José Pablo Feinmann y el fin de año
José Pablo Feinmann y el fin de año
No hay una temporalidad objetiva. Basándose en ciertas
regularidades de la naturaleza (las mareas, las estaciones, los astros), se han
delineado, a lo largo de los siglos, los llamados
calendarios. Que son el intento de trasladar las regularidades de la naturaleza
a la historia de los sujetos humanos. Tal vez sea tranquilizador pensar que
todo tiene un orden en un mundo que no presenta ninguno. Si ha caído el sentido
de la historia, al menos nos queda el sentido del calendario. Festejamos el fin
de un año, brindamos, nos embriagamos, comemos excesivamente y al día siguiente
nos levantamos con un tremendo dolor de cabeza, eso que se dice hangover, y que
es un malestar generalizado de los excesos del día anterior. ¿Por qué sucede
algo tan escasamente tranquilizador, tan desagradable? ¿No fue el año pasado
cuando cometimos esos excesos? ¿Por qué los padecemos ahora si pasó un año
entre el brindis burbujeante y descomedido, los augurios de felicidad “para el
año que empieza”, las copas en alto, el lechón con 35 grados y demás exorbitancias
y estos horrorosos vómitos de este 1º. de enero, de este “nuevo año” que
debería estar muy lejos del que ya pasó, del que se fue con toda su carga de
desgracias, amarguras, frustraciones, amores truncos, divorcios, niñitos
anhelados que “volverán más sólida nuestra unión” y resulta que lloran toda la
noche, se mean, se hacen “caquita”, vomitan el babero, cometen fervorosamente
“diarrea estival”, o se pescan una tos convulsa intolerable (para nosotros) y
el médico nos dice “cuando les venga el ataque” haga que levanten los bracitos
y todo irá mejor y uno, que obedece a los médicos como los practicantes de la
espiritualidad boba a sus gurúes, porque uno, al fin y al cabo, practica la
espiritualidad boba de convertir a los médicos en sus tiránicos gurúes, le dice
al, pongamos, niñito “dale, mi amor, levantá tus pequeños brazos y dejá de
toser, dejá de toser, queridito, mi amor, dejá de toser que mami y papi se
preocupan, se angustian, y entonces vos no estarías, digamos, cumpliendo la
principal tarea con que viniste a este mundo: conseguir que la pareja de mami y
papi se cristalice, se consolide, se fortifique, todo para criarte en un fuerte
y sano clima de amor conyugal, cosa que no será posible si nos seguís metiendo
el pánico en el alma con tus toses de tuberculoso sin retorno, de Chopin
irredimible, de Margarita Gautier pálida, sufriente, conmovedora y puta, así que,
nenito, amorcito nuestro, ¡dejá de toser, carajo!, agradecenos que te trajimos
a este mundo pese a nuestras dudas, porque, hijito, mamá y papá piensan, y
pensar es saber situacionarse en el mundo en que se vive, así que mamá y papá
han estudiado y mucho y bien, y cuando decimos bien decimos que no se nos dio
por la psicología, por la literatura ni por la filosofía, sino por las
disciplinas del siglo XXI, hijito, siglo que será Merkel o no será, que será
Macri o no será, que será Trump o no será, mami y papi estudiaron
Administración de Empresas, mi amor, estudiaron racionalización del trabajo en
el nivel operacional (que, en vulgata, significa: rajar a quien sea y cuando
sea siempre que se nos dé la gana, que los costos no cierran, que haya que
reducirlos, algo que cualquiera sabe significa echar a uno o cincuenta
laburantes, modo inapelable de reducción de costos, el mejor, por ahora: ¡ya
vendrá la invasión de robots y produciremos sin obreros, jodete Marx!), mami y
papi estudiaron teoría de la burocracia, teoría de las relaciones humanas:
liderazgo, comunicación y dinámica de grupo, teoría de las decisiones:
integración de los objetivos organizacionales e individuales, tratando siempre
de favorecer antes a la organización que a los individuos, ahora, por ejemplo,
mami y yo somos una organización, la organización que te trajo al mundo, y vos
sos el individuo, el individuo que nos deteriora la vida antes que
consolidarnos la pareja, razón por la cual sospechamos que te trajimos al mundo
un poco inútilmente (querríamos decir `al pedo` pero creemos que `inútilmente`
da más fino), pero, ¿por qué te decíamos que somos inteligentes, que estudiamos
y todo eso?, porque, hijito querido, pensamos mucho antes de traerte al mundo,
y nos preguntamos: ¿valdrá la pena traer un hijo a este mundo?, ¿valdrá la pena
traer otro ente que se haga preguntas irrespondibles, que sepa que Dios no le
dará importancia por más que le rece, que no le cederá ni media oreja
