta que se corrieran porque
preferían lo desconocido -rareza absoluta en términos políticos-, lo que le
estaban diciendo a Milei era “regenerá la política”. Le pedían restaurar la
confianza y reducir el nivel de abstención. Significa entonces que el pasaje de
LLA y el Pro hacia el ausentismo y el voto en blanco es un mensaje inquietante
en términos de mandato político para Milei. Da la impresión, si se confirman
las tendencias de la elección bonaerense, de que no logró la magia que le
pedían.
Había otros estudios que anticipaban este fenómeno. Si
retomamos un gráfico elaborado en agosto por Hugo Haime sobre la percepción de
las medidas adoptadas por Javier Milei, el 35% de los encuestados estaban
seguros de que servirían para que el país saliera adelante. Pero el 54% de esa
muestra coincidía en que no servirían porque la gente iba a empobrecer.
¿Cómo evolucionó ese número? En febrero, quienes
opinaban que no servirían representaban al 46%. En marzo y mayo, alcanzaron el
49%. En junio descendió un poco, pero en julio retomó con un 50%. Hay un cambio
en las expectativas. Los consultores remarcan que la clave del gobierno de
Milei está en la gente que absorbe el sacrificio que impone la política
económica pensando que en el futuro va a estar mejor. Ese grupo empieza a ser
cada vez menor. Son cada vez más quienes creen que no vale la pena el
sacrificio porque en el futuro habrá más pobreza.
No es el único trabajo que advertía sobre lo ocurrido
este domingo.
La imagen de Milei se precipitó a raíz de los
desmanejos en el Congreso y, sobre todo, los escándalos de corrupción ligados a
los audios del director de
Hay una pregunta clave para seguir viendo el proceso
político argentino: ¿esto es un anticipo de lo que puede suceder en octubre?
Milei cree que sí. Por eso dijo este domingo que tenía que reformar cosas en el
gobierno nacional. Podría haber montado un discurso ficticio de “solo pasó algo
entre los bonaerenses, que no afecta la dimensión nacional de la política”.
¿Cuál es el problema que impacta de lleno en octubre?
Hasta ahora todo el mundo que miraba la política partía de la premisa de que
las legislativas nacionales iban a ganar -como dicen las encuestas- los
candidatos de Milei. Se creía que el Gobierno iba a hacer una elección de
razonable a exitosa ¿Cuánto? Alrededor del 42%, si se suman los votos de
¿De dónde se obtienen estos datos? ¿De dónde el
Gobierno obtiene su optimismo para mirar las elecciones de octubre? De las
mismas encuestas que decían que el domingo perdía por cinco puntos. Cuando la
diferencia se verificó en 14 puntos, el interrogante cambió: ¿Las mismas
encuestas no la estarán pifiando también respecto de octubre? ¿No habrá que
revisar todo ahora? ¿No hay que resetear la visión que tenemos del futuro?
Los primeros que se hacen esa pregunta son los agentes
económicos, que salieron a comprar dólares. Tenían una perspectiva exitosa para
octubre, alimentada en que la derrota del Gobierno iba a ser de solo cinco
puntos e iba a poder sostener su política cambiaria; con un costo enorme a
nivel productivo porque las tasas de interés son de 100% o más, que con una
inflación del 25% dan un 75% real. Exorbitante.
Eso se iba a sostener porque el Gobierno tiene una
expectativa de triunfo que hace que los agentes económicos piensen: no le
juguemos en contra a este esquema porque Milei va a ganar las elecciones en
octubre y va a poder hacer una reforma razonable de su propio sistema
económico, basado en contener el tipo de cambio a costa de un gran ajuste
productivo para que no haya un traslado de la devaluación a los precios, se
reponga la inflación y pierda en octubre el principal trofeo electoral con el
que puede ir a la elección. Lo que está sacralizado en el oficialismo, lo dijo
de nuevo Milei, es la lucha contra la inflación.
¿Cuál es la pregunta ahora? Una pregunta muy
inquietante: ¿podrá? ¿O acá todo se adelanta y va a haber una corrida contra el
peso a favor del dólar antes de la elección de octubre? ¿Qué pasó este lunes?
El dólar cerró en $1435. Hubo un aumento respecto de la cotización del viernes
de $45. Todavía está por debajo del techo de la banda cambiaria, que hoy
debería ser de 1468. Cerró en $1435, pero ya empieza a aproximarse.
