El "Discurso del Método" de Renato Descartes: su obsesión por distinguir lo verdadero de lo falso
El "Discurso del Método" de Renato Descartes: su obsesión por distinguir lo verdadero de lo falso
El “discurso del método” es
una de las obras filosóficas más importantes de todos los tiempos. Fue uno de
los más sólidos basamentos ideológicos de la moderna sociedad capitalista. La
primera parte lleva por título “Consideraciones que atañen a las ciencias”.
Escribió Descartes:
“El buen sentido es la cosa
mejor repartida del mundo, pues cada uno piensa estar tan bien provisto de él
que aun aquellos que son más difíciles de contentar en todo lo demás, no acostumbran a desear más del que
tienen. En lo cual no es verosímil que todos se engañen, sino que más bien
atestigua ello que el poder de bien juzgar y de distinguir lo verdadero de lo
falso, que es propiamente lo que se llama el buen sentido o la razón, es
naturalmente igual en todos los hombres; y asimismo, que la diversidad de
nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino
solamente de que conducimos nuestros pensamientos por diversas vías y no consideramos
las mismas cosas. Pues no basta con tener la mente bien dispuesta, sino que lo
principal es aplicarla bien. Las más grandes almas son capaces de los mayores
vicios tanto como de las mayores virtudes, y los que no caminan sino muy
lentamente pueden avanzar mucho más, si siguen siempre el camino recto, que los
que corren apartándose de él. Por lo que a mí atañe, nunca he presumido que mis
facultades fuesen más perfectas en nada que las del vulgo, y hasta he deseado
muchas veces tener el pensamiento tan ágil, o la imaginación tan nítida y
precisa, o la memoria tan extensa o tan rápida como otros. Y no conozco otras
cualidades, aparte de éstas, que sirvan para la perfección de la mente, pues en
lo tocante a la razón o discernimiento, siendo ella la única cosa que nos hace
hombres y nos distingue de las bestias, quiero creer que está toda entera en
cada uno de nosotros, siguiendo en esto la opinión común de los filósofos, que
dicen no haber más o menos sino entre los accidentes, y no entre las formas o
naturalezas de los individuos de una misma especie. Empero, no tendré reparo en
decir que creo haber tenido mucha suerte por haberme encontrado desde mi
juventud metido en ciertos caminos que me condujeron a consideraciones y a máximas
con las que he formado un método que ha de servirme, según espero, para
aumentar por grados mi conocimiento y elevarlo hasta el más alto punto que la
mediocridad de mi inteligencia y la corta duración de mi vida puedan permitirle
alcanzar” (…) “Pero yo me contentaré con hacer ver en este discurso cuáles son
los caminos que he seguido y con representar en él mi vida como en un cuadro, a
fin de que cada cual pueda juzgar de ella y de que, conociendo por el rumor
común las opiniones que haya suscitado, sea éste un nuevo medio de instruirme
que añadiré a aquellos de que me sirvo habitualmente. Así, pues, mi propósito
no es enseñar aquí el método que cada cual debe seguir para conducir bien su
corazón, sino solamente mostrar de qué manera he tratado yo de conducir el mío”
(…).
“Fue alimentado en las letras
desde mi infancia, y, como me aseguraban que por medio de ellas se podía
adquirir un conocimiento claro y seguro de todo lo que es útil para la vida,
tenía un deseo extremado de aprenderlas. Pero, tan pronto como hube acabado el
ciclo de estudios a cuyo término se acostumbra a ser recibido en el rango de
los doctos, cambié enteramente de opinión, pues me encontraba embarazado por
tantas dudas y errores que me parecía no haber obtenido otro provecho, al tratar
de instruirme, que el de haber descubierto más y más mi ignorancia” (…) “Había
aprendido allí (colegio de la
Flèche ) todo lo que los demás aprendían, y aun, no habiéndome
contentado con las ciencias que se nos enseñaban, había recorrido todos los
libros que pudieran caer en mis manos referentes a las que se consideran más
raras y curiosas. Con esto, conocía los juicios que los demás formaban de mí, y
no veía que se me estimase inferior a mis condiscípulos, aunque hubiese ya
entre ellos algunos destinados a ocupar los puestos de nuestros maestros” (…)
“Todo esto me daba la libertad de juzgar por mí a todos los demás, y me llevaba
a pensar que no había en el mundo ninguna doctrina que correspondiese a las
esperanzas que se me había hecho concebir” (…) “Sabía que las lenguas que en
ellas se aprenden son necesarias para el entendimiento de los libros antiguos;
que la ingeniosidad de las fábulas estimula el espíritu; que las acciones
memorables de las historias lo elevan, y, leídas con discreción, ayudan a formar
el juicio; que la lectura de todos los buenos libros es como una conversación
con los hombres más selectos de los pasados siglos que fueron sus autores…; que
la elocuencia tiene fuerzas y bellezas incomparables…; que las matemáticas
tienen invenciones muy sutiles, y que pueden servir en alto grado tanto para
complacer a los curiosos como para facilitar todas las artes y disminuir el
trabajo humano…; que la filosofía proporciona el medio de hablar de todas las
cosas con verosimilitud y de hacerse admirar por los menos sabios…; y, en fin,
que es bueno haberlas examinado todas, aun las más supersticiosas y falsas, a
fin de conocer su justo valor y no dejarse engañar por ellas” (…).
