La oportuna salvadora del oscurantismo macrista
La oportuna salvadora del oscurantismo macrista
Luis Costa
La
constitución de una comunicación de medidas urgentes en formato heterodoxo
obliga a la pregunta por las intenciones. Los videos proponen un vínculo con el
espectador sin contacto, en tanto el video avanza, no existe ninguna chance de
hacerle alguna pregunta adicional a quien lo protagoniza. El video de
Macri ingresando a la casa de una familia decía falsamente "en directo"
en la pantalla de Facebook, generando la ilusión de que eso sucedía en el mismo
momento en que todos lo observaban, pero editado y con cortes evidentes; se
trataba de una ilusión de espontaneidad. La intención del video termina siendo
otra, y se parece más a una denuncia que a un episodio de comunicación
virtuosa. Macri queda representado en soledad, encerrado en un ambiente y sin
contacto con el exterior. Habla solo y se convence, mágicamente, en formato
espiritual, y envuelto en una falacia, porque dice que si se hizo lo mismo que
los otros países, entonces nos tendría también que ir bien, como a Paraguay y a
Perú, que serían casos de éxito en la región. Macri habla de la inflación como
“lo que más daño nos hace”, como si estuviese hablando de la lluvia, de algo que
sucede sin su control; y eso es lo que hace este video, desnuda al presidente,
lo muestra en su esencia, en su aislamiento.
El
fin de esta transmisión en formato de ficción, la siguió la realidad de los
ministros apesadumbrados, estupefactos, serios, rígidos, sin movimiento. Para
ellos no existe la ficción ni el video. Mientras Macri se oculta de las
preguntas en una transmisión editada, Stanley, Dujovne y Sica, deben
responder a las preguntas del universo real cuyo momento simbólico superior es
la afirmación del ministro de Hacienda de que el acuerdo de precios se basa en
un “acuerdo de caballeros”, dejando al Estado en un sitio de partes iguales con
los demás. No sería el Estado el encargado superior, sino el Estado en una
relación de igualdad con otros y esperando que las promesas contrapuestas
persistan en el tiempo. Esta licuación del poder mismo del Estado dialoga
perfectamente con un Macri encerrado en un departamento y lo convierte a él, al
mismo tiempo y como paradoja, en un destino casi religioso.
Un
reciente video de Elisa Carrió la muestra mirando a cámara. Carrió intenta
exponer una lógica alternativa a la impersonal de Macri. El Presidente en sus
anuncios solo habla con la familia pero nunca con los argentinos, mientras
Carrió propone un mensaje frontal aunque basado en necesarias abstracciones,
porque ella no hace ninguna mención a medidas de gobierno. Justamente, en ella
se hace visible un rol alternativo, pero con equivalencia funcional para lo que
propone Macri. Aunque con sus ojos en destino hacia la cámara, se repleta de
ideales que no terminan de quedar claros si se trata de una teoría social o de
psicoanálisis. Si bien es probablemente más convincente y con un caudal
considerable de empatía, no propone nada más que un espacio de creencia en el
futuro que alguna vez vendrá, algo tan propio, justamente, de los liderazgos
basados en los profetas. Pide no regresar al faraón, pero proponiendo la
creencia en uno nuevo.
Ante
la caída de la gestión, ante la realidad del desempeño económico,
Cambiemos va expresando con detalles cada vez más marcados, que propondrá
una campaña inspirada en los componentes de lo que desprecia. Sobre Macri no
tendrá más que ofrecer que una esperanza de un paraíso futuro, de que sucederá
lo que tenga que ocurrir, de que el devenir dispondrá de mejoras que serán en
formato de apariciones, tal como una religión. En casi cuatro años Cambiemos
paso de ser un equipo de gestión inigualable, a un grupo de creyentes en el
devenir del futuro. En uno se acciona sobre el mundo para cambiarlo, en el
otro se espera que las cosas sucedan, tal como le dice Macri a la vecina. En
política los liderazgos carismáticos se basan en la acción transformadora, que
por ser tan disruptivos, en general en momentos de abatimiento, se erigen como
grandes fuentes de sentido. Una religión política, como parece a partir de
ahora proponer Cambiemos, no se puede ejecutar con el carisma de vacaciones o
con un “video clip”. A esta fórmula le falta su esencia. Desde las sombras que
todavía ilumina su verdadero carisma, Cristina crece. Ya no como amenaza
de un demonio intimidante, sino como la oportuna salvadora del oscurantismo
macrista.
(*) Perfil, 21/4/019.
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