La columna política de Joaquín Morales Solá
Las razones de una derrota contundente
Fuente:
(*) Notiar.com.ar
8/9/025
No hay derrotas buenas, pero las hay mejores o peores.
La de ayer fue una fea y contundente derrota de Javier Milei cuando todavía le
faltan tres meses para cumplir los primeros dos años de su mandato de cuatro
años. Perdió por más de 13 puntos en el distrito más grande y más importante
del país, donde se aloja casi el 40 por ciento del padrón electoral nacional.
Demasiado temprano para perder de esa monumental manera, salvo que piense, como
ironizaba Churchill, que “el éxito es ir de fracaso en fracaso sin perder el
entusiasmo”. Más allá de las ironías, Milei ignoró lo que debía saber cuando
hace poco anunció que le pondría “el último clavo al ataúd del kirchnerismo”.
No hubo clavo y ni siquiera hubo ataúd. “Fue una catástrofe para Milei”,
describió alguien que no quiere que dañen al Presidente y se preguntaba qué
sucedería hoy. El Gobierno debería estar preparando durante la noche las
medidas que anunciará durante el primer día hábil de una semana que será
seguramente muy complicada y ardua. Sea como fuere, habrá necesariamente un
mileísmo distinto del que se vivió hasta ahora, porque son previsibles las
repercusiones en la economía, aunque nadie está en condiciones de predecir su
dimensión ni sus contenidos.
Los mercados son tan amables en la buena hora como
implacables cuando ocurre una destacada derrota. Milei se verá obligado, así
las cosas, a tomar precauciones para que la economía no termine también por
condicionarle las elecciones nacionales de octubre, que son las que realmente
importan porque configurarán el nuevo Congreso con el que el jefe del Estado
deberá lidiar hasta el final de sus actual mandato. Lo aguarda, además, un
peronismo con cierto halo, falso o cierto, de victorioso; también resentido por
la prisión de su jefa real, Cristina Kirchner, y con su eterna voracidad por
retener o retomar el poder. La falta de experiencia política de Milei (y
también de conocimiento de la historia) lo empujó a cometer muchos errores. El
primero de ellos fue creer en el agradecimiento perpetuo de la sociedad por una
baja considerable de la inflación. Los argentinos le agradecieron durante un
tiempo, hasta que se dieron cuenta, consciente o inconscientemente, de que esa
caída de los índices inflacionarios tenía un precio: el estancamiento de la
economía.
Guillermo Oliveto, uno de los mejores especialistas en
tendencias sociales y de consumo, suele contar que mucha gente le dice que “el
mes se le termina el día
Si la política se terminó pareciendo al violento
escenario de los autitos chocadores, y si la sociedad percibe que destacados
funcionarios estarían haciendo negocios con la ayuda pública, nada pudo
compensar entonces las tangibles penurias de la economía en vastos sectores
sociales. La provincia de Buenos Aires alberga a los más grandes núcleos de
pobreza del país, y es también donde más se practica el trabajo en negro o el
cuentapropismo. Son los sectores más afectados, precisamente, por la política
económica de Milei, que consiste en el más importante ajuste “en la historia de
la humanidad”, según el Presidente, sea cierta o no esa afirmación. ¿Era
necesario? Sí, era necesario.
Todos los gobiernos de las últimas décadas hicieron
del despilfarro de los recursos públicos sus programas más congruentes. Pero
los sacrificios de ese ajuste debieron ser reparados en parte al menos por una
estricta austeridad en los gastos de los funcionarios y en una sobreactuación
de la honestidad en los manejos de los dineros del Estado. No hubo palabras que
buscaran la pacificación de la sociedad; cavaron en la grieta preexistente; despreciaron
las formas imprescindibles, porque hacen al fondo del sistema democrático; hubo
ostentación de gastos innecesarios (¿era indispensable que el Presidente
viajara cada 45 días a los Estados Unidos?), y no cuidaron las escrupulosa
honradez que debió primar entre los principales funcionarios de Milei. ¿Por qué
imaginaron que triunfaría en la provincia más adicta al peronismo y más cargada
de ciudadanos afectados por las políticas esenciales del mileísmo?
Otro error del Gobierno fue prestarse a la estrategia
del peronismo y aceptar que en la provincia de Buenos Aires se votaba ayer un
plebiscito sobre la gestión del Presidente. En rigor, se votó para elegir a
concejales municipales, y ese dato no es menor si se tiene en cuenta que de los
concejos deliberantes depende la estabilidad de los intendentes. La homérica
provincia tiene 84 intendentes peronistas de los 135 que hay en total, pero la
mayoría de los justicialistas gobiernan las ciudades más pobladas y las más
pobres. Con paso cansino, tapándose la nariz o ingiriendo digestivos, el
peronismo hizo lo que hace siempre: logró la unidad en las vísperas de
elecciones. La propia lideresa del peronismo, la viuda de Kirchner, lo aceptó
sin ponerles maquillaje a sus palabras: “No rifaré la unidad”. Aceptó las
condiciones que le exigió su viejo discípulo Axel Kicillof y fue a una elección
desdoblada que a ella no le gustaba. Y volvió a tolerar a Sergio Massa como un
aliado, el mismo Massa al que odió durante seis años, desde 2013 hasta 2019.