¿El Gobierno tiene poder de fuego para intervenir y
que el valor del dólar no toque el techo de la banda o va a necesitar un
auxilio externo? Aquel que prometió el secretario del Tesoro de los Estados
Unidos cuando dijo: “Si hay un ataque externo contra el peso, el Tesoro va a
salir a poner la plata”. ¿Se mantendrá esa promesa? Son preguntas que empiezan
a plantear un adelanto de las inquietudes en el tiempo, una anticipación de lo
que preocupaba para después de octubre.
El Gobierno, por supuesto, sale a decir lo que tiene
que decir, y es que esto no se toca. Lo dijo el Presidente este domingo, lo
ratificó el ministro de Economía, Luis Caputo. Si no ocurre lo que ellos
piensan y ocurre lo que sucedió en el mercado, el seguir subiendo la tasa es un
instrumento que está vedado para el Gobierno.
Entonces, lo que hay que pensar es que puede haber un
movimiento con el dólar. Difícil que se traslade a los precios por el nivel de
contracción productiva que hay. No hay demanda como para que un comerciante
pueda trasladar el nivel de devaluación al precio de su mercadería, porque no
se la compran. Entonces se empieza a ver un malestar que probablemente ya esté
instalado y esté detrás del problema electoral.
Todo esto se vuelve preocupante, porque si uno habla
con banqueros, comentan que en las últimas reuniones que mantuvieron con el
equipo económico, sobre todo con Luis Caputo, cuando le preguntan si están
seguros de lo que están haciendo con el esquema que han montado de mantener el
precio del dólar con una tasa de interés tan asfixiante, Caputo mira para
arriba, y sugiere que son instrucciones que emite el Presidente y que no tienen
todo el consenso que deberían tener por parte del equipo económico.
Es Milei el que dice: “Las elecciones se pierden
porque se mueve el dólar, no porque haya una tasa de interés exorbitante”.
¿Será verdad? Habría que mirar de nuevo los resultados de este domingo y
preguntarse si no tienen algo que ver con el malestar que hay en la gente por
la contracción productiva, que de acá a octubre seguirá siendo muy importante.
En este panorama aparece un dato que manejan algunas
personas relevantes del sistema financiero y es que por primera vez hubo, hace
15 días, una discusión entre Milei y Luis Caputo, el ministro de Economía,
respecto de este esquema cambiario y monetario que se está convirtiendo en una
especie de cárcel para el Gobierno y del cual va a ser difícil salir, sobre
todo si las elecciones de octubre no son las que se esperaban. Ahora todo el
mundo está un poco a ciegas respecto de octubre, porque las encuestas que
pronosticaban el resultado de 42-43% son las mismas que pronosticaban, como
dijimos, 5% de derrota en la elección de la provincia.
En la base de todo este problema, hay algo que es la
gran incógnita: cómo mira Milei este fenómeno de la derrota. Existe un
concepto, tal vez una cultura, una creencia, muy habitual entre los
empresarios, mucho más entre los financistas, y es que gobernar es aplicar una
receta científica con independencia de las condiciones sociales en que esa
receta se debe ir asimilando. Este domingo, Milei dijo eso. “Vamos a cambiar
todo, menos la receta. La receta no se toca”. ¿Por qué? Porque es la verdad, es
una verdad de la ciencia. Claro, pero la gente a lo mejor no lo entiende. O a lo
mejor no aguanta.
Empiezan a haber huelgas, por ejemplo, en el sector
siderúrgico, de empleados de la construcción que trabajan en empresas
siderúrgicas, que van a la huelga casi sin que la convoque el gremio. Uno
interrogan a los empresarios del sector a qué se debe esa conducta, y explican:
“A que no llegan a fin de mes”. Entonces, para el que no llega a fin de mes, la
veracidad científica de la receta es absolutamente indiferente.
¿Cuál es el problema que está detrás de todo esto? Que
para que un plan económico sea bueno, en el contexto de una democracia, debe
también ganar las elecciones. No hay buen plan económico que pierda elecciones.
No hay receta sagrada si pierde las elecciones.
Este lunes hubo un comentario muy interesante, que
está circulando en las redes, de Ernesto Tenembaum. Un poco enardecido estaba
Ernesto por un comentario de Federico Sturzenegger. El ministro dijo algo así
como que “un gobierno como el nuestro, que bajó la inflación, redujo la
pobreza, produce crecimiento -más allá de la veracidad de esos números-,
debería ser votado con los ojos cerrados, lo que pasa es que en Argentina esas
cosas no se valoran”. Es decir, somos un gran gobierno con una sociedad de
porquería, que se equivoca cuando vota. Algo parecido sugirió Macri cuando perdió
las primarias en agosto de 2019: “La gente votó cosas equivocadas”. Bueno, es
un fracaso del Gobierno, no de la gente.
