La postura de Ricardo Kirschbaum
La derrota obliga a cambios: Menem en capilla; suenan Romero y De Loredo
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
10/9/025
Cambiar la naturaleza de este gobierno será una tarea
muy complicada pero, a la vez, imprescindible y urgente si es que quiere
enfrentar las elecciones de octubre con mejor pronóstico que el actual. La
bofetada del escándalo $Libra y el puñetazo de los audios sobre presuntas
coimas -directos al corazón del poder- fueron el prólogo, en un resumen
generoso de errores consecutivos, al mazazo de la elección perdida.
El cambio de piel no solo debe ser cosmético. Necesita
ejecutores distintos.
La conmoción derrumbó las acciones y bonos argentinos
y aupó al dólar acercándolo al techo de la banda de flotación. El riesgo país,
voló.
Fue necesario un impacto de ese calibre para sacudir a
una administración que se jactaba de ser el mejor gobierno de la historia. Con
esa creencia, dañaron deliberada e irresponsablemente su red de alianzas,
alteraron la dinámica lógica de la política y alejando posibles compañeros de
ruta. Peor, utilizaron la humillación y el insulto como actos naturales de la
política. Mostraron desaprensión y falta de empatía en el manejo de cuestiones
delicadas como la de los discapacitados (más allá de los excesos del
kirchnerismo en la repartija), el Garrahan y los jubilados. La presunción de
coimas terminó con el capital de la transparencia anticasta del que se
ufanaban.
Los logros macroeconómicos indiscutibles bajaron la
inflación y devolvieron estabilidad achicando fuertemente al Estado,
postergando o pateando deudas y suspendiendo la obra pública, así como
desapareció la intermediación de la ayuda social. Se contuvo al dólar y se
subieron las tasas, afectando el consumo y a los salarios. El plan -si es que
existe un plan además de la política antinflacionaria- de atraer inversiones y
crear trabajo es todavía una incógnita.
La devolución de la certeza a la sociedad fue
ponderada: el Gobierno accedió al poder montado en la frustración enorme que
fue el último capítulo de la saga kirchnerista que interpretó Alberto
Fernández.
Casi dos años después, Milei sufrió su primera gran
derrota. Y si no hay correcciones, puede repetirse en octubre con el peronismo
resucitado por el triunfo en
Guillermo Francos, el jefe de Gabinete y el más
fogueado político del Gobierno, lo advirtió: la mejoría de la economía no llegó
al bolsillo de la gente. Le añadió así un valor decisivo a la obligada admisión
presidencial de que habría cambios políticos pero se mantendría el rumbo de la
economía.
¿Qué significa el anuncio de cambios políticos? ¿Acaso
la reapertura del diálogo con los gobernadores, que ayer dijeron que el
Gobierno sigue paralizado? ¿Replantear alianzas que atraigan el voto blando que
hizo ganar a Milei el balotaje en 2023? ¿El nombramiento de un ministro del
Interior con peso -se habla de Juan Carlos Romero o del cordobés de origen
radical Rodrigo De Loredo, a quien dejaron de a pie por el sectarismo
libertario, al igual que el humillado Luis Juez- que recree condiciones
perdidas, dejando a los expertos su manejo que los amateurs no comprenden por
ignorancia en la materia? ¿Modificación del Gabinete porque Bullrich y Luis
Petri serán candidatos en octubre?
El Gobierno se enfrenta a un escenario de muy difícil
pronóstico. En octubre, se jugará gran parte de la chance de conservar capital
para evitar el síndrome de “pato rengo”, un temor siempre presente.
El primer punto es terminar con la lucha intestina. No
parece estar ocurriendo: las redes ardían ayer pidiendo cabezas. Fue sugestiva
la exposición de Santiago Caputo en el palco de la derrota, así como el abrazo
firme de Milei con su hermana, un mensaje de respaldo total. Distinto al frío
trato a Martín Menem, presidente de
Si Javier Milei está eligiendo las víctimas
propiciatorias, Lule Menem es número puesto. Es un funcionario de alta
confianza de Karina Milei, con autoridad delegada para el armado político y
otros quehaceres. Habrá que ver si Karina autoriza que su equipo, con Lule y
Sebastián Pareja al frente de la fila, vayan al cadalso. La permanencia en el
poder también es un costo a considerar porque hay un flanco que está abierto.
No depende solo de la política sino de
Martín Menem, en cambio, no está a tiro de decreto. Si
a merced de los diputados que preside, muchos de los cuales han juntado
suficientes querellas contra él como para iniciar una acción para desplazarlo.
Paradójicamente esa operación, cuentan, está siendo contemplada por diputados
que inicialmente podrían -de hecho lo fueron- ser aliados del gobierno
libertario y solo la inhabilidad los arrojó a la oposición. Para cambiar a Menem
solo falta conseguir quórum y la mayoría de 129 votos en
El peronismo, para ganar, se amontonó. Y si hay un
ganador fue Axel Kicillof quien le dobló el brazo a Cristina Kirchner al
establecer estas dos elecciones -la provincial y la nacional- a la que la ex
presidenta se negaba. Sin los intendentes ni los renovadores de Massa, Kicillof
hubiera seguido atrapado en el kirchnerismo. Kicillof es producto genuino de
Cristina pero ahora cree que con esta victoria está en condiciones de ser el
candidato por derecho propio. Y el peronismo suele tener olfato para detectar
al que puede devolverlo al poder.
Más allá del juego adolescente entre
El peronismo puede cometer también el error de
creérsela de nuevo. La soberbia en política es un pecado reiterado que tarde o
temprano se paga.
Por ahora, se puede cumplir lo que contestó Perón
cuando le preguntaron qué haría para volver al gobierno: “Yo no haré nada. Todo
lo harán mis enemigos”.
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