Charles Wright Mills: la élite omnipotente y la élite impotente

Charles Wright Mills: la élite omnipotente y la élite impotente




Escribió Wright Mills (“La élite del poder”, capítulo 1):

“La minoría que ocupa los puestos de mando puede considerarse la poseedora del poder, la riqueza y la fama; puede considerarse así mismo como formada por individuos pertenecientes al estrato superior de una sociedad capitalista. También se les puede definir con criterios psicológicos y morales, como ciertas especies de individuos selectos” (…) “El humanista, por ejemplo, puede concebir la élite no como un plan o categoría social, sino como el conjunto de los individuos dispersos que intentan superarse a sí mismos y que, en consecuencia, son más nobles, más eficientes, como hechos de mejor clase. No importa que sean pobres o ricos, que ocupen altas o bajas posiciones, que sean aclamados o despreciados: son élite por la clase de individuo que son. El resto de la población es masa, la cual, según esta concepción, yace indolentemente en una incómoda mediocridad. Esta es la clase de concepción ilocalizada que han desarrollado recientemente algunos escritores norteamericanos de tendencias conservadoras. Pero la mayor parte de las concepciones morales y psicológicas de la élite son mucho menos sofisticadas, y toman en cuenta no los individuos, sino el estrato en su conjunto. Realmente, esas ideas nacen siempre en una sociedad en que algunas personas poseen más que otras de lo que puede poseerse” (…) “La idea de la élite como compuesta de hombres y mujeres que tienen un carácter moral más exquisito constituye una ideología de élite en cuanto estrato gobernante privilegiado, y ello es así ya sea esa ideología obra de la élite misma o de otros”. “En épocas de retórica igualitaria, los más inteligentes o los más elocuentes entre las clases baja y media, así como algunos individuos culpables de la clase alta, pueden llegar a sustentar ideas relativas a una contra-élite” (…) “Esta idea moral de una contra-élite, que brota de la tradición cristiana, según la cual dicha contra-élite está formada por tipos esencialmente superiores condenados a una situación inferior, puede ser y fue usada por la población humilde para justificar las críticas más severas de las minorías gobernantes y para aclamar imágenes utópicas de una nueva élite que ha de venir” (…).

“Actualmente debemos restringir la idea de que la élite está formada por individuos de un tipo elevado, ya que los hombres seleccionados para las altas posiciones y formados por ellas tienen muchos portavoces y consejeros, muchos apuntadores y maquillistas, que modifican el concepto que tienen de sí mismos y crean sus imágenes públicas, así como dan forma a muchas de sus decisiones” (…) “La élite norteamericana muchas veces parece menos una colección de personas que de entidades corporativas, las cuales son en gran parte creadas como tipos normales de “personalidad” y se les hace hablar como tales. Hasta la celebridad más independiente en apariencia es habitualmente una especie de producto artificial presentado todas las semanas por un personal disciplinado que sistemáticamente pondera el efecto de los chistes improvisados que la celebridad repite “espontáneamente” (…) “Desde el punto de vista del biógrafo, un hombre de las clases altas está formado por sus relaciones con otros como él en una serie de pequeños grupos íntimos por los cuales pasa y a los que puede volver a lo largo de su existencia. Así concebida, la élite es una serie de altos círculos cuyos miembros son seleccionados, preparados y certificados, y a quienes se permite el acceso íntimo a los que mandan las jerarquías institucionales impersonales de la sociedad moderna. Si hay una clave para penetrar la idea psicológica de la élite, es que los individuos de ésta reúnen en su persona la conciencia de una facultad impersonal de adoptar decisiones y sensibilidades íntimas que comparten entre sí. Para comprender la élite como clase social, tenemos que examinar toda una serie de pequeños ambientes en que las personas se tratan íntima y directamente, el más obvio de los cuales, históricamente, ha sido la familia de la clase alta, pero los más importantes de los cuales son actualmente la escuela secundaria y el  club” (…) “Pero lo que principalmente nos interesa es el poder de quienes ocupan ahora los puestos de mando y el papel que representan en la historia de nuestra época”.

“Puede concebirse como omnipotente esa minoría y creerse que sus poderes son un gran designio secreto. De esta suerte, según el marxismo vulgar, se explican los acontecimientos y las tendencias refiriéndolos a la “voluntad de la burguesía”, en el nazismo a la “conspiración de los judíos”, y actualmente en los Estados Unidos, con poco fundamento, a la “fuerza oculta de los espías comunistas”. Según esas concepciones de la minoría omnipotente como causa histórica, dicha minoría no es nunca un agente totalmente visible” (…) “La opinión opuesta-que considera impotente a la minoría-es ahora muy popular entre los observadores de tendencias liberales. Lejos de ser omnipotentes, considéranse tan diseminadas las élites, que carecen de toda coherencia como fuerza histórica. Su invisibilidad no es la invisibilidad de lo secreto, sino la invisibilidad de la multitud. Quienes ocupan los puestos de autoridad, están tan acorralados-por otras minorías que presionan, o por el público en cuanto cuerpo electoral, o por los códigos constitucionales-, que aunque formen una clase superior no son una clase gobernante; aunque quizás sean hombres de poder, no hay una élite de poder; aunque quizás haya un sistema de estratificación, no hay un estrato superior efectivo” (…) “Internacionalmente, tiende a prevalecer la imagen de la minoría omnipotente. Todos los acontecimientos felices y los sucesos agradables son imputados inmediatamente por quienes moldean la opinión pública  a los gobernantes de sus propias naciones; todos los acontecimientos infaustos y los sucesos desagradables son imputados al extranjero enemigo. En ambos casos, se presupone la omnipotencia de los malos gobernantes y de los líderes virtuosos” (…) “Lo más común es que los hombres de poder norteamericanos tienden, por convención, a negar que son poderosos. Ningún norteamericano es candidato al poder para dominar o ni siquiera gobernar, sino sólo para servir; no se convierte en un burócrata ni en un funcionario, sino en un servidor público. Y en la actualidad esas actitudes se han convertido en rasgos normales de los programas públicos de todos los hombres de poder. Pero la “situación del poder” en los Estados Unidos es hoy menos amorfa de como la ven quienes la consideran como una confusión romántica. Es menos una “situación” plana y transitoria que una estructura escalonada y duradera. Y si quienes ocupan sus escalones más altos no son omnipotentes, tampoco son impotentes. Es la forma y la altura de la gradación del poder lo que tenemos que examinar si hemos de comprender el grado de poder que tiene y ejerce la minoría”.
















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