La opinión de Alberto Benegas Lynch (h.)
La opinión de Alberto Benegas Lynch (h.)
La clave es la batalla cultural (*)
La clave es la batalla cultural (*)
Alberto
Benegas Lynch (h)
Este
tema es el central. Si no se resuelve la comprensión de ciertos valores y
principios que hacen de brújula a la acción, no resulta posible avanzar hacia
una sociedad libre. Si nos estancamos en consideraciones del
momento, nunca vamos a abrir los ojos para disfrutar de horizontes más fértiles
y siempre nos quedaremos empantanados en nimiedades. La única manera de
progresar es primero estudiar y luego difundir ideas que calen hondo y, por
tanto, vayan al fondo de los problemas.
Lo primero de todo es aclarar que queremos
significar con la expresión "cultura". En nuestra época se ha degradado tanto el término que
alude a cualquier manifestación humana en cualquier dirección, así es que con
esta acepción se puede hablar de la cultura de la antropofagia y otras
manifestaciones de anticultura. Es que en su acepción clásica,
la palabra cultura remite a cultivar el espíritu que es lo más preciado que
tiene el ser humano, no es ejercitarse en ladrar o reptar sino en cultivar su
mente o su psique que es lo que lo distingue de otras especies conocidas y lo
reafirman en su condición humana.
Ahora bien, las manifestaciones culturales abarcan las relaciones
intraindividuales y las interindividuales. Las primeras
abarcan todas las conductas que desarrollen las potencialidades de cada cual al
efecto de buscar el bien, mientras que las segundas se circunscriben a las
relaciones con el prójimo. En estas líneas nos limitamos a lo segundo para
concluir que la batalla cultural apunta a que nos respetemos entre
nosotros, independientemente de la conducta que cada uno decida en la esfera
privada. Apuntamos a la convivencia civilizada para lo cual es
indispensable que cada persona considere sagrada la esfera individual de sus
congéneres y, por tanto, se abstenga del modo más categórico a interponerse y
mucho menos a recurrir a la fuerza o amenaza de fuerza para con sus vecinos y
recurra a esta vía extrema sola y exclusivamente cuando hay lesiones de
derechos de terceros.
Cuando nos referimos al
respeto a los derechos de otros no estamos diciendo que compartimos o adherimos
las conductas individuales de nuestro prójimo, más aun podemos discrepar
radicalmente con esos modos de proceder. En realidad la demostración cabal de
respeto es, precisamente, cuando no compartimos la conducta privada de nuestros
coetáneos. Y utilizamos la palabra "respeto" y no
"tolerancia" porque este último vocablo tiene la connotación de
cierto tufillo inquisitorial. Los derechos se respetan, no se toleran como si
estuviéramos en lo alto de una loma perdonando los errores de otros como si
fuéramos infalibles en cuanto a percepción de la verdad.
La verdad es la correspondencia entre el juicio y el objeto juzgado, pero para
lograr aprehenderla se requiere esfuerzo en una permanente peregrinación al
efecto de desprendernos del mar de ignorancia en el que nos debatimos para
incorporar algo de tierra fértil. De allí la importancia de debates abiertos y
absoluta libertad de expresión para arribar a buen puerto e incorporar nuevos
conocimientos.
Por todo esto es la definición a la que arribé
hace mucho tiempo y celebro que otros la hayan adoptado en cuanto a que el
liberalismo es el respeto irrestricto a los proyectos de vida de otros.
Entonces, en este contexto, cuando nos explayamos sobre la cultura nos estamos
refiriendo al respeto a los comportamientos de otros seres humanos y estamos
descartando cualquier manifestación de contracultura, a saber,
conductas que invaden el fuero íntimo de nuestros semejantes, a toda
manifestación que avasalle la privacidad del prójimo. De esto se sigue el
respeto a la vida, a la libertad y a la propiedad de cada cual, entendiendo por
esto último la consideración irrestricta al uso y disposición de lo que
pertenece a cada uno.