(suponiendo que tenga orejas) para escuchar sus súplicas, que jamás comprenderá
quién hizo la piedrita, la pequeña piedrita que estalló y, de ese estallido,
salió la impecabilidad matemática del Universo que, para colmo, se expande sin
cesar ¿hacia dónde?, que un día trágicamente sabrá que, así como nació, morirá,
que la Muerte
no es un espectáculo, algo feo y triste que les pasa a los otros sino que le
pasará a él, y no de golpe, de un saque, ¡paf y chau!, no, nada de eso, sino
que primero se enfermará y después sufrirá y sufrirán los que lo aman o fingen
amarlo, y los médicos le mentirán, y los amigos también por medio del consuelo
tonto y sobre todo para aliviarse ellos, si te consuelo a vos es porque yo
estoy vivo y no me voy a morir porque no fumo como fumabas vos irresponsable,
aunque, por otra parte, ¿no será injusto privarlo de los espectáculos
maravillosos, imponentes, miríficos de la naturaleza?: las majestuosas
cataratas, los crepúsculos carmesí, las orquídeas, los amaneceres junto al mar,
los tsunamis, los cocodrilos, las serpientes, las tarántulas, los mosquitos,
las arañas pollito, los tiburones, las cantáridas, las termitas, los avispones
asiáticos, la hormiga bala, las chinches, la sanguijuela japonesa, el ciempiés
gigante o la araña bananera?, y también, y acaso especialmente, ¿no será
injusto privarlo de las hazañas del genio humano, de todo lo grande que el
hombre, el sujeto histórico ha hecho a lo largo de los siglos, las pirámides,
la filosofía helénica, la jurisprudencia romana, la fe del Medioevo, la música
de Mozart, los adagios de sus últimos conciertos para piano, sobre todo el 23 y
el 21, la novena sinfonía de Beethoven, los cuadros de Turner, la luz mágica de
Johannes Vermeer, el enigmático y místico cuadro Girl with an earring, que se
hizo en cine con las redondeces (más Rubens que Vermeer) de Scarlett Johansson,
los movimientos del pincel de Velázquez, Las Meninas y el análisis de Foucault,
la Sonata en
Sí Menor de Liszt, la Balada
N º 1 de Chopin, los dos conciertos para piano de Brahms, su
primera sinfonía, toda la música de Gershwin, Gary Cooper en A la hora
señalada, Richard Widmark en Siniestra obsesión, los ojos de Jennifer Connelly,
Connelly y Ben Kingley en House of sand and fog, los documentales de Leni
Riefensthal, esos desfiles tan ordenados, tan imperativos de los ejércitos
nacional socialistas, la racionalidad implacable de Auschwitz, esas bombas
monumentales de Hiroshima y Nagasaki, la tortura como tarea de inteligencia en
Argelia, Argentina e Irak, la imponencia de las Torres Gemelas cayéndose, las
decapitaciones de los fundamentalistas del Islam, el niñito sirio muerto en la
orillita del mar donde juegan los niñitos de Occidente, las elecciones de la
democracia, la alegría de perder una de ellas por tres puntos, los contoneos
felices, alegres, despreocupados de MauMac en el balcón de la Rosada , la cercana
posibilidad de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos al frente de
los republicanos, el golpe inminente en Venezuela, los decretos de MauMac,
etc?, todo eso pensamos, niñito amado, y corajeando decidimos traerte, de modo
que pará con la diarrea estival o te metemos en un internado y nos libramos de
vos y nos dedicamos a nuestro trabajo: informar a los empresarios cómo ganar
más dinero bajando costos, es decir: echando asalariados a la calle”.
En suma, el
fin de año no existe. Es una convención. Nada de “año nuevo, vida nueva”. ¿En
serio usted cree que va a tener una vida nueva porque llegó 2016 y la derecha
se adueñó del planeta, y nada se le resiste, a nada teme salvo a los
fundamentalistas, porque son tan semejantes que los dos meten miedo, porque lo
único que diferencia a un marine entrenado y ultraequipado para matar y a un
terrorista del islam es que uno mata y quiere zafar, el otro no, no le importa,
allá lo esperan Alá y las vírgenes que tiene destinadas? En fin, mis disculpas
por estas líneas acaso no muy optimistas, pero de todos modos: Feliz Año Nuevo
Para Todos. (Con perdón: ¿para todos? Nada puede ser feliz para todos. Si es
feliz para unos, no lo es para todos los otros que aún se atreven a habitar
este planeta; esos obstinados, tal vez heroicos sujetos humanos. Brindemos por
ellos. Recordemos la célebre y enorme frase de Walter Benjamin: Sólo por
nuestro amor a los desesperados conservamos todavía la esperanza.)
José Pablo Feinmann
https://www.pagina12.com.ar/…/con…/13-289449-2016-01-03.html
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