“Porque conversar con los
hombres de otras épocas es casi lo mismo que viajar. Es conveniente conocer
algo de las costumbres de diversos pueblos, para juzgar de las nuestras con
criterio más sano y para no pensar que todo lo que se opone a nuestros usos sea
ridículo y contra razón, como suelen hacer los que no han visto nada. Mas,
cuando se emplea demasiado tiempo en viajar, acaba uno por ser extranjero en su
propio país; y cuando se extrema la curiosidad por las cosas que se practicaban
en los tiempos pasados, se queda uno en gran ignorancia de las que se practican
en el suyo” (…) “Estimaba mucho la elocuencia y estaba prendado de la poesía,
pero pensaba que una y otra eran dones del espíritu más bien que frutos del
estudio” (…) “Me complacían, sobre todo, las matemáticas, a causa de la certeza
y evidencia de sus razones, pero no advertía todavía su verdadero uso, y,
pensando que no servían más que para las artes mecánicas, me admiraba de que,
siendo tan firmes y sólidos sus fundamentos, no se hubiese edificado sobre
ellos nada más elevado” (…) “Reverenciaba nuestra teología y aspiraba tanto
como el que más a ganar el cielo; pero, habiendo aprendido como cosa muy segura
que el camino hacia él no está menos abierto a los más ignorantes que a los más
doctos y que las verdades reveladas que a él conducen están por encima de
nuestra inteligencia, no me hubiese atrevido a someterlas a la debilidad de mis
razonamientos, y pensaba que, para intentar examinarlas, y hacerlo con éxito,
era menester disponer de alguna extraordinaria asistencia del cielo y ser más
que hombre” (…) “Por lo que respecta a las otras ciencias, por cuanto toman sus
principios de la filosofía, juzgaba que no se podía haber edificado nada sólido
sobre cimientos tan poco firmes” (…) “Por todo lo cual, tan pronto como la edad
me permitió salir de la sujeción de mis preceptores, abandoné completamente el
estudio de las letras, y, prometiéndome no buscar otra ciencia que la que
pudiese encontrar en mí mismo o en el gran libro del mundo, dediqué el resto de
mi juventud a viajar, a ver cortes y ejércitos, a frecuentar gentes de diversos
talantes y condiciones, a recoger diversas experiencias, a ponerme a prueba a
mí mismo en las ocasiones que la fortuna me deparaba, y a reflexionar siempre
sobre las cosas que me salían al paso de manera que pudiese sacar de ellas
algún provecho. Pues me parecía que podría encontrar mucha más verdad en los
razonamientos que cada uno hace acerca de los asuntos que le importan…que en
los que lleva a cabo un hombre de letras en su gabinete sobre especulaciones
que no producen ningún efecto ni tienen para él otra consecuencia que la de
excitar, tal vez, su vanidad en tanto mayor medida cuanto más se alejen del
sentido común, ya que habrá tenido que emplear tanto más ingenio y artificio en
tratar de hacerlas verosímiles; y lo que yo deseaba siempre extremadamente era
aprender a distinguir lo verdadero de lo falso, para ver claro en mis acciones
y caminar con seguridad en la vida”.
Comentarios
Publicar un comentario