En esto consiste la
batalla cultural que debe darse antes que ninguna otra cosa si queremos vivir
en una sociedad libre. Las expresiones que se refieren a lo coyuntural son del
todo secundarias respecto a la batalla cultural, puesto que la coyuntura es una
consecuencia de esa batalla. No hay circunstancia alguna que no derive de esa
batalla para lo cual es menester trabajar en el terreno teórico al efecto de
contar con una práctica civilizada.
Sin duda que los medios de comunicación deben
informar sobre la coyuntura pero es indispensable que se le otorgue suficiente
espacio a la batalla cultural, es decir, al debate de ideas de fondo si es que
se desea corren el eje de las agendas que apunten al respeto recíproco.
Hay dos planos de acción que es perentorio
clarificar y precisar. Esta diferenciación de naturalezas resulta decisiva al
efecto de abrir cauce al progreso. Constituye un lugar de los más común -casi
groseramente vulgar- sostener que lo importante es el hombre práctico y que la
teoría es algo etéreo, mas o menos inútil, reservado para idealistas que sueñan
con irrealidades.
Esta concepción es de una irresponsabilidad a
toda prueba y revela una estrechez mental digna de mejor causa. Todo,
absolutamente todo lo que hoy disponemos y usamos es fruto de una teoría
previa, es decir, de un sueño, de un ideal, de un proyecto aún no ejecutado.
Damos por sentado nuestros zapatos, el uso del avión, la televisión, la radio,
internet, el automóvil, el tipo de comida que ingerimos, las medicinas a que recurrimos,
los tipos de edificaciones, la iluminación, las herramientas, los
fertilizantes, plaguicidas, la biogenética, la siembra directa, los sistemas
políticos, los regímenes económicos etc. etc. Todo eso y mucho más, una vez
aplicado parece una obviedad, pero era inexistente antes de concebirse como una
idea en la mente de alguien.
John Stuart Mill escribió con razón
que "toda
idea buena pasa por tres etapas: la ridiculización, la discusión y la
adopción". Seguramente, en épocas de las cavernas, quienes
estaban acostumbrados al uso del garrote les pareció una idea descabellada el
concebir el arco y la flecha y así sucesivamente con todos los grandes inventos
e ideas progresistas de la humanidad. En tiempos en que se consideraba que la
monarquía tenía origen divino, a la mayoría de las personas les resultó
inaudito que algunos cuestionaran la idea y propusiera un régimen democrático.
Los llamados prácticos no son más que aquellos
que se suben a la cresta de la ola ya formada por quienes previa y
trabajosamente la concibieron. Los que se burlan de los teóricos no parecen
percatarse que en todo lo que hacen son deudores de ellos, pero al no ser
capaces de crear nada nuevo se regodean en sus practicidades. Todo progreso
implica correr el eje del debate, es decir, de imaginar lo nuevo al efecto de
ascender un paso en la dirección del mejoramiento. Al práctico
le corren el piso los teóricos sin que aquel sea para nada responsable de ese
corrimiento.
El premio Nobel Friedrich A. Hayek concluye:
"Aquellos que se preocupan exclusivamente con lo que aparece como práctico
dada la existente opinión pública del momento, constantemente han visto que
incluso esa situación se ha convertido en políticamente imposible como resultado
de un cambio en la opinión pública que ellos no han hecho nada por guiar". La práctica
será posible en una u otra dirección según sean las características de los
teóricos que mueven el debate. En esta instancia del proceso de
evolución cultural, los políticos recurren a cierto tipo de discurso según
estiman que la gente lo digerirá y aceptará. Pero la comprensión de tal o cual
idea depende de lo que previamente se concibió en el mundo intelectual y su
capacidad de influir en la opinión pública gradualmente a través de sucesivos
círculos concéntricos y efectos multiplicadores desde los cenáculos hasta los
medios masivos de comunicación.