Esto es importante porque Milei tiene un mandato
político, que es, en términos muy sintetizados, reducir la abstención. Que la
ciudadanía vuelva a confiar en la política y vuelva a querer participar. Desde
el punto de vista económico, tiene otro mandato, que es evitar el sino trágico
de Menem y, sobre todo, el sino trágico de Macri. Es decir, gestionar un plan
de estabilización que no termine en una recesión, lo que provoca que una parte
muy importante de la sociedad recuerde que cada vez que consume capitalismo su
cuñado pierde el trabajo.
Decíamos que Milei interpretó que hay un mensaje
nacional en las elecciones bonaerenses y este lunes Adorni anunció, por orden
de Milei obviamente, la creación de una mesa política. Es una salida muy de
Macri, que armaba mesas todo el tiempo. Había un gracioso que decía que el
Gobierno era una especie de mueblería: la mesa productiva, la mesa judicial,
etcétera. Se armó una mesa política que integran Javier Milei, el presidente;
su hermana, Karina Milei; Guillermo Francos, Santiago Caputo, Patricia
Bullrich, Martín Menem y Manuel Adorni. ¿Hay alguien distinto de los que ya
formaban el grupo político, pero sin mesa? No. No hay una novedad acá. No se
entiende cuál es la novedad que anuncia Adorni. Nada más que la palabra mesa.
Porque, que uno sepa, esta es la gente que venía manejando la política dentro
del Gobierno.
Ahora le dan otra dimensión, ya no es un triángulo de
hierro, son más. Daría la impresión de que son más para disolver el conflicto
desatado entre facciones dentro del Gobierno, sobre todo entre Santiago Caputo
y Karina Milei. Caputo, que es prudente, no es tonto, no va a decir que es con
Karina Milei, que es incuestionable, intocable. Es con Lule Menem, con Martín
Menem. Pero es una pelea feroz en la que ahora también involucraron a Guillermo
Francos, que es, probablemente con Luis Caputo y con Patricia Bullrich, el que
aporta una visión política y de equilibrio dentro del Gobierno.
El otro día Daniel Parisini, conocido como Gordo Dan,
prácticamente insultó a Francos después de haber dicho barbaridades de Luis
Juez. Y cuando Francos salió a defenderse, el que termina atacando
subliminalmente es Santiago Caputo. Esto sucedió este fin de semana, 48 horas
antes de la elección. A las dos de la mañana, Santiago Caputo emitió este
mensaje por la red X: “Nos chupa un huevo lo que opinen los que arruinaron el
país. Nuestro compromiso es con la sociedad” [...] “vamos a destruir la
inflación a cualquier precio, es la única variable que importa” [...] “El
Estado no debe ser gestionado sino desmantelado” [...] “el diálogo solo es un
valor si conduce a un país más libre”. Es decir, el diálogo es un valor si conduce
a donde yo quiero ir; si conduce a donde quiere ir el otro, que supuestamente
es el que dialoga conmigo, deja de ser un valor. “La política debe discutir
ideas, no perseguir al adversario. El que a hierro mata, a hierro muere”,
agrega. ¿Cómo es que no hay que perseguir a nadie y al minuto, en la oración
siguiente, habló de la muerte? Es anecdótico esto, no importa detenerse en la
solidez conceptual que pueda haber detrás de estas pavadas. Lo que importa es
que es un mensaje de una agresividad que la pagan en las urnas. Esta
agresividad no se vuelca primero sobre los adversarios, sino sobre las propias
facciones del Gobierno. En este contexto el Presidente decide armar un grupo
más grande para disolver o disimular estas contradicciones internas.
Con el resultado de este domingo, a lo mejor adquieren
otra dimensión algunas frivolidades. ¿Dónde está Victoria Villarruel? ¿Alguien
la vio? ¿En qué consiste la pelea con la vicepresidenta? ¿Cuáles son los
conflictos que vale la pena desatar dentro de un Gobierno con una política
económica muy exigente y frente a desafíos económicos muy importantes? ¿Este es
el discurso que corresponde? ¿Este es el tono con el que hay que gobernar?