¿Kicillof ganó su desafío a Cristina Kirchner? Hay peronistas que insisten en
que el gobernador bonaerense es un “empleado” de la expresidenta y que nunca
dejará de serlo. Es una hipótesis. Veamos la realidad.
Kicillof se empecinó en separar las elecciones
provinciales de las nacionales. Cumplió con ese plan y, además, lo metió al
Presidente en la ratonera del plebiscito que el mandatario nacional perdió el
domingo. Kicillof puede decir entonces que, a pesar de su pésima gestión, sobre
todo de materia de seguridad, fue el arquitecto de la aplastadora derrota que
el domingo se abatió sobre Milei. La viuda de Kirchner, presa en su casa y sin
posibilidad de aspirar a la función pública, ya no está en condiciones de
enfrentar a su pupilo de otrora. Ella también perdió ayer, aunque su derrota
haya sido mejor que la de Milei. Mejor también –todo hay que decirlo– porque
ella no tiene las riendas del poder en el país. Los intendentes peronistas son
conocidos por la precisión de su olfato político y la mitad de ellos se había
ido con Kicillof cuando este se enfrentó con la señora de Kirchner. La lealtad
de los peronistas está condicionada a la oferta electoral. Es evidente que los
intendentes sabían que Kicillof les ofrecía más que Cristina Kirchner en
materia de victorias electorales. La descripción de lo que pasó no hace a
Kicillof mejor que Cristina Kirchner; el gobernador es un hombre ideologizado,
esquemático y poco afecto a los cambios. Fue el ministro de Economía más
intransigente de Cristina y el que cometió enormes desastres con las
estatizaciones de las empresas privatizadas. Esos desvaríos del gobernador no
ocultan que el domingo se convirtió en una alternativa cierta del peronismo
frente a las elecciones presidenciales de 2027. Guste o no, es el eventual
candidato a presidente que el peronismo no tenía hasta el sábado. La política
no es nunca una línea recta; falta saber todavía si a Kicillof no se le abrirá
una diagonal que lo alejará de su proyecto actual.
¿Y que hizo Milei frente a la obsesiva decisión de
unidad del peronismo? Dividir lo que pudo ser una alianza mucho más amplia y
generosa. Tanto como Javier Milei, ayer fracasaron también su hermana Karina y
los primos Menem (Martín y Eduardo “Lule”), autores de la idea de “pintar de
violeta” el país. Querían decir que estaban dispuestos a ganar solos con
Francos y Caputo hubieran impulsado alianzas con los
sectores moderados de la política bonaerense (Pro, los Passaglia y Somos, entre
otros) y un mejor trato a la vicepresidenta, Victoria Villarruel, que es la
política con la que Milei llegó a
Los ojos de la política y la economía estarán puestos
este lunes sobre los mercados: el precio del dólar, el riesgo país, el valor de
los bonos argentinos y, en última instancia, sobre qué hará el Gobierno con las
ya desmesuradas tasas de interés. Es evidente que a la mayoría de los
bonaerenses no les importó el “riesgo kuka” del que hablaba el Presidente y
prefirió mandarle un mensaje al propio Milei, que se pareció más a un nocaut
que a un mensaje. El peronismo es peligroso, además, cuando olfatea la sangre
del adversario. Acaba de demostrar en el Congreso que es capaz de alcanzar los
dos tercios en las dos cámaras del Poder Legislativo, que es también la mayoría
que requiere un juicio político al Presidente. Cuidado, señora de Kirchner. Una
cosa es anular un veto del jefe del Estado a una ley que beneficiaba a los
discapacitados y otra cosa es un fulminante juicio político al Presidente. Vale
la pena referirse a ella, porque es ella quien todavía tiene el liderazgo más
importante en los resquebrajados bloques del peronismo. Y es ella, también,
quien cree que solo la política controlada por el peronismo le puede abrir la
puerta de una prisión que se anuncia larga e implacable. La economía y el
riesgo de la voracidad peronista podrían poner en riesgo las elecciones de
octubre. Consumado un fracaso electoral de un tamaño que ni él mismo imaginó
nunca, Milei debería en adelante dialogar con sus aliados naturales y callar
para evitar el naufragio.

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