La reflexión de Carlos De Angelis
La reflexión de Carlos De Angelis
Carlos De Angelis
En
la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2015 Cambiemos obtiene el
34% de los votos, mientras que el Frente para la Victoria alcanza el 37%.
Como se observa, Mauricio Macri en las PASO de este año “solo” cae 2 puntos,
mientras que Alberto Fernández saca 10 puntos más que el ex gobernador. En las
elecciones de medio término de 2017, Cambiemos alcanza su techo para la
categoría de diputados nacionales con el 40% de los votos –más de diez millones
de sufragios– mientras que Unidad Ciudadana, el continuador del Frente para la Victoria , retiene poco
más de 20 puntos, llegando a su piso histórico. ¿Por qué semejantes diferencias
con la PASO del
domingo 11 de agosto? En 2015, la alianza UNA de Sergio Massa (continuación del
Frente Renovador) lograba el 21% de los votos, aunque dos años después su
caudal electoral menguaba a solamente el 6%, pero una serie de partidos en
diferentes provincias superaba el 14%. Esta confederación de agrupaciones sería
el llamado “peronismo disidente”. Si en 2015 se hubiera sumado lo obtenido por
Scioli y por Massa obviamente el primero habría ganado en primera vuelta, y si
en 2017 se hubiesen adicionado los votos del kirchnerismo con el massismo los
peronistas disidentes habrían podido superar a Cambiemos en casi 200 mil votos.
Aunque se debe hacer la aclaración básica de que los votantes no siguen
fielmente ni a las agrupaciones ni a sus dirigentes, el ejercicio muestra que
tanto en 2015 como en 2017 el peronismo unido habría estado en condiciones de
ganar en ambas elecciones.
Luego
de la performance del Frente Renovador en 2013, que gana en la provincia de
Buenos Aires, Sergio Massa pasa a encabezar la intención de voto presidencial
en casi todas las encuestas durante 2014. Tras la muerte del fiscal Alberto
Nisman en enero de 2015 esto cambia, mostrando un Macri con una mayor potencia
electoral. Sin embargo, en aquel momento se discutió mucho en el corazón del
PRO sobre la conveniencia de integrar a Massa en una fórmula con Macri para las
elecciones presidenciales. Esta posibilidad obtuvo un no rotundo por parte de
los cerebros en ingeniería electoral, encabezados por Jaime Duran Barba y
Marcos Peña. La explicación dada en su momento por quienes se oponían a esa
alianza podía ser considerada tanto descabellada como genial: la dispersión iba
a favorecer a Macri; la unidad, a Scioli. El éxito de la estrategia tuvo por
nombre mantener “la pureza amarilla”: Macri en la Nación , Vidal en la Provincia y Rodríguez
Larreta en CABA.
Tras
la asunción de Macri como presidente, su objetivo principal fue partir el
bloque legislativo del peronismo, obteniendo un éxito tal como para votar
ciertas leyes estratégicas, como el blanqueo de los capitales en el exterior y
sobre todo la ley que habilitó a solucionar en marzo de 2016 el pago a los
holdouts, los fondos buitre, que no habían entrado en los canjes de deuda en
2005 y 2010. Esa ley abre la puerta de par en par a los capitales financieros
especulativos, que comienzan a ingresar masivamente a valorizarse, y también se
constituye como la puerta de un infierno que agrietará la vida de los
argentinos en la próxima década.
Hacia principios de 2018 se comienza a hablar
de la posibilidad de construir una “tercera vía” o una “autopista del medio”
como una alternativa al kirchnerismo y al macrismo, y como forma de escapar de
la polarización que imponía el macrismo con la figura de Cristina Kirchner. Si
bien no se lograba ver los contornos de este espacio, parecía tener un piso de
potencial electoral del 20%, aunque también se especulaba con tres tercios. Dos
famosas fotos sellaban este espacio: la primera, de septiembre de 2018, fruto
de una reunión entre Miguel Angel Pichetto, Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey y
Juan Schiaretti, y la segunda, con Pichetto visitando a un Roberto Lavagna en
sandalias. Si bien en este espacio sobresalía el obstáculo de la indefinición
sobre quién lo lideraría, el Gobierno comienza a verlo con mucha desconfianza
porque podría incluso dejar a Cambiemos en un tercer lugar, en especial porque
tras la devaluación de la moneda –que comienza en mayo del año pasado– se
produce una caída profunda de la imagen del Presidente (de la que no se
recuperaría jamás). El macrismo político tuvo una visión distorsionada de ese
escenario político; lejos de fortalecer una tercera vía, como lo hizo en 2015 y
2017, se dedicó a sabotearla mediante su red de medios, que se dedicó a mostrar
las falencias de aquel emprendimiento político, además del destrato propinado a
Sergio Massa.
En
mayo de este año, y en medio de la crisis interna en el corazón del PRO, cuando
María Eugenia Vidal intenta adelantar las elecciones, Cristina Kirchner anuncia
la fórmula presidencial que encabezaría Alberto Fernández. La única respuesta
por parte del macrismo, confundido tras la decisión, fue en espejo, intentando
emparejar aquella iniciativa nombrando a Miguel Angel Pichetto como candidato a
vice. Esta decisión inexplicada dinamitaba definitivamente a la tercera vía, no
acercó votos y echó por tierra los consejos de sus expertos, que recomendaban a
una mujer de vice, y mejor si tenía algún condimento “progre”. Ahora no hay
tiempo de lamentaciones; toda la estructura de soporte financiero que construyó
el Gobierno en estos años cruje, quedando al borde de un precipicio por el
desbande cambiario y la decisión de reperfilar los vencimientos de algunos
bonos, que promete contagiarse al resto de los papeles argentinos. Pero no solo
es un derrumbe económico/financiero, sino uno profundamente simbólico por parte
de quienes venían a dejar atrás los setenta años de decadencia peronista.
Existen muchos tipos de burbujas, que son esas creencias totalizadoras que
desconectan las decisiones del contexto y se desvinculan de sus consecuencias.
Cuando las burbujas estallan, se rompe la matriz generadora de ilusiones y solo
queda el “desierto de la realidad”. En medio de ese desierto quedó parado el
país hoy.
(*) Perfil, 31/8/019.
Comentarios
Publicar un comentario