Es probable que, en una visión autocomplaciente, mucha
gente del Gobierno, sobre todo Caputo, entienda que lo que pasó este domingo,
contra Pareja, contra Karina Milei, contra los Menem, deriva de cómo se armó la
oferta electoral: candidatos de baja calidad, menosprecio a algunos aliados que
armaron sus propias listas y les quitaron votos. Daría la impresión de que hay
otro problema detrás de todo esto que tiene que ver con el nivel de aceptación
que tiene la política económica por parte de la sociedad y, sobre todo, de los
sectores más castigados.
Hay un pasaje de Juan Carlos Torre en su fantástico
libro Una temporada en el quinto piso, las memorias de su paso por la gestión
de Juan Sourrouille en el gobierno de Alfonsín, que habla de las condiciones de
un plan de estabilización. Y la tercera condición indispensable, señala Torre
ahí, es la empatía de quienes llevan adelante ese plan con las víctimas del
plan. Es decir, el nivel de sensibilidad política y social que tengan los que
ejecutan una receta científicamente correcta, al menos para ellos.
¿En qué quedó Pro, arrastrado a todo esto?
Probablemente Macri se debe estar preguntando si tenía que dejarse llevar por
Ritondo y por Santilli en esta alianza con
De todo el panorama que surge, aparece este domingo
una novedad de primera magnitud. Se llama Axel Kicillof. Es importante porque
por primera vez enfrenta a Cristina Kirchner y le gana. ¿En qué le gana? En el
método. Fíjense lo que decía la expresidenta cuando se adelantaron los
comicios: “Hoy, 14 de abril, sigo creyendo, junto a otros compañeros y
compañeras, que en las próximas elecciones parlamentarias en la provincia de
Buenos Aires, tanto nacionales como provinciales, lo mejor para los bonaerenses
en general, y para el peronismo en particular, es votar una sola vez el 26 de
octubre”. Ella dijo, entonces: esto que propone Kicillof, que es adelantar la
elección, nos va a llevar a la derrota. Y los llevó a una victoria
impresionante.
Por primera vez Cristina tiene un desafío a su
liderazgo, nada menos que de alguien al que inventó ella, que es Kicillof, cuya
habilidad habrá que ir chequeando, porque demostró ser más habilidoso de lo que
se suponía, frente a Cristina Kirchner, a quien le ganó en esta partida de
ajedrez, y sobre todo frente a
Todo el conflicto empezó, hay que recordar, con el
malestar que produjo en
¿Empezaron las canciones nuevas en el peronismo de la
provincia de Buenos Aires? ¿Kicillof tiene alguna capacidad de convertir el
triunfo de este domingo en algún proyecto de liderazgo nacional, o es demasiado
rígido, demasiado dogmático? Es la misma pregunta que uno se haría respecto de Milei:
¿qué plasticidad tiene frente a una escena desafiante y novedosa? Todo esto es
importante porque reorganizaría el mapa peronista.
Alguien debe estar sufriendo tremendamente: se llama
Sergio Massa. Ya vio pasar por al lado a Alberto Fernández, que le ganó la
candidatura presidencial. Después lo vio a Milei, que también lo pasó con el
auto. Desde este domingo empieza a mirar que Kicillof le gana al él, que es el
más vivo de todos, el más profesional de todos. Pero es una anécdota. Lo que
importa es que si en el horizonte se empieza a dibujar Kicillof -que, hasta
nuevo aviso, es más populista que Cristina-, si eso es lo que viene, ese futuro
modifica el presente.
Volvemos a hablar de expectativas. El gobierno de
Alfonsín, que ya venía complicado, se terminó de dañar cuando lo que venían
eran las patillas de Menem. Entonces, los agentes económicos apuestan rápido en
contra del que está porque tienen miedo del que viene. Para el final de Macri
fue fatal que las internas de agosto del 19 las ganara Alberto con Cristina al
lado. Ahora Milei tiene que lidiar con un nuevo problema: hay gente que piensa
así: “Ojo que puede venir Kicillof. hasta nuevo aviso no apuesto, quiero ver
que aquello no se produzca’.
Paul Valéry, en 1937, en un libro titulado Mirada
sobre el mundo, instituyó una frase que popularizó entre nosotros Julio María
Sanguinetti, el expresidente del Uruguay, y también la adoptó como propia
Felipe González, el expresidente del gobierno español. Valéry, con el eco de
Sanguinetti y de González, dijo: “El futuro ya no es lo que era”. A partir de
los resultados de este domingo, octubre, con todo lo que se juega en octubre,
ya no es lo que era.

Comentarios
Publicar un comentario