En todos los órdenes de la vida, los prácticos
son los free-riders (los aprovechadores o, para emplear un argentinismo, los
"garroneros") de los teóricos. Esta afirmación en
absoluto debe tomarse peyorativamente puesto que todos usufructuamos de la
creación de los teóricos. La inmensa mayoría de las cosas que usamos las
debemos al ingenio de otros, incluso prácticamente nada de lo que usufructuamos
lo entendemos ni lo podemos explicar. Por esto es que el
empresario no es el indicado para defender el sistema de libre empresa porque,
como tal, no se ha adentrado en la filosofía liberal ya que su habilidad
estriba en realizar buenos arbitrajes (y, en general, si se lo deja, se alía
con el poder para aplastar el sistema), el banquero no conoce el significado
del dinero, el comerciante no puede fundamentar las bases del comercio, quienes
compran y venden diariamente no saben acerca del rol de los precios, el que
maneja un celular no puede fabricarlo, el especialista en marketing suele
ignorar los fundamentos de los procesos de mercado, el piloto de avión no es
capaz de fabricar una aeronave, los que pagan impuestos (y mucho menos los que
recaudan) no registran las implicancias de la política fiscal, el ama de casa
no conoce el mecanismo interno del microondas, ni de la refrigeradora y así
sucesivamente. Tampoco es necesario que esos operadores conozcan aquello, en
eso consiste la división del trabajo y la consiguiente cooperación social. Es
necesario, pero sí que cada uno sepa que los derechos de propiedad deben
respetarse para cuya comprensión deben aportar tiempo, recursos o ambas cosas
si desean seguir en paz con su practicidad y para que el teórico pueda
continuar en un clima de libertad con sus tareas creativas y así ensanchar el
campo de actividad del práctico.
Desde luego que hay teorías efectivas y teorías
equivocadas o sin un fundamento suficientemente sólido, pero en modo alguno se
justifica mofarse de quienes realizan esfuerzos para concebir una teoría
eficaz. Las teorías malas no dan resultado, las buenas logran el objetivo. En última
instancia, como se ha dicho, "nada hay más practico que una buena
teoría". Como queda dicho, consciente o
inconscientemente detrás de toda acción hay una teoría, si esta es acertada la
práctica producirá buenos resultados, si es equivocada las consecuencias del
acto estarán rumbeadas en una dirección inconveniente respecto de las metas
propuestas.
Como hemos señalado, no solo no hay nada que
objetar a la practicidad sino que todos somos prácticos en el sentido que
aplicamos los medios que consideramos corresponden para el logro de nuestras
metas, pero tiene una connotación completamente distinta "el
práctico" que se considera superior por el mero hecho de aplicar lo que
otros concibieron y, todavía, reniegan de ellos…los que, como queda dicho,
hicieron posible la practicidad del práctico.
Afirmar que "una cosa es la teoría y otra
es la práctica" es una de las perogrulladas mas burdas que puedan
declamarse, pero de ese hecho innegable no se desprende que la práctica es de
una mayor jerarquía que la teoría, porque parecería que así se pretende
invertir la secuencia temporal y desconocer la dependencia de aquello respecto
de esto último, lo cual no desconoce que la teoría es para ser aplicada, es
decir, para llevarse a la práctica. Por eso resulta tan grotesca y tragicómica la afirmación que
pretende descalificar al sostener aquello de que "fulano es muy
teórico" o el equivalente de "mengano es muy idealista",
pues bienvenidos los idealistas si sus ideales fortalecen la cultura y se
apartan de la contracultura en el sentido definido en esta columna
periodística.
Estemos atentos y en la punta de la silla para
juzgar las contribuciones que en estos momentos aparecen, como los debates
sobre el dilema del prisionero, las externalidades, la asimetría de la
información, el equilibrio Nash, los balances sociales y equivalentes pues el
espíritu liberal está siempre en ebullición ya que no hay palabras finales para
los mortales, de allí el extraordinario lema de la Royal Society de
Londres nullius in verba.
Si se
desea alentar la cultura y combatir la contracultura y la consiguiente batalla
cultural, debe enfatizarse la importancia del trabajo teórico y el idealismo, y
no circunscribirse al ejercicio de practicar lo que ya es del dominio público.
Por ello resulta tan estimulante el comentario de George Bernard Shaw cuando
escribe: "Algunas personas piensan las cosas como son y se preguntan ¿por
qué? Yo sueño cosas que no son y me pregunto ¿por qué no?".
(*) Infobae,
31/8/019.
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