Siga el baile
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Cuando era presidente
del Banco Central, Federico Sturzenegger perdió más de 12.000 millones de
dólares de las reservas para intentar frenar al dólar y no lo logró. La divisa
se disparó de 20 a
25 pesos entre abril y junio del año pasado, mientras a la autoridad monetaria
se le esfumaban más del 20 por ciento de sus activos. Suturzenegger renunció
sin poder dominar la crisis cambiaria y en medio de una escalada violenta de
los precios.
Su reemplazante fue Luis
Caputo, quien lo primero que hizo fue enterrar el eje de la política de
“desinflación” que había regido hasta ese momento, las famosas metas de
inflación. Pero sin más plan que tratar de conseguir el favor de grandes fondos
de inversión extranjeros, el mago de las finanzas siguió perdiendo reservas en
tanto que el dólar no paraba de subir. Cuando llegó a 38 pesos, y Caputo ya
había ejecutado una sangría de 13.500 millones de dólares de las arcas del
BCRA, también cantó las hurras y se fue a tomar sol a alguna playa más
tranquilo. Christine Lagarde, directora del FMI, había exigido su renuncia
porque Caputo no se acataba a las reglas del acuerdo con el organismo, que
impedían esa intervención del Central con venta directa de dólares en la plaza
de contado.
El tercer presidente del
Banco Central en el transcurso de un año es el actual, Guido Sandleris, quien
tampoco logró controlar al dólar con el torniquete monetario, las tasas de
interés arriba del 70 por ciento y el aliento en la nuca del FMI. La divisa
llegó a 47 pesos y la inflación es tanta o más que en el pasado reciente. El
fracaso de esa estrategia, que es también el fracaso del Fondo Monetario,
termina ahora con este nuevo anuncio del BCRA de que volverá a hacer lo mismo
que ya probaron Sturzenegger y Caputo con los resultados conocidos: intervenir
en el mercado aunque eso vuelva a derretir las reservas.
El Gobierno y el FMI van
como bola sin manija cambiando las reglas cada tres meses, en una muestra de
improvisación y desconcierto que agrava la crisis de confianza. Los resultados
han sido siempre desastrosos porque el problema de fondo sigue sin resolverse:
la decisión inicial de Cambiemos de permitir la libre entrada y salida del país
de capitales especulativos y la compra irrestricta de dólares, sin ningún
límite, en el marco de un déficit estructural de divisas que el Gobierno nunca
atendió. Mauricio Macri creyó que haciendo todo lo que pedían los mercados la Argentina recibiría una
lluvia de inversiones. A esta altura solo lo tapa el agua y la economía
nacional está sumergida. El FMI, en un último intento por rescatarlo de la
debacle antes de las elecciones, le permite otra vez gastar miles de millones
de dólares, pero deja abierta la tranquera para que la fuga de divisas sea la
única actividad que no para de crecer.
(*) Página/12, 30/4/019.
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