Balcón del pensamiento (*)
Balcón del pensamiento (*)
Alicia Caballero Galindo
Conclusión
Daniel
corrió hasta él, pero la banca estaba vacía y no se veía ya el joven; con
desánimo se sentó un momento porque se sentía cansado y a su lado, el niño que
apretaba con fuerza aquel viejo camión de madera que le faltaban las ruedas
pero que para él era importante. Los ojos del niño lo miraban interrogantes sin
hablar; balanceaba sus piernas sentado en la banca. La gente pasaba por todos
lados como si ellos no existieran ¡era en verdad una locura, empezaba a darle
un poco de miedo, entonces se levantó de la banca decidido.
__¡No puedo más! Vámonos a casa; te daré un vaso tibio
de leche y mañana buscaremos a tus padres; estarán preocupados por ti. Una
lágrima rodó por el rostro del niño y le señaló el extraño edificio del balcón
haciendo un gesto de tristeza. Daniel no supo que decir; tomó al niño de la
mano y caminó rumbo a su casa. A pesar de estar cerca de parque, él sentía que
caminaba y caminaba pero no llegaba, la ciudad entera parecía ignorar que ellos
existían. Todo seguía su marcha natural pero extraña para él. Por fin,
distinguió a una cuadra, la puerta de su casa; cuando estuvo cerca, vio que un
carro se estacionó y se bajó su hijo con una mujer joven a su lado, que
esperaba un bebé. Iban vestidos de negro y con gesto adusto el gusto de verlo
se convirtió en asombro cuando escuchó a su hijo decir:
__¡Qué duro va ser para mi volver a esta casa donde
crecí! Mi padre muerto y mi
madre, ¡agoniza de dolor! Nadie entiende por qué mi padre se fue ¡así! un
estremecimiento recorrió su cuerpo y sintió de pronto mucho frío. ¡el frío de
la muerte! El extraño niño, tiró de su mano y clavó su mirada en el rostro
desconcertado de aquel hombre; Daniel, ¡no sabía qué hacer ni qué pensar
Con dolor se desprendió de aquella escena en su casa;
caminó guiado por aquel pequeño, unas calles más adelante, sin saber cómo se
encontró frente a la casa de su hija.
__¡No puede ser cierto! Lo que estoy viviendo,
pensaba. Mi hija, vive en otra ciudad lejos de aquí, sin embargo, ¡esa es la
puerta de su casa! ¡no se cómo llegamos hasta aquí! Mi cabeza da vueltas y
vueltas, pero no le encuentro sentido a nada; parece una pesadilla ¡esto no
tiene pies ni cabeza!
Sintió que el niño tiraba de su mano, lo veía con sus
grandes ojos, movía la cabeza con desaprobación y tiraba de su mano, llevándolo
a la casa de su hija. Entraron por la puerta principal sin ser vistos siquiera,
subieron las escaleras y entraron a la recámara de las gemelas. Las niñas
lloraban desconsoladamente y preguntaban a su nana
__¿Por qué tuvo que morirse mi abuelo! Lo extrañamos
mucho y mi abuela está cada día más triste; ¡yo no quiero que ella se muera
también! Ayer la escuché decir que no quería vivir porque se sentía sola sin mi abuelo y
que si se moría, tal vez pudiera encontrarlo. ¡Pero si se muere, no la veremos
más!
La otra gemela abrazándose a su nana decía también
llorando
__Yo vi a mi mami llorar en la cocina cuando creía que
nadie la veía; ella sufre por lo que está pasando, aunque cuando está con mi
abuelita ponga cara sonriente. ¿Y
si se muere también? Nos dejaría solitas con papi; él no sabe contar cuentos y
también se pondría triste porque la quiere mucho.
La nana, las abrazaba y no podía hablar porque tenía
un nudo en la garganta.
Daniel se sentía consternado y caminó hasta la
habitación donde estaba su esposa; se encontraba recostada entre almohadas y
tenía los ojos cerrados, pero las lágrimas rodaban por su rostro. Él se acercó
hasta su cama para consolarla, pero ella parecía no verlo. Entre sollozos y con
una voz apagada decía:
__¿Pero por qué Daniel se dejaría morir? ¿Por qué fue
tan egoísta y no pensó en mí ni en todos los que lo quieren? Ahora es demasiado
tarde. Ya no está para escucharme, no quiero volver a esa casa solitaria;
¡tantos recuerdos! ¡Tanta soledad que se respira sin él . . . esperaré a que
Dios me llame; ¡es lo único que me queda!
En ese momento, Daniel, no pudo más y rompió a llorar;
nunca pensó que al morirse causaría tanto trastorno a los suyos. Gritaba
desesperadamente pero no escuchaba su propia voz. Pero
. . . ¿realmente estaba muerto? ¡Bueno! Lo pensó y lo deseó en medio del hastío
cotidiano de su vida rutinaria, pero ¡él amaba a su esposa, a sus hijos y a sus
nietas! ¡Nunca pensó que causaría su ausencia tanto dolor. ¡No, no quería
morir! ¡Pero era demasiado tarde, no podría haber viajado a otra ciudad ni
recorrido tantas partes ni hubiera visto tantas cosas si estuviera vivo porque
eso no era posible. Volteó a ver al niño aquel que lo llevó en su recorrido y
lleno de angustia le preguntó
__¿¿Realmente estoy muerto?? ¡Quién te mandó para que
me llevaras a tantas partes!
El niño se encogió de hombros y empezó a llorar
apretando su viejo y despintado camión y corrió para perderse en la oscuridad y
Daniel se quedó en medio de la bruma desconcertado y angustiado; caminó y
caminó en silencio sin saber cómo llegar a su casa y no sabía si estaba vivo o
muerto en realidad. De pronto
escuchó algo que lo hizo reaccionar, su perro ladraba desesperadamente y jalaba
su pantalón. Al volver la vista al piso, descubrió que estaba cómodamente sentado
en su sillón frente al televisor y el teléfono sonaba insistentemente. ¡Todo
fue un horrible sueño! ¡Pero que cerca de su realidad! ¡Se quedó dormido frente
al televisor! Apresuradamente se levantó a contestar y sintió una inmensa
alegría al ver que estaba vivo. Era su hija la que llamaba para decirle que su
mamá había llegado bien, entonces Daniel le dijo
__Hijita, las extraño mucho; mañana mismo me voy con
ustedes a pasar allá la Navidad ,
un grito de alegría de las gemelas que estaban en la extensión se escuchó y
Daniel sonrió.
Lo que no sabía era que sus hijos estarían presentes
pues le prepararon esa gran sorpresa.
En la puerta, se escucharon unos golpes y corrió con
aire juvenil a abrirla; se quedó paralizado de asombro porque ahí estaba el
niñito andrajoso y descalzo con un carrito de madera despintado que le faltaban
las ruedas; con una sonrisa solamente le dijo:
__¿Me puedes ayudar? Mi mamá murió y mi papá toma
mucho; ¡tengo hambre y frío! ¡Me perdí, no sé cómo llegar a mi casa! ¿Podría
ayudarme?...
GRACIAS AL DIARIO DE CIUDAD VICTORIA POR PERMITIRME
COMPARTIR MIS LETRAS CON USTEDES, AMABLES LECTORES.
QUE DIOS PADRE LLENE DE BENDICIONES SUS HOGARES Y SUS
VIDAS. FELIZ AÑO 2019
(*) Publicado en el diario de Ciudad Victoria (Estado de
Tamaulipas, México) el 30/12/018
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